Читать книгу En vivo y en directo - Fernando Vivas Sabroso - Страница 18
Bar cristal
ОглавлениеEl primer gran espacio de la ficción televisiva peruana fue un bar, más tirando para cantina que para restaurante. La elección de tal locación para urdir el programa más ambicioso a esa fecha no se debió a ningún creativo del medio, aún poco audaz y experimentado para olfatear el gusto de la teleaudiencia. Se debió a la intuición de la Backus & Johnston, la creadora de la cerveza Cristal, que disponía de un amplio departamento de publicidad y de relaciones públicas con personal contratado para desarrollar ambiciosos proyectos de comunicación.
Bar Cristal fue la primera de una larga serie de aventuras televisivas que la Backus produjo por todo lo alto. Sobre un argumento de amores, desencuentros y recomposiciones familiares entre personajes de barrio mesocrático que giran en torno a un bar democrático (por necesidad dramatúrgica las mujeres decentes se codeaban allí con los criollos cerveceros), se encargaron los libretos a Freddy el Rezongón (Abraham Rubel Friedland), el más popular de los cómicos de radio, creador de las legendarias Loquibambia y Escuelita nocturna, quien debía virar hacia el sainete lo que propendía al folletín. La dirección se encargó nada menos que a Ricardo Roca Rey, prestigioso hombre de escena, quien varias semanas antes de salir al aire tuvo al equipo entero ensayando en el local de la AAA (Asociación de Artistas Aficionados), sancta santorum del teatro nacional. Los decorados estuvieron a cargo de Alberto Terry, reconocido escenógrafo teatral, quien poco después inició una sólida carrera ejecutiva con los Delgado Parker. Los dibujos animados de los créditos fueron obra de Rafael Seminario, nuestro primer experto en el oficio. El canal 4 ponía a Tito Velarde de director técnico, y de “coordinador” (nombre con el que se designaba a los productores ejecutivos) a Johnny Salim, el “Tío” haciendo su aprendizaje tras las cámaras.
El reparto era de primera: Luis Álvarez, de gran prestigio escénico tras su encarnación del Collacocha de Enrique Solari Swayne, dominaba el bar y destapaba las botellas en su rol de Don Nicolás; Jorge Montoro como Don Ramón era un viejo cunda que daba las pausas cómicas y la evocación nostálgica con sus historias del siglo XIX narradas a lo Ricardo Palma; el galán Guillermo Nieto era Agustín y cortejaba a Betty Missiego, quien hacía de Rita e introducía algunos temas musicales acompañada de la orquesta de Carlos Pickling; finalmente, Saby Kamalich interpretaba a la joven Rosaura. Todos ellos gente de teatro, salvo Nieto y Missiego, que agarraron al vuelo la ligereza histriónica de la televisión. El guión de Freddy no los ayudó mucho, así que a la tercera semana —Bar Cristal se transmitía en vivo todos los martes de 9 a 9.30 de la noche— la Backus decidió utilizar a sus dos periodistas que tenía bajo contrato en su departamento de prensa, Jorge “el Cumpa” Donayre y Benjamín Cisneros. A ellos se les ocurrió la coda final: tras la doble boda Nieto-Missiego y Álvarez-Kamalich, una audaz elipsis nos llevaba al barrio cinco años después y cada personaje enunciaba su destino. Luego, la dupla escribiría el resto de la temporada semestral y las siguientes producciones de la empresa, notablemente, el Festival Cristal de la Canción Criolla.
La Backus quiso dar una oferta plural al televidente. El prestigio escénico de los nombres convocados estaría al servicio de un argumento ligero, con pequeñas crisis y soluciones felices, algunas penas rociadas con cebada y, aunque resultara forzada, la intromisión de varios elementos del acervo popular, la mayoría en la planilla de la empresa. El cuarto capítulo, el 26 de mayo, se dedicó a la “fiesta de Rita”. Como invitados comparecieron el “Carreta” Jorge Pérez y los futbolistas del equipo de la Cristal, ratificando la intuición de que esa íntima asociación entre la cerveza, el fútbol y la jarana criolla, que anima nuestra cultura festiva, podía funcionar tan bien en la ficción televisiva como en la realidad del barrio.
Con Bar Cristal, puesta en escena gracias al anunciante más activo en la historia de nuestra televisión, y con el ímpetu de Daniel Muñoz de Baratta urdiendo sus parodias argumentales, el canal 4 tuvo por fin grandes apuestas para su prime-time y la confirmación de que la ficción seriada, antes de la supremacía de la telenovela, era el principal cebo para una audiencia ávida de emociones continuadas.