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3. ESPIRITUALIDAD NATURAL COMO ENTRENAMIENTO

Al rescate de tu Naturaleza Sagrada

He descubierto que, cuando recorremos el aprendizaje de la sabiduría ancestral, tanto si lo hacemos de la mano de un maestro o a través de nuestra propia vivencia de lo sagrado, no incorporamos conceptos sino entrenamientos. Encontrar –por ejemplo– nuestro propósito en la vida, no es algo a lo que se acceda a través de la revelación, sino que surge de practicar, con constancia y paciencia, cierto conjunto de acciones concretas. Incluso entonces, una vez descubierto “cuál es nuestro llamado”, el trabajo recién comienza, ya que es necesario que encontremos un cauce para nuestros talentos y un lugar donde expresarlos en forma plena.

La Espiritualidad Natural se manifiesta en lo cotidiano y, por lo tanto, no trabaja con abstracciones o estructuras dogmáticas, sino que conduce al individuo a verificar permanentemente su estado interno en relación con el mundo de experiencia en el que está sumido. De allí surgen los aprendizajes, de allí surge la transformación, de allí se espera el encuentro con su ser verdadero.

Existen varios territorios en donde el trabajo consciente con prácticas y reflexiones nos permitirá conocernos más a nosotros mismos y tomar decisiones acerca de si deseamos –o no– hacer cambios en nuestras actitudes. Describiré brevemente algunos.

Nuestra relación con la Tierra

Se nos ha dado un planeta bellísimo, riquísimo, amoroso y creativo como ninguno. No somos sus dueños, somos sus huéspedes, y –conscientemente o no– estamos destrozando el hogar que nos han prestado. No hablo solamente de las grandes multinacionales de la destrucción –que por supuesto aniquilan a una escala mayor–, hablo también de nosotros, los individuos en nuestro diario transitar. En muchas de nuestras acciones habituales, deshonramos –seguramente sin desearlo– al planeta. Cada vez que arrojamos basura en forma displicente, cada vez que hacemos talar innecesariamente un árbol, cada vez que compramos un animal exótico para tenerlo en cautiverio; en cada uno de estos pequeños actos estamos colaborando con la destrucción y el desequilibrio.

La mayoría de estas acciones no se encuentran guiadas por la mala intención de las personas, sino por la pereza, la ignorancia o la auto indulgencia (“la papelera está lejos”, “el árbol molesta la vista”, “el animalito es como un juguete”).

Los antiguos sabían que la desarmonía con el planeta genera desarmonía interna, enfermedad y vacío. El cazador de la prehistoria pedía permiso antes de obtener una presa para alimentarse, y entregaba a la naturaleza una ofrenda en reciprocidad. Lo sabemos porque muchas culturas han mantenido esta antigua práctica de respeto y honra. Los animales y plantas son tratados por ellos como maestros. Las fuentes de agua, los bosques, las montañas, son considerados lugares sagrados.

Pero no estamos tan lejos. Si bien los maestros de la cosmovisión ancestral nos enseñan la unidad y mutua interacción de todo lo existente –orgánico e inorgánico– y nos llaman la atención sobre las consecuencias que hemos acarreado por apartarnos de esa cosmovisión, lo cierto es que esto no es algo nuevo. Muchos de nosotros recordamos habernos relacionado de otra forma con el mundo natural cuando éramos niños. Tan solo estamos activando ese recuerdo con cambios de comportamiento concretos. Cientos de personas en el mundo se están volcando a dietas orgánicas y prácticas protectoras del ambiente.

Cuando era niña, recuerdo haberme sentido amiga de las criaturas pequeñas de muchas patas que habitaban las macetas del patio de mi abuela. Era una comunidad entrañable que yo observaba con asombro y reverencia ante su sabiduría. La forma en que se organizaban, cómo resistían las tormentas, sus innumerables habilidades, todo ese caudal de conocimiento me parecía la forma natural de aprender a mejorar mi propia experiencia. Intuyo que muchos de los lectores de este libro contarán con recuerdos similares de sus propias infancias.

El entrenamiento consiste en darle continuidad a este vínculo saludable por la Tierra y enseñarlo a las generaciones que nos siguen.

Ese amor que sientes cuando abrazas a un árbol, es la misma energía que al árbol lo atrae hacia ti.

Todos formamos parte de una red de conexiones cuyo nombre es misterioso, pero que la mejor manera de traducirlo es con la palabra Amor.

Confianza en el Misterio

Este mundo en el que vivimos parece tener ya todas las respuestas: desde el origen del Universo al funcionamiento de una neurona. Pareciera que no hay espacio para más descubrimiento. Las inquietudes se han vuelto materiales: cómo produzco más dinero para comprarme más objetos, cómo resuelvo los problemas logísticos para que funcionen los proyectos, qué sustancia consumo para apagar el dolor.

Todo parece centrarse en la cantidad de control que podemos ejercer sobre nuestro entorno.

Filosóficamente hablando, no hemos avanzado mucho. Hemos perdido el interés por el debate de ideas y el vuelo lírico del pensamiento. Vivimos encerrados en nuestra pequeña y oscura caja–tan convencidos de que lo llamado paranormal es cosa de gente desequilibrada o charlatanes– que, cuando sucede algún fenómeno que no podemos explicar, inmediatamente lo escondemos para que no nos perturbe. Con el tiempo, dejamos de experimentarlos.

Hemos olvidado que no hay actitud más científica que aceptar que no sabemos nada.

El viaje que se propone un chamán cuando está dedicado a su tarea, es un viaje hacia el Misterio. Su entrenamiento lo prepara para lo inesperado, para la sorpresa. El chamán sabe que ni siquiera la muerte es algo de temer, porque forma parte del circuito de la vida y llegará –tarde o temprano– a ella. Lo que más le preocupa es quedar atrapado en las apariencias y no aprovechar la oportunidad que cada instante le ofrece para maravillarse ante lo sublime.

Confianza es la estrategia infalible.

Un árbol puede hablar contigo, pero no lo hará hasta que suspendas momentáneamente el temor a que alguien te mire mientras hablas con él. Lo peor que nos puede suceder es perder la oportunidad de experimentar belleza. El asombro inocente es la llave que abre esa puerta. Los prejuicios son el duro cerrojo. Tenemos que aprender a soltar el control.

Confiar en una Inteligencia Superior, una corriente de energía consciente que podemos llamar Gran Espíritu, Universo, o Dios, requiere entrenamiento. Es necesario ir soltando amarras de a poco, para no alarmar al parásito mental que insiste en que tengamos miedo, que se aferra a la máscara, que pretende que nos quedemos detenidos sobre la rama, sin intentar volar.

Cuando finalmente lo hacemos, es curioso lo que sucede: dejamos de sentirnos una pequeña mota de polvo sacudida por lo caótico, para sentirnos parte de un movimiento sin límites, sin principio y sin final. Recuperamos el comando de nuestro poder personal.

Existe una corriente de energía de la que formas parte.

Has sido llamado por esa Totalidad y continuarás tu viaje junto a ella cuando tu aventura en el planeta Tierra llegue a su fin.

Conocimiento de la Realidad

Preguntemos a cualquier persona cómo funciona la realidad y probablemente su discurso se llenará con las palabras “mecanismos”, “causas y efectos”, “sistemas” y “estructuras”. Aunque la ciencia avanza, la cosmovisión del hombre común ha quedado detenida en la época de Newton. Ni siquiera nos hemos familiarizado con los conceptos de la física cuántica más básica, aquella que empezó a descubrir que “algo raro pasaba al nivel de lo muy pequeño” allá por la década del ‘50, entre otras cosas, que las partículas subatómicas que se observaban en un experimento reaccionaban en forma diferente de acuerdo a las expectativas de los investigadores(8).

Las evidencias de que la realidad material es modificable a partir de nuestra atención abundan en libros y redes sociales, sin embargo, nuestra mirada de la enfermedad sigue siendo exclusivamente “material”, y cuando experimentamos una dolencia física buscamos rápidamente un artilugio mecánico que la resuelva (una pastilla) como única opción.

Es curioso, pero la cosmovisión de los antiguos chamanes estaba muy cerca de la visión de la realidad que sostienen los modelos científicos más innovadores del presente.

Por ejemplo, el concepto de una red de energía en la que todo está interconectado encuentra su versión ancestral en la forma en que los maestros sioux explican el Universo: “la Abuela Araña tejió con canciones una red y así creó al mundo”. ¿Son los hilos de esa tela como filamentos de energía, como cuerdas?

En otro caso, la Teoría del Campo de Punto Cero, que explica que todo es tan solo energía e información en un vasto océano interconectado, es similar a la versión tolteca de realidad, donde un águila oscura, inconmensurable y voraz vuela por la eternidad(9).

Las prácticas chamánicas de sanación que hoy logramos rescatar parecen diseñadas siguiendo las teorías más innovadoras de la física. Es como si los antiguos sanadores de la cueva hubieran conocido y aplicado la idea de no-localidad, la interconectividad a distancia, el principio de indeterminación, como parte de su bagaje terapéutico(10).

Que las cosas en el mundo son “espíritu” (una forma alternativa de decir “energía”), y que pueden transformarse en otras cosas merced a un proceso de intención consciente, es un concepto de la cosmovisión ancestral que hoy encuentra resonancias en las experiencias de científicos de respetuoso paso por la academia como William Tiller, Gregg Braden o Amit Goswami(11).

Sin embargo, incorporar prácticas ancestrales no debería significar el reemplazo del viejo esquema por el nuevo, o simplemente absorber los nuevos conceptos abandonando los antiguos. Eso sería equivalente a encerrarse en una nueva caja, cambiando sólo el nombre de la etiqueta: en donde decía “Universo Newtoniano”, ahora debe decir “Universo Cuántico”. El Universo es infinitamente más complejo y rico que lo que cualquier teoría puede describir. El chamán busca “detrás de la verdad”.

Por eso, en lugar de consolidar una descripción del mundo, el chamanismo propone a las personas buscar por ellos mismos las respuestas. Hoy en día, rescatar la práctica de la sabiduría ancestral apunta precisamente a eso, a que cada persona conozca al Universo por su propia experiencia. Un facilitador puede enseñarnos a utilizar una brújula, pero lo que encontraremos al usarla corre por nuestra propia responsabilidad y criterio. Las reglas estrictas, los mapas, las verdades reveladas, no forman parte de la experiencia chamánica.

El propósito de nuestro viaje requiere, precisamente, ir abandonando las rígidas estructuras que –como gafas– hemos interpuesto entre la realidad y nosotros. A través de la constancia y la persistencia, es posible experimentar la riqueza de la existencia más allá de los condicionamientos mentales y los cinco sentidos físicos. Pero el Universo que encontraremos siempre será más rico y complejo que lo que ningún manual o instructor pueda describir.

Será único. Crecerá con nosotros. Nos traerá una experiencia nueva cada vez. Descubriremos lo que nuestros ancestros ya sabían: que más allá de las descripciones y definiciones, habita el Misterio. Encontrarnos en él nos brindará una paz más allá de todo conocimiento.

Será tan único como tú, que estás aquí para expresar de forma irrepetible ese Gran Misterio.

Como tú, que traes un matiz de color nunca antes visto y que jamás se repetirá.

Disciplina personal

Los seres humanos podemos llegar a ser individuos maravillosos, dotados de genialidad y amor incondicional. Sabios y creativos, sorprendentemente tiernos y capaces de logros intelectuales superiores. Pero, para que estos talentos puedan manifestarse, es necesario que aprendamos a descubrirlos, desarrollarlos y expresarlos, mediante un proceso que puede ser muy lento.

En nuestra acelerada sociedad actual, se nos ofrecen muchas recetas de sanación y desarrollo personal que pueden parecer rápidas y efectivas, pero cuyos efectos –a la larga– son frágiles y fragmentarios. El conocimiento de origen ancestral –tal como se lo suele presentar en los medios– también puede parecer mágico, y muchas personas pueden llegar a especular con que les brindará en poco tiempo la salida veloz de su angustia y su desesperación. Sus “secretos” aparecen en la imaginación popular como la solución inmediata a sus problemas.

Pero aplicar la sabiduría ancestral, no incluye “recetas”. El camino a transitar esquiva intencionalmente las soluciones automáticas y pone el énfasis en el trabajo paciente y dedicado sobre uno mismo. Algunos se van cuando descubren esto. Para los que se quedan, el resultado es: un crecimiento y una maduración individual enormes.

Es un entrenamiento que la propia Naturaleza nos muestra. El brote requiere tiempo para florecer. La crisálida requiere oscuridad para que la mariposa se complete. La herida debe curarse utilizando al tiempo como medicina para que realmente sane.

Recuperación del poder

Hemos abandonado nuestro poder personal. Obviamente, la intención de que renunciáramos a ese poder ha sido una maniobra habilidosa de aquellos que condujeron los sistemas sociales jerárquicos que fueron desarrollándose en la historia occidental, pero lo cierto es que nos hemos acomodado en la blandura de no tener que hacernos responsables de nuestras vidas.

Poder personal es asumir una responsabilidad cruda: desde el momento en que abrimos los ojos cada mañana hasta que el sueño nos acuna en el océano de la disolución; desde que la sociedad pone en nuestras manos la tarea de ser padres, esposos, creadores, hasta que la muerte nos viene a buscar. Responsables de lo que pensamos, de lo que permitimos en nuestro entorno, de alinear nuestras decisiones con nuestros principios. Responsables de no negociar nuestra dignidad existencial.

Una de las formas en que esto se manifiesta es a través de la idea de destino. Recuerdo que en mi infancia era habitual escuchar a las personas hablar de “quienes nacieron con suerte” … o con desgracia. En mi inocencia, creía que eso solamente podía ser producto de una divinidad maligna que gustara de hacer sufrir arbitrariedades a sus criaturas. Luego llegó a mi vida el concepto de karma, y la idea de que los sufrimientos de una persona se explicaban por errores cometidos en vidas anteriores, pero el hecho de no conocer esos errores hacía muy difícil la reparación.

En 1986 conocí en EEUU a quien fuera mi primer maestro de sabiduría nativo americana, John Two Feathers, quien me explicó de forma muy sencilla cuál era la filosofía de su pueblo sobre el tema: “Un Dios que ama a sus criaturas no los castiga por algo que no recuerdan haber hecho”. Tiempo después, transitando mi formación dentro de la Good Medicine Society, me encontré con ideas similares de parte de su fundador, el maestro de ascendencia Cherokee Eli Gatoga.

Se siente como la forma natural de entender este tema: mientras creemos que todo está escrito, o que lo que nos sucede es un castigo por algo que no recordamos haber hecho, queda poco margen para generar algún cambio. Nuestras condiciones de existencia se vuelven dependientes de circunstancias ajenas y nuestra única reacción posible es la resignación. ¿Creyeron las culturas ancestrales en la reencarnación? Muchas de ellas sí, pero siempre basándose en la idea de que el nuevo nacimiento vuelve a ofrecer –intactas– las oportunidades para todos por igual.

Hoy veo que, en la historia de la Humanidad, los planteos deterministas se han convertido en instrumentos funcionales al sistema de poder global. Cuántas personas andarán hoy por el mundo planteándose cosas como: “Si nada puedo hacer para cambiar mis circunstancias, ¿por qué preocuparme?, ¿para qué invertir energía? Me quedo sentado en casa, mirando la pantalla del televisor y soñando con que llegue aquello que tiene el poder de cambiar mi vida (un nuevo gobierno, un televisor más grande, un billete de lotería ganador…)”.

Las personas apegadas a estas ideas no son libres para disfrutar, pero tampoco para contribuir. ¿Qué podemos brindar al mundo si creemos que nada cambiará? ¿Cómo puede la comunidad beneficiarse de nuestros talentos si nos sentimos a merced de fuerzas arbitrarias? ¿Cómo podemos colaborar en la creación de un mundo mejor si no tenemos fuerzas para tomar el comando de nuestras circunstancias?

A cambio de nuestra resignada aceptación, el sistema nos ofrece una variedad de compensaciones: la satisfacción de tener el auto último modelo, la intensidad de las adicciones, un retiro glamoroso en nuestros años dorados.

Distracciones de lo que realmente da sentido a nuestra existencia: vivir con plenitud, siendo nosotros mismos, compartiendo con libertad aquello que nos hace únicos, creando, creciendo, amando, floreciendo juntos.

Eso es Poder Personal y es algo que nos han quitado históricamente, a través de descripciones de la realidad en donde solo podíamos ser testigos de lo que sucedía, nunca protagonistas. Es tiempo de recuperar el comando de nuestras circunstancias. No se trata solamente de nuestra vida individual. Tiene un propósito más amplio, se proyecta a la comunidad y se multiplica en efectos para las generaciones que nos siguen.

La búsqueda de poder personal no es una “pretensión del ego”. Es una necesidad de la especie.

Los que practicamos una Espiritualidad Natural en seguida descubrimos dos noticias: una mala y una buena. La mala noticia es que nadie vendrá a rescatarnos. La buena es que no necesitamos que venga. Hemos sido bendecidos con la plena responsabilidad por nuestras circunstancias. El Maestro dice: tu destino está en tus manos, es tu obra, tienes la materia prima y las herramientas. Y luego pregunta: ¿cuándo saldrás al mundo a hacer algo espectacular con tu vida? La práctica nos brinda el entrenamiento para convertir los recursos energéticos que tenemos en sueños concretados y a la vez en un aporte significativo al mundo.

Integración con uno mismo

Vivimos dentro de nuestra cabeza. No es que nos guste mucho (de hecho, nos fastidia ese monstruito interno que llamo “parásito mental”), pero nos cuesta mucho superarlo(12). Para encontrar soluciones, acudimos a la lógica, el análisis, la deducción, el cálculo, funciones del hemisferio izquierdo del cerebro. A veces, algunas personas tratan de acceder al conocimiento que puede brindar su intuición, buscan respuestas en sueños, o desarrollan la expresión creativa; funciones todas del hemisferio derecho. Sin embargo, la mayor parte del tiempo interpretamos la realidad más que percibirla, lo cual le impone un sesgo muy condicionante a la información que recibimos.

Ante una decisión, por ejemplo, cambiar de trabajo, estamos más predispuestos a analizar al detalle los pros y los contras, cuánto vamos a ganar, cuánto vamos a gastar en viajes, cuán cerca queda la nueva oficina de nuestra casa, y cosas así, que a preguntarle a nuestro maestro interno cómo se siente con la noticia. Muchas veces percibimos que “un lugar no se siente bien” y que quizás lo mejor es retirarnos, pero insistimos en desoír los reclamos de esa poderosa intuición, con consecuencias nefastas, obviamente.

La Espiritualidad Natural propone integrar la mente, el corazón, el cuerpo y el propósito para tomar nuestras decisiones desde el todo integrado que somos. El objetivo consiste en otorgarles un lugar equivalente en la experiencia cotidiana. El corazón ha ido perdiendo su lugar debido a nuestra evolución tecnológica, y sin embargo, se sabe que es donde primero se registran los eventos del mundo externo(13). El cuerpo ha sido difamado por la historia de nuestra sociedad como vehículo del pecado y luego convertido en mero objeto estético. Cuesta validar sus mensajes, pero su sabiduría es irreemplazable. La percepción sutil, trabajando desde la asociación y no de la interpretación, informa de manera contundente. ¿Por qué, entonces, seguimos interponiendo los filtros analíticos a todo lo que experimentamos?

Quizás nos faltan métodos simples para vivir integrados, pero es necesario crearlos. Al integrarnos, descubrimos que cada uno es un ser completo, un espíritu en viaje por el planeta. En el entrenamiento de llevar esta integración a lo cotidiano, encontramos la fortaleza y el equilibrio que anhelamos. Veremos más adelante en este libro, muchas herramientas para lograrlo.

Rescate de la autoridad interna

La sociedad actual posee un modo muy curioso de probar la veracidad de una afirmación: si lo dice una persona de prestigio, debe ser cierto. El prestigioso en cuestión puede haber ganado resonancia a través de apariciones televisivas, conferencias en lujosos hoteles o la cantidad de ejemplares vendidos de su último libro. Sus afirmaciones se convierten en ley. Y los espectadores no escuchan su propia voz cuando les dice que algo no cierra en el discurso del conferencista, y prefieren ignorar o reprimir esa sensación interna de incomodidad.

Esa voz interna es el criterio propio, que trata de abrirse paso entre los pesados cortinajes del criterio de autoridad. De niños, se nos dijo que no había que discutir lo que decían los mayores, y que, si lo decía la maestra, debía ser verdad. Hoy, repetimos el patrón, sancionándonos internamente si llegamos a dudar.

Algo similar sucede con la palabra escrita que haya alcanzado masividad. Si repito algo que se publicó en algún “Gran Libro”, estoy diciendo algo que indiscutiblemente es verdad. Si, en cambio, cuestiono algo que se publicó en el “Gran Libro”, probablemente no sé de qué estoy hablando (o no leí bien el libro...).

Uno de los rasgos esenciales del camino hacia una Espiritualidad Natural es la ausencia de dogma. “El chamán puede decirte dónde mirar, pero no qué es lo que tienes que ver”, me explicó una vez uno de mis maestros zulúes.

Un instructor puede compartir con nosotros muchas herramientas, pero sólo nosotros podemos convertir la experiencia en aprendizaje. Lo haremos mediante la observación, la práctica, la transformación de actitudes. El entrenamiento. No existe quien posea la verdad más allá del Espíritu, y aunque algunas versiones de esa verdad puedan resultar más atractivas que otras, solo constituyen porciones del cuadro completo de la realidad trascendente. Desde ese punto de vista, ninguna opinión es más autorizada que otra.

Encontrar nuestro propio criterio, aceptarlo y defenderlo, es uno de los entrenamientos cruciales de nuestro momento actual. Incorporar lo sagrado a lo cotidiano nos muestra el maestro en nosotros y en la comunidad. La Espiritualidad Natural puede ofrecernos recursos, en la forma de prácticas, ceremonias o ejercicios, para desarrollar mayor libertad, pero el desarrollo del respeto por nuestra opinión personal –aunque se oponga al consenso– es un asunto que queda bajo nuestra responsabilidad.

De hecho, tú eres un maestro autorizado para el mundo. Tu maestría es tu experiencia, la forma en que hayas resuelto tus desafíos.

Recuerda siempre que si hay algo que quieres decir es porque alguien en la comunidad necesita escucharlo.

No importa cuán diferente sea tu opinión a la de los demás.

Permiso para jugar

En nuestra sociedad, la dimensión del placer se ha mecanizado. La diversión transita rumbos prefijados: ir al cine, tener sexo, practicar un deporte, salir con amigos. Existen reglas y códigos. Romperlos, nos aleja del juego para acercarnos peligrosamente al ridículo y la expulsión.

Por ejemplo, disfrazarse es aceptado en una fiesta donde específicamente se propuso la consigna de ir disfrazado, pero ¿qué pasa si voy disfrazado a comprar mi almuerzo? ¿Me dejarán ingresar al supermercado?

Chapotear bajo la lluvia puede proporcionarme mucho placer, pero, ¿qué van a decir los vecinos? Si me divierte jugar con mis hijos a sus juegos de niños, ellos lo aceptarán fascinados, pero ¿podré compartirlo con otro adulto? El concepto de juego no termina de entenderse bien en nuestra cultura. Está lleno de prejuicios y contradicciones.

El juego es libertad, o al menos debería serlo. Espontaneidad, cambio, improvisación. La chispa diferente que enciende la risa. Una inspiración de aire fresco. Al jugar me permito ser, cada vez, un personaje diferente. Y así salgo del papel estructurado y puedo ver en cada oportunidad al mundo (y la vida, y el amor, y a mí mismo) como si fuera la primera vez. Quizás el disfrute nos provoca culpa –sentimos que no merecemos disfrutar o que algo terrible sucederá si nos aflojamos– y por eso lo mecanizamos. Como sea, el camino de la sabiduría ancestral nos propone volver a disfrutar, volver a ser un niño, darnos permiso para salir a jugar.

Dicen que Don Juan, el maestro de Castaneda, se reía muy seguido, sobre todo cuando estaba hablando de un tema muy serio. De hecho, todos los maestros de sabiduría ancestral que he conocido son personas divertidas y relajadas. Y muchas veces, actúan como niños, expresando la sabiduría de la humildad.

Este es un entrenamiento que nos hace mucho bien. A nosotros y a los pequeños, que nos observan y aprenden, y así se entrenan en el arte de diseñar el mundo que vendrá.

Darte permiso para jugar es darte permiso para ser la versión de ti mismo que a cada momento elige tu corazón.

¿Quién tendría la autoridad para impedirte eso?

Espiritualidad Natural: regresar a tu Naturaleza Sagrada.

Desde hace un tiempo, hemos estado recibiendo señales de que existe otra forma de vivir, diferente a lo que nos han enseñado, saludable, completa, integrada, digna, libre, pero ¿cómo lograrlo?

Creo que la Espiritualidad Natural nos brinda un marco filosófico y un enorme conjunto de recursos para lograrlo. De hecho, ya está en nosotros. Aparece en el sentimiento de conexión con lo sagrado cuando estamos ante un paisaje hermoso. Cuando vemos reír a alguien en el tren y no podemos evitar contagiarnos. Cuando salimos corriendo a rescatar al delfín varado en la playa. La percepción espontánea de conexión total que surge cuando hacemos silencio mental y dejamos por un rato las interpretaciones y clasificaciones.

Y ¿quién vendrá a enseñar esta forma de espiritualidad? Respuesta: nosotros mismos, porque el maestro está en nuestro interior, expresado en nuestros sentimientos de asombro ante el Universo y sus maravillas, en el amor incondicional que experimentamos ante una madre cuidando a su bebé, sea de la especie animal que sea. Está en nuestra sensibilidad y en nuestra sabiduría innata, que reconoce en el Infinito su hogar y es capaz de dejar un legado inmortal a través del arte. Eso somos, aunque lo hayamos olvidado.

Podríamos llamar a ese maestro: el Ser auténtico. Aquel que sabe, porque así lo sentimos, como conocimiento silencioso y profundo. Es aquella parte de nosotros que no está condicionada ni por las estructuras de pensamiento vigentes ni por los miedos incorporados a lo largo de la vida. Es aquella parte de nosotros que despierta durante momentos de meditación profunda, o contemplando un amanecer en la montaña. Es la Conciencia Total expresándose en conciencia individual.

Es nuestra auténtica naturaleza, nuestra naturaleza sagrada.

Como vimos antes, la palabra saman se traduce como “el que sabe”. ¿Será entonces que cada uno de nosotros posee en su interior un chamán en potencia, un explorador de la realidad, un mago de lo trascendente que puede volar entre dimensiones y traer informaciones insospechadas y soluciones creativas?

Seguramente.

Sin embargo, despertar y movilizar ese chamán no es algo que pueda realizarse de manera lineal. De hecho, la Espiritualidad Natural es un conocimiento esférico, en donde cada elemento se conecta con todo lo demás. Más bien parece una red, como la tela de una araña, en donde cada vuelta repite la misma forma, pero un paso más allá...o más acá. Una obra creativa, un dibujo único donde cada ser va tejiendo el diseño de su crecimiento.

Esta es la manera de aprender e incorporar la conciencia espiritual que buscamos para dar sentido a nuestro mundo: practicando creativamente cada estrategia incorporada. En los pueblos ancestrales, se sabe que a lo largo de la vida vamos revisitando cíclicamente cada tema, encontrando cada vez más conexiones y puentes entre uno y otro. Cada iniciación habilita la siguiente, y la última, la de la muerte, nos inicia a otra forma de existencia, y así hasta la eternidad.

En este libro les propongo una ruta, aunque –por supuesto– no es la única ni la mejor. Les propongo jugar con distintas versiones de este camino y crear sus pasajes secretos y senderos alternativos.

En los capítulos que siguen navegaremos esta red interconectada, de la siguiente manera:


La tela de la araña: guía para seguir leyendo

Les cuento un poquito de qué se trata ese diseño.

Lo primero que llama la atención aquí es la presencia de la pequeña araña en la parte inferior. La araña es uno de los animales más inspiradores que conozco. Los nativos americanos cuentan muchas historias relacionadas con la araña, la mayoría vinculadas a la creación del mundo y a nuestra propia creación de la realidad personal. Mis maestros me han llamado la atención sobre esa peculiar capacidad de la araña para tejer, diseñando una realidad que está a medio camino entre el Cielo y la Tierra. Algo que debe recordarnos que nosotros, aunque la mayoría de las veces solo veamos lo material, somos también seres sutiles, campos de energía conscientes.

Algo que es aún más inspirador en la araña es que esa tela la construye con una sustancia que sale de su propio cuerpo. Qué mejor metáfora de nuestra propia creación, surgida de las entrañas (no de la cabeza). Del sentir profundo, no del análisis. De la experiencia vivida, que es –sencillamente– nuestra maestría.

Así, la araña se me manifiesta como el tótem ideal para este libro. Su protectora y su musa. De hecho, durante la redacción de la primera edición de este libro, una hermosa araña (Argiope Argentata) me acompañó desde su tela en el jardín, mostrándome distintos ángulos para presentar estos temas y sugiriendo conexiones a través de su obra.

Las telas de araña no se construyen en el aire, poseen un punto de inicio fuerte, que sostiene la obra. En el caso de la Espiritualidad Natural, este punto cero es la Cosmovisión. El modelo del mundo que tenemos, la forma en que lo describimos, y que guía nuestras acciones, nuestras expectativas y, por ende, nuestros resultados. La manera en que entendemos lo que está “más allá”. Nuestras creencias sobre lo trascendente y su manifestación material. Por eso, ese punto es el primero a explorar.

Luego de reflexionar acerca de nuestra cosmovisión, les voy a proponer trabajar con la Energía. Cómo verla, cómo sentirla, cómo entender la red que nos conecta a todos. La Nueva Física nos dice que no hay nada sólido, pero ¿por qué deberíamos creerle? Eso sería obedecer a otro “Gran Libro”, ¿verdad? Vamos a entrenarnos, entonces, en la propia exploración, aprendiendo a sentir la Naturaleza como lo hacían los ancestros, y entender por qué es necesario salir de la propia estructura del Yo mental para percibir más allá de los sentidos físicos.

A partir de nuestra experimentación con la energía, podremos entender mejor el Movimiento. Distintos grupos que aún mantienen la espiritualidad ancestral nos enseñan técnicas de sanación basadas en el movimiento. Girar, bailar, sacudirse hasta caer extenuado, o combinar posturas; existen cientos de técnicas de transformación que se basan en el movimiento del cuerpo. El Universo es movimiento. Si nos estancamos, desaparecemos. Nos entrenaremos en proyectar nuestra creación a través del movimiento.

Maestros del movimiento como generador de estados son los Animales. Ellos serán nuestra siguiente parada en este camino. Ellos se nos mostrarán en todo su poder como guías del auto-descubrimiento. En toda cultura que haya vivido inmersa en la Naturaleza, se honró a los animales como criaturas de gran sabiduría, a las que había que observar para aprender y respetar como equivalentes en el Círculo de la Vida. Dentro del conjunto de estrategias que presento aquí, los animales se consideran maestros, asistentes de nuestra evolución y fuente permanente de orientación. El chamán que somos se espeja en ellos para conocerse mejor.

El descubrir-nos a nosotros mismos conduce al deseo de la Transformación. El compañero inefable del ¿quién soy? es: ¿quién puedo llegar a ser? La sabiduría ancestral muestra las diversas dinámicas de energía personal que podemos manifestar en nuestro cotidiano y nos entrena para elegir con atención cuáles promover y cuáles moderar. El principio inherente es la libertad.

Y en esa transformación descubriremos que cada emoción, pensamiento, intención, posee una vibración. El Universo es de índole vibratoria, por eso los Sonidos se han constituido en herramienta para navegar la realidad y transformarla. Hay sonidos para cambiar el estado de ánimo, sonidos para invocar las fuerzas naturales, sonidos que sanan, sonidos que cambian nuestra conciencia. Desde la propia voz hasta los instrumentos “nativos”, recorreremos el entrenamiento en sonidos.

El sonido es Medicina, pero no es la única. Revelaremos el uso de hierbas, los instrumentos y danzas, las lecciones que nos enseñan los antiguos sanadores del mundo. La conexión entre espíritu y enfermedad: una manera de entender nuestras dolencias que no es nueva, sino que es la forma natural de hacerlo. Este entrenamiento nos inspira a crear un modelo de sanación sin tanta estadística, basado en la experiencia personal y en el principio de que “cada ser es único”.

Muchas medicinas proceden de las Visiones del sanador. Nosotros podemos activar el poder de “ver más allá”. ¿Más allá de qué? De los condicionamientos bajo los cuales hemos sido criados, de las limitaciones con las cuales nos evaluamos a nosotros mismos y a los demás. Viajar con la conciencia nos mostrará la realidad tal cual es, sin el filtro de las interpretaciones, en toda su belleza y poder. Despejados los velos de la mente analítica, descubriremos nuestro lugar trascendente y nos reconoceremos como parte de un eterno e infinito Misterio.

Finalmente, trabajaremos con la experiencia ritual: re-creando la realidad. Las Ceremonias tuvieron un lugar destacado en la vida de nuestros ancestros, pero a pesar de nuestra necesidad de ello, las hemos abandonado paulatinamente. En este capítulo presentaré una serie de pautas generales acerca de las ceremonias que te permitirán entrenarte en ellas, diseñando tus propios rituales.

Cada capítulo es un nodo de trabajo, de auto-observación, de expansión. Contiene conceptos para poner a prueba tu perspectiva del mundo, inspiración para transformarla, técnicas concretas para aplicar a los asuntos cotidianos, ejercicios para vivenciar lo expresado y sugerencias para pasar a otro nivel.

Por supuesto, la tarea de exploración y desarrollo de tu chamán interno no termina con el final de este libro. Te esperamos del otro lado de este viaje.

Como la araña, eterna maestra de los sabios antiguos, podemos subir y bajar con nuestra conciencia, independientemente de las leyes del tiempo y el espacio. Pero nuestro compromiso es permanecer en el centro de la realidad, de nuestra tela, en el aquí y ahora, porque éste es el momento de Ser, el momento de sentir y compartir, el momento de hacer.

Al igual que la araña, permanecemos entre el Cielo y la Tierra, sostenidos por el fino hilo de nuestra propia creación, observando, atentos. Sabemos que no controlamos las fuerzas que –como el viento y la lluvia– nos sacuden. Pero contamos con el poder de CREAR –una y otra vez– la trama de nuestra existencia, cada día más bella, cada día más impecable.

8 El ejemplo más famoso es el “Experimento de las Rendijas”, imaginado por un matemático en el siglo XIX y finalmente llevado a cabo con éxito en 2013. Ver Bach et al 2013.

9 Ver el trabajo de Jacobo Grinberg-Zylberbaum, con una excelente profundización de este paralelismo (1994).

10 En su libro The Eagle’s Quest, 1991, el físico Alan Wolf explora explícitamente este tema.

11 Si se desea conocer más acerca de estas vinculaciones entre ciencia y cambio de paradigma, recomiendo el extraordinario libro The Intention Experiment, de Lynne McTaggart, 2006.

12 Entre la publicación de la primera edición de este libro y esta segunda edición, publiqué un libro específico sobre el tema: “¡Fuera de mi cabeza! Una guía para liberarnos del parásito mental”, 2015. Lo recomiendo para quienes estén decididos a terminar con ese flagelo del diálogo mental excesivo.

13 En experimentos donde una serie de imágenes son mostradas a un grupo de voluntarios a quienes se están midiendo las variables fisiológicas, se descubrió que existe una cuota de anticipación en sus reacciones. Parece que el cuerpo sabe intuitivamente si la imagen que se le va a mostrar al individuo es de intenso contenido emocional o no. El primer órgano que registra esa reacción es el corazón. (McCraty , 2004)

Chamanes y poetas

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