Читать книгу La rebelión de lo cotidiano - Florencia Roitstein, Andrés Thompson - Страница 10
ОглавлениеSonnia Estela España Quiñonez
La huella digital, nunca más
Agrupación afroecuatoriana Mujeres Progresistas (Guayaquil, Ecuador)
Tenemos que interpelarnos a nosotros como sociedad.
A pesar de haber tenido, recientemente, un ataque cardiovascular, Sonnia España desborda alegría y satisfacción: “Las mujeres avanzamos aunque tengamos un stroke. Esa es nuestra naturaleza. No nos pararán nunca”.
Mujer y referente social
Sonnia cuenta, con voz musical y sonrisa amplia, que, desde hace más de dieciocho años, diseña vestimenta tradicional para mujeres afro de la isla Trinitaria, en Ecuador. Lo hace por necesidad y militancia. Como si fuera una galería de arte, expone los atuendos típicos creados para que puedan vestir las mujeres a diario, en eventos especiales o en fiestas de la cultura del pueblo afro. Sonnia se ha transformado en una referente y líder social para la comunidad afro de la región.
África Mía, continente de saberes y valores femeninos
Sonnia revela que, a partir de las mujeres que conoció en su taller, no pudo quedar ajena a la realidad que viven. Por eso creó hace diecinueve años, con otras 86 mujeres, África Mía, una empresa social que hoy cuenta con la participación activa de 286 jefas de hogar. África Mía ofrece servicios que ponen en valor saberes culturales: restaurantes de cocina tradicional, salones de belleza afro, talleres de costura y turismo comunitario; cuenta también con una caja de ahorro y crédito creada a raíz de la dificultad de las mujeres para acceder a créditos que apoyen y expandan sus emprendimientos: “Empezamos aportando, cada una, 25 centavos quincenales; ahorrábamos de nuestra dieta cotidiana, nos obligábamos a tomar más sopa, a comer más frijoles para aportar dinero. En 2009 pudimos dar nuestro primer crédito: 2 dólares a una vecina para que comprara un tanque de gas. Fue una experiencia única, conmovedora hasta las lágrimas: nosotras estábamos dando créditos con los propios ahorros para financiar proyectos de mujeres de nuestra comunidad. Lo que nadie había hecho lo hicimos nosotras por y con todas las mujeres de la isla que quisieran sumarse”.
Mujeres Progresistas
Sonnia España es la coordinadora de Mujeres Progresistas, un emprendimiento exitoso que surgió con un objetivo claro y preciso: “Combatir la violencia que provoca la dependencia económica que sufrimos las mujeres con nuestras parejas. Cuando me di cuenta de que ese era el centro del problema de la violencia doméstica, se me ocurrió cómo solucionarlo, conversé con unas y otras. Primero armamos un pequeño hotel para salir de nuestros hogares y tener un lugar donde refugiarnos de la violencia conyugal. En el hotel teníamos tiempo y libertad para conversar, intercambiar ideas, con la necesidad de salir adelante a través de nuestros propios medios. O salíamos juntas o nos hundíamos todas, y salimos todas”, enfatiza Sonnia con un entusiasmo expansivo.
Sin educación, no hay progreso
Sonnia insiste: “Sin educación no hay progreso”. A media voz confiesa que cuando empezaron la mayoría de las mujeres no sabían leer ni escribir, firmaban los documentos con la huella digital. “Nosotras pedimos, como requisito obligatorio, que la mujer que recibe apoyo económico tenía que ir a la escuela. Fuimos a la Universidad para que nos capacitaran a nosotras y a nuestras familias, nos alfabetizamos. Tuvimos bastante resistencia por parte de las mujeres: «Tengo cincuenta años, no voy a empezar ahora». «Si no te educas, no hay préstamo», decíamos nosotras. La educación es básica para que nos vaya bien, para manejar un negocio, para defenderse de la violencia. Mientras trabajábamos con las mujeres, entendimos que debíamos ampliar la educación a sus familias. Así es que firmamos un convenio con el Estado para que los niños de nuestras mujeres puedan recibir, en nuestras instalaciones, clases de cómputo a bajo costo”.
“Eso ya es historia, logramos nuestro objetivo y mucho más”, dice subiendo la voz y con brillo en los ojos color avellana. Dos años después, a cuatro cuadras de África Mía, inauguraron, con el apoyo de la Fundación Interamericana, el Centro Empresarial Mujeres Emprendedoras. La estructura que inicialmente fue de caña con piso de lodo cambió por una edificación de cemento de dos pisos que hoy cuenta con un área administrativa, un centro de cómputo y una sala en la cual se atiende a las socias de la caja del ahorro y de crédito. “Estamos en proceso de ampliar la caja de ahorro y crédito con 24.000 dólares para así beneficiar nuevos emprendimientos de 250 mujeres. Es un círculo virtuoso: cuantas más mujeres, más proyectos, productos y mejores servicios para los miembros de la comunidad. ¿Conté que tenemos una flota de taxis de mujeres?”.
Emprendimiento exitoso
“Las mujeres pueden recibir préstamos desde 100 hasta 500 dólares para ejecutar proyectos microempresariales: peluquerías, restaurantes, lo que quieran. Tenemos por regla que se apoya económicamente la iniciativa soñada. Claro que, previamente, hacemos un mapeo de las necesidades de la comunidad para definir iniciativas comerciales. La primera mujer vino con la idea de vender [plátano] maduro con queso, presentó las cuentas y mostró que era posible. Después vinieron otros emprendimientos: venta de leche, dulces, quesos y otros productos elaborados. La idea era que no compitieran entre ellas, sino que generen buenos productos de consumo. En este sentido, la cuarta regla indica que se puede repetir la misma oferta, pero a más de cuatro cuadras de distancia. Diez años después, aseguro que logramos nuestros objetivos; con esfuerzo, pero lo logramos”.
Dejarse conocer
“Pensamos en el turismo comunitario para cambiar la imagen de la comunidad, totalmente estigmatizada. Somos negros, pobres y, por lo tanto, nadie quiere venir. Piensan que acá hay pura violencia. No es verdad. Creamos el hotel África Mía para mostrar que la gente puede estar unos días en la comunidad, disfrutar de nuestra identidad, cultura, comida, hospitalidad, y no va a pasarles nada malo. Es una manera de hacer que se piense diferente de nosotros a través de la experiencia vivida; que disfruten de lo que tenemos para dar, de quiénes somos, de cómo somos, de nuestra cultura ancestral y, después, se lo cuenten al mundo entero. ¿Conté que llegamos hasta Obama?”.
Sonnia cree que se trata de entender, en profundidad, cuáles son los problemas reales. “Corresponde hacerse cargo desde la empatía y desde el trabajo en colaboración con los pares”. Vuelve al comienzo: “Sentí que algo teníamos que hacer, no estaba bien resignarse a la idea de que, porque una mujer nació en la isla y es negra, tuviera que vivir en una situación de marginalidad social y violencia doméstica. Hasta hace algunos años, en la isla no teníamos ni agua ni luz. Tenemos que interpelarnos a nosotros mismos como sociedad, ver qué podemos hacer, entre todos, para vivir mejor, tranquilos y felices”.
Al mirar atrás, Sonnia advierte cuánto han avanzado: “Nunca más una mujer de nuestra comunidad pondrá la huella para firmar su documento de identidad. Ahora tenemos nombre y apellido. Nos educamos. Existimos”.