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Rosa Vilches Valencia

Hinchada como un globo

Unión Femenina Organizada (Arica, Chile)


Se puede cambiar la situación de la mujer

siempre y cuando sea un esfuerzo colectivo.

Rosa Vilches está emocionada, le cuesta hablar, pide disculpas mientras se seca las gruesas lágrimas; confiesa lo importante que le resulta ser reconocida y valorada por su trabajo a favor de las mujeres en Arica, una ciudad de doscientos mil habitantes, bien al norte de Chile.

Se crió en un pequeño pueblo, se mudó a Arica hace dieciocho años para que su hija mayor pudiera ir a la escuela. Hoy vive con sus cuatro hijos y su nieta.

La ayuda a mujeres que necesitan volar

Rosa cuenta que acaba de llegar de un pequeño pueblo de la frontera entre Chile y Bolivia; fue a enseñar a las mujeres a colocar paneles fotovoltaicos. “Disfruto mucho de ir a pequeños pueblos de no más de doscientas familias, porque cuando enseñas a unas pocas mujeres a trabajar cuidando el planeta, cambias la manera de trabajar de todas. Hay que ayudar para que puedan sacar el potencial que tienen, es mucho, son mujeres asombrosas que necesitan volar”. Muestra sus manos aún rojas y algo lastimadas del trabajo, sus dedos cortos y fibrosos contrastan con su maquillaje y el vestido ajustado en la gama de los grises. “Me bajé de los techos y me vine lo más rápido que pude, quería arreglarme y pintarme, me gusta ponerme bonita”, sonríe Rosa.

La construcción, también cosa de mujeres

“Aprendí carpintería cuando me vine a Arica, no tenía de qué vivir; mi hermano –que trabajaba en la construcción desde hace años– me enseñó. Primero me llevó con él, después de un tiempito ya podía hacer casi todo sola. Soy bajita y chiquita, pero igual podía hacer estas cosas de las obras. Era la primera en llegar a las 7.30, cruzada de brazos en la puerta esperaba a los hombres que llegaban después de las 8, así me gané el lugar, no lo dejé nunca más”.

UFO, una agrupación de mujeres

“He sufrido mucho, como la mayoría de las mujeres; no sabía hacer nada para valerme por mí misma. Vendía alfajores en los colectivos antes de venir a Arica, no podía seguir con eso aquí, por eso entré en la construcción. Cuando aprendí, me dije: «Si yo pude, todas las mujeres pueden». Luego armé la agrupación Unión Femenina Organizada (UFO) y me convertí en dirigente social, no paramos más. Empezamos veinte, aprovechamos todas las oportunidades que se nos presentaron, así pudimos avanzar. Hoy somos 186 mujeres.

”En las obras hay lugar para el trabajo masculino, también para el femenino. Nosotras estamos en los detalles de terminación, en electricidad, pintura, colocación de azulejos, muchas cosas que por la delicadeza y manos que tenemos las mujeres lo hacemos mejor y más rápido que los hombres. No es competencia, es saber qué tiene cada uno para aportar al conjunto; en este caso, la obra en construcción. Nosotras no vamos en contra de nadie, lo digo porque me parece importante: lo nuestro es trabajar en conjunto con los hombres”.

Dar el salto

En 2014, las mujeres de UFO trabajaban en la construcción hasta que decidieron dar un salto y desarrollar su propio emprendimiento: vender muebles hechos con materiales reciclados. Se postularon al premio Comunidad Mujer del Fondo Capital Social que distingue a organizaciones sociales que promuevan la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres; resultaron ser uno de los cinco ganadores a nivel nacional. Entonces, su idea se transformó en un gran emprendimiento: “Esto nos ayudó mucho para creer en nosotras mismas y en nuestro trabajo, conseguimos un fuerte reconocimiento social y nos dio mucha visibilidad pública con autoridades y otras organizaciones que se enteraron de que existíamos y lo que hacíamos”. El proyecto “Carpintería innovadora con materiales reciclables” buscaba crear una nueva fuente laboral que les permitiera autonomía económica y la incorporación a un mundo dominado comúnmente por hombres. Allí estaban ellas. “Siempre busqué una actividad que me ayudara a generar un aporte extra para ayudar a mi familia, el premio me permitió dar el empujoncito que tanto buscaba. Somos un grupo de trece mujeres esforzadas, la mayoría jefas de hogar y madres de varios niños. Estamos felices con esta oportunidad que nos permitió comprar herramientas y dar vuelo al emprendimiento”. Recibieron 1.000.000 de pesos chilenos para concretar su proyecto de carpintería y concretar la independencia que tanto buscaban. Tan bien les fue que las capacitaron con el Servicio de Cooperación Técnica (Sercotec) y hoy son, también, proveedoras del Estado en trabajos de carpintería: “Las mujeres tienen entre 37 y 50 años; no solo aprenden oficios, también las acompaño en este cambio fundamental que es dejar la precariedad laboral. Estos trabajos se pagan muy bien, así que ahora todas tenemos independencia económica, podemos volar y soñar, no dependemos de nadie, y nos acompañamos”.

“Este emprendimiento me ha cambiado la vida. Ahora puedo seguir trabajando en la construcción y compatibilizarlo con la venta de muebles hechos con materiales reciclados: estantes de cocina, repisas, espejos y bares. El cambio ha sido inmenso. Yo trabajaba de igual a igual con los hombres y siempre pensaba que merecía el mismo sueldo que ellos; gracias a este negocio, lo logré”, dice Rosa Vilches.

La rebelión de lo cotidiano

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