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Y sin embargo se mueve

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Lo más curioso es que mientras los ojos se mueven la imagen aparecería borrosa si no fuese porque el cerebro también se encarga de estabilizarla y mostrarla nítida a través del enmascaramiento sacádico, que descarta por completo la información que se sitúa entre dos movimientos sacádicos.

Para demostrarlo es suficiente con mirar alternativamente ante un espejo la imagen de nuestro ojo derecho e izquierdo. Nosotros no notaremos estos movimientos, pero sí percibiremos claramente los de cualquier otra persona que realice el experimento. Gracias a este enmascaramiento sacádico, el sistema ojo/cerebro no sólo oculta la fluctuación del ojo, sino que, además, lo hace de forma transparente y no somos conscientes ni tan siquiera de que se haya ocultado algo.


Las espinas del árbol funcionan como puntos que dirigen los movimientos del ojo de manera ascendente por la línea que forma el tronco del árbol hasta llegar a las ramas.

Óptica de 17-55 mm 1:2.8 a f/8 durante 1/20 s con ISO 200.

Además de estos movimientos amplios, nuestros ojos están en un constante estado de oscilación a un ritmo de 60 por segundo. Estas microsacadas tienen una pequeña amplitud y son imperceptibles. Su utilidad reside en actualizar la imagen que se proyecta en bastones y conos de la retina. Sin ellos, al mirar fijamente a un punto se perdería el estímulo enviado al cerebro ya que estas células sólo responden a cambios de luminancia.

Por otro lado el cerebro centra su actividad en obtener información útil, filtrando infinidad de datos que estima que carecen de interés. Algunos temas atraen de modo inexorable nuestra atención, como sujetos que tienen mucho brillo, ángulos marcados, un color muy saturado, el movimiento… y especialmente textos y caras. La forma en que nuestro cerebro localiza la información depende en gran medida del tipo de datos que busque. Poder predecir cómo se va a observar una imagen es crucial para el fotógrafo.

En este sentido es muy interesante el experimento que realizó Alfred Yarbus utilizando el cuadro Un visitante inesperado de Ilya Repin. Se solicitó a los voluntarios que valoraran la edad de las personas del cuadro y en este caso, los ojos se centraron especialmente en las caras de las personas, excelente indicador de ésta. En el momento en que se les pidió que valoraran la situación socioeconómica la mirada se centró en la vestimenta. En la tercera pregunta, más compleja, debían valorar el tiempo que hacía que el visitante se había ido. Para intentar obtener esta información los voluntarios se valieron de la línea visual que unía las miradas de los protagonistas de la pintura.

Nuestro cerebro se ha especializado en mantenernos vivos y ve lo que precisa ver, ni más ni menos. Pero sea lo que sea lo que captan nuestros ojos lo interpretaremos bajo la influencia de nuestra mentalidad, personalidad, preferencias y estado de ánimo. Tamizamos de forma subjetiva toda la información para intentar sobrevivir, por eso necesitamos entender claramente los procesos de visión, para poder prever la respuesta del observador de nuestras fotografías.

Si algo caracteriza a nuestra especie es su capacidad de establecer propiedades abstractas de todos los objetos que nos rodean. A partir de éstas podemos organizarlos en categorías que simplifican el trabajo de relacionarlos y estructurarlos. Es un trabajo que se le da especialmente bien a nuestro cerebro por motivos de economía; cuanta menos energía consuma en su quehacer más nos quedará disponible para sobrevivir un día más en un mundo caótico. Por eso los fotógrafos necesitamos un esfuerzo voluntario para no encasillar lo que vemos, para analizar la realidad, no limitarnos a intuirla.

El arte de la composición Enriquece tu mirada fotográfica

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