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Con san Josemaría a la Villa de Guadalupe

Una ocasión privilegiada

Como bien sabemos, el papa Francisco ha querido que todos en la Iglesia vivamos un Año Santo de la Misericordia; una ocasión privilegiada para asomarnos a la infinita bondad con que Dios nos ama y que se aprecia, mejor que nada, en la Humanidad Santísima de Jesucristo, el más fiel rostro de la misericordia del Padre celestial.

Todo Año Santo es una invitación a la conversión interior, a caer en la cuenta de nuestra pequeñez y miseria personales y a volver, como el hijo pródigo de la parábola de san Lucas, a los brazos del Padre Eterno. Esa conversión, ese paso de un estado de vida a otro, tiene un símbolo precioso en la llamada Puerta Santa que, en este caso, se ha llamado la Puerta de la Misericordia. Cruzar el umbral de esta puerta, obviamente, no es sólo un gesto material, externo. Debe ser un signo visible de un verdadero cambio interior. Es, como dice Francisco, una ocasión privilegiada para “experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y ofrece esperanza”.[1] Y así, con el alma reconfortada por la gracia de ese encuentro personal, ir luego al encuentro de nuestros hermanos ejerciendo generosamente las diversas obras de misericordia que propone la tradición de la Iglesia. Aspirar, de verdad, como plantea el lema del Año Santo, a ser con los demás misericordiosos como el Padre.

Como los antiguos peregrinos

Una forma muy bella de traspasar la Puerta Santa es acompañarla de una peregrinación, porque esta piadosa y antiquísima costumbre siempre ha sido considerada por la Iglesia como una imagen del camino que cada persona realiza en su existencia. “La vida es una peregrinación” –nos recuerda el Papa– “y el ser humano es viator, un peregrino que recorre su camino hasta alcanzar la meta anhelada”.[2]

En la Ciudad de México, entre los diversos lugares por donde se puede atravesar la Puerta Santa destaca, de modo muy especial, la basílica de Guadalupe. Por eso, y aprovechando la proximidad de nuestra fiesta patronal, hemos organizado una visita a nuestra Madre en la Villa para el próximo sábado 11 de junio. Durante una peregrinación, recordémoslo, se reza, se medita, se dialoga con el Señor y con su Madre santa María; se hace un buen examen de la propia vida y se pide, en consecuencia, la gracia de la conversión. Luego, lo lógico es acudir a la confesión y a la Eucaristía, hacer una profesión de fe y rezar por la persona e intenciones del romano pontífice.

Hacerlo juntos, además, nos ayudará a cobrar una conciencia muy viva de esa ineludible dimensión social de nuestra vocación cristiana. Nos apoyamos unos a otros, y así nos sentimos más hermanos, con más deseos de pedir perdón y de perdonar, con un sincero afán de que nuestra reconciliación con Dios nos reconcilie también con los demás. Se suele decir, y es una gran verdad, que las penas se reducen al compartirlas; mientras que las alegrías compartidas se multiplican. Pues eso mismo es lo que queremos en esta ocasión: compartir unos con otros la hermosa experiencia de estar con la virgen María y de sentirnos sus hijos.

En familia

Un último detalle, pero no poco importante. Deseamos que nuestra peregrinación tenga un fuerte acento familiar. La antes mencionada reconciliación debe empezar, naturalmente, por los más cercanos, por los miembros de la propia familia. Ojalá que sean muchas las familias que quieran ir con nosotros al encuentro con María de Guadalupe para que ella nos conduzca a Jesús y podamos contemplar juntos el rostro de la misericordia del Padre.

Me ilusiona imaginar la emocionada expresión de gozo de san Josemaría, nuestro santo patrono, acompañándonos desde el Cielo en ese alegre caminar hacia la Villa. No olvidemos que él mismo quiso peregrinar al Tepeyac y rezar, lleno de fe y confianza, ante la bendita imagen de la Guadalupana durante nueve largos días en su inolvidable viaje a México de mayo de 1970.

Santa Fe, Ciudad de México, mayo de 2016

[1] Cfr. Francisco, Bula de convocación al Jubileo Extraordinario de la Misericordia, Misericordiae Vultus.

[2] Idem.

Ciudadanos de las dos ciudades

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