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Pedro entre nosotros

Una grata noticia

El pasado 12 de diciembre, al habitual gozo de festejar a nuestra madre de Guadalupe, se añadió la alegría de saber que el papa Francisco quiso celebrar en esa fecha una misa en la basílica de San Pedro, en Roma, en la que aludió detenidamente a su próximo viaje a nuestra tierra. Apenas iniciado el Año Santo de la Misericordia, el romano pontífice aprovechó la ocasión para poner en las manos de la virgen morena los frutos de su viaje y, de alguna manera, de todo el Jubileo que tenemos por delante.

En un momento de su intervención dijo:

Que la dulzura de su mirada [de la Guadalupana] nos acompañe en este Año Santo, para que todos podamos redescubrir la alegría de la ternura de Dios. A ella le pedimos que este año jubilar sea una siembra de amor misericordioso en el corazón de las personas, las familias y las naciones. Que nos convirtamos en misericordiosos, y que las comunidades cristianas sepan ser oasis y fuentes de misericordia, testigos de una caridad que no admite exclusiones.

Es una clara llamada a agrandar el corazón, a revisar si no habrá en nosotros mismos algún viejo resentimiento que convenga arrancar en este año nuevo que estamos comenzando. Luego añadió para alegría de todos nosotros: “Para pedirle esto, de una manera fuerte, viajaré a venerarla en su santuario el próximo 13 de febrero. Allí pediré esto para toda América, de la cual es especialmente Madre”.

Ese mismo día se hizo público el programa del viaje apostólico del Papa a México, un programa en el que evidentemente Francisco ha querido privilegiar, como es su costumbre, a los más débiles: enfermos, migrantes, indígenas, encarcelados… La visita será, sin duda, un constante ejercicio de las obras de misericordia. Pienso, de modo particular, que el Papa nos ofrecerá a todos los mexicanos un bálsamo de ternura en las heridas que nuestra sociedad ha recibido en los últimos tiempos. Será esperanzador escuchar su palabra y comprobar que, como padre bueno y misericordioso, nos consolará en nuestras tristezas. No está de más recordar que el propio Cristo, que tantas veces consoló a sus discípulos, pidió a Pedro que hiciera lo mismo: “Yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca; y tú, cuando te conviertas, confirma a tus hermanos”.[1]

Con el ejemplo y la palabra del santo padre seremos impulsados a vivir, con la mayor intensidad que seamos capaces, el ejercicio de la misericordia. Hay mucho sufrimiento cerca de nosotros, mucha miseria humana y espiritual. Y, especialmente en este año, debemos sentirnos convocados a encontrarnos con nuestros hermanos sufrientes. Decía bellamente san Agustín que “la misericordia es una cierta compasión ante la miseria ajena nacida en nuestro corazón, que nos impulsa a socorrerla en la medida en que nos sea posible”.[2] Descubramos cerca de nosotros ese dolor y busquemos suavizarlo. Al menos con un poco de afecto y conversación:

Hoy [son también palabras del Papa], que las redes y los instrumentos de la comunicación humana han alcanzado desarrollos inauditos, sentimos el desafío de descubrir y transmitir la mística de vivir juntos, de mezclarnos, de encontrarnos, de tomarnos de los brazos, de apoyarnos, de participar en esa marea algo caótica que puede convertirse en una verdadera experiencia de fraternidad, en una caravana solidaria, en una santa peregrinación.[3]

La “sombra” de Pedro

Entre los diversos títulos con que se designa al supremo pastor de la Iglesia está el entrañable de sucesor de san Pedro. El hecho de que Francisco venga a México es, desde una perspectiva de fe, que Pedro esté entre nosotros. Que su amable sombra nos dé un poco de frescura cuando nos encontramos un tanto sofocados por la aridez del camino. De inmediato, en este contexto, viene a la memoria el pasaje de los Hechos de los Apóstoles cuando se nos narra que multitud de fieles se colocaban por donde Pedro iba a pasar, para que al menos su sombra los alcanzase.[4] Eso es lo que más necesitamos en estos momentos. Aliento en la gran batalla de vivir y difundir el Evangelio.

No olvidemos, además, que unidos a Pedro fortalecemos la unidad de toda la Iglesia. Otro gran tema de mucha actualidad. Hace años san Josemaría pedía a uno de sus hijos espirituales: “Ofrece la oración, la expiación y la acción (…) para que todos los cristianos tengamos una misma voluntad, un mismo corazón, un mismo espíritu: para que omnes cum Petro ad Iesum Per Mariam! –¡que todos, bien unidos al Papa, vayamos a Jesús, por María!”.[5]

Preparémonos, pues, durante estas semanas para que la semilla que, Dios mediante, sembrará el papa Francisco en las almas de sus hijos mexicanos, caiga en buena tierra. Tierra removida, abonada, humedecida por la gracia de Dios y nuestra lucha personal. Que Santa María de Guadalupe nos acompañe en este camino.

Santa Fe, Ciudad de México, enero de 2016

[1] Lucas 22, 31.

[2] San Agustín, La Ciudad de Dios, ix, 5.

[3] Francisco, Evangelii gaudium, núm.87.

[4] Hechos 5, 15.

[5] San Josemaría, Forja, núm. 647.

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