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capítulo I visión panorámica de los asuntos relacionados con las drogas psicoactivas, el origen y la construcción del SICD

1. Los asuntos de las políticas de drogas no son nuevos

Todas las sociedades en las que ha habido disponibilidad de drogas psicoactivas las han usado1, pero han percibido los peligros y efectos del consumo de maneras muy diferentes que, además, han cambiado con el tiempo. Sus efectos han sido percibidos como negativos, neutros o positivos dependiendo de la sociedad, la droga y la época2.

Las bebidas alcohólicas y otras drogas se han utilizado para aumentar la productividad en sociedades agrícolas donde muchos trabajos son repetitivos, solitarios y aburridos3. La urbanización, la modernización y la industrialización transformaron el trabajo y otras relaciones sociales y, por primera vez en la historia, personas no aristócratas tuvieron un poco de ocio e ingresos para gastar a su antojo. Cuando eso sucedió, los costos sociales de la drogadicción crecieron y se hicieron evidentes. Se observó que, en algunos entornos tradicionales, el consumo de drogas aumentaba la productividad; mientras en los contextos urbanos modernos, constituían un obstáculo para las actividades productivas que requerían coordinación y colaboración entre los trabajadores (Hush, 1992)4.

Las drogas psicoactivas han tenido múltiples usos: “para la relajación, la recreación, curar y aliviar el dolor, para hacer y disfrutar la música, para la seducción, el trabajo, las batallas y para la adoración” (Kleiman, Caulkins y Hawken, 2011, pp. xviii-xix). También se utilizan en rituales culturales que facilitan las interacciones sociales. Estos usos han variado a lo largo del tiempo y según las sociedades. Para muchas drogas, especialmente los opiáceos, prevalecieron los usos medicinales. Hasta no hace mucho tiempo, la medicina no curaba muchas enfermedades y las drogas psicoactivas, principalmente sedantes y narcóticas, eliminaban el dolor y les permitían a los enfermos dormir y sentirse mejor. La mayoría de las drogas psicoactivas no eliminan las causas profundas de los problemas de salud, pero son paliativas y desempeñan un papel que permite controlar la angustia y la ansiedad, así como facilitar otros tratamientos médicos y hacer más tolerable el final de la vida (De Rementería, 1995)5. Históricamente, las enfermedades se habían asociado a factores religiosos y mágicos. Con frecuencia, se consideraban castigos y pruebas divinas, efectos de maldiciones y hechizos de brujería o acciones de malos espíritus. Hoy muchos también creen que la eficacia de los medicamentos depende de la interacción entre la mente y el cuerpo6.

Adicionalmente, las drogas psicoactivas se utilizan estratégicamente en el crimen y las guerras. Algunas hacen que la gente pierda la voluntad y siga órdenes, algunos ladrones las usan para robar sin recurrir a la violencia7 y agencias de seguridad de los gobiernos, para obtener información de enemigos. También se utilizan para motivar a los combatientes y aumentar su agresividad en la batalla8.

Por otra parte, muchas drogas psicoactivas tienen un efecto estimulante y se han empleado de diversas maneras. La masticación de coca permite al usuario estar más alerta, trabajar más horas y también amaina el hambre. En los países andinos, por ejemplo, ha sustituido el consumo de alimentos durante las hambrunas (Gagliano, 1994). Cafeína, nicotina, anfetaminas y cocaína también se utilizan como estimulantes9.

Las drogas psicoactivas se han usado también con características propias del dinero y con fines de cambio. En algunas haciendas bolivianas, colombianas y peruanas, hasta mediados del siglo XX, parte del salario de los campesinos se pagó con hojas de coca. En Afganistán, los préstamos a los campesinos que cultivan adormidera regularmente deben pagarse solo con opio. Muchas drogas psicoactivas son valiosas en relación con su peso y volumen, hecho que las convierte en buenas reservas de valor, al menos durante algunos años, antes de que empiecen a deteriorarse. Estos fármacos tienen características análogas a los productos básicos y su demanda constante basada en la adicción, los convierte en activos líquidos.

Otras drogas psicoactivas relajan o desinhiben y funcionan para facilitar las interacciones sociales. Este es uno de los usos del alcohol, el opio, la coca, khat, la cafeína y la nicotina. También se utilizan en ceremonias y eventos importantes como nacimientos, funerales, bodas, para cerrar contratos y demostrar amistad.

Durante siglos, las semillas de cáñamo (marihuana con poco THC) fueron una fuente de alimento en China, el Sudeste y Centro de Asia y los Balcanes (Buxton, 2010). La coca se ha usado como alimento y las bebidas fermentadas han sido buenas fuentes de azúcar, carbohidratos y algunas vitaminas. En muchas regiones, las bebidas alcohólicas se han considerado más seguras para beber que el agua, por ejemplo, durante varios siglos, la sidra de manzana fue el principal líquido ingerido en distintas regiones rurales de los Estados Unidos. En algunas comunidades nativas y campesinas de América Latina, las bebidas fermentadas de maíz, piña y caña de azúcar han sustituido la ingesta de agua.

En la misma vía, algunos medicamentos han cumplido la función de generar cohesión de grupo y como símbolos de estatus. En muchas sociedades, ciertos usos de drogas se han asociado a grupos bohemios, artísticos e intelectuales. En países como Estados Unidos, en la década de 1960, el uso era un símbolo de protesta social y una manera de identificarse con una contracultura.

La búsqueda de los humanos por tener diferentes experiencias de estados de ánimo no se ha limitado al consumo de drogas psicoactivas. Han logrado resultados similares utilizando otros métodos como el yoga, la hiperventilación y la meditación que hacen que el cuerpo genere dopamina y sustancias con efectos similares.

Esa misma búsqueda no se ha limitado a los seres humanos. El uso de drogas psicoactivas en el mundo animal fue documentado por Siegel (2005, pp. 106-123) quien brinda ejemplos significativos de diversos animales que usan drogas e incluso las “producen” como en el caso de los elefantes que recogen frutas y no las consumen hasta que se fermenten.

Muchas plantas de las que se derivan drogas psicoactivas también tienen usos industriales. Hasta el desarrollo de las fibras sintéticas, el cáñamo era la fuente principal de fibra utilizada en muchas actividades de ese tipo. El cáñamo, la coca y la adormidera son insumos para la producción de papel, tela, sogas y otros productos. Después de extraer la cocaína de las hojas, estas se utilizan como agente saporífero para la Coca-Cola.

La lista de usos de drogas psicoactivas puede ampliarse, pero los que se describen son suficientes para ilustrar los desafíos que enfrenta cualquier política exitosa de control de drogas psicoactivas y muestran que los seres humanos siempre han tenido una propensión a la ingesta de estas sustancias. Los avances científicos y tecnológicos que comenzaron en el siglo XIX iniciaron un proceso de expansión exponencial del menú de posibles experiencias inducidas por drogas que persiste hasta hoy. Esto, por supuesto, también ha ocurrido con todos los bienes y servicios que pueden ser utilizados por los seres humanos, no solo con las drogas psicoactivas. Las innovaciones que hoy se consideran simples y de baja tecnología, como la invención de la jeringa hipodérmica en 1853, fueron revolucionarias y ampliaron enormemente los usos médicos de muchos fármacos y además proporcionaron experiencias extraordinariamente nuevas de usos no médicos facilitando la inyección de las drogas directamente al torrente sanguíneo y permitiéndoles generar un efecto más rápido y fuerte.

A pesar de la gran diversidad de los usos de drogas psicoactivas en muchos entornos sociales, siempre ha habido restricciones que responden a la forma como cada sociedad maneja la tensión entre la atracción que sienten individuos por el consumo y los riesgos personales y sociales, percibidos o reales de su consumo; así como normas gubernamentales para hacerles frente. Estos controles al comportamiento, legales y sociales, han variado significativamente a lo largo del tiempo y el espacio10.

Las leyes y normas que regulan la producción, el comercio y la ingesta de drogas psicoactivas han sido generadas por muchas organizaciones sociales: gobiernos, familias, religiones, escuelas, grupos de pares, clubes sociales, asociaciones profesionales, grupos de vecinos, etc. Hasta el siglo XVIII, las drogas psicoactivas eran generalmente legales y su uso estaba regulado principalmente por las normas sociales y legales que reflejaban los valores consuetudinarios de cada sociedad11.

Los mercados de drogas eran principalmente locales, la comercialización y el consumo se limitaba principalmente a áreas cercanas al lugar donde se producían. La expansión geográfica de las drogas psicoactivas basadas en plantas tuvo lugar a través del transporte de semillas desde otras regiones. Las drogas “domesticadas” variaban entre las sociedades principalmente porque los altos costos del transporte limitaban la disponibilidad a las originarias de zonas cercanas para los consumidores. Muchas drogas basadas en plantas se utilizaron durante un tiempo considerable sin generar graves problemas de adicción en sociedades que aprendieron a manejar su uso. El alcohol se ha consumido globalmente y sus restricciones de uso también han variado. En efecto, la prohibición de los usos no medicinales del alcohol ha sido muy exitosa en países islámicos conservadores, aunque la globalización ha debilitado algunos controles sociales.

El consumo de drogas fue un problema importante para los gobiernos cuando había conflictos entre las leyes gubernamentales y las actividades sociales o los grupos de interés. Por ejemplo, Buxton encontró que antes del siglo XIX:

[…] emperadores chinos habían tratado de restringir el uso del opio, que era visto como ofensivo para la moral confuciana. Sin embargo, los decretos de prohibición emitidos por los emperadores Yong Cheng en 1729 y Kia King en 1799 se encontraron con la resistencia de los traficantes británicos. (2010, p. 67).

En América Latina, los conquistadores españoles se opusieron a la masticación tradicional de coca en la región andina y promovieron su eliminación durante el siglo XVI12: “Los primeros misioneros católicos percibieron el valor ceremonial de la coca, lo ligaron a las prácticas religiosas de los indígenas y lo consideraron un obstáculo a la conversión de estos al catolicismo” (Thoumi, 2002, p. 48).

La revolución del transporte del siglo XIX redujo los costos y amplió la capacidad de los productores de drogas para llegar a mercados distantes. El comercio internacional de drogas se convirtió en un factor importante en la expansión del capitalismo occidental y la construcción del imperio europeo (Courtwright, 2002, Parte I).

2. El problema del opio en China

El opio se utilizó en China desde tiempos inmemoriales, pero las interpretaciones históricas de la evolución de la producción, el tráfico y el consumo en ese país son contradictorias. El principal punto de debate es el papel desempeñado por las potencias colonialistas europeas en el crecimiento del consumo de opio. Una versión comúnmente aceptada presenta esta sustancia como un instrumento para explotar el mercado colonial implementado por medio de la Compañía Británica de las Indias Orientales (CBIO):

El Gobernador General de la India, el marqués Warren Hastings, fue el principal promotor del opio en el Imperio Celestial después de que asumió el control del monopolio de opio de la CBIO en 1757 y diez años más tarde obtuvo un permiso para venderlo en China. (Arango y Child, 1986, p. 142).

El Partido Comunista Chino tiene una posición similar: “La Guerra del Opio fue provocada deliberadamente por los invasores británicos. Fue la primera de una serie de guerras agresivas lanzadas por potencias capitalistas que tenían como objetivo hacer de China su semi-colonia o su colonia” (Varios autores, 1980, p. 3)13.

Una versión menos popular basada en una combinación de análisis históricos y económicos muestra un fenómeno más complejo. No cabe duda de que las políticas del Reino Unido en la India, donde la adormidera era un cultivo importante, buscaban abrir los mercados chinos al comercio internacional, pero China tenía un gobierno reacio al comercio y había permanecido aislado del resto del mundo durante siglos. Esa renuencia se vio reforzada por su gran distancia con respecto a muchas economías en crecimiento, lo que aumentó los costos del comercio. Su gobierno estaba dispuesto a comerciar solo desde un puerto, Cantón, aunque el enclave portugués en Macao facilitó el contrabando. El gobierno estaba dispuesto a exportar, pero no a importar productos británicos manufacturados como textiles. Además, las exportaciones chinas como la seda, las especias y la porcelana fina, muy demandadas en Occidente, solo podían pagarse con moneda dura: oro o plata.

La naturaleza del sistema monetario de la época fue un factor clave en la génesis de las Guerras del Opio. El oro y la plata eran las monedas nacionales y cuando un país tenía un déficit comercial internacional tenía que pagar con esos metales. Esto reducía la cantidad de dinero en circulación en el país importador, lo que generaba una deflación de precios y recesiones económicas. Por eso para mantenerse, el sistema requería flujos de comercio internacional sin grandes desequilibrios que perjudicaran a los países importadores. Así, “los europeos vaciaron sus arcas para comprar los bienes que anhelaban. Los intentos de corregir este desequilibrio proporcionaron un impulso principal para la expansión occidental” (McAllister, 2000, p. 10). La reacción británica al déficit comercial no se limitó a buscar exportaciones legales a China, sino que también apeló al contrabando para pagar las exportaciones chinas.

China tenía una larga historia de más de dos mil años durante la cual había experimentado períodos importantes de progreso social y económico, seguidos de períodos de conflictos internos y declive. En el siglo XVIII, su gobernabilidad había disminuido sustancialmente. Era una sociedad muy grande, diversa y fragmentada que incluía a muchos pueblos. La dinastía Qing de origen manchú era considerada extranjera por la mayoría y la población manchú era muy pequeña. A lo largo del siglo XIX, hubo varias rebeliones y movimientos separatistas que incrementaron las dificultades para aplicar la ley en el Imperio Chino y fomentaron una débil lealtad hacia el emperador manchú. Este entorno políticamente inestable alentó las actividades económicas ilegales e hizo que el contrabando se hiciera muy atractivo. La Rebelión Bóxer (1898-1901), un movimiento contra los extranjeros, anticristiano y anticolonial generó temores de un caos político en el país con consecuencias generalizadas para todo el este y el sudeste asiático14.

Además, la cultura china era profundamente sino-céntrica y rechazaba cualquier contacto con los “bárbaros occidentales” (Escohotado, 1997, p. 24). Esta característica es común en las sociedades que han permanecido aisladas durante mucho tiempo, en el cual desarrollan una visión que las coloca en el centro del mundo y miran las relaciones internacionales a través de ese prisma. En China, la falta de conocimiento sobre el mundo externo era generalizada y el enfoque sino-céntrico era concordante con el confucianismo prevaleciente. Esto promovió un sentimiento de superioridad y un rechazo a los contactos con el resto del mundo. La debilidad de la marina china, una consecuencia de su aislacionismo, permitió a un pequeño contingente británico ganar las Guerras del Opio (Walker III, 1991).

Cuando Escohotado (1997) evaluó las interpretaciones comunes de las Guerras del Opio concluyó que:

[…] hay tres clichés comunes e inexactos. Uno es que los europeos llevaron el opio a un país donde era desconocido y exigieron su legalización. Pero, por el contrario, los contrabandistas acaban de satisfacer una demanda muy antigua y [...] trataron de evitar que el opio se legalizara porque la prohibición era mucho más rentable para ellos. El segundo cliché se refiere a las intenciones de la corte manchú que se presentan como iniciativas terapéuticas y morales, cuando su razón inicial era puramente económica. El tercer cliché nace de pasar por alto la catastrófica situación de China durante todo el siglo XVIII, que permite percibir los problemas del opio como la causa de los males sociales en lugar de sus síntomas. Estas tres falsedades combinadas llevaron a la gente a pensar en un gobierno dispuesto a hacer cualquier sacrificio para tener un país más sano y moderno, pero frustrado por una conspiración occidental que exportaba algo considerado como un veneno en sus propios países15. (p. 30).

Las diversas estimaciones del volumen de opio consumido, el número de adictos y usuarios en China, así como la medida de los aumentos en esas variables son contradictorias, hecho que no es sorprendente debido a la incertidumbre producida por el gran tamaño del país, con muchas regiones aisladas y dificultades para estimar con precisión esas variables. Walker III (1991) afirma que en 1900 “tal vez hasta una cuarta parte de todos los chinos fumaba opio preparado. Las importaciones de opio indio habían alcanzado su punto máximo algunos años antes, pero el crecimiento interno no mostró signos de disminución” (p. 12). Paoli, Greenfield y Reuter (2009) establecieron que:

[…] el opio desempeñó muchos papeles en China. Sirvió como un producto médico, un artículo recreativo, un calmante del ansia de la adicción, una insignia de distinción social y un símbolo de la cultura de élite […]. Un porcentaje notablemente alto de la población china consumía opio, pero sólo con poca frecuencia. Por ejemplo, Newman (1995: 786-788) afirma ‘que, a partir de 1906, alrededor del 60% de los hombres adultos en China y el 40% de las mujeres adultas fumaban aproximadamente 15 gramos de opio al año con fines festivos. Incluso el número de ‘usuarios frecuentes’ (fumadores de alrededor de 1,5 gramos cada tres días) fue de unos 37,8 millones (alrededor del 20% de los hombres adultos y el 8% de las mujeres adultas)’ [...] Newman (1995) concluye que unos 16 millones de chinos (6% de la población adulta) eran dependientes de las drogas. (p. 18).

La JIFE (2008b) sostuvo que a principios del siglo XX “sólo en China al menos el 25 por ciento de la población masculina fumaba opio y había alrededor de 10 millones de adictos al opio en una población total estimada de aproximadamente 450 millones” (p. 9). Sin embargo, “Newman (1995) y una nueva generación de nuevos historiadores creen que la mayoría de los usuarios, incluidos muchos usuarios regulares, todavía eran capaces de tener vidas normales y no sufrieron consecuencias negativas con el uso de opio” (Paoli, Greenfield y Reuter, 2009, p. 18), lo cual plantea dudas sobre la gravedad del “problema de uso del opio” en China.

Un estudio detallado de las importaciones chinas de opio, utilizando estimaciones del opio requerido por los adictos en el resto del mundo, mostró que en 1880 las importaciones de opio no podían abastecer a más de dos millones de adictos, o el 0,5% de la población del país en ese momento (Escohotado, 1997). Por lo tanto, llegó a la conclusión de que, si había una gran epidemia de opio, el producido en el país satisfacía la mayor parte de la demanda nacional. Paoli, Greenfield y Reuter (2009) coinciden con este hallazgo:

Respondiendo a una demanda interna en ciernes, China se convirtió en un importante productor de opiáceos durante la segunda mitad del siglo XIX. Según Newman (1995), en 1879 (el año pico de las importaciones chinas procedentes de la India), China ya producía dos tercios de su consumo interno, a principios del siglo XX, la proporción era aún mayor. (p. 17).

No es de extrañar que analistas y estudiosos lleguen a posiciones contradictorias sobre el problema del opio en China a finales del siglo XIX, después de todo:

Así como el opio fue caracterizado en la China como un veneno utilizado por los extranjeros para destruir su ‘raza’, en los países occidentales su demonización se utilizó para la discriminación racista contra los chinos [...]. Fue caracterizado como un medio a través del cual los chinos socavarían la sociedad occidental y especialmente la estadounidense. (Ibídem, p. 22).

Sin embargo, no hay duda de que la percepción de un gran crecimiento de la adicción al opio cambió drásticamente el imaginario y las creencias del mundo sobre la situación en China. La UNODC destacó la importancia de las consecuencias de ese acontecimiento: “El sistema internacional de control de drogas de hoy está arraigado en los esfuerzos realizados hace un siglo para abordar el mayor problema de abuso de sustancias que el mundo haya enfrentado: la epidemia de opio en la China” (UNODC, 2008, p. 173). Por lo tanto, el crecimiento de la adicción al opio en China, independientemente de su tamaño, fue el detonante que hizo surgir el SICD, pero hubo también otros factores que cumplieron un papel importante en la configuración de ese desarrollo.

El desarrollo científico del siglo XIX produjo nuevos fármacos como la morfina, la cocaína, la heroína y la codeína; y la invención de la aguja hipodérmica facilitó los usos de estos fármacos, haciéndolos parte principal de la farmacopea de la medicina. Estas drogas nuevas sentaron las bases del desarrollo de la industria farmacéutica en algunos países. A medida que su uso se expandió, los problemas de adicción fueron evidentes junto con la necesidad del control de las drogas.

3. Globalización, colonialismo y los intereses estadounidenses en el comercio del opio en China

Antes de mediados del siglo XIX, las políticas de drogas psicoactivas generalmente no eran un problema de relaciones internacionales, esto cambió cuando las exportaciones de opio de la India a la China, promovidas por la globalización, se convirtieron en un factor clave en las Guerras del Opio de 1839-1842 y 1856-1860 entre los imperios británico y chino. A las Guerras del Opio, le siguieron graves problemas políticos internos y levantamientos en China. Muchos asociaron el incremento de la adicción al opio a estos eventos, lo que fue percibido por las potencias europeas coloniales y por Estados Unidos como una amenaza a la estabilidad de China16.

Simultáneamente, otros factores contribuyeron a desarrollar el interés de Estados Unidos en el comercio de opio en el sudeste asiático. A medida que el comercio internacional se expandió sustancialmente en el mundo, los misioneros estadounidenses y de otros países, que se oponían al uso del opio por razones morales, desarrollaron redes sociales y políticas importantes para promover su prohibición en China.

La guerra entre Estados Unidos y España en 1898 le dio a aquel el control de Filipinas y fortaleció sus intereses en el sudeste asiático. Los negocios estadounidenses, principalmente del noroeste del país, se interesaron por abrir relaciones comerciales con China. Sin embargo, la segregación impuesta a las comunidades chinas en los Estados Unidos confirmada por el gobierno federal con la Ley Page de 1975, que prohibió la inmigración de mujeres chinas, reforzada por la Ley de Exclusión de Chinos de 1882, que prohibió la inmigración china, habían generado fuertes sentimientos antiestadounidenses en ese país y debían ser superados para lograr otros objetivos. Estos factores alentaron a Estados Unidos a desarrollar relaciones internacionales con China y a unirse a los esfuerzos por controlar el uso del opio en ese país.

Adicionalmente, en Gran Bretaña surgió un importante movimiento cívico contra las exportaciones de opio, inspirado en los problemas de la adicción. La abrumadora victoria electoral del Partido Liberal en 1906 llevó a la recomendación de eliminar las exportaciones de opio de la India a la China (Musto, 1999, p. 29).

Otros acontecimientos como los avances científicos, que alentaron el desarrollo de facultades de medicina y farmacia, promovieron el establecimiento de requisitos formales para ejercer esas profesiones y para el desarrollo de organizaciones profesionales y normas legales sobre el consumo de drogas. Las innovaciones en el transporte que redujeron los costos del comercio internacional durante la segunda mitad del siglo XIX también contribuyeron a hacer de la reglamentación a las drogas psicoactivas una cuestión política importante para los principales países involucrados en su producción, consumo y comercio internacional. Estos factores motivaron a Estados Unidos, China y el Reino Unido a convocar la Comisión del Opio de Shanghái de 1909 para regular el mercado internacional del opio17.

Este fue un desarrollo institucional pionero y revolucionario. Como se muestra a continuación, para entonces, Estados Unidos se había fijado la meta de tener un tratado internacional para limitar el uso de las drogas psicoactivas a fines médicos en el mundo. Otros países coincidieron en la necesidad de controlar el comercio internacional de esas sustancias, pero apoyaban posiciones menos estrictas. Aunque la Comisión no tenía poder para producir resoluciones vinculantes, abrió el camino a un proceso de negociación internacional que llevó a la suscripción de varios protocolos y cuatro convenciones antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial. A través de este proceso, Estados Unidos promovió la restricción internacional del consumo de drogas a fines medicinales, pero, a pesar de alcanzar algunos avances, no logró cumplir ese objetivo.

Notas

1 Buxton (2006, p. 4) encontró que solamente 4 de 237 sociedades estudiadas a través de la historia no habían usado drogas psicoactivas. Las excepciones se encontraban aisladas de modo que no les había sido posible cultivar plantas de las cuales se pudieran extraer drogas psicoactivas. En algunas sociedades, como la esquimal, no las usaron sino hasta que entraron en contacto con Occidente, cuando desarrollaron una gravísima adicción al alcohol.

2 Por eso, hay quienes argumentan que muchos de los problemas asociados con el consumo de alcohol y otras drogas psicoactivas son constructos sociales (Heath, 1992, p. 279). Otros como Del Olmo (1992) sostienen que las sociedades han “domesticado” algunos medicamentos para permitir el consumo, neutralizando sus efectos más dañinos.

3 En los países andinos, las bebidas fermentadas de maíz y caña de azúcar se utilizan comúnmente de esta manera. Se sabe que camioneros bolivianos mastican coca para mantenerse alerta y poder conducir continuamente durante veinticuatro horas para entregar sus productos en Buenos Aires. El hábito de masticar coca en los países andinos se utilizó durante varios siglos para mejorar la productividad en las minas de plata y mercurio y en las haciendas (Carter y Mamani, 1986; Henman, 1992; Vidart, 1991).

4 Esa fue una de las razones por las que los empresarios manufactureros apoyaron la prohibición del alcohol en los Estados Unidos a principios del siglo XX.

5 Musto (1999) realizó un estudio pionero sobre la historia de las drogas y la evolución de las actitudes hacia la política de drogas en los Estados Unidos. Lerner y Ferrando (1989) detallan la historia del consumo de coca y drogas en Perú. Carter y Mamani (1986), Henman (1992), Del Olmo (1992) y Vidart (1991) estudiaron el papel de la coca y otras drogas en las sociedades nativas de Bolivia, Colombia y la Amazonía, y muestran cómo esas sociedades desarrollaron normas y controles sociales con el objetivo de minimizar los daños por el consumo de drogas.

6 Escohotado (1997) proporciona muchos ejemplos de estos hechos. Recientemente, la Universidad de Harvard ha desarrollado una interesante “Iniciativa sobre Salud, Religión y Espiritualidad”, véase: https://projects.iq.harvard.edu/rshm/home.

7 La escopolamina es un ejemplo de este tipo de drogas.

8 El alcohol se ha utilizado para estos fines durante mucho tiempo. En los recientes conflictos en Siria e Irak, el uso del “captagón” se generalizó. La JIFE documenta algunos usos de este tipo durante la Segunda Guerra Mundial: “El uso de estupefacientes y sustancias psicotrópicas en la guerra militar y con fines de aplicación de la ley tiene una larga historia. Durante la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, mientras que el consumo de cocaína u opiáceas por soldados alemanes acarreaba el encarcelamiento, el Pervitin (metanfetamina), junto con el alcohol, fueron distribuidos a los soldados en las fuerzas armadas. Durante el mismo período, las anfetaminas fueron ampliamente utilizadas en las fuerzas armadas japonesas para aumentar el rendimiento de los soldados. Este uso específico de drogas en un contexto militar puede considerarse en algunos países como el origen de problemas ulteriores de abuso de drogas, ya que esas drogas posteriormente ganaron popularidad en otros segmentos de la población” (2003, p. 36).

9 Es un lugar común que la cocaína permite a los empleados del sector financiero de Wall Street rendir mejor bajo un gran nivel de estrés.

10 La literatura sobre la historia del consumo de drogas es extensa, Siegel (2005), Escohotado (1997 y 1999) e Inglis (1975) representan buenas referencias.

11 Bicchieri (2005) analiza el desarrollo de las actividades sociales en el contexto social actual. Coleman (1990) realiza un estudio detallado y analítico de las formas en que una sociedad genera una demanda de normas y reglas. Véase también: North (1993).

12 Sin éxito, excepto en Ecuador donde la masticación de coca no ha sido un hábito común desde entonces. Ese triunfo constituye uno de los misterios en la historia de la coca en Los Andes.

13 Esta posición prevalece entre muchos académicos latinoamericanos.

14 Manchuria tenía una historia y tradición muy diferente de la del resto de China. Los manchús fueron considerados invasores por la población mayoritaria Han (Escohotado, 1997, p. 27). Incluso hoy en día la población manchú representa una minoría en China. En 2001, había 1.230 millones de Han (91,6% del total) y 10,6 millones de manchú (0,86% de la población) (Wikipedia, s. f).

15 Y en el siglo XIX.

16 Véase, por ejemplo: Musto 1999, pp. 28-30.

17 Al igual que Persia (Irán), Turquía, India, China, México, Portugal, Gran Bretaña, Alemania, Suiza, Bolivia, Perú y otros.

Elementos para una (re)interpretación de las convenciones internacionales de drogas

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