Читать книгу CFT 05 - Doctrinas de la Gracia - Francisco Lacueva Lafarga - Страница 10
ОглавлениеLECCION 3.ª
LA UNION CON JESUCRISTO
1. «En Cristo»
El orden de la salvación comienza con la libre y amorosa iniciativa de Dios Padre de salvar al hombre. Pero los hombres no son salvos, sin más, por el amor de Dios Padre. Es preciso que el carácter santo de Dios quede también salvaguardado. Para ello envía Dios Padre a Su Hijo Unigénito al mundo: para que, haciéndose hombre, sea el único Mediador entre Dios y los hombres, hecho nuestro sustituto. En El somos hechos “justicia de Dios” (2.ª Cor. 5:21). Por eso, es preciso recordar que no sólo somos salvos por medio de Jesucristo, sino también en El, es decir, unidos a El.
Dice J. Murray, en su libro Redemption Accomplished and Applied:
“La unión con Cristo es realmente la verdad central de toda la doctrina de la salvación, no sólo en su aplicación, sino también en su realización, una vez por todas, en la obra acabada de Cristo. En efecto, todo el proceso de la salvación tiene su origen en una fase de unión con Cristo, y la salvación tiene en perspectiva la realización de otras fases de unión con Cristo.”9
De aquí el uso frecuente que el Nuevo Testamento hace de la expresión “en Cristo”. E.F. Kevan define así esta unión con Cristo: “Es la unión íntima, vital y espiritual entre Cristo y Su pueblo, en virtud de la cual El es la fuente de su vida y de su fortaleza, de sus bendiciones y de su salvación.” Como el mismo autor advierte, esta unión quedó establecida por institución divina, cuando Dios constituyó a Cristo como Cabeza de una nueva humanidad.
Así no es extraño que los creyentes aparezcan ya “escogidos en Cristo” (Ef. 1:4), “aceptos en el Amado” (Ef. 1:6), “arraigados, sobreedificados y confirmados en El” (Col. 2:7), “hechos justicia de Dios en El” (2.ª Cor. 5:21), hasta que nuestra glorificación final sea manifiesta con El (Col. 3:3; 1.ª Jn. 3:2). Véanse también otros lugares como Rom. 5:12-21; 6:2-11; 8:17; 1.ª Cor. 1:30; 15:22; Ef. 2:4-6,10; 1.ª Tes. 4:14,16; Ap. 14:13.
2. Propiedades de nuestra unión con Jesucristo
Por tanto, puede decirse que esta unión de los creyentes con Cristo es:
A)eterna, ya que han sido escogidos en El desde la eternidad. Sin embargo, para evitar falsas interpretaciones, hemos de añadir enseguida que dicha unión es eterna en sentido intencional, es decir, en cuanto existe en la mente y en el propósito de Dios (Rom. 8:28-29), pero se hace concretamente salvífica y real, para cada uno, en el tiempo en que se reviste de Cristo por la fe (Gál. 3:26-27). Distinguiendo así los dos estadios, vemos que Cristo es nuestro sustituto en la Cruz en virtud del pacto de la redención, mientras que pasa a ser realmente nuestra Cabeza en virtud del pacto de la gracia, cuando nos incorporamos a El como miembros suyos.
B)espiritual, no sólo porque establece un vínculo espiritual con Cristo, sino también porque es realizada, mantenida y perfeccionada por el Espíritu Santo, que es el Espíritu de Cristo. El Espíritu nos regenera, nos consagra, nos inhabita y nos sella para la eternidad de la vida espiritual glorificada (V. Jn. 3:3-8; 14:16-17; 16:7; Rom. 8:9-11; 1.ª Cor. 6:17,19; 12:13; 2.ª Cor. 3:18; 1.ª Ped. 1:11; 1.ª Jn. 3:24; 4:13).
C)mística; por tres motivos:
(a)por haber sido un misterio escondido desde la eternidad en el seno de Dios, pero manifestado ahora (Col. 1:26-27);
(b)porque es invisible a los ojos de la carne;
(c)para distinguirla de toda otra unión que la naturaleza o la Palabra de Dios nos presentan. No es una unión esencial como la que existe entre las personas divinas; ni personal (hipostática) como la que existe entre la humanidad y la divinidad de Jesucristo; ni es meramente una unión moral o afectiva, como entre amigos o miembros de una misma sociedad o de un mismo club. Es diferente a todo ello y, por eso, las analogías que la Palabra de Dios nos ofrece la comparan, sin identificarla, a cosas tan diversamente unidas como las personas divinas (Jn. 17:21) o las piedras de un edificio (Ef. 2:19-22; 1.ª Ped. 2:4-5), pasando por la unión entre la cepa y los pámpanos (Jn. 15:1ss.), entre la cabeza y los miembros (Ef. 4:15-16), entre esposo y esposa (Jn. 3:29: Ef. 5:22-23), o entre un cabeza de familia y su posteridad (Rom. 5:12-19; 1.ª Cor. 15:19-49).
D)directa, o sea, no mediatizada por hombres ni condicionada por obras.
E)orgánica y, por tanto, dinámica y funcional.
F)indisoluble, pues depende de la promesa de Jesucristo y de la gracia de Dios en El.
G)inescrutable. Su intimidad es tal que puede, a veces, pasar desapercibida hasta para el propio poseedor, de modo que necesita ser contrastada con el “test” de la obediencia, para no llamarse a engaño.10
3. Consecuencias de esta doctrina
Nuestra unión con Jesucristo comporta:
A’)una metamorfosis (“metamorphústhe” Rom. 12:2), ya que hemos sido hechos nuevas creaturas (2.ª Cor. 5:17; Gál. 6:15; Ef. 2:10), que se dejan conducir por el Espíritu Santo y cuya brújula ha cambiado de norte.
B’)una metánoia, o sea, un ejercicio nuevo (cambiado) de nuestras facultades por el arrepentimiento y la fe: un convertirse a Dios desde los ídolos (1.ª Tes. 1:9).
C’)una posición legal de justificados ante Dios (Hech. 13:39; Rom. 6:7-8; 7:4; 8:1,17; 1.ª Cor. 1:30; 6:11; 2.ª Cor. 5:14,21).
D’)una santificación continua, por el poder asimilador de la vida de Jesucristo, mediante el poder del Espíritu (Rom. 6:22; 2.ª Tes. 2:13; 1.ª Ped. 1:2).
E’)una “koinonía”, o sea, una comunión con Cristo: comunión de fortaleza y de debilidad, de sufrimiento y de gozo, de tentación y de seguridad, de trabajo y de descanso, de deshonra y de gloria. Y, en virtud de esta comunión con Jesucristo, se establece también la comunión con los demás creyentes, lo cual constituye el fundamento de toda la Eclesiología. Por eso, esta comunión no se pierde en vagos y abstractos misticismos, sino que se manifiesta en concretísimas realidades (V. Jn. 17:21; 1.ª Cor. 10:17; Ef. 2:15; 4:3-16; Flp. 3:10ss.; 4:13; Col. 1:24; Heb. 2:18; 4:15; 1.ª Ped. 4:13; 1.ª Jn. 1:3; 3:16-18).11
CUESTIONARIO:
1. ¿Cuál es la importancia de la unión con Cristo en el proceso de la salvación? — 2. ¿Cómo podemos describir tal unión? — 3. ¿En qué sentido es dicha unión eterna, actual, espiritual, mística, directa, orgánica e indisoluble? — 4. ¿Qué consecuencias implica esta unión respecto a nuestra condición interior, a nuestra posición legal ante Dios, a nuestra relación con Cristo y con los demás creyentes?
9. Pág. 161.
10. V. el libro de G. Spring Los rasgos distintivos del verdadero cristiano (trad. de F. Lacueva, Barcelona, EEE, 1971).
11. V. también L. Berkhof, Systematic Theology, pp. 447-453; L.S. Chafer, Systematic Theology, III, pp. 248-266; E.F. Kevan, Dogmatic Theology, V, lecc. 1.ª, pp. 6-7; J. Murray, Redemption Accomplished and Applied, pp. 161-173; A.H. Strong, Systematic Theology, pp. 795-809.