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El mito: «Puedo dejarlo cuando quiera»

¿Fumo porque quiero?

Esta es una pregunta que cabe hacerse, tanto si se tiene la firme determinación de dejar de fumar como si no se está seguro de ello.

Fumar se considera una decisión personal y libre, pero nada más lejos de la realidad. Casi todos los fumadores empezaron a fumar por rebeldía, por integrarse en un grupo o porque lo hacía todo el mundo y era lo que tocaba, aunque seguramente la mayoría no recuerda cuándo encendió su primer cigarrillo, y probablemente aún menos por qué lo encendió.

Más allá de los motivos que nos condujeron a probar por primera vez un cigarrillo y a dejarnos atrapar por la prisión del humo, cabe preguntarse por los motivos que nos suscitan a diario el deseo de seguir fumando; motivos que deben ser muy poderosos, pues aun sabiendo que no nos conviene, el simple hecho de pensarlo nos genera tal conflicto que nos conduce inevitablemente a encender un nuevo cigarrillo. Y es que la respuesta a esta pregunta no es sencilla. Realmente, ¿uno fuma porque quiere? Quizá deberíamos preguntarnos en realidad por qué fumamos. A continuación exponemos algunas de las razones que se esgrimen con mayor frecuencia.

¿SABÍA QUE…?

Todos los fumadores alguna vez se han autoconvencido con este argumento: «La verdad es que fumo porque quiero, puedo dejarlo cuando me lo proponga». Sin embargo, la realidad deja claro que esta afirmación no es cierta.

¿Por qué fumo?

Cada fumador podría dar cientos de razones por las que sigue fumando, desde placenteras a ansiosas, pasando por simples olvidos. Hay tantas razones como fumadores, pero las más comunes son las siguientes:

Como estimulante

Fumo para estar alerta.

Fumo porque me concentro mejor.

Fumo porque las preocupaciones me hacen fumar.

Fumo porque si estoy contento me apetece fumar.

Cuatro razones que podrían ser cuarenta, pero que las hemos oído una y otra vez. Son las que esgrimen los fumadores que encienden un cigarrillo para mantener la atención. En estos casos, la nicotina actúa como un estimulante. No olvidemos que a principios del siglo XX se intentaron crear y comercializar pastillas antidepresivas a base de nicotina, aunque fueron rápidamente desechadas. Pero fumar no es estimulante: resulta mucho más placentero dejarlo.

Como refuerzo gestual

Tener un cigarrillo entre los dedos forma parte de mi personalidad.

No sé qué hacer con las manos si no fumo.

Me hace más interesante y más sexy.

El humo me confiere un aura misteriosa.

Más razones… en este caso tener un cigarrillo entre los dedos relaja, ofrece una imagen interesante, resulta entretenido. Para muchos fumadores este simple gesto refuerza su autoestima a través de la imagen. En ningún caso se ven como seres enganchados a una sustancia adictiva que precisan ayuda para dejarlo. Años y años de publicidad y marketing, con un gran respaldo desde el cine, han conseguido que el hecho de fumar, aun hoy en día, mantenga una cierta aura de glamour. Al oír la palabra cigarrillo nuestro subconsciente nos bombardea con imágenes de tipos duros envueltos en humo o seductoras mujeres fumando con estilo. Puede resultar evocador, pero la realidad nos tendría que enfrentar a la imagen de una persona demacrada o tosiendo de manera violenta. Por ello, con toda certeza, podemos asegurar que es mucho más inspirador conseguir el objetivo de no fumar.

Por placer

Me produce placer dar la primera calada.

Siento deseos de fumar cuando llevo un rato sin hacerlo.

Fumar me relaja.

Pone el punto final perfecto a todas las comidas.

Es todo un ritual: el encendedor, la pose, aspirar el humo…

Encender un cigarrillo por placer, para relajarnos, como parte del trabajo finalizado, después de la comida… Casi dos terceras partes de los fumadores aseguran que es esta la razón principal por la que fuman, pero ¿es placer o placer culpable? ¿Se fuma para sentirse bien o para evitar sentirse mal? La descarga de adrenalina que provoca en el cerebro la nicotina se asocia con un placer que al poco tiempo desaparece, lo cual conlleva que el fumador vuelva a buscar esa dosis necesaria de placer culpable: es una adicción compulsiva. La adicción a la nicotina es fuerte y crea una gran dependencia.

Dejar de fumar no solo le enseñará a disfrutar de otros placeres, sino que además disminuirá esa compulsión y conseguirá volver a disfrutar de pequeñas cosas que ahora el humo le impide ver.

Para reducir la negatividad

Cuando fumo manejo mejor el estrés.

Si estoy bajo de ánimo, fumo más.

Fumo cuando estoy trabajando.

Si me enfado necesito un cigarrillo.

Con demasiada frecuencia se cree que fumar relaja o que por lo menos ayuda a controlar los estados negativos, que todo se ve mejor a través del humo de un pitillo. Nada más lejos de la realidad. Los estados negativos generan ansiedad, eso dispara la necesidad de adrenalina para «levantar» el ánimo, y nuestro cuerpo pide que se aumente su dosis de nicotina. Pero no hay que olvidar un pequeño detalle: es la persona quien supera un estado de ánimo negativo, no un cigarrillo.

Por adicción

Necesito fumar.

Cuando estoy sin tabaco me resulta insoportable.

Enciendo un cigarrillo a pesar de tener otro encendido en el cenicero.

Sé cuándo no estoy fumando.

Hemos dejado para el final el tema de la adicción, el más importante y el que resume todos los anteriores. Se fuma porque se tiene adicción a la nicotina y por eso resulta tan difícil dejar de fumar. El tabaco es una sustancia psicoactiva a la que el organismo se adapta demasiado rápidamente, por lo que cada vez demanda más cantidad. Por esa razón no hay demasiados fumadores que solo consuman 5 o 6 cigarrillos al día; en poco tiempo se pasa a fumar una cajetilla entera, que es lo más habitual.

LAS 4 RAZONES POR LAS QUE DECIMOS QUE SE FUMA

Porque resulta estimulante.

Porque refuerza un gesto, una imagen.

Para combatir la negatividad.

Porque proporciona placer.

LA VERDADERA RAZÓN POR LA QUE FUMAMOS

Porque la nicotina crea adicción.

Dependencia

El placer que provoca la nicotina es inmediato: tan solo 7 segundos después de haber dado una calada ya llega al cerebro. Esta sustancia psicoactiva es una droga que crea dependencia, y con el tiempo, igual que pasa con otras drogas, la necesidad de nicotina se hace cada vez mayor, con lo que el cuerpo pide más dosis y aumenta la dependencia. Es una adicción en escala, que aumenta a medida que el organismo y el sistema nervioso desarrollan tolerancia hacia la sustancia. Nos vemos así inmersos en una espiral de cigarrillos y nicotina que tiene efectos devastadores en nuestro organismo.

De las 4.000 sustancias que componen un cigarrillo tan solo la nicotina crea dependencia. Uno de los mitos a los que se aferran los fumadores para seguir con el cigarrillo es que la nicotina no es tan mala porque es una sustancia natural, que lo perjudicial es el papel de fumar y los componentes que le añaden. Es cierto que la nicotina es natural y está presente en las hojas del tabaco, pero también lo son el estramonio, el cianuro o el opio y a nadie se le ocurre trivializar los efectos de estos venenos.

Nuestro cerebro está compuesto de miles de millones de células nerviosas que se comunican entre sí a través de los neurotransmisores y cada uno de ellos activa su célula nerviosa correspondiente. Las moléculas de nicotina tienen la forma de un neurotransmisor, la acetilcolina, que está relacionada con variaciones en la frecuencia cardíaca, la respiración, el aprendizaje y la memoria, entre otras funciones. Cuando la nicotina llega al cerebro imita los patrones de comportamiento de este neurotransmisor, la acetilcolina, y por ello es capaz de disparar el ritmo cardíaco o el respiratorio. Tenemos receptores de esta sustancia en el sistema nervioso, tanto el central como el periférico, y esta es una de las razones por las que los efectos de esta droga no se limitan al cerebro, sino que también se aprecian en los músculos o los órganos internos. De ahí la fatiga, la opresión en el pecho o el dolor de las extremidades.

Pero la nicotina también actúa sobre las áreas del cerebro que producen satisfacción. La nicotina eleva la producción de dopamina y endorfinas, la conocida como hormona del placer y la relajación. Por eso es tan difícil dejar de fumar.

¿SABÍA QUE…?

La primera vez que se fuma, la nicotina provoca náuseas y mareos, pero la tolerancia a los efectos de la nicotina se inicia ya en las primeras dosis, y la repetición nos hace inmunes a tales efectos.

Adicción

Algunos de los síntomas más frecuentes de la adicción al tabaco son:

mareos

irritabilidad

frustración

dificultad para concentrarse

aumento del apetito

dolor de garganta, tos

cansancio

trastornos del sueño

opresión en el pecho

etcétera

Muchos fumadores se quedan realmente asombrados cuando asocian, por primera vez, estos síntomas tan frecuentes con la adicción a la nicotina. Y es que uno de los principales problemas del tabaquismo es que la sociedad en general no lo asocia con una droga, con una sustancia que crea dependencia y adicción. Aunque el hábito de fumar está mal visto, sigue siendo «políticamente correcto». La adicción a la nicotina está aceptada socialmente porque, más allá de un enfado por no tener tabaco, sus efectos en el cerebro no producen cambios en la personalidad o el comportamiento, como pasa con el alcohol u otras drogas que sí producen aislamiento social. Los fumadores no van con los ojos desorbitados en busca de una dosis, porque la pueden comprar legalmente en un estanco o en un bar. La adicción al tabaco no provoca una degeneración física como otras drogas, tales como la heroína o el alcohol, por poner un ejemplo. Se puede ser fumador durante mucho tiempo, sin que no se note nada más que una tos cavernosa al resfriarse o unos dientes más amarillos de lo normal, pero no debe olvidarse un detalle significativo: la potencia de adicción de la nicotina es superior a la de la cocaína.

RECUERDE QUE…

La adicción a la nicotina es una enfermedad demasiado silenciosa y demasiado peligrosa.

¿Puedo dejarlo cuando quiera?

La respuesta a la pregunta que encabeza el apartado es SÍ, un sí contundente. Aunque no hay que subestimar el poder de la nicotina.

Dejar de fumar cuesta y es una tarea difícil, que requiere la voluntad de no volver a hacerlo, pero los beneficios son casi inmediatos para quien deja de fumar y para todos los que le rodean. Un beneficio que se multiplica. Volver a oler, a saborear la comida, a dar un beso sin gusto a tabaco, a dejar de sufrir al subir las escaleras… Vale la pena.

UN CONSEJO

Si se teme que el objetivo se trunque o se quede en el terreno de los buenos propósitos no cumplidos, una visita al médico de cabecera puede ser garantía de éxito. El colectivo sanitario ofrece la ayuda médica y psicológica necesaria para dar carpetazo a este hábito.

Algunos datos destacados

De las 4.000 sustancias que puede contener un cigarrillo, tan solo la nicotina crea dependencia.

La nicotina crea adicción, y su supresión, síndrome de abstinencia.

La nicotina no provoca ninguna degeneración física aparente, pero sí graves problemas internos.

La adicción a la nicotina se banaliza; es aceptada socialmente.

El poder de adicción de la nicotina es superior al de la cocaína.

Cómo dejar de fumar

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