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Emoción, fisiología, razón y comportamiento

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De acuerdo con el filósofo William James5, “si nos imaginamos una emoción intensa y luego tratamos de abstraer de nuestra conciencia todas las sensaciones de sus síntomas corporales, encontramos que no queda nada, ninguna ‘cosa mental’ que constituya la emoción, y que lo único que permanece es un estado frío y neutral de percepción intelectual. ¿Qué tipo de miedo quedaría si no hubiera sensación de aceleración cardíaca o respiración superficial, si desaparecieran el temblor de los labios o el aflojamiento de las extremidades, el erizamiento del pelo y la contracción en el estómago? No puedo siquiera imaginarlo. ¿Puede uno pensar en un estado de ira y no ver la ebullición en el pecho, el rubor en la cara, la dilatación de las fosas nasales, la presión de los puños, el impulso hacia la acción vigorosa...?”. (La etimología de la palabra “emoción”, del latín emovere, “mover hacia fuera”, se corresponde con esta interpretación de una pulsión interna que se expresa corporalmente).

El neurobiólogo Antonio Damasio6 concuerda con la explicación de James, pero la considera parcial: “El problema principal”, escribe, “es que James le dio poco, o nada, de peso al proceso de evaluación mental de la situación que causa la emoción. Su teoría funciona bien para las primeras emociones que uno experimenta en la vida, pero no le hace justicia a lo que Otelo tiene en mente al sentir sus celos, o a lo que Hamlet rumia frente a sus circunstancias, o a lo que exalta a Lady Macbeth mientras lleva a su esposo a la muerte”.

En nuestra concepción, el fenómeno humano es un todo integral que puede ser investigado desde cuatro puntos de vista: fisiológico, emocional, racional y de comportamiento. Estas cuatro dimensiones son simplemente distintas formas de abordar un fenómeno común; por eso, todos sus elementos están interconectados sistémicamente. Así como la emoción puede afectar a la fisiología, la razón y el comportamiento, la fisiología puede afectar a la emoción, la razón y el comportamiento; así ocurre por ejemplo, en el caso de las drogas psicotrópicas. La misma relación circular existe entre el comportamiento y los otros tres elementos. Por ejemplo, al correr uno genera cambios fisiológicos (secreción de endorfinas), sentimientos de euforia y pensamientos positivos (Está ampliamente comprobado que el ejercicio físico es un poderoso remedio contra el estrés y los estados depresivos). Finalmente, los pensamientos por sí mismos pueden disparar las otras dimensiones. Cualquiera que se haya despertado en medio de la noche pensando en el examen del día siguiente, sabe que es posible que la imaginación genere ansiedad, problemas estomacales e insomnio.

La pregunta operativa no es tanto qué causa qué cosa (todas las causalidades sistémicas son circulares), sino cuál es la vía más productiva para intervenir en el sistema. Cuando uno se siente física y emocionalmente mal, piensa mal y se comporta mal, ¿qué es lo más conveniente que puede hacer para modificar la situación? Aquí consideraremos especialmente la relación entre emociones y pensamientos, pero eso no quiere decir que en muchas oportunidades no resulte más conveniente (o necesario) explorar las otras conexiones. Por ejemplo, será infructuoso tratar de calmarse analizando los pensamientos, si uno está ansioso por un exceso de cafeína; en algunos casos, tomar cápsulas de litio para corregir un desequilibrio neurológico que causa estados depresivos puede ser mucho más efectivo que la psicoterapia.

Metamanagement - Tomo 3 (Filosofía)

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