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CAPÍTULO 7

Diferencias por edad y sexo, y sus implicaciones para el ejercicio resistido

Rhodri S. Lloyd y Avery D. Faigenbaum

A la conclusión del capítulo, el lector:

•Evaluará las pruebas sobre la seguridad, eficacia e importancia del ejercicio resistido para niños.

•Exponerá diferencias relacionadas con el sexo en la función muscular y sus implicaciones para las mujeres.

•Describirá los efectos del envejecimiento sobre la salud musculoesquelética y comentará la entrenabilidad de los adultos mayores.

•Explicará por qué las adaptaciones al ejercicio resistido varían enormemente entre estas tres poblaciones distintas.

El ejercicio resistido ha demostrado ser un método seguro y eficaz de acondicionamiento físico para personas con diversas necesidades, objetivos y capacidades. Aunque mucho de lo que sabemos sobre el estímulo del ejercicio resistido se ha logrado por medio de la experimentación con las respuestas agudas y crónicas de los hombres adultos a los diversos protocolos de entrenamiento, el ejercicio resistido para niños, mujeres y personas mayores ha recibido cada vez más atención médica y pública. Al diseñar y evaluar los programas de entrenamiento resistido, los especialistas de la fuerza y el acondicionamiento físico necesitan entender las diferencias vinculadas con la edad y el sexo en la composición corporal, el rendimiento muscular y la entrenabilidad*, así como sus implicaciones para cada persona.

Para el propósito de este capítulo, el ejercicio resistido se define como un método especializado de acondicionamiento físico por medio del cual las personas trabajan contra una gran variedad de cargas para mejorar la salud, la condición física y el rendimiento. Este término se debe distinguir de un deporte como la halterofilia, en el que las personas intentan levantar cargas máximas en un marco competitivo, específicamente en los ejercicios de arrancada y dos tiempos. El término infancia se refiere al período de la vida antes del desarrollo de las características sexuales secundarias (p. ej., vello púbico y órganos de la reproducción), y el término adolescencia se refiere al período entre la infancia y la adultez. Para facilitar la exposición, los términos joven o atleta joven se refieren a los niños y adolescentes. El término persona mayor se ha definido arbitrariamente para incluir hombres y mujeres de más de 65 años de edad. En este capítulo, la fuerza muscular se expresa sobre una base absoluta (la fuerza total medida en kilogramos) o relativa (la relación entre la fuerza absoluta y la masa corporal total, la masa de tejido magro o el área transversal del músculo).

Niños

Debido al creciente interés por el entrenamiento resistido para jóvenes, es importante que los especialistas de la fuerza y la condición física conozcan los principios fundamentales del crecimiento, la maduración y el desarrollo. Conocer estos principios y apreciar su influencia sobre las adaptaciones al entrenamiento y cómo pueden confundir la interpretación de los datos de investigación es esencial para el desarrollo y evaluación de programas seguros y eficaces de entrenamiento resistido. Como el entrenamiento de atletas jóvenes es cada vez más intenso y complejo, será necesario tener en cuenta los factores anatómicos, fisiológicos y psicosociales que se puedan asociar con las lesiones agudas y crónicas.

El niño en edad de crecimiento

En esta sección, los términos crecimiento, desarrollo y maduración sirven para describir cambios que ocurren en el cuerpo durante el curso de la vida. El término crecimiento se refiere a un incremento del tamaño corporal o de una parte concreta del cuerpo; desarrollo describe la progresión natural desde la vida prenatal hasta la adultez, y maduración se refiere al proceso de convertirse en una persona madura y completamente funcional. Pubertad se refiere al período de tiempo durante el cual las características sexuales secundarias se desarrollan y los niños experimentan una transición a la adultez emergente. Durante la pubertad también se producen cambios en la composición del cuerpo y en la ejecución de destrezas físicas, variando estos cambios de forma muy acusada según la persona.

Edad cronológica frente a edad biológica

Debido a la considerable variación en las tasas de crecimiento y desarrollo, no es especialmente exacto definir un estadio de maduración o desarrollo por la edad en meses o años, la llamada edad cronológica. Los niños no crecen a un ritmo constante, y hay sustanciales diferencias interindividuales en el desarrollo físico a una edad cronológica dada. Un grupo de niños de 14 años puede tener una diferencia de altura de hasta 23 cm y una diferencia de peso de hasta 18 kg. Además, una chica de 11 años tal vez sea más alta y físicamente más hábil que un chico de 11 años. Estas diferencias se corresponden con variaciones en la duración, la velocidad relativa y la magnitud del crecimiento durante la pubertad (131). El inicio de la pubertad abarca desde los 8 a los 13 años en las chicas y desde los 8 hasta los 15 años en los chicos, soliendo las chicas iniciar la pubertad aproximadamente dos años antes que los chicos.

Los estadios de la maduración, o desarrollo de la pubertad, se evalúan mejor con la edad biológica, la cual se mide atendiendo a la edad esquelética, la madurez somática (mental) o la madurez sexual. Por ejemplo, dos chicas de un equipo tienen la misma edad cronológica pero difieren en varios años por lo que respecta a su edad biológica. Una chica puede ser madura sexualmente, mientras que a la otra tal vez le falten varios años para iniciar el proceso de maduración sexual. En las chicas, el inicio de la menstruación (menarquía) es un marcador de la maduración sexual, mientras que, en los chicos, los indicadores más próximos de la madurez sexual son la aparición de vello púbico, vello facial y voz más grave. La determinación de la maduración en los niños es importante por varias razones y sirve para evaluar sus patrones de crecimiento y desarrollo. Además, como el grado de maduración está relacionado con las mediciones de la condición física, incluyendo la fuerza muscular y el despliegue de destrezas motoras (114), las técnicas usadas para valorarlo ayudan a garantizar que los niños se agrupen con más ecuanimidad en las pruebas de esfuerzo y en la competición deportiva, en contraposición al agrupamiento por la edad cronológica. En niños correctamente bien nutridos, no hay pruebas científicas de que el entrenamiento físico difiera o acelere el crecimiento o la maduración (72, 135). Además, los beneficios osteógenicos de la actividad física, específicamente las actividades en carga que generan fuerzas de compresión, son esenciales para la remodelación y el crecimiento óseos (215).

La regla de oro para determinar la maduración biológica es la comprobación de la edad esquelética. Esta técnica implica que los radiólogos comparen radiografías de un niño con otras de referencia para determinar el grado de osificación de los huesos de la muñeca izquierda (89, 186, 205-207). La osificación se refiere al proceso por el cual unas células llamadas osteoblastos depositan hueso nuevo. Mientras que la edad esquelética aporta la forma más exacta y fiable de determinar la madurez, los problemas del coste, el equipamiento especial, las limitaciones de tiempo y la necesidad de experiencia en la interpretación de las radiografías hacen este método poco realista para la mayoría de los especialistas que trabajan con jóvenes.

Un método alternativo para evaluar la edad biológica, creado por Tanner (206), consiste en la valoración visual del desarrollo de las características sexuales secundarias identificables: desarrollo mamario en las chicas, desarrollo genital en los chicos y aparición del vello púbico en ambos sexos. La clasificación de Tanner discrimina cinco estadios: el estadio 1 representa el estado preadolescente e inmaduro, y el estadio 5 significa la maduración sexual completa. Aunque ciertas limitaciones metodológicas son aparentes en los estadios de Tanner (131), sus mayores restricciones conciernen a la naturaleza invasiva del procedimiento y a la preocupación inherente de niños y padres. Por consiguiente, esta técnica no se debe usar por los especialistas en la fuerza y el acondicionamiento físico, y solo se hará cuando sea necesario y por parte de médicos cualificados y apropiados. Para la mayoría de los especialistas, el medio más realista y factible para calcular la edad biológica es a partir de evaluaciones somáticas (131). La edad somática refleja el grado de crecimiento de la estatura general o las subdimensiones más pequeñas del cuerpo (p. ej., longitud de las extremidades). Las técnicas disponibles para el especialista comprenden el análisis de la curva del crecimiento longitudinal, los porcentajes y predicciones de la altura final del adulto, y la predicción de la edad a partir del pico de velocidad de crecimiento (PVC), que se define como la edad en la que la tasa de crecimiento es máxima durante el estirón de la pubertad. Las mediciones del crecimiento son relativamente fáciles de recabar, no son invasivas y precisan un equipamiento mínimo. En algunos casos, tal vez sea apropiado medir el crecimiento somático cada tres meses (131).

La sensibilidad a las diferencias individuales en la capacidad, competencia técnica y experiencia pasada es muy importante para evaluar a los niños en la sala de pesas. Una chica de 14 años de madurez precoz tal vez esté lista para entrenar en un deporte como la halterofilia, mientras que un chico de 14 años y maduración tardía puede no estar listo para las exigencias de un ejercicio resistido con grandes cargas. Por lo demás, la edad de entrenamiento de los niños (el tiempo que el niño ha seguido un programa de entrenamiento resistido formal y supervisado) influye en las adaptaciones al entrenamiento resistido; la magnitud de las mejoras en cualquier medición vinculada a la fuerza se verá afectada por el grado de adaptación que se haya producido. Por ejemplo, un niño de 12 años con dos años de experiencia en entrenamiento resistido (con una edad de entrenamiento de dos años) tal vez no logre las mismas mejoras en la fuerza durante un período dado de tiempo que otro niño de 10 años sin experiencia en entrenamiento resistido (con una edad de entrenamiento igual a cero). También es importante que los especialistas evalúen y monitoricen la competencia técnica de los jóvenes, ya que dos niños con la misma edad de entrenamiento tal vez presenten diferentes valores de competencia técnica y desarrollen su competencia a distinto ritmo. Los especialistas en la fuerza y el acondicionamiento físico deben tener en cuenta todas estas variables e individualizar el diseño del programa de entrenamiento basándose en la competencia técnica, la edad de entrenamiento y el nivel de madurez de cada niño. Al crear un programa de entrenamiento resistido para jóvenes, los especialistas en la fuerza y el acondicionamiento físico también deben considerar las necesidades psicosociales únicas de cada niño como individuo y luego diseñar, aplicar y revisar los programas de acuerdo con dichas necesidades. Por ejemplo, todo especialista en la fuerza y el acondicionamiento físico necesita usar distintas destrezas interpersonales para entrenar a niños sin experiencia con una edad de entrenamiento baja y con poca confianza en sí mismo frente a un adolescente con experiencia y muy competente al que, simplemente, le falta motivación.

Durante el período de pico de velocidad de crecimiento, los atletas jóvenes tal vez corran más riesgo de sufrir lesiones (143). El pico de velocidad de crecimiento suele darse en torno a los 12 años en las mujeres y en torno a los 14 años en los hombres. Las alteraciones del centro de masa, los desequilibrios musculares y la relativa tirantez de las unidades musculotendinosas que se produce en los huesos en rápido crecimiento son factores de riesgo potenciales de lesiones por uso excesivo en niños durante el estirón de la pubertad (154, 213). Los especialistas en la fuerza y el acondicionamiento físico tal vez no necesiten modificar los programas de entrenamiento (es decir, reforzar los patrones de movimiento de gran calidad, trabajar las restricciones a la flexibilidad, corregir los desequilibrios musculares o disminuir el volumen o intensidad del entrenamiento, o ambos) durante períodos de rápido crecimiento. Si un atleta joven refiere dolor o molestias durante un estirón, el especialista en la fuerza y el acondicionamiento físico debe considerar la posibilidad de una lesión por uso excesivo antes que etiquetar esas quejas como «dolores de crecimiento»; por eso, tras consultar con los padres o tutores del niño, transferirá el niño a un médico.

Crecimiento muscular y óseo

A medida que los niños crecen, la masa muscular aumenta a ritmo constante durante los años de desarrollo. Al nacer, aproximadamente el 25% del peso corporal del niño es masa muscular, y al llegar a la adultez este porcentaje aumenta hasta un 40% (136). Durante la pubertad, los acusados incrementos de las concentraciones hormonales (p. ej., testosterona, hormona del crecimiento y el factor de crecimiento insulinoide) en los chicos causan un marcado incremento de la masa muscular y el ensanchamiento de los hombros, mientras que en las chicas el aumento de la producción de estrógenos provoca un aumento de la deposición de grasa corporal, el desarrollo de las mamas y el ensanchamiento de las caderas. Aunque la masa muscular siga aumentando en las chicas durante la adolescencia, el incremento ocurre a un ritmo más lento que en los chicos debido a diferencias hormonales (136). Durante este período de tiempo el aumento de la masa muscular en ambos sexos se debe a la hipertrofia de las fibras musculares individuales y no a hiperplasia (136). El pico en la masa muscular ocurre entre los 16 y los 20 años de edad en las mujeres y entre los 18 y los 15 años en los hombres, a menos que se vea influido por el ejercicio resistido, la dieta o ambos aspectos (136).

La mayor parte de la formación de hueso ocurre en la diáfisis (centro de osificación primaria), que es el cuerpo central de los huesos largos, y en el cartílago de crecimiento (centro de osificación secundaria), que se localiza en tres lugares en los niños: en las láminas epifisarias de crecimiento, en la superficie de las articulaciones y en las inserciones apofisarias de las unidades musculotendinosas. Cuando las láminas epifisarias se osifican por completo, los huesos largos dejan de crecer (figura 7.1). Aunque los huesos se suelen comenzar a fusionar al comienzo de la adolescencia, las chicas por lo general alcanzan la madurez ósea completa dos o tres años antes que los chicos. La edad varía considerablemente, pero la mayoría de los huesos se fusionan antes de los 20 años.

Una inquietud concreta sobre los niños es la vulnerabilidad del cartílago de crecimiento o los traumatismos y el uso excesivo (103). Las lesiones en los cartílagos de crecimiento tal vez interrumpan el riego sanguíneo y el aporte de nutrientes, y causen trastornos permanentes del crecimiento (p. ej., atrofia esquelética, hipertrofia esquelética, defecto de alineación del hueso). Los traumatismos por caídas o esfuerzos repetitivos excesivos que causan una rotura de ligamentos en el adulto tal vez provoquen una fractura de la lámina epifisaria en un niño. Como el pico de incidencias de fracturas de las láminas epifisarias en los niños es paralelo al período del pico de velocidad de crecimiento, parece que los preadolescentes tal vez corran menos riesgo de fractura de las láminas epifisarias que los adolescentes que están dando el estirón (145). Se ha sugerido que las láminas epifisarias de los niños más pequeños son más resistentes y fuertes a las fuerzas de cizallamiento, que tal vez sean la causa de las lesiones del cartílago de crecimiento (145). El riesgo potencial de lesión en las láminas epifisarias durante el entrenamiento resistido se debatirá más adelante en este capítulo.

El cartílago de crecimiento de los niños se localiza en las láminas epifisarias, en las superficies articulares y en las inserciones apofisarias. Los daños en el cartílago de crecimiento afectan en ocasiones al crecimiento y desarrollo del hueso. No obstante, el riesgo de tales daños se reduce con una técnica adecuada de ejercicio, con una progresión sensata en las cargas de entrenamiento y con la instrucción a cargo de especialistas de la fuerza y el acondicionamiento físico cualificados.

Cambios en el desarrollo físico relacionados con la fuerza muscular

A medida que aumenta la masa muscular durante la preadolescencia y la adolescencia, hay un incremento de la fuerza muscular. De hecho, las curvas de crecimiento de la fuerza son parecidas a las de la masa muscular. En los chicos, la elevación de los picos de la fuerza suele ocurrir en torno a 1,22 años después del pico de crecimiento en altura y 0,8 años después del pico de aumento de peso, siendo el peso corporal el indicador más claro (136). Este patrón sugiere que, durante períodos de rápido crecimiento, los incrementos del músculo ocurren primero en la masa y más tarde en su capacidad para expresar y atenuar altos niveles de fuerza (23). Esto se refleja en un reciente metaanálisis que demuestra que los adolescentes eran capaces de conseguir mejoras en la fuerza muscular casi un 50% mayores que los niños (14). En las chicas, las mejoras de la fuerza también suelen ocurrir después de un pico en la velocidad de crecimiento, aunque hay mayor variación individual en la relación entre fuerza y altura y peso corporal entre las chicas que entre los chicos (136). Aunque la fuerza de chicos y chicas sea esencialmente igual durante la preadolescencia, las diferencias hormonales durante la pubertad son responsables de la aceleración en las mejoras de la fuerza de los chicos y de una meseta general en el desarrollo de la fuerza de las chicas durante la adolescencia (129, 136). Como media, el pico de fuerza se suele alcanzar hacia los 20 años de edad en mujeres desentrenadas y entre los 20 y los 30 años de edad en hombres desentrenados (136).


FIGURA 7.1 Formación de hueso como resultado del crecimiento y el desarrollo.

Un factor importante relacionado con la expresión de la fuerza muscular en los niños es el desarrollo del sistema nervioso. Si la mielinización de las fibras nerviosas (motoneuronas) no se produce o es incompleta, no es posible conseguir con éxito reacciones rápidas ni movimientos diestros, como tampoco alcanzar niveles elevados de fuerza y potencia. A medida que el sistema nervioso continúa desarrollándose con la edad, los niños mejoran su ejecución de destrezas que requieren equilibrio, agilidad, fuerza y potencia. Como la mielinización de muchas motoneuronas es incompleta hasta la madurez sexual, no hay que esperar que los niños respondan al entrenamiento del mismo modo ni alcancen el mismo nivel de destreza que los adultos hasta que alcancen la madurez neuronal completa (121).

Como las funciones fisiológicas están más estrechamente relacionadas con la edad biológica que con la edad cronológica, en cualquier momento dado es probable que un niño de maduración precoz tenga ventaja en las mediciones de su fuerza absoluta cuando se compara con un niño de maduración más tardía del mismo sexo y con menos masa muscular. Hacia el final de la adolescencia, el somatotipo de los jóvenes de maduración precoz tiende a ser mesomórfico (hombros más anchos y musculosos) o endomórfico (caderas más anchas y redondeadas), mientras que los de maduración tardía tienden a ser ectomórficos (más delgados y altos) (136). Está claro que las diferencias físicas en las proporciones corporales influyen en la ejecución de ejercicios resistidos. Por ejemplo, unos brazos cortos y un pecho ancho son una ventaja biomecánica para los ejercicios de press con el hemicuerpo superior, mientras que unas piernas largas y un torso largo son una desventaja en los movimientos de sentadilla. Estos factores tienen implicaciones para los especialistas de la fuerza y el acondicionamiento físico que intentan estandarizar las pruebas de esfuerzo o desarrollar programas de entrenamiento resistido para un grupo de chicos y chicas cuyo tamaño físico muestra grandes variaciones. Hay que reparar en que, tanto en el ámbito de las pruebas como en el de los entrenamientos, el médico debe usar máquinas adaptadas a los niños y ejercicios con el peso del cuerpo, balones medicinales, bandas elásticas, mancuernas o halteras. Las razones de los programas de entrenamiento individualizados se deben explicar a todos los participantes, y se animará a los que maduran más tardíamente, pues tal vez sean más pequeños y débiles que sus pares de la misma edad cronológica aunque con una madurez biológica más avanzada. Aunque los que maduran más tardíamente al final tienden a estar a la altura de los que maduran más precozmente a medida que transcurre la adolescencia, los atletas jóvenes se deben dar cuenta de que muchos factores, como la motivación, la instrucción deportiva y la capacidad innata contribuyen al éxito en el deporte.

Entrenamiento resistido para jóvenes

Médicos, entrenadores y científicos del ejercicio coinciden ahora en que el ejercicio resistido es un método seguro y eficaz para lograr el acondicionamiento físico de los niños (12, 19, 54, 57, 64, 66, 74, 121, 129, 130). Un número creciente de chicos y chicas participan en actividades de entrenamiento resistido, y hay grandes organizaciones dedicadas a la medicina del deporte que respaldan la participación de los niños en diversos modos de ejercicio resistido, siempre y cuando los programas estén diseñados y supervisados correctamente por profesionales cualificados (2, 3, 7, 22, 57, 129). Las normas nacionales y los resultados graduados para la educación física comprenden pautas y recomendaciones que reconocen la importancia de las actividades de acondicionamiento físico que mejoran la fuerza de músculos y huesos (199).

Es imperativo que los especialistas de la fuerza y el acondicionamiento físico recuerden que los niños no son adultos en miniatura. No importa lo grande o fuerte que sea un niño, los niños son físicamente menos maduros y a menudo experimentan las actividades de entrenamiento por primera vez. Los niños deben recibir un entrenamiento resistido a un nivel que esté a la altura de su nivel de madurez, sus capacidades físicas y sus metas individuales. Los programas para adultos y las filosofías de entrenamiento no se deben imponer a las poblaciones más jóvenes. En tales casos, la intensidad y el volumen del entrenamiento son a menudo demasiado fuertes, y la recuperación entre las sesiones de entrenamiento es insuficiente para permitir que ocurra la adaptación al entrenamiento. Cuando se inicia a los niños en actividades resistidas, siempre es mejor infravalorar sus capacidades físicas y aumentar gradualmente el volumen e intensidad de entrenamiento que superar sus capacidades y arriesgarse a que sufran lesiones y resultados negativos a largo plazo para la salud.

Respuesta de los niños al entrenamiento resistido

Gran parte de la controversia que rodea al entrenamiento resistido para jóvenes surgió del problema de la entrenabilidad de los niños, es decir, del grado de reacción al estímulo del ejercicio resistido. Los primeros estudios no consiguieron demostrar un aumento de la fuerza en preadolescentes que participaron en un programa de entrenamiento resistido (50, 99). Aunque la falta de datos significativos en estos estudios se pueda explicar por los defectos metodológicos, como la corta duración de los estudios o el volumen o intensidad inadecuados del entrenamiento, los resultados de estos informes se citan en ocasiones como prueba de que el entrenamiento resistido es ineficaz para los niños. Como se explicó previamente, la fuerza muscular normalmente aumenta en la infancia y sigue haciéndolo durante la adolescencia; por tanto, una conclusión más apropiada de estos informes tal vez sea que las mejoras inducidas por el entrenamiento con un programa de corta duración, volumen bajo y baja intensidad no son diferenciables de las mejoras atribuibles al crecimiento y maduración normales.

Otras investigaciones han demostrado claramente que los chicos y chicas aumentan su fuerza muscular más allá de lo que generan el crecimiento y la maduración por sí solos, siempre y cuando la intensidad y volumen de entrenamiento sean adecuados (62, 63, 71, 127, 175, 184, 220). Incluso niños de 5 años se han beneficiado de un entrenamiento resistido (8, 115), y diversas modalidades de entrenamiento han demostrado ser eficaces (129). Aunque se hayan registrado en la literatura mejoras de la fuerza máxima de entre un 10% y un 90% (14), se suele observar mejoras de la fuerza del 30% al 40% en preadolescentes desentrenados que siguen programas de entrenamiento resistido a corto plazo (8 a 20 semanas) (57, 129). Sin embargo, después de un período inicial de adaptación, la tasa de cambio en las mejoras de la fuerza se atenúa a medida que los jóvenes se adaptan al programa de entrenamiento, poniendo así de relieve la necesidad de un entrenamiento progresivo y continuado. La variabilidad de las mejoras de la fuerza tal vez se deba a varios factores, como la edad biológica de los niños, el diseño del programa, la calidad de la instrucción y el nivel de experiencia con la actividad física.

Los niños que participan en programas de entrenamiento resistido es probable que experimenten períodos de entrenamiento reducido o inactividad debido a factores relacionados con el diseño de los programas, la planificación de largos viajes, calendarios muy ocupados, lesiones, la implicación en múltiples deportes, o la disminución de la motivación. Esta reducción o interrupción temporal del estímulo del entrenamiento se llama desentrenamiento. En los niños, a diferencia de los adultos, la evaluación de los cambios en la fuerza durante la fase de desentrenamiento se complica por incrementos de la fuerza vinculados con el crecimiento durante el mismo período de tiempo. No obstante, los datos sugieren que las mejoras de la fuerza inducidas por el entrenamiento en los niños son efímeras y tienden a volver a los valores del grupo de controles no entrenados durante el período de desentrenamiento (56, 70, 108, 211). En un informe, la participación en clases de educación física y deportes organizados a lo largo de un período de desentrenamiento no mantuvo las mejoras de la fuerza inducidas por el entrenamiento de los preadolescentes (70). En otro estudio que comparó los efectos de uno o dos días semanales de entrenamiento resistido sobre los niños, los participantes que siguieron un entrenamiento resistido de un día por semana promediaron un 67% de las mejoras de la fuerza de los participantes que siguieron el entrenamiento dos veces por semana (63). Aunque una reciente revisión sugirió que el incremento de la frecuencia del entrenamiento está relacionada con un mayor efecto del entrenamiento de la fuerza en los jóvenes (14), este dato se debe examinar a la luz de los otros muchos compromisos que suelen adquirir los jóvenes o los atletas jóvenes (p. ej., el calendario de competiciones, los trabajos escolares, el tiempo para interactuar con sus amigos). Colectivamente, estos datos infravaloran la importancia de un entrenamiento continuado para mantener la ventaja adquirida en la fuerza de los niños por las adaptaciones inducidas por el ejercicio. Aunque los mecanismos exactos responsables de la respuesta al desentrenamiento no estén claros, parece probable que los cambios en el funcionamiento neuromuscular sean al menos responsables de ello. Lo interesante es que recientes estudios de investigación sugieren que el efecto del desentrenamiento tal vez no sea homogéneo, mostrando las distintas cualidades neuromusculares de los niños jóvenes respuestas diferentes tras el cese de un programa de entrenamiento (56).

Los cambios en la hipertrofia muscular contribuyen significativamente a las mejoras de la fuerza inducidas por el entrenamiento en los adolescentes y adultos, aunque es improbable que la hipertrofia muscular sea la principal responsable de las mejoras de la fuerza inducidas por el entrenamiento (al menos hasta 20 semanas) en preadolescentes (172, 184). Aunque algunos datos no respalden esta sugerencia (81), los preadolescentes parecen experimentar más dificultad para aumentar su masa muscular por medio de un programa de entrenamiento resistido debido a niveles inadecuados de hormonas circulantes (testosterona, hormona del crecimiento, factor de crecimiento insulinoide). En los preadolescentes, la concentración de testosterona se sitúa entre 20 y 60 ng/100 ml; en contraste, durante la adolescencia, los niveles de testosterona de los hombres aumentan hasta 600 ng/100 ml, mientras que los niveles de las mujeres se mantienen sin cambio (136).

Parece que los preadolescentes tienen más capacidad potencial para aumentar su fuerza debido a factores neuronales, como los incrementos de la activación y sincronización de las unidades motoras, así como la mejora del reclutamiento y la frecuencia de activación de las unidades motoras (87, 129, 172, 184). También se ha sugerido que las adaptaciones de los músculos intrínsecos, las mejoras del rendimiento derivadas de las destrezas motoras y la coordinación de los grupos musculares implicados podrían ser, en parte, responsables de las mejoras de la fuerza inducidas por el entrenamiento en los adolescentes (184). Tampoco se puede afirmar sin cualificación que el entrenamiento resistido no genera atrofia muscular en los preadolescentes, porque es posible que se necesiten estudios de mayor duración, con volúmenes más elevados de entrenamiento y técnicas de medición más precisas (p. ej., técnicas de exploración mediante equipos de digitalización de imágenes) para descubrir la potencial hipertrofia muscular inducida por el entrenamiento en jóvenes que siguen un programa de entrenamiento resistido. Adicionalmente, a medida que aumenta el ángulo de distribución penniforme con la edad (16), no está claro si el entrenamiento resistido cambia las propiedades arquitectónicas del músculo sin hacer cambios sustanciales en el área transversal general del mismo.


FIGURA 7.2 Modelo interactivo teórico para la integración de los factores del desarrollo físico relacionados con las adaptaciones potenciales de la fuerza muscular y el rendimiento.

Fuente: Reproducido, con autorización, de Faigenbaum et al., 2013 (58).

No obstante, durante y después de la pubertad, las mejoras de la fuerza inducidas por el entrenamiento se suelen asociar con mejoras de la hipertrofia muscular por influencia hormonal. Aunque los niveles más bajos de testosterona en las adolescentes limiten la magnitud de los incrementos de la hipertrofia muscular inducidos por el entrenamiento, otros factores hormonales y del crecimiento (p. ej., hormona del crecimiento y el factor de crecimiento insulinoide) pueden ser, al menos en parte, responsables de su desarrollo muscular (119). La figura 7.2 pone de relieve los factores que contribuyen a desarrollar la fuerza muscular, como la masa magra, las concentraciones de testosterona, el desarrollo del sistema nervioso y la diferenciación de las fibras musculares de contracción rápida y contracción lenta.

Los preadolescentes mejoran significativamente su fuerza más allá de lo que genera el crecimiento y la maduración mediante el entrenamiento resistido. Los factores neurológicos, en contraposición con los factores hipertróficos, son los principales responsables de estas mejoras.

Beneficios potenciales

Además de aumentar la fuerza, la potencia y la tolerancia física musculares, la participación regular de jóvenes en un programa de entrenamiento resistido tiene capacidad potencial de influir en muchas otras mediciones relacionadas con la salud y la condición física (129, 198). El ejercicio resistido tal vez altere favorablemente ciertos parámetros anatómicos y psicosociales seleccionados, reduzca las lesiones en el deporte y en actividades recreativas (212), y mejore las destrezas motoras y el rendimiento motor (13, 68, 203).

Desde una perspectiva clínica, se ha documentado que la participación regular en un programa de entrenamiento resistido provoca una disminución de la grasa corporal, y mejora la sensibilidad a la insulina y la función cardíaca de niños y adolescentes obesos (15, 139, 162, 193, 218, 219). Los indicadores de la participación en actividades físicas de los jóvenes de todo el mundo son bajos, lo cual sugiere que hay pruebas generalizadas de una crisis de inactividad física (210). Los niños obesos o los que llevan una vida sedentaria (p. ej., los que toman el autobús al colegio y ven la tele o juegan a videojuegos a la vuelta del colegio y los fines de semana) no están preparados para 1 o 2 horas de entrenamiento deportivo cuatro o cinco días semanales. Los datos globales actuales basados en los datos de 183 países revelan que, entre 1980 y 2013, la prevalencia de niños con un índice de masa corporal >25 kg/m2 aumenta sustancialmente en los países desarrollados y en vías de desarrollo (165). En concreto, en Estados Unidos, los datos de 2011 y 2012 muestran que el 16,9% (95% de intervalo de confianza [IC], 14,9-19,2%) de los jóvenes norteamericanos de 2 a 19 años de edad son obesos (168), y aunque los datos de la prevalencia en la infancia parezcan estar entrando en una meseta, el número de niños obesos o con sobrepeso se mantiene elevado (168). Aunque el tratamiento de la obesidad infantil sea complejo, parece que los jóvenes obesos se benefician del entrenamiento resistido, porque no es exigente para el sistema aeróbico y brinda una oportunidad a todos los participantes de experimentar el éxito y sentirse bien con su rendimiento.

Además de la elevada prevalencia de la obesidad infantil, otras tendencias seculares en la capacidad muscular de los jóvenes son preocupantes respecto a los que emprenden deportes organizados y actividades recreativas. Por ejemplo, los estudios de investigación señalan que, en las diversas cohortes de niños en edad escolar, ciertos valores de la fuerza muscular (p. ej., colgarse con los brazos flexionados, fuerza de prensión manual) (36, 152, 189) y competencias de destreza motora (96, 189) han mostrado una disminución en los últimos años. Por tanto, aunque todos los jóvenes atletas aspirantes probablemente se beneficien del acondicionamiento físico preparatorio con entrenamiento resistido incluido, parece que los que probablemente se beneficien más sean los que estaban menos en forma al empezar.

Si bien el entrenamiento resistido no influye en el máximo genotípico, probablemente tenga una influencia favorable sobre el crecimiento en cualquier estadio de desarrollo, siempre y cuando se sigan unas pautas apropiadas (10, 72). De hecho, está demostrado que la participación habitual en un programa de ejercicio que incluya un entrenamiento resistido y actividad física en carga mejora la densidad mineral ósea de niños y adolescentes (139, 153, 166). Respaldan estas observaciones datos obtenidos con halterófilos adolescentes de elite que entrenaban con regularidad usando grandes pesos mientras practicaban ejercicios poliarticulares y que presentaron niveles de densidad ósea muy por encima de los controles de la misma edad (40, 216). Estos datos tal vez sean especialmente importantes para las chicas, pues corren un mayor riesgo de desarrollar osteoporosis en fases posteriores de su vida, una afección clínica caracterizada por una masa ósea baja y por un aumento de la susceptibilidad a las fracturas.

También se ha sugerido que la participación regular en un programa de acondicionamiento físico de pretemporada que incluya entrenamiento resistido tal vez aumente la resistencia a las lesiones de los jóvenes atletas (52, 103). Todos los años se producen millones de lesiones durante la participación deportiva de niños y adolescentes estadounidenses (146), y se ha calculado que más del 50% de las lesiones por uso excesivo sufridas por niños se podrían prevenir con medidas sencillas, como la formación de los instructores deportivos, el acondicionamiento físico preparatorio y el diferimiento de la especialización (144, 212). Los especialistas de la fuerza y el acondicionamiento físico desempeñan un papel capital en la preparación de los jóvenes atletas para el deporte y, de ese modo, reducir al mínimo o diferir la incidencia y gravedad de las lesiones deportivas corrientes entre los jóvenes atletas. En muchos casos, los jóvenes de hoy en día que se inscriben en programas de deportes organizados están en baja forma y poco preparados para afrontar las exigencias del deporte elegido.

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