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2. Los «Procedimientos anatómicos »
ОглавлениеLa fecha de escritura de esta obra es difícil determinarla con precisión, por cuanto que es producto de un largo proceso de investigación, reflexión y maduración, que ocupó la vida entera de Galeno. Escribió definitivamente los cinco primeros libros entre los años 169 y 176 en su segunda estancia en Roma, aunque antes, como dice al comienzo del libro I, durante su primera estancia había elaborado otros Procedimientos durante el gobierno de Marco Aurelio. Éstos, en dos libros, se los regaló a su amigo Flavio Boecio cuando dejó el consulado de Roma. La segunda redacción la comienza, pues, durante su segunda estancia, a instancia de amigos y compañeros, cuando ya había muerto Boecio. Afirma que ésta será más larga y también más clara y más exacta, pues durante el tiempo que ha transcurrido entre una y otra, se ha familiarizado con la historia de la anatomía y, además, se ha ejercitado con asiduidad en la práctica de las disecciones. Los libros VI al XI los escribió durante el imperio de Cómodo, y del XII al XV en sus últimos años bajo el imperio de Septimio Severo. La elaboración de los Procedimientos es, pues, una elaboración lenta y meditada que le ocupa más de la mitad de su vida, desde el 162 cuando llega a Roma por primera vez hasta unos años antes de su muerte. De su contenido Galeno debió de quedar satisfecho, pues comenta que es el más completo de entre los libros de este tema que estaban en circulación, ya que no sólo enseña cómo diseccionar las diferentes partes del cuerpo, sino que también describe su posición, forma y sustancia, y la relación que hay entre ellas, así como su función.
Galeno trabaja fundamentalmente en sus disecciones sobre simios, por ser de estructura muy similar a la del hombre, y esto es lo que recomienda a sus estudiantes, aunque también les aconseja que, de no contar con ellos, siempre elijan el animal que más se asemeje al hombre. Afirma que lo mejor sería servirse de cuerpos humanos pero esto probablemente implicaría dificultades, pues dice que sus prácticas anatómicas sobre cuerpos humanos sólo las ha realizado cuando ha encontrado el cadáver de algún salteador por algún camino o si en el caso de inundaciones la fuerza de las aguas del río ha abierto alguna tumba y el cadáver ha quedado atrapado en las orillas del río.
Galeno disecciona, además de simios, otros animales que igualmente le resulten útiles en su aprendizaje de la anatomía. De hecho, recomienda que, si no se dispone de simios o de ese tipo de animal que más se parece al hombre, se proceda sobre los que tengan clavícula como los pitecoides y si no, sobre los osos, y de faltar éstos sobre los roedores o rumiantes, y para ver los órganos de nutrición se puede diseccionar incluso a peces y reptiles. Sabemos que Galeno también diseccionó leones, caballos, perros, gatos, cabras, camellos y elefantes. En el libro VI 1 (II 537K, 545 Gar) afirma que los únicos animales que no diseccionó fueron hormigas, mosquitos, pulgas y, en fin, ninguno de estos de tamaño tan pequeño. Generalmente disecciona animales muertos aunque también hizo vivisecciones para demostrar las funciones, por ejemplo, de la médula sobre los órganos respiratorios.
Considera que los lectores de Procedimientos deben estar familiarizados con algunas de sus obras anteriores, especialmente con sus tratados Sobre los huesos y Sobre la disección de los músculos . A fuer de hijo de arquitecto compara los huesos del cuerpo a los muros de las casas por su función sustentante y porque conforman las otras partes. Sugiere que en primer lugar se estudien los huesos, después los músculos, a continuación las arterias, venas y nervios, los órganos de la cavidad craneal, torácica y abdominal, intestinos, tipos de tejido y glándulas. Respecto a los músculos señala la importancia de conocer su lugar de origen y de inserción y las características de sus fibras, si son simples o dobles y en qué dirección van.
De esta obra se han conservado en griego sólo sus ocho primeros libros y los cinco primeros capítulos del noveno. De aquí hasta el final lo conocemos gracias a la traducción árabe de Hubaish (s. IX ), discípulo de Hunain Ibn Ishaq, que lo había traducido al siríaco, pero cuya traducción no nos ha llegado. Para resumir el contenido de los últimos libros, me he servido de la traducción italiana de Garofalo. Me he extendido un poco más en ellos para que el lector se pueda hacer una idea cabal de la magnitud de esta obra anatómica, sobre la que Laín dice que todo lo anterior fue prólogo, y que «galénica fue en sus líneas generales y en la mayor parte de sus saberes concretos la ciencia anatómica y fisiológica de los bizantinos, los árabes y los cristianos medievales de Occidente» 10 .
En el libro I, además de estas reflexiones de carácter general y explicar su itinerario en los estudios de anatomía, hace su propuesta de cómo proceder en la disección de los músculos del antebrazo, de la mano y del brazo. Por primera vez se hace aquí mención de músculos que habían pasado desapercibidos a otros anatomistas como eran el platisma mioide, el panículo carnoso o los interóseos y lumbricales de las manos.
También en el libro II, en el que se muestra la disección del muslo, la pierna y el pie, se mencionan músculos detectados por primera vez como son los lumbricales, interóseos y plantares del pie o el poplíteo de detrás de la rodilla. Galeno justifica el orden de disección, porque le parecería absurdo explicar los ventrículos del corazón a quienes no saben sacar una punta de flecha de un brazo. Hace interesantes observaciones sobre el músculo semimembranoso. Estima que se debe comenzar a aprender por lo más superficial y sencillo para estudiar luego lo más interno y complejo. Insiste en la práctica habitual de las disecciones y censura a sofistas, empíricos y dogmáticos, que especulan y sentados «en lo alto de una cátedra» hablan a sus discípulos sin conocer ellos las partes mencionadas del animal. Alaba, en cambio, a Marino y su obra de anatomía, que Galeno resumió y quiso completar y corregir en aras de una mayor claridad y precisión. Se plantea también los diferentes objetivos que puede tener el estudio de la anatomía. Para el médico óptimo, dice, la fisioanatomía debe estar al servicio del diagnóstico y del hábil manejo de la cirugía en aras de una correcta curación.
En el libro III argumenta el interés que tiene conocer bien la anatomía de las articulaciones, los huesos, ligamentos, músculos, arterias, venas y nervios que las constituyen. Explica mediante prácticas de disección los músculos de las articulaciones de las extremidades superiores e inferiores, los vasos por los que son regados y los nervios que los enervan, y explica algunos casos en los que por desconocimiento del recorrido del sistema nervioso se ha dejado sin sensibilidad dedos de pies o de manos o se ha contribuido a la pérdida de su movimiento o no se ha conseguido curar ciertas dolencias, por ejemplo, de los dedos de una mano, por desconocimiento del origen de los nervios que los enervan. También Galeno encarece la importancia de la precisión en este tipo de disecciones y de la práctica continua en simios para saber sin dudas y con rapidez cómo hay que actuar cuando llegue el caso de proceder en un cuerpo humano. Y advierte que se debe poner especial cuidado en no dañar ni vasos ni nervios subcutáneos. La práctica, vuelve a repetir aquí, nos familiariza con cada una de las partes del cuerpo y las compara con los hermanos mellizos, que son difíciles de distinguir para los que no los tratan habitualmente pero que sus allegados, en cambio, los conocen perfectamente. Describe en este libro con precisión la vena humeral o cefálica y la axilar o basílica del brazo, que se unen en el codo con las superficiales, y la gran arteria aorta, así como la braquial y cubital del antebrazo. Describe, asimismo, músculos, vasos y nervios de la mano, del muslo, de la pierna y del pie.
En el libro IV justifica el haber empezado las disecciones por las extremidades, primero las superiores y luego las inferiores, por ser estas partes las que, de alguna manera, identifican al hombre frente a los animales. También expone que su presentación de las partes del cuerpo va a ser fundamentalmente descriptiva y basada en una rigurosa observación y que su finalidad es la medicina, por lo que va a prestar especial atención a las partes más superficiales, por cuanto que son éstas las que con mayor frecuencia tratan la mayoría de los médicos en sus consultas. Comienza este libro por describir y diseccionar los músculos de la cubierta osteomuscular de la cabeza, esto es, del cráneo y la cara. Detecta esa ancha aponeurosis (plátysma) que en los simios une el músculo occipital y el frontal, y hace observar en la cara la forma, situación y función de los maseteros, los temporales y el zigomático describiendo los cinco tipos de movimiento que pueden generar en la boca. Precisa la forma de proceder en la disección de estos músculos y aconseja para tal fin ahogar en agua a los simios para no dañarles los órganos del cuello y recomienda usar animales delgados por su vejez, pues tienen pocas carnes y secas y así su falta de grasa permite el mejor reconocimiento de los nervios y los vasos. Enseña cómo aislar los nervios, de forma que no se les dañe y se pueda estudiar cuál es su acción. También se ocupa de la acción de los temporales, maseteros y pterigoides en las mejillas y en la mandíbula inferior y de los nervios que los enervan. Afirma que Lico no conoció los pterigoides. Escribe sobre cómo se mueven las aletas de la nariz y explica cuáles son los músculos que ponen en funcionamiento al ojo. La disección se puede hacer extrayendo el ojo del animal. Después de hacer mención del músculo frontal y remitir al tratado Sobre la función de las partes , en el que lo ha estudiado con detalle, pasa a ocuparse de los músculos que unen la cabeza con el cuello y con las clavículas y las escápulas. Comienza por el trapecio y sigue por los romboides y los esplenios, cuya localización describe fijándose en su origen e inserción y en la dirección de sus fibras, explica su acción y enseña cómo hacer la disección. Son de interés las razones con las que argumenta que la naturaleza creó el trapecio a causa de la escápula, cuyos movimientos dirige, y la crítica que hace a Lico que pensaba que los movimientos de la cabeza dependían del trapecio y confundía los romboides con los espinosos. Describe a continuación los dos pares de rectos dorsales, mayor y menor, e igualmente los oblicuos dorsales. Es mérito de Galeno haber sabido detectar los músculos del triángulo occipital y el haberse dado cuenta correctamente de su acción, que genera rotación lateral si del par se contrae uno sólo o extensión de la cabeza hacia atrás si se contraen ambos. Galeno dice que estos músculos les habían pasado inadvertidos a los anatomistas anteriores a excepción del oblicuo menor. A continuación explica los músculos que flexionan la cabeza y la unen al esternón y a la clavícula, como es el esternocleidomastoideo, y después los romboides, una de cuyas acciones es mover la escápula hacia atrás, el atlantoescapular anterior, que es propio de los simios, y el omohioideo, una de cuyas acciones es también la flexión de la cabeza sobre el cuello y el tórax.
Continúa el libro V con la descripción y disección de los músculos del tórax, comenzando por los músculos que mueven las escápulas, para cuya disección recomienda que se use el escalpelo con forma de hoja de mirto. Conoce Galeno la importancia de todos los músculos del tórax para la respiración. Habla primero del panículo carnoso, que existe en los simios pero no en el hombre, y pasa después a los músculos de la articulación escapulohumeral, pectorales mayores, dorsales anchos, deltoides y redondos y a continuación a los de la articulación escapulotorácica, que une la escápula con las costillas, serrato mayor, subclavio, pectoral menor, infraespinoso y supraespinoso, y también el bíceps braquial y los escalenos. Trata después los intercostales, cuya naturaleza comprendió Galeno por primera vez, según él mismo dice, al observar la dirección oblicua de sus fibras, que son dobles y que la oblicuidad de las fibras de los internos y de los externos va en sentido contrario. A continuación pasa a describir el diafragma, que si bien Platón consideró que separaba la zona concupiscible de la irascible, Galeno lo considera el músculo más útil al hombre por su acción en la respiración. Para observar mejor el diafragma propone la disección de los ocho pares de músculos abdominales (oblicuos externos e internos, rectos y transversos), cuyo procedimiento pasa a explicar. Y al estudiar los transversos explica la relación en que están con el peritoneo y la naturaleza de éste. Finalmente se tratan los músculos que están debajo del esófago, como son los del psoas, que opone a los del cuello, en tanto que éstos flexionaban la parte superior de la columna y aquéllos la lumbar y parte de la dorsal, y también los espinosos, especialmente los de la zona lumbar. Comenta también en este libro que suele diseccionar las partes internas del simio (hígado, bazo, riñones, vejiga, estómago e intestinos, y si era hembra también el útero) el mismo día que lo ahoga, para que los órganos no entren en putrefacción y al día siguiente todos los demás músculos de acuerdo con el orden que se propone en este tratado.
Dedica el libro VI a los órganos de la nutrición, que divide en tres tipos, los encargados de recibir, elaborar y poner el alimento en movimiento por todo el cuerpo, como el estómago, los vasos y el hígado, los que reciben los residuos y los purifican, como la vesícula, los conductos biliares, el bazo, los intestinos, los uréteres y el riñón, y el tercer tipo es el encargado de la excreción de los residuos. En primer lugar trata del estómago, diferente según las necesidades y modo de vida de cada animal. Describe también el llamado «omento», el peritoneo y el mesenterio y explica cómo desollarlos. Dice que los órganos internos como el estómago, el hígado, el bazo, los riñones o la vejiga es mejor extraerlos del cuerpo para examinarlos con más precisión. Transmite sus experiencias sobre la disección del hígado en un elefante y explica que ni la forma del hígado ni su número de lóbulos son iguales en todos los animales. Cita hasta tres veces a Herófilo en sus reflexiones sobre el hígado y lo vuelve a citar en su explicación sobre la naturaleza del intestino. Respecto al hígado señala que sus «puertas» son el mayor orificio venoso que hay en los animales sanguíneos, habla de los vasos que lo riegan y de los nervios que lo enervan. Desde el hígado le llega una vena al bazo que se ramifica hacia el estómago y al omento. Afirma que el bazo es muy negro en el león, en el perro y en los animales fuertes y calientes en tanto que es más blanco en el cerdo y en los animales húmedos y fríos. Después hace la descripción de los riñones y de la forma de proceder en su disección. Dice que en todos los animales el derecho está situado más arriba que el izquierdo pero, aunque esto es cierto en los simios, en el hombre es al contrario. Habla también de los uréteres, y por último de los músculos abdominales, responsables de la excreción de los residuos, de los anales que cierran el final del conducto y del esfínter.
Los órganos de la respiración los aborda en el libro VII e incluye en ellos el pulmón, el corazón y el tórax, además de la arteria aorta y los bronquios. Describe cómo estos órganos están revestidos por una membrana, la pleura, que realiza una función similar a la del peritoneo respecto a los órganos de la nutrición, habla de las membranas mediastínicas y del pericardio y ofrece las instrucciones pertinentes para su disección. Critica la teoría de la escuela de Erasístrato de que las arterias llevan aire y no sangre y hace algunas precisiones en torno a la nomenclatura de arterias y venas, diferenciando las primeras de las segundas, porque en las arterias pueden percibirse las pulsaciones y tienen dos túnicas, una interna y otra externa, mientras que las venas sólo tienen una. Habla también de la vena cava, de las coronarias y del denominado «hueso del corazón» y demuestra cómo mediante la extracción del corazón se puede conocer mejor su configuración y su naturaleza, por supuesto, muy diferente a la de los músculos, como también lo prueba su diferente acción. Continúa con algunas precisiones sobre los lóbulos del pulmón.
El libro VIII aborda el estudio de la estructura del tórax y de su disección. Son especialmente interesantes las observaciones sobre los músculos que lo mueven y que posibilitan la acción respiratoria, pues se da cuenta de que no sólo el diafragma causa el movimiento del tórax, como se creía, sino también los músculos intercostales, los romboides, los serratos y los escalenos, y otros más pequeños como los interespinosos, los intertransversos, los multífidos y los rotadores largos y cortos, todos ellos contribuyen a la dilatación y contracción del tórax. La acción única del diafragma no explicaría cómo emitimos un soplo continuado de aire ni la emisión de sonidos. Nos remite para sus descubrimientos al tratado Sobre las causas de la respiración , en el que explicaba la naturaleza y enervación de todos los músculos que mueven el tórax, con especial atención a los intercostales y su doble serie de fibras. Enseña cómo se deben diseccionar estos músculos, de modo que al cortar las fibras externas no se dañen las internas, o al cortar las internas no se dañe la membrana que reviste las costillas. Explica, y ésta es una observación que hasta entonces no se había hecho, que cuando se cortan ambos tipos de fibras, no es posible la emisión de aire y se pierde, por tanto, la voz, y que si se cortan los nervios próximos a la médula, la acción de estos músculos se anula aunque estén ilesas sus fibras. Demuestra también varios procedimientos de cómo se puede paralizar la acción de los intercostales, ya sea cortando la médula, los músculos, extirpando las costillas o, por ejemplo, anudando cerca de la médula el nervio que los enerva, con lo que el animal pierde la voz, pero la recupera en cuanto se desanudan esos nervios. También si se lesionan los nervios que pasan junto a las arterias carótidas, el animal no puede emitir su sonido natural sino sólo una especie de bronco ronquido. Esta lesión afecta, además de a los intercostales, a los abdominales y a los músculos de las piernas, del ano, del pene y de la vejiga. Hace también interesantes observaciones sobre los músculos que mueven las diferentes partes del tórax en los diferentes tipos de respiración y demuestra cómo al cortar sus cabezas se anula su acción. También la acción del diafragma se anula si se lesiona o se corta el origen de sus nervios, que se sitúa en la médula cervical. Ilustra, por último, sobre los efectos de los cortes en la médula espinal, y sobre la situación del pulmón respecto al tórax y al diafragma.
El libro IX, el último, hasta el capítulo 5, conservado en griego, se ocupa de la disección del cerebro y de la médula espinal. La disección del animal muerto muestra la forma de las partes, su número, su sustancia, su forma y estructura en tanto que la vivisección nos muestra la acción y función de las partes. Para el primer tipo de disección recomienda comprar un cerebro de buey, de los que venden en las carnicerías. En la disección del cerebro tiene siempre presentes los trabajos de Herófilo sobre el cerebro humano que va citando. Galeno comienza por la descripción de las dos membranas o meninges que envuelven el cerebro y sigue con los surcos venosos que lo irrigan, se hace eco de la denominada «prensa de Herófilo» y de las venas que a partir de ahí se ramifican, y enseña cómo diseccionar estas partes y con qué tipo de instrumental. Muestra a continuación el cuerpo calloso, los ventrículos laterales o anteriores con sus tabiques y pliegues corioideos, y la glándula pineal. Siguen la disección del tercer ventrículo, situado entre los dos anteriores, y del cuarto, algo detrás, y la descripción de las partes que los componen. Alude también a los tubérculos cuadrigéminos, a la epífisis vermiforme y a lo que Herófilo llamó calamus scriptorius . Aquí termina la versión griega de Procedimientos , cuya traducción se ofrece en este volumen. Describe a continuación la relación entre el cuarto ventrículo y el cerebro, los conductos evacuadores de los ventrículos anteriores y del tercer ventrículo y su relación con la nariz. Estudia, asimismo, el chiasma óptico, la glándula pituitaria y los nervios del cráneo: nervio óptico, motor ocular común, raíz sensitiva del trigémino, raíz motora del trigémino, facial y acústico, el glosofaríngeo, espinal accesorio y vago. Hace después una disección de un simio de cabeza redonda, por ser el más semejante al hombre, al que abre por la sutura media del cerebro, para demostrar que el espacio del cráneo le queda pequeño al cerebro, y finalmente describe vivisecciones sobre cerdos y cabras, en las que, entre otras cosas, explica las consecuencias que tienen en el animal los cortes en la médula a diferentes niveles. También da indicaciones sobre el instrumental más adecuado para cada caso.
En el libro X se trabaja en la disección de la cara y se estudia en primer lugar el ojo, cuya disección se puede hacer in situ o una vez extraído, sobre un animal muerto o uno vivo. Se describe sobre un simio decrépito la disección del nervio óptico, cuyo corte provoca la ceguera, también el bulbo ocular, el retractor bulbi y el motor ocular común, cuya lesión provoca inmovilidad en el ojo. Mientras el ojo permanece unido al cráneo es fácil observar la arteria y las venas que lo recorren así como los músculos que lo rodean, los rectos y los oblicuos. Galeno considera las túnicas de los ojos continuación del periosteo craneal y de las meninges cerebrales. Se ocupa de la córnea, la úvea y la aracnoides, y a continuación de las pestañas. Estudia además la retina, el cristalino, el humor vítreo, y los párpados. En los párpados descubrió el músculo elevador del superior, en el que los anatomistas anteriores no habían reparado, lo que le llevó a operar correctamente los quistes de los párpados y a ofrecer indicaciones muy precisas en torno a ello. Observa, asimismo, las glándulas y los conductos lacrimales. Estudia también los músculos de la cara, de las mandíbulas, de las mejillas, de la lengua, de la laringe y la túnica de la cavidad oral, la de la tráquea y la del esófago, que tiene dos y se afirma en esta obra que la deglución es obra de la túnica interna de fibras verticales. Hace al final de este capítulo algunas reflexiones sobre los nombres en la anatomía y afirma que el objeto de su uso es enseñar a aquellos a quienes se habla lo más claramente posible aquello sobre lo que se habla.
En el libro XI Galeno nos informa del incendio que destruyó el Templo de la Paz, en el que se perdieron muchas de sus obras, que se guardaban en él, entre otras, los once primeros libros de los Procedimientos , de los que algunos los reconstruyó con facilidad a partir de las copias que habían hecho ya sus alumnos, pero el undécimo lo volvió a reescribir. En él se ocupa ampliamente de la laringe, que como órgano fonador despertaba en él gran interés. Describe, además del procedimiento para diseccionarla, su forma, su situación, los tres cartílagos que la constituyen y sus cuatro articulaciones, los músculos que la mueven con sus vasos y nervios, procedentes del vago, las partes que le son anejas, y su relación con el esófago y la lengua. Explica de nuevo el experimento del nervio recurrente y su relación con la voz y en una disección sobre un simio describe el hueso hioides del cartílago tiroides y en otra sobre un cerdo explica con detalle el hueso hioides, los músculos propios de la laringe y los que son comunes a ella y a las partes vecinas, y cómo cada una de las partes contribuye en la generación de la voz. Explica también las funciones de la lengua y cómo diseccionarla y viviseccionarla para conocer mejor los músculos, vasos y nervios que la constituyen.
El libro XII lo dedica a los órganos de reproducción, femeninos y masculinos. Muestra la disección de un útero de cabra, primero vacío y luego grávido. Para diseccionar este último recomienda introducir una caña de metal y soplar para separar las partes y poder examinarlas mejor. Explica con detalle la precisión con que se debe practicar la disección para no dañar al feto y hace observar su respiración, cómo las venas y arterias del feto están en sínfísis con las de la madre mediante la unión entre éstas y las venas y arterias del corion, así como el movimiento de sus piernas. Para el estudio de los órganos reproductores del hombre recomienda diseccionar o bien un simio por razones de similitud o bien un macho cabrío, un toro, un caballo o un asno, pues al tener órganos reproductores de gran tamaño se pueden apreciar mejor las partes que forman los testículos, especialmente el recorrido de venas, arterias, nervios, conductos y membranas que los envuelven, así como la estructura del pene, en cuya disección explica el músculo bulbocavernoso, los isquiocavernosos, y las venas, arterias y nervios que le llegan de la región del sacro.
El libro XIII versa sobre la anatomía del sistema conectivo, en concreto sobre la anatomía de arterias y venas, a excepción de las de las articulaciones que fueron tratadas en el libro tercero, con lo que quiere completar los estudios sobre los vasos realizados por Erasístrato y Herófilo. Aclara que su objetivo es que incluso alguien que no haya hecho nunca una disección, después de la lectura de su tratado, sea capaz de encontrarlas todas. Comienza por la disección de la cavidad abdominal, que va explicando con una extrema claridad pedagógica, para mostrar en primer lugar las venas del sistema portal del hígado, la gran vena porta y la pequeña arteria hepática que la acompaña; procede luego a desollar el páncreas para ver las ramificaciones venosas, procedentes de la gran vena, que van a la zona gastroepiploica y las que se ramifican por los intestinos, y muestra cómo son ramificaciones de la vena porta las venas que se insertan en el estómago, en el bazo y en el omento. Habla a continuación de la vena coronaria estomáquica y de la gástrica derecha, de la esplénica, de las pancreáticas y de la que llega al bazo; de la gastroepiploica derecha, que desde el bazo remonta al estómago, de las mesentéricas y de la gastroepiploica izquierda. Pasa después a describir las que van a los intestinos, las mesentéricas. En el hígado, de la vena porta sale una vena a cada lóbulo, que allí se ramifica. Muestra también las ramificaciones que desde la cava inferior se dirigen una al diafragma y otra a los riñones, y cómo de la que va al riñón izquierdo, se ramifica otra vena que va al testículo izquierdo y el derecho lo riega otra vena que se ramifica de la cava. También con origen en esta vena, después de los riñones, hay otra ramificación que va a las lumbares y desde allí se ramifica hasta las ingles y sigue hasta los órganos reproductores y explica su unión en la mujer con las venas mamarias mediante las epigástricas internas y externas. Centra después su atención en las venas de la cavidad torácica y, tras precisa disección del tórax, muestra cómo la vena cava al traspasar el diafragma se convierte en una especie de membrana que forma parte de la mediastínica. Habla de las venas coronarias que coronan el corazón, de las intercostales y de la azygos, que son las que recorren longitudinalmente el tórax y de las que se ramifican las intercostales y las que irrigan los músculos espinosos. Siguiendo el curso de la vena cava, ahora llega a su zona superior, y propone Galeno levantar la clavícula para ver las venas que se encuentran ahí y estudia la yugular interna y sus ramificaciones y la anónima, todas ellas con origen en la vena cava y que llegan a las vértebras. Se atiende también a las mamarias, que se originan en la parte anterior de la vena cava y en su recorrido se comunican con los órganos de la generación, a la yugular externa y su recorrido por el cuello y a la cefálica que se ramifica por el brazo, y, asimismo, a la vena de la lengua, que se origina en la yugular interna y a las membranas cerebrales cuya irrigación compete a ramificaciones de la yugular interna y también de ella sale una vena que se sitúa entre la primera vértebra y la cabeza y se une a la que procede de la médula, que se sitúa en la parte posterior del cerebro, y en general a las venas de la cara. Aborda después el estudio de las arterias, comenzando también por las de la cavidad abdominal y se fija principalmente en las mesentéricas, en la aorta descendente, en las intercostales, en las suprarrenales y renales y en las umbilicales. Entre las de la cavidad torácica cita la aorta descendente, la del tronco braquiocefálico, las carótidas, las vertebrales y las del feto. Así como las venas proceden del hígado, las arterias nacen del corazón. Del corazón nace, en efecto, una gran arteria, que pronto se divide en dos, coronaria izquierda y coronaria derecha, la izquierda, a su vez, se subdividirá en la aorta descendente y la ascendente; una parte, el tronco braquioencefálico, de la ascendente llega a la clavícula y a la garganta, y otra, arteria subclavia izquierda, se dirige a la axila con sus correspondientes ramificaciones. Habla también de las arterias vertebrales y de las que van al feto, y dedica la última parte a las venas que no van acompañadas de arterias y viceversa.
En el libro XIV Galeno se ocupa del estudio de los nervios que nacen del cerebro y de la médula espinal, y cuyo estudio ofrece especiales dificultades en las disecciones. Presenta ocho pares de nervios. Dado que no considera los nervios olfatorios como tales, porque su sustancia es menos compacta que la de otros nervios de esta región, comienza por los nervios ópticos, menciona el chiasma , descubre la arteria oftálmica y la terminación del nervio como retina. Continúa por los nervios motores oculares comunes, cuyo recorrido describe detenidamente. Pasa después al tercer par, que lo constituyen las raíces sensoriales del trigémino y describe cómo se sumergen en lo profundo de la duramadre para llegar hasta la parte anterior de la cabeza. Para Galeno, el cuarto par de nervios craneales lo constituyen las raíces motoras del trigémino, que pronto se unirá con el tercero, y generarán tres ramificaciones, la oftálmica, la maxilar superior y la maxilar inferior. El quinto par lo constituye el nervio auriculotemporal y el facial, que Galeno se plantea si se deben considerar dos pares o uno solo, pero como Marino vio en ellos una unidad, opta por seguir al maestro. El sexto par vendría constituido por el glosofaríngeo, el vago y el recurrente, considerados unitariamente por estar envueltos en una misma túnica y salir por un mismo orificio (el yugular). El séptimo lo constituye el hipogloso, más duro que otros nervios que lo tocan. El octavo par sería para Galeno el tronco simpático, que, a diferencia de sus predecesores, quienes lo habían considerado una ramificación del sexto par, Galeno lo considera nervio independiente, pues no pasa por el orificio yugular, como el sexto, sino por el de la carótida. Hace detalladas descripciones del curso de cada par de nervios, de su origen y ramificaciones, de cómo se entrecruzan, y explica qué músculos enervan, y dedica un amplio espacio al curso y ramos del simpático. Explica también las diferencias entre la disección y la vivisección y sus procedimientos. Describe detalladamente la disección de los músculos de la laringe y del nervio recurrente, para explicar su observación de la relación de este nervio con la emisión de aire y con la voz, y avanza las posibilidades que ofrecen los distintos procedimientos de forma mucho más precisa aquí que en escritos anteriores. Galeno anima a sus oyentes a repetir muchas veces un experimento hasta que lo vean claro.
El libro XV y último lo dedica a los nervios espinales o raquídeos, que se originan en la médula espinal a diferencia de los craneales, que se originan en el cerebro, pero aclara que la sustancia de la médula espinal es igual que la del cerebro. Comienza por los ocho pares de nervios que enervan los músculos que articulan la cabeza con el cuello, esto es, por el ramo cervical dorsal y anterior, y explica cómo los espinales se unen a los craneales por seguridad y protección. Explica de qué vértebra sale cada par de nervios espinales, uno a la izquierda y otro a la derecha de la espina dorsal, su recorrido, ramificaciones, qué músculos enervan y cómo los ramos anteriores se anastomosan, formando complejos plexos, de los que se encuentran tres a cada lado, el cervical, el braquial y el lumbosacro. Después de los nervios cervicales estudia los doce pares torácicos, sus ramificaciones intercostales y el plexo braquial. Describe los nervios frénicos y pasa a continuación a diseccionar los que parten de las cinco lumbares y del sacro. Señala que, mientras el simio tiene siete lumbares, en el hombre hay sólo cinco, por lo que son más grandes, y aclara que la similitud del simio con el hombre tiene su punto de coincidencia en la vigésima vértebra del hombre con la vigésimosegunda del simio, a partir de donde vuelven a coincidir en su estructura espinal. De las vértebras lumbares salen los nervios que van a las últimas costillas, a la zona abdominal y a las piernas. Al final del libro Galeno expresa su voluntad de escribir otro tratado para explicar la inserción de los nervios en todos los músculos del cuerpo y para estudiar también todas las otras partes que de una forma u otra estén en relación con los nervios. No sabemos si escribió este libro. De cualquier modo no nos ha llegado.