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4. Los «Procedimientos anatómicos» y la tradición anatómica en España

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A pesar de todo lo dicho, de las obras de contenido anatómico que escribió Galeno, la que peor suerte corrió fue Procedimientos , sobre todo, si se compara con Sobre la función de las partes , que fue bien conocida en el mundo bizantino. A Occidente Procedimientos llegó con un retraso mayor que otras obras de Galeno y que el legado de la literatura griega. El original griego de los siete últimos libros debió de perderse relativamente pronto. A pesar de que la España medieval, gracias a las escuelas de traductores, no quedó al margen de la recepción médica griega, como lo demuestra el conocimiento de Galeno del que hizo gala Arnau de Vilanova (1238-1311), quien tanto contribuyó al galenismo latino medieval 22 , los Procedimientos anatómicos no fueron traducidos. De hecho, esta obra no empezó a traducirse en Europa hasta el Renacimiento. La versión árabe de los siete últimos libros fue publicada por primera vez por M. Simon en 1906 junto con una traducción al alemán (cf. infra) . No hay que olvidar el importante papel del Islam en la recepción de la medicina de Galeno y en su difusión 23 .

La versión griega de Procedimientos llega a Occidente hacia 1500 y será publicada por primera vez en 1525 por Aldo. La gran difusión del galenismo en Occidente vendrá, en efecto, con el Renacimiento. En el siglo XVI los médicos humanistas van a hacer posible el conocimiento de las obras originales de Galeno y del Corpus Hippocraticum . Es la época de Leoniceno, Laurenziano, Linacre, Copp, Fuchs, Cornario o Caius en el humanismo europeo.

La edición aldina será la plataforma del resurgir de los Procedimientos galénicos que habría de darse en el Renacimiento, cuyos precursores iban a ser Ch. Estienne y Günter von Andernach, maestros de Andreas Vesalio. Vesalio estudió a fondo los Procedimientos anatómicos y conoció bien los comentarios sobre ellos de su maestro, lo que constituyó el comienzo de su formación anatómica, que daría lugar a la composición de su obra De humani corporis fabrica libri septem , publicada en 1543, con la que la anatomía galénica era superada, al servirse Vesalio en sus disecciones de cadáveres humanos, lo que le permitió corregir muchos errores que procedían de las disecciones en animales de Galeno. En ese mismo año Copérnico describía el sistema heliocéntrico. Pero antes de la publicación de la Fabrica de Vesalio, Andrés Laguna ya había publicado su Anatomica methodus (París, 1535), en la que también introducía correcciones a la anatomía galénica en la que se inspiraba, consecuencia de su observación en cadáveres humanos.

Amigo y condiscípulo de Vesalio en la Universidad de París fue nuestro Miguel Servet, quien en Lyon se cambió su nombre por el de Michel de Villeneuve. De él escribió uno de sus maestros, el reputado anatomista Günter von Andernach: «... Miguel Vilanovano, varón en todo género de letras eminente y a nadie inferior en la ciencia de Galeno». Servet, buen conocedor del griego, del latín y del hebreo, pudo leer a los médicos griegos en su lengua original, se declaró gran admirador de Hipócrates y de Galeno, y criticó las traducciones que habían hecho de él algunos médicos árabes. En la época de su estancia en Viena (1541-1553), invitado por el arzobispo Paulmier, que había sido discípulo suyo cuando impartía anatomía en la Universidad de París, escribió un tratado teológico De christianismi restitutione , en el que expuso su teoría sobre la circulación menor, tratado del que se sirvió Calvino para llevarlo ante la Inquisición. A pesar de no haber sido los Procedimientos anatómicos la obra ni más editada ni más traducida de Galeno, el conocimiento que de ella tuvo G. von Andernach e ilustres discípulos como Vesalio y Servet constituyó el punto de arranque para establecer los fundamentos de la moderna anatomía.

En Aragón, Fernando el Católico autoriza en 1444 la disección de cadáveres humanos en Zaragoza y Juan II concedió en 1477 este privilegio al gremio de cirujanos de Valencia, y es precisamente en la Universidad de Valencia donde se crea la primera cátedra de anatomía en 1501 y se ordena que esta enseñanza sea dispensada con el De usu partium de Galeno. Con la reforma de Pedro Jaime Esteve, cuando tomó posesión de su cátedra en 1545, se introduce como obligatoria la lectura de la obra galénica De anatomicis administrationibus (Sobre los procedimientos anatómicos ) y la práctica de las disecciones en cadáveres humanos. Fue este médico el que introdujo el estudio del griego en la Universidad de Valencia. Sus sucesores, Pedro Jimeno, que había sido discípulo de Vesalio en Padua, y Luis Collado introducirían años más tarde la obra de Vesalio en la enseñanza de la anatomía 24 . De Jimeno escribe J. B. Peset 25 «que disecó muchos cadáveres en compañía de Vesalio» y que «había publicado ya en Valencia en 1549 sus Diálogos de Anatomía , que admiten el parangón de sus clásicos franceses». Jimeno fue, según Peset, el descubridor del hueso estribo del oído, aunque este hallazgo se lo disputan otros anatomistas. Los estudios de Jimeno y de Juan Calvo sobre el corazón y la circulación también ponen las bases para el gran descubrimiento de Harvey. Juan Valverde, que estudió anatomía también en Padua, escribió Historia de la composición del cuerpo humano (Roma, 1556), obra que mereció en sus días el elogio del propio Vesalio y en los nuestros el de Laín por su capacidad de crear términos técnicos de anatomía a partir de «los vocablos más vulgares de la lengua vulgar» 26 . Estos anatomistas de la escuela valenciana, además de Gómez Pereira y Jaime Segarra, fueron partidarios de un galenismo renovador en la línea vesaliana. Con ellos entró Vesalio en la anatomía española. Vesalio también estuvo algún tiempo en España como médico de Carlos V y cirujano de la corte de Felipe II, pero tuvo problemas con la Inquisición.

Los estudiantes de la Universidad de Alcalá de Henares solicitaron en 1534 que se les impartiera la enseñanza de anatomía. Catedrático de anatomía de Alcalá fue Pedro Jimeno, de quien dice Francisco Valles que «había venido de Valencia a Alcalá para explicar el arte de disecar en el que estaba muy impuesto» 27 . Sabemos por las constituciones de la Universidad de Alcalá de Henares de 1513, publicadas en 1517, que era preceptivo que los dos catedráticos de medicina explicaran alternativamente a Avicena e Hipócrates y a Galeno 28 , siguiendo la tradición de las universidades medievales. Pero cuando en 1538 ocupó la cátedra de prima Juan Reinoso, amigo personal de Andrés Laguna y discípulo de Leoniceno, se promocionó aún más el estudio de los médicos griegos en su lengua original en detrimento del avicenismo. Destacaron como ilustres anatomistas en la Universidad de Alcalá Antonio de Cartagena, Cristóbal de Vega, Fernando Mena, Pedro García Carrero y Francisco Valles. Éste solía aconsejar que para interpretar los datos que una información clínica no esclareciera se debía acudir a la autopsia, sentando así las bases de la anatomía patológica. Estos anatomistas, como también Juan Bravo de Piedrahíta y Luis Mercado, se mantuvieron fieles al estudio y comentario directo y muy ajustado de los textos griegos de Galeno prescindiendo de los comentarios árabes. No obstante, ninguno de los grandes maestros alcalaínos del siglo XVI , que tantas obras de Galeno tradujeron y comentaron, se ocupó de publicar la traducción de los Procedimientos anatómicos .

También en las Universidades de Salamanca, Barcelona y Zaragoza, en las que se van dotando cátedras de anatomía, es obligada la lectura y comentario de la obra anatómica de Galeno, y en ellas se va a imponer el estudio de los tratados de Galeno en sus textos griegos siguiendo la tradición de Vesalio. El conocimiento de la anatomía humana mediante disecciones adquirió tal prestigio que cuando Lorenzo Alderete en 1550 tuvo que defender la creación de la cátedra de anatomía en la reunión del claustro de la Universidad de Salamanca, argumentó con las ideas que defendía Galeno, apeló a su autoridad y recordó «cómo Galeno y otros escriven ser muy necesaria ver la anatomía por vista de ojos para saber conocer las enfermedades e curarlas» 29 .

La Universidad de Valladolid, en la que en 1550 se dotó la cátedra de anatomía, va a ser la única en la que se va a mantener la fidelidad al galenismo arabizado. En ella dictó un curso Alfonso Rodríguez de Guevara, quien en su libro de anatomía polemiza con Vesalio. También impartió enseñanza de anatomía en esa Universidad el que fuera médico del rey, Bernardino Montaña de Monserrate, que se mantuvo fiel al espíritu teleológico de Galeno en su obra Libro de la Anothomia del hombre (Valladolid, 1551). Fue éste el primer libro de anatomía que se escribió en lengua castellana 30 . En él Monserrate después de los capítulos dedicados a la anatomía propiamente dicha, en los que demuestra conocer bien la anatomía galénica, mejor Sobre la función de las partes que Procedimientos , hace un comentario de un sueño que le da ocasión para hablar sobre la generación, nacimiento y muerte del hombre y hacer ciertas consideraciones sobre la naturaleza y el espíritu vital.

En el siglo XVII , ha señalado Sánchez Granjel 31 , «los médicos mantenedores de la tradición galénica se enfrentaron en enconadas polémicas con los que en sus escritos y en las últimas décadas de la centuria proclaman sin rebozo su preferencia por las conquistas realizadas por la medicina europea del siglo». Por el deterioro que a principios del XVII se estaba produciendo en las universidades españolas en la formación de los profesionales de la medicina, Felipe III firmó en 1617 una pragmática, que decía así: «... se ha hallado que las causas principales de aver falta de buenos Médicos ha sido el modo que nuevamente se ha tomado... en las lecturas de las Universidades, que es donde ha de venir el principio del bien, o el mal, gastando el tiempo en disputas, i questiones impertinentes, que no importan para el conociminto de las enfermedades, ni sus causas, ni para el pronóstico, i curación de ellas, y no leyendo como antiguamente se usaba la doctrina de Hipócrates, Galeno i Avicena, gastando el tiempo en dictar, i no leer in voce los proprios textos originales, que sabiéndolos los estudiantes de esta facultad, solían ser mui grandes Médicos» y también en esta misma pragmática se lee «que los Cirujanos se examinen... por la doctrina de Hipócrates y Galeno, Guido y otros autores graves de la Facultad» 32 .

En la mayoría de las universidades españolas en medicina el estudio de la anatomía sufrió un notable deterioro, excepción hecha de la de Valencia, que sostuvo e intensificó las prácticas anatómicas y del «Estudi General de Barcelona», cuyos estudiantes acostumbraban a ir a Montpellier a ampliar conocimientos. En la Universidad de Valencia se sigue promoviendo el estudio de la anatomía, como lo indican sus Constituciones (VIII 3-4), en las que leemos: «Lo catedrátic de anatomía llegira de set á huit, segons es costum, y será obligat á llegir tota la historia de totes les parts del nostre cos comensant de la materia de ossibus , y apres les parts que están en les tres cavitats: apres de musculis, nervis, venis et arteris , llegint solament la historia, que es propia de la anatomía, deixant la esplicasió y disputa de aquelles pera el catedratic de práctica» 33 y García en el Proemio de sus Disputationes medicae selectae afirma de Valencia que es Hispaniae sola anathomiae magistra 34 .

L. Sánchez Granjel en su monografía de La medicina española del siglo XVII ha escrito: «Los conocimientos morfológicos que poseyeron los médicos españoles del siglo XVII , y de los que tenemos información por las menciones que de ellos se hacen en textos médicos y quirúrgicos, aprendidos en los libros, no fueron contrastados con la práctica de disecciones y por lo que atañe a la riqueza y precisión del saber, en muchos casos no es superior al conocimiento que de su propia realidad tuvo el hombre culto de la época y que recoge el Diccionario de Sebastián de Covarrubias. Queda dicho que en el Seiscientos no se edita en España ningún tratado de anatomía; quedó inédito el texto De anatomía de Vicente García Salat, no fueron reimpresos los tratados anatómicos españoles del siglo XVI y tampoco fue traducida ninguna de las Anatomías que se publicaron en Europa en el transcurso de la centuria» 35 .

Ante este panorama parece lógico pensar, a pesar de que en 1604 y 1643 se reimprimiera el Epitome omnium Galeni Pergameni operum de Andrés Laguna, que tampoco los Procedimientos anatómicos de Galeno fueron muy conocidos y no tenemos constancia ni de comentarios ni de su traducción. Hay también que considerar que en este siglo se están haciendo en Europa progresos de primer orden en anatomía, como lo son en 1628 el descubrimiento del sistema circulatorio por Harvey, el de los vasos linfáticos por Bartholinus, el del páncreas por Virsung, el de los vasos lácteos por Asellius de Cremona o la estructura de los músculos por Steno 36 , etc., por lo que en el mundo científico la obra de Galeno deja de ser una referencia.

En el siglo XVIII se reaviva el interés por la anatomía. Contribuye a ello el séquito que trajo consigo Felipe V, entre quienes se contaba Florencio Kelli, anatomista formado en París, que fundó el Teatro Anatómico de la Corte, donde hizo demostraciones públicas, a las que incluso asistió el monarca. También Carlos III dispensó ayuda estatal para el progreso de la medicina. Si en el siglo XVII las disecciones se habían considerado irreverentes, en el siglo de las luces el conocimiento de la anatomía se considera inseparable del saber médico. El Padre Feijoo escribe: «Si el arte médico puede lograr algún género de perfección, sólo arribará a él por medio del conocimiento anatómico» y el Padre Antonio José Rodríguez afirma respecto a las disecciones «aunque fuesse el cadáver cosa sagrada, dentro de la esphera que puede serlo, nada se le pierde de respeto religioso, por disecarlo con la decencia y pompa que se haze, y por el justo y honesto motivo de adelantar las ciencias y beneficiar al público» y unas páginas más adelante en su Nuevo aspecto de Theologia Medico-moral (Zaragoza, 1742, pág. 347), sin renunciar a su magisterio moral, declara: «todo confessor estará de aquí adelante obligado a preguntarle al cirujano, si sabe anatomía con la mayor exactitud, según el estado presente; y si la ignora, podrá muy bien negarle la absolución, y diferirla según el caso, hasta que la sepa, o mandarle, que dexe el oficio, si no puede aprenderla» 37 .

La anatomía se dignifica en las universidades y se ponen los medios para que se progrese en su conocimiento. Carlos III, con fecha de 9 de febrero de 1773, firmó una providencia a favor de la Universidad de Salamanca, por la que los administradores del Real Hospicio y Casa de Niños Expósitos debían entregar al catedrático de anatomía «los cadáveres que necesite y pida por medio de esquela firmada, porque hay muchas operaciones que no pueden hacerse sino en cadáveres de niños y jóvenes», y por una real provisión de 1777 este mismo monarca estableció que los escolares de segundo curso de las Facultades de medicina debían «estudiar la fábrica y mecanismo del cuerpo humano, la situación y naturaleza de todas sus partes, que es el asunto propio del catedrático de anatomía, sin la cual no puede saberse ni practicarse la Medicina con el logro de su útilísimo fin» 38 . También se dice que tales enseñanzas deben dispensarse de acuerdo con el saber de los antiguos maestros Hipócrates, Galeno y Vesalio y de los avances logrados en los últimos siglos. Y se establece que las clases de anatomía se han de impartir no sólo en el aula sino también en el teatro anatómico, donde se realizarán vivisecciones de animales y disecciones de cadáveres humanos. En la Universidad de Cervera, fundada en 1717, se estipula que el catedrático realice ante sus estudiantes doce disecciones particulares y seis universales. La última de las disecciones estaba destinada a los órganos fonadores y a las prácticas con el nervio recurrente, sobre el que Galeno había hecho brillantes demostraciones. El corregidor de la ciudad estaba obligado a proporcionar del Hospital todos los cadáveres que la Universidad le solicitara. La Universidad de Valencia se mantuvo puntera en la investigación anatómica y ocuparon la cátedra de anatomía personajes como Vicente Gilabert, Francisco Lloret, Andrés Piquer y Mariano Seguer. A Piquer le cupo en suerte en su oposición a la cátedra disertar una hora sobre el capítulo 3 del libro X del De usu partium de Galeno el 3 de agosto de 1742 y el 7 hacer una disección de corazón 39 . De Piquer dice Peset que mereció «con justicia el nombre de ‘Hipócrates español’» 40 . Progresó también la anatomía gracias a los Colegios de Cirugía que se abrieron en Cádiz, Barcelona y el de San Carlos de Madrid.

Entre las obras anatómicas de la época merecen citarse la de Manuel de Porras, que lleva por título Anatomia Galenico-Moderna (Madrid, 1716) y que quiere «incorporar al saber anatómico tradicional, sin recusarlo totalmente, las indiscutibles y fundamentales conquistas realizadas hasta su tiempo» 41 ; y las Noches Anatómicas (Madrid, 1716) y Anatomía Completa del Hombre (Madrid, 1728) de Martín Martínez. En la última el autor subraya la importancia de la anatomía en la medicina, la califica de saber empírico obtenido por la separación y observación de las partes del cuerpo humano para conocer su «oficio» con el fin de lograr la curación «con acierto» de las enfermedades. Merece también citarse el Compendio anatómico , en cuatro volúmenes, (Madrid, 1750-1752) de Juan de Dios López, de carácter puramente morfológico, que incorpora al saber tradicional las aportaciones de Winslow y Verdié y se ocupa también de explicar la técnica con la que se ha de realizar cada disección.

Muy meritoria fue la labor de Pedro Virgili y su discípulo Antonio Gimbernat en la formación anatómica de los cirujanos favoreciendo la práctica continuada de disecciones en los Reales Colegios de Cirugía. Gimbernat alude a la importancia de la anatomía como guía de las manos y el entendimiento en el arte de la cirugía. Dice así: «La anatomía es la puerta por donde se entra en el vasto y precioso campo de la cirugía; ella es la que conduce y guía por el dilatado e intrincado golfo de nuestra máquina la mano y entendimiento del cirujano, y así, bien instruidos vosotros en esta tan importante materia, conoceréis perfectamente la verdadera situación, dirección, profundidad y conexión de las partes de nuestro cuerpo» 42 . Su aportación más importante, fruto de su práctica y habilidad en las disecciones, fue la técnica ideada para la operación de la hernia crural, que mereció el elogio del ilustrísimo cirujano J. Hunter. En la primera Junta Literaria celebrada en el Colegio de San Carlos el 9 de octubre de 1788 se mostraba no menos orgulloso de su hallazgo anatómico que Galeno de los suyos y sus palabras nos evocan las del pergameno: «esta parte del cuerpo humano, sin embargo de ser tan notable, ha sido poco examinada y menos conocida de los anatómicos, hasta que yo la demostré por la primera vez en el año de 1768, que fue uno de los del curso público que enseñé en Barcelona... Ello es certísimo, que sin tener un perfecto conocimiento de esta parte, es imposible operar con seguridad y acierto; además de que tengo por indubitable que el sólo haberse ignorado la verdadera estructura de ella ha sido el motivo de tanta variedad de métodos peligrosos, y que por esta razón la cirugía no ha hecho progreso alguno de la curación de esta enfermedad» 43 .

El jesuita Lorenzo Hervás y Panduro escribió El Hombre Físico o Anatomía humana físico-filosófica (Madrid, 1800), en la que dedica el capítulo tercero del primer tratado (págs. 74-132) a la morfología del cuerpo humano. Jaime Bonells e Ignacio Lacaba escribieron un Curso completo de Anatomía del cuerpo humano (Madrid, 1796-1800) en cinco tomos, en el que se dedica un capítulo a la anatomía práctica, esto es, a los procedimientos a seguir para la correcta realización de las disecciones. Ignacio Lacaba en colaboración con Isidoro de Isaura publicó el primer atlas de la cabeza en el primer fascículo de un Prontuario anatómico-teórico-práctico del cuerpo humano (Madrid, 1799). En opinión de Sánchez Granjel 44 estaban en lo cierto Bonells y Lacaba cuando enjuiciaban su obra con estas palabras: «creemos poder decir sin presunción que el curso elemental de anatomía que presentamos al público no sólo es muy superior a quantos teníamos en español, sino que también es más completo que ninguno de los extrangeros que conocemos».

Si Galeno puso en marcha el estudio sistemático de la anatomía a través de la práctica continuada de las disecciones y aún sus obras anatómicas eran estudiadas en las facultades de medicina del Setecientos, los avances que en esta ciencia se están logrando convierten al Pergameno en un referente histórico. No obstante, F. Hoffmann (1660-1742) en sus Fundamenta medicina ex principiis naturae mechanicis in usum philiatrorum succinte proposita III 18 (Génova, 1749) señala ideas galénicas aún en curso como, por ejemplo, que los hábitos de la mente son consecuencia del temperamento de los cuerpos, y para D. Le Clerc (1652-1728) en su Histoire de la médecine (Amsterdam, 1723) las observaciones de Galeno sobre el pulso resultaban aún de interés para la medicina y afirma que en su tiempo aún tenía seguidores. En cambio, K. Sprengel (1766-1833) en su Versuch einer pragmatischen Geschichte der Arzneykunde II 132-134 (Halle, 1792-1823), aunque lo considera como un personaje tocado por la divinidad y el mayor genio en la historia de la medicina y se felicita de que «con él los tesoros de la antigua sabiduría se salvaron de las ruinas del templo del aprendizaje», afirma que Galeno había pasado a formar parte de la historia de la medicina. Desde finales del XVIII ya no son los médicos en ejercicio los que se ocupan de Galeno sino los historiadores de la medicina, de las ideas o los filólogos. Los historiadores han señalado el mérito del Pergameno por haber establecido categorías médicas y por habernos provisto, en cierta medida, de un vocabulario científico; han señalado cómo su teleologismo y su idea de que la salud de cada una de las partes y la armonía entre ellas confiere vida sana al organismo pervivió en el vitalismo que nació en el siglo XVIII y se desarrolló en el XIX .

En el s. XIX Ch. Daremberg (1817-1872), historiador de la medicina, cuya tesis doctoral presentada en París en 1841 llevaba por título Exposition des connaissances de Galien sur l’anatomie, la physiologie et la pathologie du système nerveux , a pesar de haber combatido ciertos presupuestos galénicos, tradujo al francés una importante parte de la producción de Galeno, que presentó en dos volúmenes, en una obra que llevaba por título Oeuvres anatomiques, physiologiques et médicales de Galien, traduites sur les textes imprimés et manuscrits (París, 1854-56). El tercer volumen, en cuyo proyecto estaba la presentación de la traducción de los Procedimientos anatómicos no llegó nunca a ver la luz editorial. Daremberg consideró a Galeno fundador de la fisiología experimental. C. Bernard en su obra Introduction à l’étude de la médecine expérimentale , publicado en París en 1865, alabó los experimentos realizados por Galeno y reconoció su mérito como «fundador de vivisecciones en los animales». Coetáneo de Daremberg fue C. G. Kühn, médico también y profesor de fisiología y patología, quien publicó entre 1821 y 1833 una edición en griego y latín de las obras completas (Galeni opera omnia ) del médico de Pérgamo, y sobre la obra que nos ocupa escribió: Est plenissimus et perfectissimus omnium librorum, a Galeno de anatomica scientia conscriptorum (I, pág. 83).

En España en torno a 1899 también se concibió desde la filología y la historia de la medicina un ambicioso proyecto de aproximación a la medicina antigua mediante una edición crítica y traducción de la obra completa de Hipócrates y de Galeno. La idea partió del filólogo Donaciano Martínez Vélez y se interesaron en el proyecto médicos como Simarro, Gómez Ocaña, Cajal y Federico Rubio y Galí (1827-1902), quien fundó en Madrid el Instituto de Especialidades Quirúrgicas. Pero este proyecto por diversas circunstancias no se llevó a término 45 . Esta idea fue hasta cierto punto reflotada por Aníbal Ruiz Moreno, J. Lafont, Pedro Laín Entralgo y Antonio Tovar, aunque no se llevó a término más que parcialmente, pues en 1947 J. Lafont y A. Ruiz Moreno publicaron una antología de ocho obras galénicas traducidas de un original latino (Venecia, 1586), por no ser posible a la sazón en Argentina adquirir los textos griegos (Obras de Galeno , La Plata, 1947). Esta traducción ha sido reeditada por R. Vera en su obra Científicos griegos (Madrid, 1970). Un año después Ruiz Moreno y Antonio Tovar tradujeron del griego a partir de la edición de Kühn los tratados Sobre la diferencia de los pulsos (De differentia pulsuum ) y Sobre el pulso para los principiantes (De pulsibus ad tirones ), en Compendio del pulso para los estudiantes (Buenos Aires, 1948).

En los umbrales del s. XXI , éste es el juicio que les ha merecido Galeno a dos ilustres médicos que se han ocupado en nuestro país de la historia de la medicina. Don Pedro Laín Entralgo 46 considera que «Galeno fue el más antiguo creador de un conocimiento verdaderamente científico y total del cuerpo humano» y que «apenas es posible exagerar... la importancia de la anatomía y la fisiología de Galeno en la ulterior historia de la cultura de Occidente». Y L. García Ballester en el prólogo a la traducción del De locis affectis (1997), aún reconociendo que el galenismo médico se desvaneció en Europa en el siglo XVII , afirma que la obra de Galeno aún puede hoy ofrecer interés por lo que significa como máxima expresión de un momento culminante en la medicina de la Antigüedad griega, porque es la base para entender el galenismo medieval, renacentista y moderno en las culturas mediterráneas y en las orientales, porque ha contribuido a aclarar distintos problemas de la medicina occidental y por el placer de leer la obra de alguien que sintió «la pasión por la investigación de la que no abdicó a lo largo de su vida».

Galeno hoy pertenece, en efecto, a la historia de la medicina y a la filología clásica. Jutta Kollesch dirige actualmente el Corpus Medicorum Graecorum , donde se están haciendo excelentes ediciones críticas de todas las obras de Galeno. También la prestigiosa colección Budé ha comenzado a editar el texto griego con traducción francesa de alguna obra de Galeno. Los Procedimientos anatómicos no han aparecido aún ni en el Corpus alemán ni en la editorial francesa. Por otra parte en la obra dirigida por W. Haase y H. Temporini, Aufstieg und Niedergang der römischen Welt (ANRW ), II, 37, 1, 2 y 3, Berlín-Nueva York, 1993, 1994 y 1996 hay más de veinticinco contribuciones dedicadas a Galeno y a la medicina romana de época imperial.

Así, pues, en el campo de la filología se hacen ediciones críticas de sus obras, se estudian los manuscritos que nos las han transmitido, se traducen sus tratados, se estudia su recepción en Occidente y el influjo de su reflexión y experimentación en la medicina posterior. Se presta también atención a su vocabulario, a la forma que da a sus tratados y a los principios retóricos que los animan. Interesan las ideas filosóficas que conforman su concepción del hombre, del mundo y la medicina, su saber clínico, la importancia que concedió a la anatomía en la práctica médica, su modo de actuar en las disecciones y de enseñar a hacerlas, el instrumental empleado, cuáles fueron sus fuentes y cuáles las aportaciones que realizó y que supusieron un avance en el saber médico. Pues fue el de Galeno un pensamiento siempre abierto al aprendizaje, a la corrección de errores, al avance en el progreso de un conocimiento basado en la observación sensible y en la reflexión lógica, en el estudio y en la investigación. Analizó con minuciosidad los datos que se le ofrecían a la vista y se esforzó por descubrir el orden de la naturaleza incluso en las partes más recónditas del cuerpo, a la vez que lo transmitió en forma pedagógica con suma precisión en su vocabulario. Supo además responder a una parte importante de lo que la sociedad imperial romana demandaba, dar sentido «al saber sobre el cuerpo y sobre la vida de la que es depositario» y a la salud del individuo y de la sociedad. Según M. Vegetti 47 contribuyó al gran éxito de Galeno su «extraordinaria capacidad de interpretar las necesidades sociales emergentes y de darles respuesta en la más pura tradición del gran pensamiento filosófico-científico clásico».

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