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ОглавлениеI. EXHORTACIÓN A LA MEDICINA
No está claro que los seres vivos llamados irracionales no participen en absoluto de la capacidad de raciocinio, ya que posiblemente aunque no tomen parte en la facultad concerniente a la voz y que se denomina también ‘verbal’, al menos todos participan, en mayor o menor medida, de la facultad que se encuentra en el alma y que llaman ‘interior’ 1 . Hasta qué extremo los hombres han logrado diferenciarse de los animales se pone de manifiesto cuando observamos el número de artes 2 que practica este ser vivo y por el hecho de que el hombre es el único que, al estar capacitado para el conocimiento, aprende el arte que desea.
En efecto, casi ninguno de los restantes seres vivos está dotado para las artes, con la excepción de algunos animales en ciertos ámbitos. Pero incluso aquellos que han logrado adquirir determinadas artes lo han hecho ayudados por su naturaleza más que por una elección premeditada. El hombre, en cambio, no sólo no es ajeno a ninguna de las artes de los animales —imita a las arañas en el arte de tejer, a las abejas en el de modelar y, pese a ser pedestre, no le falta práctica para nadar 3 —, sino que tampoco está al margen de las artes divinas: emula el arte médica de Asclepio, y de Apolo ésta y todas las restantes que este dios posee, el arco, la música, la adivinación, además de las propias de cada una de las Musas. Tampoco es ajeno a la geometría ni a la astronomía, sino que observa lo que ocurre bajo la tierra y sobre el cielo, como dice Píndaro 4 , y gracias a su laboriosidad, se ha procurado también el más excelso de los bienes divinos, la filosofia. Por esta razón, por mucho que el resto de los seres vivos participe de la capacidad de raciocinio, el hombre es el único de ellos que puede ser llamado ‘racional’ por excelencia.
[2] Siendo esto así, sería deleznable que nos despreocupásemos de lo único que tenemos en común con los dioses y dirigiésemos nuestra atención a cualquier otro asunto, despreciando la adquisición de las artes y encomendándonos a Fortuna. Con la intención de poner a la vista la perversidad de ésta, los antiguos no se contentaron con pintarla y esculpirla con forma de mujer —aunque ya sólo eso sería señal más que suficiente de su necedad—, sino que además le dieron un timón para sostenerlo entre sus manos, bajo sus pies dispusieron un pedestal en forma de esfera y la privaron de la vista, indicando mediante todos estos signos la inestabilidad de Fortuna.
Ciertamente, del mismo modo que en una nave zarandeada con violencia al punto de verse cubierta por las olas y correr el peligro de naufragar sería un proceder perverso confiar el timón a un capitán ciego, creo que de manera semejante también en la vida, en donde proliferan los naufragios de muchas haciendas más que los de los cascos de las naves en el mar, no sería propio de nadie con conocimiento de causa el entregarse, en tales vicisitudes, a una divinidad ciega y que no se sostiene con firmeza. Hasta tal punto llega su volubilidad e insensatez que con frecuencia ignora a los hombres dignos de mérito y otorga en cambio riqueza a los que no la merecen, pero ni siquiera a éstos los enriquece con constancia, sino que tal como les ha concedido ganancias, así también se las vuelve a arrebatar. Una gran multitud de hombres ignorantes obedece a esta divinidad, que jamás permanece en el mismo lugar debido a la facilidad con que rueda el basamento que la sostiene y que la conduce al borde de los precipicios y en ocasiones hasta el mar. Allí perecen juntos todos los que la han seguido, mientras ella es la única que sale ilesa y se burla de los que entonces se lamentan y la recriminan, sin que ningún auxilio sea ya posible 5 .
[3] Tal es pues el modo de obrar de Fortuna. Fíjate cómo en cambio a Hermes los antiguos pintores y escultores lo adornaron con los rasgos contrapuestos a los de Fortuna, en calidad de soberano de la razón e inventor de todas las artes 6 . Es un joven hermoso, dueño de una belleza que no es adquirida ni postiza sino auténtica y que permite descubrir la bondad de su alma. Sus ojos son luminosos, su mirada penetrante y su pedestal el más firme e inconmovible de todas las estatuas: un cubo. En ocasiones celebran a este dios con una estatua suya 7 , y se puede comprobar que sus adoradores se muestran radiantes, a semejanża del dios que les sirve de guía, que nunca le hacen reproches como los seguidores de Fortuna, y que no se alejan ni se separan de él, sino que le siguen y obtienen el máximo provecho de su providencia.
[4] Por el contrario, verás que todos los que obedecen a Fortuna son indolentes e ignorantes de las artes. Continuamente se dejan guiar por las expectativas y corren al socaire de esta divinidad, unos próximos a ella, otros más alejados y algunos hasta agarrados de su mano. Entre todos ellos podrás distinguir al famoso Creso de Lidia y a Polícrates de Samos 8 , y seguramente te sorprenda ver cómo el Pactolo desborda oro para el primero 9 y los peces marinos hacen para el segundo las veces de remeros 10 . Y en su compañía verás a Ciro, a Príamo y a Dionisio. Pero poco después de estos acontecimientos podrás contemplar cómo Polícrates es crucificado, Creso ejecutado a manos de Ciro y el propio Ciro a manos de otros 11 . E igualmente verás depuesto a Príamo 12 , y en Corinto a Dionisio 13 .
Y si observas también a esos otros que de lejos persiguen a Fortuna en su carrera sin lograr alcanzarla, acabarás odiando a todo el coro. Pues allí se encuentra un buen número de demagogos, heteras, libertinos y delatores de amigos, y también muchos asesinos, profanadores de tumbas y bandidos que no han respetado ni a los mismos dioses, sino que han saqueado sus templos.
El otro coro está formado por todos los hombres honrados [5] y trabajadores de oficios. Ellos no corren, ni gritan, ni se pelean entre sí. Al contrario, el dios está presente en medio de ellos y todos permanecen en torno suyo dispuestos en orden y sin abandonar ninguno el lugar que aquél les ha otorgado. Los que se encuentran más próximos al dios, situados en círculo a su alrededor, son los geómetras, los matemáticos, los filósofos, los médicos, los astrónomos y los gramáticos. A continuación están los pintores, escultores, maestros 14 , carpinteros, constructores y tallistas de piedra, y tras ellos la tercera clase, constituida por todas las artes restantes. Están ordenados de esta forma por categorías 15 , pero todos tienen la mirada puesta en el dios, obedientes al mandato común de éste 16 .
Allí podrías ver también a otros muchos que acompañan a Hermes: éstos conforman una cuarta categoría que sobresale de entre las otras y que es diferente de aquellos que iban a la zaga de Fortuna. Y es que este dios no acostumbra a escoger a los hombres que gozan de honores públicos ni a los de estirpe superior ni a los más ricos, sino que a los que llevan una vida decorosa, a los que destacan en sus respectivas artes, a los que obedecen sus órdenes y ejecutan sus oficios según establece la ley, a ésos los honra y los antepone a los otros, teniéndolos siempre a su lado. Creo que si tomas en consideración la calidad de este coro, no te limitarás a emularlo sino que acabarás adorándolo. En él se encuentra Sócrates y Homero, Hipócrates y Platón y los admiradores de éstos, a los cuales veneramos de modo semejante a los dioses, en calidad de representantes y asistentes de Hermes 17 .
Y de todos los demás no hay nadie que alguna vez se haya visto abandonado por él, pues no sólo se preocupa de los que están presentes, sino que acompaña en su travesía a los que navegan y no abandona a los náufragos. En efecto, en una ocasión en que Aristipo en una travesía se vio arrojado a la orilla al quedar su embarcación destruida frente a las costas de Siracusa, se mostró confiado desde el primer momento al contemplar en la arena un dibujo geométrico, puesto que dedujo que había arribado a tierra de hombres griegos y sabios, y no a la de unos bárbaros 18 . Seguidamente se presentó en la escuela de Siracusa y pronunció los versos
¡Quién al vagabundo Edipo en este día
acogerá con escogidos regalos! 19 ,
a algunos que se le acercaron y que al reconocer quién era de inmediato le proporcionaron todo lo que necesitaba. Y al preguntarle unos que se disponían a navegar a Cirene, su patria, si no quería hacer algún encargo a sus familiares, les respondió que les exhortasen a adquirir aquellos bienes que salen a flote cuando uno naufraga 20 .
Muchos desgraciados que ponen toda su atención en el [6] dinero, cuando se encuentran en tales circunstancias y vicisitudes se aferran al oro y la plata y se los ciñen a su cuerpo, con lo que, al tiempo que esto, echan a perder su vida, incapaces de comprender que ellos son los primeros que se apegan más a las cosas adornadas por las artes, incluso en el caso de los animales irracionales. Estiman, en efecto, ante todo los caballos de combate y los perros de caza, y a sus criados los instruyen en los oficios, con lo que gastan a menudo muchísimo dinero en ellos, pero se despreocupan de sí mismos 21 . ¿Y acaso no es vergonzoso que el criado sea en ocasiones merecedor de miles de dracmas y en cambio su propio señor no valga siquiera una? ¡Qué digo una! Ni gratis tomarías a uno así a tu servicio. ¿Acaso no son los únicos de todos los seres que se deshonran a sí mismos al no aprender ningún arte? Pues cuando entrenan en las labores técnicas a los animales o desestiman a un criado por ser perezoso y no tener oficio, su atención está puesta en que sus terrenos y sus restantes posesiones alcancen la mejor condición posible, y de lo único de lo que se despreocupan es de sí mismos. Al no ser conscientes de que están dotados de alma, es evidente que se están equiparando a despreciables criados.
De modo que quien conozca a un hombre de estas características bien podría decirle: «Hombre, tu casa 22 y todos tus esclavos, tus caballos, tus perros, tus tierras y todo cuanto posees están en óptimas condiciones, pero tú no cuentas con ningún ciudado bueno» 23 . Y de manera harto apropiada representaron esta situación Antístenes y Diógenes 24 , el uno por llamar ‘áureos rebaños’ a los ricos e incultos 25 , y el otro por compararlos con las higueras de los barrancos. Y es que el fruto de éstas no lo consumen los hombres, sino los cuervos o los grajos 26 , del mismo modo que los bienes de aquéllos no reportan ninguna utilidad para la ciudadanía; al contrario, son dilapidados por los aduladores 27 que, una vez se lo han gastado todo, pasan de largo si te topas con ellos como si no te reconociesen.
Por ello, tampoco puede considerarse zafio a quien compara a hombres semejantes con las fuentes, ya que los que sacan primero agua de las fuentes, después, cuando éstas ya no tienen más agua, se quitan la ropa y orinan en ellas 28 . Y es lógico que los que no son célebres por otra cosa que por su dinero, tan pronto son desposeídos de éste, se vean privados al tiempo de las otras cosas que lograron gracias a él. Pues ¡qué otra cosa les podría ocurrir, si no han adquirido ningún bien por cuenta propia, sino que siempre han prosperado con medios ajenos procedentes de Fortuna!
De la misma clase son quienes colocan en primer término [7] la nobleza de estirpe y se ufanan de ella enormemente. Y es que éstos, como carecen de bienes propios, se refugian en el linaje, ignorando que esa nobleza de la que se vanaglorian se parece a la moneda de una ciudad, que está vigente entre quienes la crearon pero es falsa para los demás 29 .
¿Acaso tu noble linaje no te ha elevado hasta lo más alto?
Malo es no tenerlo; pero a mí la estirpe no me proporcionó alimento 30 .
Hermoso tesoro son, dice bien Platón, las virtudes de nuestros ancestros 31 ; y más hermoso el poder replicar a las palabras de Esténelo:
Nos enorgullece ser mucho mejores que nuestros padres 32 .
Pues si es verdad que la nobleza reporta alguna ventaja, ésta es la única que tendría: producir en nosotros el deseo de emular el ejemplo de nuestra familia. Porque el quedar muy lejos de la virtud de nuestros antepasados sería motivo de tristeza para ellos —si es que conservan algún tipo de percepción— y para nosotros mismos un oprobio tanto más grande cuanto más distinguida sea esa estirpe 33 . Eso es precisamente lo que ganan los que son perfectamente desconocidos en razón de su estirpe: el que la mayoría ignore de qué clase son. En cambio, a aquellos cuya gloria y distinción de cuna no les permiten siquiera la posibilidad de pasar desapercibidos, ¿qué otra desgracia les ha tocado en suerte salvo la fama? Y es que ciertamente son objeto de mayor reproche los que se muestran indignos de su linaje, de manera que si un necio hace gala de su brillante estirpe, no hará sino mostrar en sí mismo el más imperdonable de los males. Pues no examinamos ni medimos por el mismo rasero a los hombres normales que a los de ilustre alcurnia: a los primeros los aceptamos aun cuando sean personas de condición modesta, porque atribuimos la causa de su inferioridad a su baja alcurnia, pero a los segundos, si no muestran nada digno de sus antepasados, ya no los admiraremos, por mucho que sobresalgan sobre todos los demás.
De modo que si uno lo piensa bien, debe dedicarse a la práctica de un arte por medio del cual, si es de noble familia, no parecerá indigno de ella, y si no lo es, él mismo se convertirá en ornato para su estirpe, a semejanza del famoso Temístocles de tiempos pasados, quien tras ser objeto de reproches por causa de su linaje replicó: «Pero yo daré principio a una estirpe con aquellos que desciendan de mí y mi linaje comenzará conmigo, mientras que el tuyo terminará contigo» 34 . Y ya ves cómo nada ha impedido que el escita Anacarsis sea admirado y reciba el nombre de sabio, aunque era de origen bárbaro. En una ocasión en que fue vilipendiado por alguien por ser un bárbaro escita 35 , le respondió: «Mi patria podrá ser una deshonra para mí, pero tú lo eres para la tuya» 36 , reprendiendo así de forma muy apropiada a quien no era digno de ninguna mención por tener a su patria como único motivo de orgullo.
En efecto, si examinas los hechos, descubrirás que no son los ciudadanos los que adquieren reputación por sus ciudades, sino exactamente lo contrario: son los hombres virtuosos los que hacen que sus patrias sean recordadas 37 . Porque, ¿qué se habría recordado de los de Estagira si no fuese por Aristóteles?, ¿y qué de los de Solos si no fuese por Arato y Crisipo? 38 . Y de igual modo el renombre de la misma Atenas, que ha corrido de boca en boca hasta tan lejos no por la prosperidad de su tierra —«era, en efecto, de tierra pobre» 39 —, sino por los que nacieron en ella, hombres excelentes en su mayoría que hicieron a su patria partícipe de su propia gloria. Aún podrás comprender con mayor claridad que todo esto es verdad si piensas en Hipérbolo o en Cleón 40 , que se aprovecharon de Atenas en tanto en cuanto en calidad de malvados lograron acrecentar su fama.
Hubo un tiempo en que llamaban cerdos a la raza beocia ,
dice Píndaro 41 , y este mismo autor insiste:
si renegamos de la cerda beocia 42 ,
considerando que merced a su lírica podría dar al traste con el reproche de ignorancia de que era objeto casi todo ese pueblo.
De igual modo podría ensalzarse al legislador de los atenienses, [8] el cual prohibió que todo aquel que no hubiese enseñado un oficio a su hijo fuese mantenido por él 43 . Pues 44 como todas las artes se practican, y principalmente en aquel tiempo, cuando el cuerpo muestra su mejor aspecto, sucede que muchos hombres que se han hecho célebres por su belleza 45 desatienden sus almas y después, en el último momento y cuando aquélla ya no es útil, afirman:
¡Ojalá que la belleza que me arruinó perezca malamente! 46 .
Entonces les viene también a la memoria aquello de Solón, que invitaba a observar ante todo el final de nuestras vidas. Lanzan después maldiciones contra la vejez, cuando son ellos los que merecerían recibirlas, y ensalzan a Eurípides cuando dice que
no ofrece seguridad alcanzar la belleza más allá del justo medio 47 .
Es preferible, en verdad, ya que sabemos que la edad adolescente se asemeja a las flores primaverales por el encanto efímero que posee 48 , dar la razón a aquél y a la de Lesbos, que aseguraba que
el que es hermoso lo es en tanto que se le contempla, mientras que el que es bueno llevará aparejada la belleza 49 ,
y dejarnos persuadir igualmente por Solón cuando exponía esta misma opinión de que de la vejez hay que estar al acecho como si de un duro invierno se tratase 50 , para el que se precisa no sólo de calzado y vestido sino también de una morada bien acondicionada y de miles de cosas más, y que es necesario prepararse para su llegada como se prepara con antelación un buen piloto ante la llegada del mal tiempo 51 . Pues es triste aquello de que
el necio aprende de lo que ya se ha cumplido 52 .
En efecto, ¿para qué puede decirse que sirve la belleza de un joven si no se ejercita? ¿Acaso para la guerra? Efectivamente alguien podría responder con acierto recitando aquellos versos de
pero tú al menos participas de los placeres del matrimonio 53 ,
o esos otros de
mas vete a tu casa y cuídate de tus asuntos 54 .
Y, en efecto, Nireo
era el hombre más hermoso que descendió a Ilión ,
pero era endeble 55 ,
y por ello Homero lo menciona una única vez en el Catálogo de las naves , como ejemplo, creo yo, de lo inútiles que son los varones de gran belleza que no tienen ningún otro recurso de provecho para la vida. Y es que en verdad la belleza ni siquiera es provechosa para obtener abundancia de riquezas, como algunos desdichados se atreven a asegurar. Pues la ganancia libre, honrosa y segura es aquella que se genera de la práctica de un arte, mientras que la que proviene de un cuerpo hermoso es vergonzante y absolutamente censurable.
Es preciso, por tanto, que el joven se deje persuadir por ese antiguo precepto de contemplar su propia figura en el espejo 56 , y si su aspecto es hermoso, trabaje para que lo sea también su alma —en la idea de que es absurdo albergar un alma indecorosa en un cuerpo hermoso—, pero si por el contrario le parece infame el aspecto de su cuerpo, se preocupe tanto más de su alma, para poder cantar aquellos versos de Homero 57 de que
hay otro hombre de aspecto más ruín ,
mas la divinidad ha adornado su figura con palabras
y la multitud se deleita al verle ,
porque inconmovible lanza una arenga de majestuosa dulzura
y sobresale entre los allí congregados ,
que como si de un dios se tratara le contemplan cuando se dirige a la ciudad .
Así pues, de todo lo dicho es evidente para aquellos que no son enteramente necios que, ni aun confiando en la más brillante alcurnia, en la riqueza o en la belleza, deben desdeñar la práctica de un arte. Y aunque esto podría ser suficiente, tal vez sea apropiado añadir la historia de Diógenes 58 , a modo de broche final: éste se hospedaba en casa de uno de esos que cuidan con esmero todas sus pertenencias y que de lo único de lo que se despreocupan es de sí mismos. En un momento dado, Diógenes carraspeó con fuerza y al mirar en torno suyo para escupir acabó por lanzar su escupitajo contra el dueño de la casa y no contra nada de lo que tenía en derredor. Como el dueño se indignara y preguntara por la causa de tal comportamiento, replicó que de las cosas que había en la casa nada veía tan descuidado como a él, pues todas las paredes estaban adornadas con pinturas dignas de encomio, el suelo estaba hecho de lujosas teselas que representaban imágenes de los dioses, todos los utensilios estaban brillantes y limpios y los cobertores y lechos habían sido bellamente trabajados, pero sólo a él lo veía desatendido. Y todos los hombres acostumbran a lanzar su saliva a los sitios más indignos que tienen a la vista.
Por consiguiente, joven, no permitas ser tú blanco de escupitajos y que todas las otras cosas que te rodean den la impresión en cambio de haber sido dispuestas con el mayor esmero. Pues es raro conseguir todo a la vez, como ser noble, rico y apuesto al mismo tiempo, pero si se da el caso de que todo esto coincida en una persona, sería terrible que ella fuese la única, de entre todas las cosas que posee, objeto de salivazos.
Así pues, muchachos, todos cuantos habéis escuchado [9] mis palabras y os disponéis a aprender un arte tened esto en cuenta: que ningún encantador ni falsario os engañe instruyéndoos en un arte frívolo o en una actividad fraudulenta, ya que debéis saber que las dedicaciones que no tienen un fin útil para la vida no son artes. Y de otras ocupaciones tales como danzar y caminar sobre la cuerda floja o rodar en círculo sin sufrir vértigo, o imitar las empresas de Mirmécides de Atenas y Calícrates de Lacedemonia, estoy seguro de que habéis comprendido bien que ninguna de ellas es un arte 59 . Sólo desconfío de la actividad de los atletas, que al prometer el vigor corporal, procurar la fama entre la gente y verse recompensada públicamente con dádivas diarias de dinero de los padres, a entera semejanza de lo que logran los hombres más distinguidos, puede engañar a algún joven que la anteponga a cualquier arte. Por ello es preferible recapacitar sobre este asunto de antemano 60 , pues uno puede engañarse fácilmente en aquello sobre lo que no ha reflexionado.
La raza humana, hijos míos, tiene rasgos en común con los dioses y con los animales irracionales, con los primeros su carácter racional, con los segundos su carácter mortal 61 . Por tanto, es aconsejable tomar conciencia de este rasgo que tenemos en común con los seres superiores y poner cuidado en la educación, porque si la ponemos en práctica con éxito obtendremos el mayor de los bienes 62 , y si fracasamos al menos no experimentaremos la vergüenza de ser inferiores a los animales de peor condición.
Por el contrario, fracasar en el ejercicio corporal atlético proporciona los mayores sentimientos de vergüenza y tener éxito en él en nada nos hace superiores a los animales irracionales. Pues, ¿qué hombre puede ser más fuerte que un león o un elefante? ¿Quién más rápido que una liebre? 63 . ¿Quién ignora que, de igual manera que a los dioses no los alabamos por otra cosa que por sus artes, así también los hombres más preclaros se hacen merecedores de honores divinos, no porque hayan hecho una buena carrera en los certámenes o porque hayan lanzado el disco o hayan luchado hasta el final, sino por el beneficio que se haya obtenido de sus artes?
Asclepio y Dioniso, ya fuesen primero hombres, ya desde el principio dioses 64 , son dignos de los mayores honores, el primero gracias al arte de la medicina y el segundo por habernos enseñado el arte de cultivar las vides. Pero si no quieres creerme, muestra al menos respeto por el dios Pitio. Éste es el que dijo que Sócrates era el más sabio de todos los hombres 65 y el que se dirigió a Licurgo para decirle:
Vienes, Licurgo, a mi rico templo ,
caro a Zeus y a todos los dueños de olímpicas moradas .
Dudo si proclamarte dios u hombre ,
aunque confio, Licurgo, en proclamarte más como dios 66 .
Parece que este mismo dios honró también de forma desmedida a Arquíloco cuando murió, pues al homicida que deseaba acceder a su templo le impidió entrar diciendo: «Has matado a un servidor de las Musas: sal del templo» 67 .
[10] Enúnciame ahora tú los méritos de los atletas, pero no digas que no puedes hacerlo, a menos que acuses a este testigo 68 de no ser digno de crédito, porque esto es lo que pareces dar a entender al basar tu razonamiento en numerosos testigos y echar mano del elogio que éstos hacen. Y es que sabes muy bien que si estuvieses enfermo no te encomendarías al vulgo, sino a unos pocos hombres escogidos, a saber, a los que tienen mejores conocimientos médicos; y si te echases a la mar no te pondrías en manos de todos los que están navegando contigo, sino de uno solo, el capitán, y refiriéndonos a cosas más insignificantes, si fueses a emprender una construcción te encomendarías a un carpintero, y si necesitases calzado a un zapatero. Entonces, si la discusión gira en torno a cuestiones de primera importancia, ¿cómo vas a otorgarte a tí mismo la facultad de juicio arrebatándosela a los que son más sabios que tú? Dejo de lado ahora el hacer mención de los dioses, pero escucha de qué modo reflexiona Eurípides sobre los atletas:
Pues siendo miles los males que se ciernen sobre la Hélade
ninguno es peor que la raza de los atletas:
primero porque ignoran cómo vivir bien
—tampoco estarían capacitados para ello —. Pues, ¿de qué manera aquel que es
esclavo de su mandíbula y reo de su vientre
podría adquirir riqueza para sustentar a su descendencia?
Ni siquiera a sufrir penuria y aceptar las circunstancias
están acostumbrados, pues no tienen buenos hábitos
y penosamente soportan cambios a situaciones impracticables 69 .
Y presta de nuevo atención, si quieres, a lo que dice sobre la inutilidad de cada una de sus prácticas:
Pues ¿qué buen luchador, qué hombre de ágiles pies
o que haya levantado el disco o golpeado con acierto la mejilla
socorrerá a su ciudad patria por haber logrado una corona? 70 .
Y si deseas oír cosas de los atletas con más detalle aún, escucha nuevamente lo que dice:
¿Acaso luchan en sus belicosas manos
blandiendo discos, o corriendo a través de los escudos con sus pies
expulsan a linajes guerreros?
Nadie con una espada a mano comete tales insensateces 71 .
Pero ¿acaso deberemos rechazar a Eurípides y a autores como él y encomendar a los filósofos la disquisición sobre este asunto? Incluso entre todos ellos hay acuerdo —como si hablasen con una sola boca— en que el ejercicio es perjudicial, y ni uno solo de los médicos se ha expresado a favor de él. Presta oídos, en primer lugar, a Hipócrates cuando dice que «la disposición atlética no es natural; es superior una constitución sana» 72 ; y después a todos los demás médicos ilustres posteriores a él. Pero no quisiera basar mi juicio enteramente en una autoridad, ya que tal actitud es más propia de un orador que de un hombre que aprecia la verdad 73 . No obstante y dado que algunos se escudan en los elogios del vulgo y en la vanagloria que éste proporciona y rechazan considerar el ejercicio atlético de manera objetiva 74 , me he visto obligado también yo a recurrir a tales autoridades para que comprendan que no son mejores en ese ámbito.
Por ello no me parece inoportuno exponer ahora con detalle el comportamiento de Frine. Esta mujer, con ocasión de un banquete en el que se jugaba a eso de que cada uno por turno ordena a los convidados lo que se le antoja, al ver que había allí unas mujeres que se habían acicalado con afeites rojos, albayalde y coloretes, ordenó traer agua, que la sacasen con sus manos, se la aplicasen todas a la cara y seguidamente se frotasen con un pañito. Ella fue la primera en hacerlo, y de este modo a todas las demás se les llenó la cara de manchas, como si fuesen espantajos. En cambio, ella presentaba un aspecto aún más hermoso, pues era la única que no lucía maquillaje alguno y se mantenía bella de forma natural, sin necesidad de ningún ardid para adornarse 75 . Así pues, de la misma manera que la auténtica belleza se reconoce certeramente cuando aparece sola y por sí misma, desprovista de cualquier aditamento externo, así también conviene examinar si el ejercicio atlético solo puede comportar cierto provecho para las ciudades en general o para quienes lo practican de manera individual 76 .
[11] Ciertamente, de los bienes naturales unos conciernen al alma, otros al cuerpo y otros son externos, y al margen de éstos no se puede concebir ningún otro género de bienes. Por ello es evidente para cualquiera que los que combaten en certámenes no han tomado parte ni en sueños de los bienes del alma, porque, para empezar, ni siquiera son conscientes de que tienen alma: a tal punto están lejos de entender su naturaleza racional. Y es que como no hacen más que acumular masa de carne y sangre, tienen sus almas como ahogadas en un inmenso fango, incapaces de percibir nada con certeza, faltas de raciocinio a semejanza de las de los animales irracionales. Es posible que se pueda discutir sobre si son posesores de alguno de los bienes del cuerpo, pero, ¿acaso habrá discrepancias sobre su salud, el más precioso de los bienes? Al contrario, en ninguno otro podrás encontrar una disposición corporal más débil, si es preciso creer a Hipócrates cuando dice que el bienestar en grado máximo es peligroso 77 , que es lo que éstos persiguen.
Y en verdad todos aplauden aquello de que «la práctica de la salud consiste en la moderación en los alimentos y la perseverancia en el esfuerzo», que afirmaba Hipócrates con gran acierto 78 . Pero los atletas practican exactamente lo contrario: se esfuerzan en exceso, se llenan en exceso y desprecian completamente el consejo del antiguo sabio como si aquél hubiese sido presa del furor de un coribante 79 . Pues Hipócrates proponía el modo de vida sano con las siguientes palabras: «trabajo, alimento, bebida, sueño, prácticas sexuales, todo con moderación» 80 . Sin embargo, los atletas se afanan diariamente en los ejercicios gimnásticos más allá de lo conveniente e ingieren los alimentos a la fuerza prolongando a menudo el almuerzo hasta media noche, y con razón se les podrían aplicar los versos de
los demás, dioses y hombres combatientes de carros ,
dormían durante la noche, a un muelle sueño entregados .
Mas el sueño no se adueñaba de los infelices atletas 81 .
Y es que de manera análoga a los otros asuntos, también respecto al sueño tienen unos hábitos similares. Pues cuando los que viven de acuerdo con la naturaleza llegan de sus trabajos con ganas de comer, entonces es cuando ellos se levantan de haber dormido, hasta el punto de que su vida acaba pareciéndose a la que llevan los cerdos 82 , salvo que los cerdos no se fatigan en exceso ni comen a la fuerza, y en cambio los atletas soportan ambas cosas y a veces además se rascan la espalda con flores de laurel.
El viejo maestro Hipócrates recomendaba, además de lo que he citado arriba, lo de que «llenar, vaciar, calentar o enfriar el cuerpo en demasía y de repente, o perturbarlo de cualquier otro modo, es peligroso, pues todo lo que se produce en exceso» —asegura— «es enemigo de la naturaleza» 83 . Pero los atletas no les prestan atención ni a éstos ni a los restantes consejos de Hipócrates y hacen caso omiso de todo cuanto aquél propuso convincentemente. Al contrario, practican todos los ejercicios contraviniendo las prescripciones sanas. Por ello me atrevería a afirmar que el ejercicio atlético es la práctica no de la salud sino más bien de la enfermedad. Y creo que esto es lo mismo que opinaba el propio Hipócrates cuando afirmaba que «la disposición de los atletas no es natural; es mejor un hábito sano» 84 . Pues con lo que dijo no se limitó a señalar que el ejercicio atlético carece de lo que es conforme a la naturaleza, sino que además dejó de denominar ‘hábito’ a la disposición de los atletas, y de este modo les despojó del título con el que todos los antiguos denominan a los que realmente tienen buena salud. Efectivamente, el hábito es una disposición constante y difícilmente alterable, mientras que el vigor extremo que persiguen los atletas es inconstante y cambia con facilidad, ya que al no admitir progreso por haber alcanzado el punto máximo y, ante la imposibilidad de permanecer igual o mantenerse constante, no le queda otro camino que el del deterioro.
Tal es el estado en que se halla el cuerpo de los que realizan prácticas atléticas, y mucho peor si dejan de practicarlas. En efecto, algunos fallecen al cabo de poco tiempo, otros viven durante más años pero no llegan a hacerse viejos, y si acaso alcanzan la vejez, no le van a la zaga a las Súplicas homéricas y acaban «cojos, enjutos y estrábicos» 85 . Pues al igual que las partes de las murallas que han sufrido los embates de las maquinarias bélicas quedan definitivamente destruidas por el daño que se les ha ocasionado y son incapaces de soportar un seísmo o cualquier otro percance de proporciones más modestas, así también los cuerpos de los atletas, al quedar deteriorados y debilitados por los golpes de los ejercicios, están expuestos a recaer ante el motivo más insignificante 86 . Y es que sus ojos, al haber sido magullados muchas veces sus contornos, se llenan de flujos cuando la fuerza ya no les responde; sus dientes, que han recibido múltiples golpes, se les caen irremediablemente cuando el vigor les abandona con el tiempo; las articulaciones que se les han torcido se vuelven débiles para hacer frente a cualquier violencia externa; y todas sus antiguas fracturas y desgarramientos se reabren con facilidad.
De modo que en lo que se refiere a la salud corporal es notorio que ningún otro linaje es más desgraciado que el de los atletas, y se podría afirmar con razón que han recibido ese nombre acertadamente, tanto si son llamados ‘atletas’ en función de su ‘desgracia’ 87 , como si los ‘desdichados’ reciben esa denominación a partir de la de ‘atleta’, o si ambos comparten el mismo nombre por un origen común 88 , el infortunio.
Pero una vez hemos reflexionado sobre el mayor de los [12] bienes corporales, la salud, vamos a pasar a los demás. En lo relativo a la belleza no sólo ocurre que el ejercicio atlético en nada contribuye al físico, sino que cuando los entrenadores toman a su cargo a muchos hombres con miembros perfectamente simétricos, los engordan en exceso e hinchan sus cuerpos de sangre y carne hasta llevarles al extremo contrario 89 . Los rostros de algunos quedan completamente deformes y afeados, especialmente los de aquellos que practicaron el pancracio o el pugilato 90 . Y cuando se rompen un miembro completamente o se lo tuercen o pierden los ojos, entonces —creo— es cuando puede contemplarse de forma más manifiesta la belleza que han alcanzado con sus ejercicios. Y éste es el grado de belleza que logran mientras están sanos, pero cuando dejan de hacer ejercicio, los restantes órganos sensoriales de sus cuerpos dejan de funcionar y todos sus miembros, podría decirse, maleados dan lugar a todo tipo de deformaciones.
[13] Bien, es posible que de todo lo dicho su única aspiración sea la fuerza física, pues bien sé que aseguran ser los más fuertes de todos. Pero, ¡por los dioses!, ¿qué clase de fuerza es ésta y en qué medida es útil? ¿Acaso la que se precisa en las tareas agrícolas? —estaría muy bien comprobar si son capaces de cavar, cosechar, arar o realizar cualquiera de las otras actividades del campo—. ¿O acaso la que se requiere para la guerra? De nuevo he de citar a Eurípides que celebra a los atletas diciendo:
¿Acaso luchan en sus belicosas manos
blandiendo discos? ,
pues en verdad
nadie con una espada a mano comete tales insensateces 91 .
Y ¿son fuertes frente al frío y el calor como para emular al propio Heracles y protegerse con una única piel en invierno y en verano, vivir descalzos, dormir al raso y recostarse en el suelo? En todas estas situaciones son sin duda más débiles que los niños recién nacidos. Por tanto, ¿en qué otra ocasión podrán demostrar su fuerza? Y ¿de qué podrán vanagloriarse? ¿Acaso no será de derribar en la palestra y en el estadio a quienes sea posible, zapateros, carpinteros o albañiles? Seguramente se consideran dignos de admiración por el hecho de estar todo el día embadurnados en polvo —claro que eso mismo les sucede a las codornices y a las perdices—, y si realmente ello es motivo de orgullo, a la fuerza habrán de ufanarse también de estar durante todo el día bañados en fango.
Pero, ¡por Zeus!, una vez el famoso Milón de Crotona aupó en sus hombros a un toro sagrado y le dio una vuelta al estadio. ¡Qué supina ignorancia el no saber que poco antes, cuando el toro vivía, era el alma del animal la que sostenía en vilo aquel cuerpo tan pesado, capaz de correr al tiempo que lo sostenía con mucha menos fatiga que Milón! 92 . Sin embargo, a semejanza del alma del propio Milón, tampoco el alma del toro contaba para nada. La muerte de Milón demostró a qué punto llegaba su ignorancia: en una ocasión en que vio cómo un muchacho trataba de partir un tronco a lo largo insertándole unas cuñas, lo apartó burlándose de él y osadamente se dispuso a despedazarlo sólo con sus manos. Entonces hizo acopio de todas sus fuerzas y enseguida en la primera embestida logró separar las dos partes del madero, pero al salir disparadas las cuñas, no fue capaz de mantener separado el resto del leño, y aunque aguantó mucho tiempo, finalmente, vencido, no alcanzó a sacarse las manos, con lo que éstas quedaron atrapadas por los trozos del tronco que se volvieron a juntar, y al quedar destrozadas en primer lugar causaron a Milón una trágica muerte 93 .
¡Pues sí que le aprovechó mucho para no sufrir ningún mal aquel toro muerto aupado en el estadio! Y acaso ¿quién salvaguardó el interés común de los helenos cuando se enfrentaban al bárbaro, la resistencia de Milón o la sabiduría de Temístocles, que primero interpretó convenientemente el oráculo y a continuación dispuso la batalla de manera ejemplar? 94 .
Pues una única pero sabia decisión vence a muchas manos ,
mas la ignorancia, aun con armas, es un mal peor 95 .
Ya sé que ha quedado claro que el ejercicio de los atletas no es provechoso para ninguna de las actividades de la vida. Pero que además no merecen ningún elogio por los ejercicios que practican puede demostrarse si os cuento aquel relato que compuso en verso un hombre no carente de la inspiración de las Musas 96 y que dice así: si la voluntad de Zeus quisiese que todos los seres vivos viviesen en concordia y comunión, de manera que el heraldo convocase en Olimpia 97 para competir a los hombres y permitiera también a todos los animales acudir al estadio, creo que ningún hombre sería coronado, «pues en la carrera de larga distancia —dice— el mejor será el caballo, la competición del estadio la ganará la liebre, en la carrera doble triunfará la gacela. Ningún mortal merece aprecio por sus pies, ¡qué mal os entrenáis, desdichados varones!». Ni siquiera un descendiente de Heracles parecería más fuerte que un elefante o un león y creo que incluso el toro recibiría la corona en el pugilato. «Y también el asno —dice— si quisiera luchar a base de coces se llevaría la corona. Y luego se inscribiría en la muy variada crónica de victorias a un burro de nombre Oncestes 98 por haber vencido en una ocasión a un hombre en el pancracio (su victoria tuvo lugar en la vigesimoprimera Olimpíada)». En fin, este relato trata de demostrar con enorme gracia que la fortaleza de los atletas no es una de las prácticas humanas. Entonces, si ni siquiera en la fuerza aventajan los atletas a los animales, ¿qué otros bienes podrán reivindicar para sí?
[14] Y si alguien asegura que el placer corporal es un bien, tampoco ellos participan de tal placer ni cuando están realizando los ejercicios ni cuando los abandonan. Pues como se esfuerzan y fatigan en el tiempo que dedican al ejercicio haciendo gimnasia e ingiriendo además alimentos a la fuerza, cuando ponen fin a esta actividad la mayoría de los miembros de su cuerpo se quedan lisiados. También se vanaglorian de reunir mayores ganancias que nadie. Pero efectivamente se puede comprobar que todos ellos no sólo están endeudados mientras están activos sino también cuando han dejado de entrenar, y que no podrás dar con ningún atleta que supere en riqueza a cualquiera de los hombres ricos que han administrado sus bienes con éxito.
Enriquecerse con una ocupación no es algo admirable sin más: lo es aprender ese arte ‘que sale a flote con quienes naufragan’; y esto no les sucede ni a los que administran los bienes de los acaudalados ni a los recaudadores de impuestos ni a los comerciantes, porque si bien es cierto que estas personas logran enormes ganancias gracias a sus actividades, si dilapidan sus fortunas, destruyen con ellas su trabajo, ya que para realizarlo necesitan una cierta disponibilidad de dinero, y si no lo tienen no pueden seguir al frente de su antigua tarea. Pues nadie les concederá un préstamo sin fianzas o hipotecas.
De manera que si se os exige una preparación que procure una ganancia segura y digna, debéis practicar un arte que perdure a lo largo de toda la vida. Pero puesto que las artes se dividen principalmente en dos categorías —unas, en efecto, son intelectuales y respetables, mientras las otras son desdeñables por el esfuerzo corporal que exigen: son las llamadas artesanales y manuales—, sería preferible tomar parte en alguna de las artes del primer género, ya que el segundo suele agotarse cuando los artesanos se hacen mayores. Dentro del primer género se cuentan la medicina, la retórica y la música, la geometría, la aritmética, la lógica, la astronomía 99 , la gramática y la jurisprudencia 100 . Añádeles si quieres las artes plásticas y pictóricas 101 , puesto que aunque se llevan a cabo manualmente, al menos el trabajo que precisan no requiere la fuerza de un hombre joven. Conviene, pues, que el joven escoja alguna de estas artes y la practique, de suerte que con ella su alma no se embrutezca por completo, y especialmente la mejor de ellas, que es, como venimos diciendo, la medicina. Es justo eso lo que nos proponemos demostrar a continuación.
1 El texto griego opone los términos prophorikón y endiátheton , de origen estoico, los cuales podrían también ser vertidos como facultad «externa» e «interna». El término lógos puede referirse tanto a la capacidad para el pensamiento lógico y racional como al lenguaje hablado. El problema de la posesión de lógos por parte de los animales es un tema central en la filosofía de Galeno: por un lado, lógos es la parte del alma humana que participa de la divinidad y que distingue claramente al hombre de los animales; por otro, en la versión fisiológica del platonismo que defiende Galeno, la parte racional o dominante del alma es aquella que controla los movimientos voluntarios y procesa la percepción sensorial y que es compartida con el hombre al menos por los animales de nivel superior.
2 El término téchnai indica tanto el arte u oficio del artesano como una habilidad o arte en un sentido más elevado e intelectual. El tratado reclama para la medicina la calificación de téchnē en este último sentido.
3 La idea de que el arte imita la naturaleza es antigua. Aparece, por ejemplo, en SÉNECA , Epístolas morales a Lucilio XX 121, 22, con los mismos ejemplos.
4 La idea se basa en un célebre pasaje de PLATÓN , Teeteto 173E, dedicado al lugar de la filosofía en la ciudad y en donde Platón cita igualmente a PÍNDARO , Fragm . 293 SNELL -MAEHLER . Una alusión a este pasaje de Platón se encuentra asimismo en JÁMBLICO , Protréptico 14, pág. 101 DES PLACES .
5 Descripciones similares de Fortuna, que se inspiran en representaciones figuradas, se encuentran en DIÓN DE PRUSA , Disc . LXIII, pág. 205 DIND ., y LXV, pág. 218 DIND ., así como en Sobre la fortuna de Favorino de Arelate, transmitido por el propio DIÓN DE PRUSA , Disc . LXIV.
6 Según I. HADOT , Arts libéraux et philosophie dans la pensée antique , París, 1984, pág. 110, en este Hermes está asimilado probablemente el dios Theuth de PLATÓN , Fedro 274C-E. Para A. BARIGAZZI , Galeni. Exhortatio ad medicinam (Protrepticus) (Corpus Medicorum Graecorum V 1, 1), Berlín, 1991, pág. 56, Galeno toma el modelo de Hermes de un pasaje del tratado Sobre la realeza de DIÓN DE PRUSA , Disc . I 65-83.
7 Las Hermas.
8 Creso, rey de Lidia, fue derrotado por Ciro tras la toma de Sardes en el 546 a. C. y su reino quedó anexionado al Imperio Persa: cf. HERÓDOTO , I 6-94. Polícrates de Samos fue un legendario tirano, que fue atraído a Magnesia por el persa Oroites, quien le hizo morir crucificado: cf. HERÓDOTO , III 39-46 y 125; FAVORINO DE ARELATE , Sobre el exilio 8; y MÁXIMO DE TIRO , Or . XXXIV 5a.
9 El motivo de la arena dorada del río Pactolo en Lidia se encuentra también en PLINIO , Historia Natural XXXIII 36, y en CLEMENTE DE ALEJANDRÍA , El Pedagogo III 11, 56. Cf. Escolio a ARISTÓFANES , Pluto , pág. 341a 29.
10 O bien simplemente «le obedecen» (hypēretoûntas) , subrayando la sumisión de todos los seres a Polícrates, quien después sufriría una muerte vergonzante.
11 Sobre la muerte de Ciro (600-529 a. C.) circulaban varias leyendas, pero HERÓDOTO , I 201-214 cuenta que no fue hecho prisionero, como podría deducirse de las palabras de Galeno, sino que murió tras 29 años de reinado en una campaña militar contra el pueblo de los masagetas.
12 El infortunio de Príamo es citado también por CALÍMACO , Fragm . 491 PFEIFFER , y CICERÓN , Tusculanas I 85 y 93.
13 Dionisio, tirano de Siracusa, abandonó su ciudad tras una sublevación popular en el 344 a. C. y acabó sus días en Corinto. CORNELIO NEPOTE , Timoleón 20, 2, y DIODORO SÍCULO , XVI 70, confirman que su infortunio se había hecho proverbial. El ejemplo es citado también por CICERÓN , Cartas a Ático IX 9, 1.
14 El término grammatikoí se refiere a quienes realizan un tipo de estudio lingüístico y filológico («gramáticos»), mientras que grammatistaí indica un maestro de lengua a nivel elemental.
15 Al clasificar las artes, Galeno las divide en tres órdenes: las puramente teóricas; las artes figurativas y constructivas junto con la profesión del maestro de escuela; y las artes manuales. Al concluir la Exhortación , Galeno reformula el elenco de téchnai privilegiadas situando la medicina en primer lugar y reforzando la vertiente lingüístico-literaria mediante la sustitución de la filosofía por la lógica y la retórica. Para M. VEGETTI , «Modelli di medicina in Galeno», en V. NUTTON (ed.), Galen: Problems and Prospects. A collection of papers submitted at the 1979 Cambridge Conference , Londres, 1981, págs. 47-63, en esp. 47, en esta clasificación aparecen implícitos muchos elementos de una concepción galénica de la medicina de ‘perfil alto’ como son la preeminencia de su vertiente teórica, su estrecha conexión con el saber lógico-matemático, de un lado, y con la escritura literaria, de otro, y su distinción neta de las prácticas manuales.
16 Esta representación de los tres órdenes de seguidores de Hermes puede ponerse en relación con la de la Tabla de Cebes , obra de un autor del s. I d. C. próximo al ambiente estoico que presenta en este escrito de carácter protréptico sobre la filosofía y mediante la descripción de un cuadro imaginario la oposición alegórica de la alēthinḕ paideía a la pseudopaideía . En realidad, toda esta contraposición entre Fortuna y Hermes es paralela a la que aparece en la Tabla de Cebes entre Fortuna y Paideía y responde al gusto imperante en época de Galeno por las ekphráseis (cf. PLUTARCO , Sobre la fortuna de los romanos 317c-318d, que confronta a Fortuna con Virtud).
17 Para P. N. SINGER , «Aspects of Galen’s Platonism», en J. A. LÓPEZ FÉREZ (ed.), Galeno: Obra, pensamiento e influencia (Coloquio internacional, Madrid, 22-25 de marzo de 1988) , Madrid, 1991, págs. 41-55, en esp. 54-55, en este pasaje en que se describe el círculo de seguidores del dios Hermes —y que puede interpretarse como una reminiscencia del coro de dioses y démones de Fedro 246E-247A— Galeno aprovecha las ventajas del dualismo retórico de Platón para exaltar su téchnē pero sin comprometerse con la verdadera posición platónica. El propósito de aparecer ideológicamente como platonista es para P. N. Singer la auto-glorificación intelectual, dado que 1) los filósofos eran los miembros intelectualmente más respetables de la sociedad; 2) el rigor de las disciplinas de las matemáticas y la geometría es un rasgo platónico que a Galeno le era provechoso para alcanzar una posición de autoridad con la que poder desacreditar a sus oponentes; y 3) la concepción platónica de una pequeña élite como la única posesora posible del conocimiento permitía a Galeno establecer una estrecha conexión entre el conocimiento en su grado máximo y la virtud, estableciendo así una moral propia opuesta a la de sus rivales.
18 Sobre Aristipo de Cirene cf. DIÓGENES LAERCIO , II 8, 65-104. La fuente de esta anécdota parece ser el Protréptico de Posidonio de Apamea (s. I a. C.). También CICERÓN , República I 28, cuenta la historia pero la atribuye, bien que con dudas, a Platón. DIÓGENES LAERCIO , VI 6, por su parte, hace a Antístenes protagonista del episodio, y VITRUBIO , Sobre la arquitectura VI, pról. 1, se refiere a la escena de Aristipo pero sitúa el naufragio en Rodas. En el mundo islámico la aventura de Aristipo era bien conocida, seguramente gracias al intermediario de la traducción árabe hoy perdida de la Exhortación a la medicina (cf. F. ROSENTHAL , «Witty Retorts of Philosophers and Sages from the Kitab al-Ajwibah al-muskitah of Ibn Abi ’Awn», Graeco-Arabica 4 (1991), 179-221, en esp. 198.
19 SÓFOCLES , Edipo en Colono 3-4.
20 O «que acompañan a quien naufraga». Cf. DIÓGENES LAERCIO , VI 6, y BASILIO DE CESAREA , Sobre el provecho de la literatura clásica V 9.
21 Cf. EPICTETO , Diatribas III 26, 25 sigs., y CLEMENTE DE ALEJANDRÍA , El Pedagogo III 6.
22 En el texto oikía mén soi eû échei , G. KAIBEL , Claudii Galeni Protreptici quae supersunt , Berlín, 1894, pág. 31, atetizó eu échei para evitar el hiato con soi . Por la misma razón, A. BARIGAZZI , en su edición Galeni. Exhortatio ad medicinam (Protrepticus) , cit., añadió 〈pas’ 〉 delante de eû . Recogiendo las conclusiones de otros autores, J. A. LÓPEZ FÉREZ , «Observaciones filológicas útiles para la crítica textual y la ecdótica de Galeno», en J. JOUANNA , A. GARZYA (eds.), Storia e ecdotica dei testi medici greci , Nápoles, 1996, págs. 273-288, en esp. 284 sigs., ha observado que el hiato es admitido por Galeno precisamente en casos como éste de paráfrasis o citas de otros autores. Por ello V. BOUDON , Galien. Exhortation à l’étude de la médecine. Art médical . París, 2000, conserva en su edición el hiato sin alterar el texto.
23 Adaptación del diálogo entre Odiseo y Laercio en HOMERO , Od . XXIV 244-249. Cf. también ESTOBEO , Florilegio III 4, 110, a propósito del filósofo estoico Aristón de Quíos.
24 Los dos representantes más famosos de la escuela cínica.
25 Cf. DIÓGENES LAERCIO , VI 47, que atribuye esta imagen a Diógenes de Sínope y el Gnomologium Vaticanum 484, pág. 180, STERNBACH -LUSCHNAT , que la atribuye a Sócrates.
26 Esta comparación con las higueras situadas en los lugares inaccesibles y cuyos frutos sólo aprovechan a los cuervos es atribuida a Crates por ESTOBEO , Florilegio III 15, 10, y a Diógenes de Sínope por DIÓGENES LAERCIO , VI 60.
27 Hay un juego de palabras entre kórakas , «cuervos», y kolákōn , «aduladores».
28 Éste es un pensamiento característico de las sentencias cínicas.
29 El pasaje está inspirado en la filosofía cínica y retoma un tema muy conocido, ya que se sabe que Diógenes de Sínope debió exiliarse con su padre, que era banquero, por haber falsificado moneda: cf. DIÓGENES LAERCIO , VI 20-21. Pero la expresión nómisma puede tener un doble sentido y referirse a las «instituciones» o a los «valores establecidos».
30 EURÍPIDES , Fenicias 404-405. En este pasaje de la tragedia euripidea Yocasta interroga a Polinices sobre su existencia en el exilio. Las referencias a esta tragedia para evocar los dolores y dificultades de la vida en el exilio se encuentran principalmente en discursos sobre el exilio o consolaciones a quienes han perdido su patria y su fortuna. Ejemplo de ello son FAVORINO DE ARELATE , Sobre el exilio 7, y PLUTARCO , Sobre el exilio 16, 606e.
31 PLATÓN , Menéxeno 247B. El tema de las virtudes de los ancestros fue popularizado por ISÓCRATES , A Demónico 11, y ARISTÓTELES , Retórica II 15, 1390b16 sigs.
32 HOMERO , Il . IV 405.
33 Cf. PLATÓN , Menéxeno 248B-C.
34 Temístocles fue un famoso general y estadista ateniense, que era probablemente de familia aristocrática, aunque sus adversarios políticos le reprochaban su origen ilegítimo por ser hijo de una esclava. Según CORNELIO NEPOTE , Temístocles 2, 1, era originario de Acarnania, y según PLUTARCO , Vida de Temístocles 1-2, de Caria o de Tracia. Las palabras que Galeno pone en su boca aquí las atribuye ESTOBEO , Florilegio IV 29, 15 a Ifícrates de Atenas.
35 Los escitas eran considerados hombres incultos, groseros y brutos y era muy famoso el proverbio Skýthōn erēmían , «desierto de escitas», para hacer referencia a un lugar habitado por hombres de esta clase. Cf. E. L. LEUTSCH -F. G. SCHNEIDEWIN (eds.), Corpus Paroemiographorum Graecorum , Gotinga, 1839-1851, vol. II, pág. 208, 66.
36 Anacarsis (s. VI a. C.) es uno de los Siete Sabios y debe su fama a haber trascendido la reputación bárbara de los escitas. De hecho, su nombre es frecuentemente citado por los filósofos cínicos, que gustaban de oponer las cualidades de los bárbaros a los defectos de los griegos. Anacarsis viajó por Grecia, según cuenta HERÓDOTO , IV 76, y fue huésped de Solón en Atenas (PLUTARCO , Vida de Solón 5). Para la respuesta que da aquí a sus detractores cf. DIÓGENES LAERCIO , I 104, y ESTOBEO , Florilegio IV 29, 16.
37 Para la idea de los ciudadanos que dan renombre a su ciudad, cf. Antología Griega VII 139 sigs. y TEMISTIO , Disc . 27, 334b-c y 337c.
38 Arato (ca . 315-240) es un poeta alejandrino nativo de Solos en Cilicia que en su único poema conservado, Fenómenos , expone los conocimientos de su tiempo en materia astronómica. Crisipo es un conocido filósofo de la escuela estoica que vivió a finales del s. III a. C.
39 Cf. TUCÍDIDES , I 2, 5 sobre la aridez del Ática, que al principio preservaba a sus habitantes de rivalidades internas.
40 Dos políticos atenienses del partido democrático en la época de la Guerra del Peloponeso y conocidos demagogos. Sobre todo para Cleón véase el testimonio de ARISTÓFANES en su comedia Caballeros .
41 PÍNDARO , Fragm . 83.
42 PÍNDARO , Ol . VI 90.
43 Se refiere a Solón, célebre legislador ateniense del s. VI a. C. y uno de los Siete Sabios. La ley que obligaba a educar a los hijos es recordada por PLUTARCO , Vida de Solón 22.
44 La adición de gár es atribuida por G. Kaibel al médico parisino Fr. Jamot, que publicó en París en 1583 una edición comentada de la Exhortación a la medicina (cf. M. BEAUDOUIN , «Le Protrepticus de Galien et l’édition de Jamot», Revue de Philologie , n. s., 22 [1898], 233-245). No obstante, parece que las enmiendas de Jamot deben mucho al trabajo previo de Ludovico Bellisario.
45 Sobre la belleza como bien ilusorio por excelencia cf. JÁMBLICO , Protréptico 8, pág. 77 DES PLACES , y PSEUDO PLUTARCO , Sobre la educación de los hijos 8, 5d.
46 Fragm. adesp . 174 KANNICHT -SNELL .
47 EURÍPIDES , Fragm . 928 NAUCK .
48 Para el carácter fugaz de la belleza y la comparación de la juventud con la primavera cf. MIMNERMO , Fragm . 5 ALLEN ; ESTOBEO , Florilegio IV 50, 27 y 84; y varios pasajes de escritos protrépticos: ARISTÓTELES , Protréptico , Fragm . B 104=105 DÜRING ; BOECIO , Consolación de la filosofía III 8; JÁMBLICO , Protréptico 8, pág. 47, 7 DES PLACES .
49 SAFO , Fragm . 101 (= 50 LOBEL -PAGE , 49 DIEHL ).
50 DIÓGENES LAERCIO , VIII 10 atribuye a Pitágoras la comparación entre las edades del hombre y las estaciones del año. Cf. asimismo ESTOBEO , Florilegio IV 10, 49, concretamente para el parangón entre la vejez y el invierno, y PSEUDO PLUTARCO , Sobre la educación de los hijos 11, 8c.
51 Para esta imagen tan conocida véase, entre los contemporáneos de Galeno, FAVORINO DE ARELATE , Sobre el exilio 25, 1.
52 Cf. HOMERO , Il . II 673-675, XVII 32, XX 198, y las palabras de HESÍODO , Trabajos y días 218: ei dè pathòn ti nḗpiōs égnon . Todo este pasaje, desde el comienzo del capítulo VIII —en el que para una mayor eficacia del discurso se citan tres fragmentos poéticos, hay una reminiscencia de Mimnermo, se parafrasea un pasaje de la poesía de Solón y se menciona una de las leyes del famoso legislador—, es analizado con detalle por A. BARIGAZZI , «Solone, Saffo, Euripide in un passo di Galeno», Prometheus 4 (1978), 207-218.
53 HOMERO , Il . V 429.
54 Il . VI 490.
55 Il . II 671, 673, 675. La belleza de Nireo, tan conocida como vulnerable, parece haberse hecho proverbial, si se hace caso de HORACIO , Odas III 20, 15, Epodos 15, 22, y OVIDIO , Pónticas IV 13, 16.
56 Son palabras que PLUTARCO , Preceptos de matrimonio 25, 141 c-d, pone en boca de Sócrates. Cf. también DIÓGENES LAERCIO , II 33, y ESTOBEO , Florilegio II 31, 98.
57 Od . VIII 169-173.
58 Cf. DIÓGENES LAERCIO , VI 32, que advierte que otras fuentes atribuyen la anécdota a Aristipo. Por su parte, FAVORINO DE ARELATE , Fragm . 126 BARIGAZZI , la atribuye a Solón.
59 Entre el arte verdadero y la actividad nociva de los atletas se sitúa el «arte frívolo” (mataiotechnía) y el «arte fraudulento» (kakotechnía) , de lo que son ejemplos el oficio del acróbata, el del funambulista o el de Mirmécides de Atenas y Calícrates de Lacedemonia, famosos en la Antigüedad por haber realizado esculturas en miniatura: cf. ELIANO , Varia Historia I 17, y PLINIO , Historia Natural VII 85. Un escolio a la Gramática de DIONISIO TRACIO , que es quizás la fuente del pasaje (A. HILGARD , Scholia in Dionysii Thracis artem grammaticam , Leipzig, 1901, tomo III 2, pàgs. 106-126), habla de siete formas de arte derivado: technoeidḗs («arte aparente»), hēmitéchnion («arte a medias»), mikrotechnía («arte de la miniatura»), pseudotechnía («artífice de arte»), kakotechnía («arte fraudulento»), mataiotechnía («arte vano») y atechnía («ausencia de arte»).
60 Para P. HARTLICH , «De exhortationum a Graecis Romanisque scriptarum historia et indole», Leipziger Studien zur classischen Philologie 11 (1889), 317, la elección del verbo prodiasképsasthai no es fortuita, sino que anunciaría la segunda parte del tratado consagrada al arte de la medicina que seguiría al ataque contra la actividad de los atletas.
61 P. N. SINGER , «Aspects of Galen’s Platonism», cit., págs. 54-55, considera que este pasaje demuestra también cómo Galeno adopta la retórica platónica, invocando un dualismo entre cuerpo y alma pero evitando admitir la inmortalidad: utiliza la palabra thnētón para describir la parte que los seres humanos tienen en común con las bestias y que no necesita ser cultivada, pero no la contrasta con athánaton , sino con logikón .
62 La idea de que la obtención de la educación es el más grande de los bienes destaca la importancia de la cultura para el hombre libre y se enmarca en el debate cultural de la época sobre la enkýklios paideía , debate en el que también participa, aunque en modo diverso, otro médico y filósofo, Sexto Empírico: en su famosa obra Contra los profesores este filósofo escéptico expone su crítica contra los enkýklia mathḗmata , la gramática, la retórica, la geometría, la aritmética, la astrología y la música. Cf. S. FORTUNA , «Sesto Empirico: enkýklia mathḗmata e arti utill alla vita», Studi Classici e Orientali 36 (1986), 123-137. La relación entre cultura general y cultura especializada es un punto crucial en el debate cultural en el mundo antiguo que hunde sus raíces en la Atenas de los ss. V-IV a. C. pero que se mantiene vivo durante todo el período imperial. Cf. en general A. M. IERACI BIO , «Sulla concezione del medico pepaideuménos in Galeno e nel tardoantico», en J. A. LÓPEZ FÉREZ (ed.), Galeno: Obra, pensamiento e influencia , cit., págs. 133-151.
63 Las comparación entre la fuerza de los atletas y las facultades de los animales es un tema recurrente en los discursos protrépticos: cf. PSEUDO PLUTARCO , Sobre la educación de los hijos 8, 5; TEMISTIO , Disc . XXXIV, pág. 445, 10 DIND .; ESTOBEO , Florilegio IV 12, 14; DIÓN DE PRUSA , Disc . IX 293; BOECIO , Consolación de la filosofía III 8, 7.
64 Se dice que Asclepio no era considerado todavía un dios en tiempos de Homero, sino un simple príncipe de Tesalia. Fue elevado a la categoría de semidios por ser hijo de Apolo y de una mortal, Coronis, y después se convirtió en el dios de la medicina. También Dioniso era hijo de un dios y una mortal, en este caso Zeus y Sémele.
65 El episodio lo cuenta el propio Sócrates en PLATÓN , Apología 21 A, cuando narra que la reputación de sabio que le acompañaba le venía en realidad de un oráculo que el dios de Delfos dio a Cerefonte, quien había preguntado al dios si en el mundo había alguien más sabio que Sócrates.
66 El episodio es narrado por HERÓDOTO , I 65, 3. Licurgo es el fundador semilegendario de la constitución espartana.
67 De la obra de Arquíloco de Paros (primera mitad del s. VII a. C.) sólo nos quedan fragmentos. Cf. para este testimonio la edición de LASSERRE -BONNARD , Test . 14a.
68 Se refiere a Apolo, recién invocado, cuya opinión se contrapone a la del vulgo.
69 EURÍPIDES , Fragm . 282, 1-9 NAUCK , de la obra perdida Autólico . Galeno cita el v, 3 de este pasaje en consonancia con el Papiro Oxy . 3699 y en contra del testimonio de Ateneo: cf. O. MUSSO , «Il fr. 282 dell’ Autolico euripideo e il P. Oxy . 3699», Studi Italiani di Filologia Classica , serie III, 6 (1988), 205-207. El fragmento completo es citado y comentado por V. VISA -ONDARÇUHU , L’image de l’athlète d’Homère à la fin du Ve s. av. J.-C ., París, 1999, págs. 240 sigs.
70 EURÍPIDES , Fragm . 282, 16-18 NAUCK .
71 EURÍPIDES , Fragm . 282, 19-22 NAUCK .
72 Sobre los alimentos 34 (IX 110 L.), una obra que actualmente se considera una adición posterior al corpus hipocrático.
73 Sobre el recurso a las citas para ilustrar los propósitos de uno cf. PLATÓN , Alcibíades I 117E, y JENOFONTE , Memorables III 3, 9.
74 Literalmente gymnòn tôn éxōthen , «desprovisto de sus circunstancias externas».
75 Frine era una conocida cortesana originaria de Tespias en Beocia que vivió en Atenas durante la primera mitad del s. IV a. C. Era célebre por su belleza y sirvió de modelo a Praxíteles, de quien fue amante. Cf. PLINIO , Historia Natural XXXIV 70, y PLUTARCO , Sobre los oráculos 401a-e.
76 La crítica del ejercicio atlético que se expone en estos capítulos es típica de la literatura cínica. Véase también PSEUDO -PLUTARCO , Sobre la educación de los niños 11, y GALENO , Sobre la constitución del arte médica 37, Higiene III 2.
77 HIPÓCRATES , Aforismos I 3, citado tambien por BASILIO DE CESAREA , Sobre el provecho de la literatura clásica IX 16.
78 Epidemias VI 4, 18.
79 Siguiendo el texto de Kaibel, hōs korybantiôntos , y no el de Wenkebach, hōs Kóroibos , «como si aquél fuese un necio».
80 Epidemias VI 6, 2.
81 Cf. HOMERO , Il . XXIV 677-679, en donde se lee «Hermes» en vez de «atletas».
82 Una imagen similar se encuentra en PLATÓN , República VII 535E.
83 HIPÓCRATES , Aforismos II 51.
84 Sobre los alimentos IX 110.
85 HOMERO , Il . IX 503. La cita la utiliza también GALENO en Sobre el juego con la pelota pequeña 5.
86 Véase para este tema la serie de epigramas satíricos de la Antología griega XI 75-86.
87 Hay un juego de palabras entre athlētḗs , «atleta», y áthlios , «desdichado».
88 Katháper apò gês es el texto de la Aldina, que conserva Erasmo: velut ab una terra , si bien quizás deba leerse katháper apò 〈pēgês 〉, «como si de una misma fuente proviniesen», una conjetura de Ludovico Bellisario.
89 Galeno retoma aquí la opinión de ciertos cínicos como Diógenes o Crates: cf. DIÓGENES LAERCIO , VI 49, y GALENO , Sobre la buena constitución IV 754, 6-756, 4 KÜHN .
90 Estos deportes de combate eran responsables de frecuentes deformaciones de la cara, especialmente de lesiones en las orejas y la nariz. Pueden verse diferentes representaciones de estos accidentes frecuentes en los atletas en M. GRMEK , D. GOURÉVITCH , Les maladies dans l’art antique , París, 1998, págs. 228 sigs., con referencia expresa a la Exhortación a la medicina .
91 EURÍPIDES , Fragm . 282, 19, 22 NAUCK , citado poco antes de forma más extensa.
92 Milón de Crotona era un célebre atleta del s. VI a. C. que se hizo legendario en la Antigüedad por su poderosa musculatura y el gran número de victorias conseguidas en los Juegos Olímpicos, Píticos, Ístmicos y Nemeos. Cf. V. VISA -ONDARÇUHU , «Milon de Crotone, personnage exemplaire», en A. BILLAULT (ed.), Héros et voyageurs grecs dans l’occident romain , París, 1997, págs. 33-62. Para la anécdota contada aqui por Galeno cf. ATENEO , Banquete de los eruditos X 412e-f.
93 Cf. ESTRABÓN , Geografía VI 1, 12; VALERIO MÁXIMO , IX 12, 9; AULO GELIO , Noches Áticas XV 16; LUCIANO , Caronte 8; y PAUSANIAS , VI 14, 8. Según este último, Milón fue muerto por los lobos al quedar sus manos apresadas en la hendidura de un tronco, una vez se desprendieron las cuñas que la mantenían abierta.
94 Temístocles era renombrado por haber interpretado correctamente un oráculo délfico que ordenaba a los atenienses dirigirse al mar, con lo que salieron victoriosos en la batalla de Salamina en el 480 a. C.: cf. HERÓDOTO , VII 143.
95 EURÍPIDES , Fragm . 200 NAUCK .
96 El autor de la fábula que se narra a continuación es desconocido aunque la cita es de inspiración claramente cínica. TH . BERGK , «The Age of Babrius», The Classical Museum 3 (1846), 117 cree que el modelo podría ser una fábula de Babrio o bien Jenófanes. O. CRUSIUS , «Ein Lehrgedicht des Plutarch (Echtheit von Galen’s Protrepticus -Versspuren-Galen und Plutarch-Plutarch und Phaedrus)», Rheinisches Museum 39 (1884), 581-606, en esp. 586 sigs., evoca también a Fedro y no descarta la influencia de un fragmento poético perdido de PLUTARCO , Perì zṓōn alógōn poiētikós , núm. 127 del Catálogo de Lamprias . Sobre estas atribuciones se ha mostrado escéptico A. GERCKE , «De Galeno et Plutarcho», Rheinisches Museum 41 (1886), 470-472, y F. W. SCHNEIDEWIN , «Ein Dichter bei Galenos», Rheinisches Museum 4 (1846), ha mostrado su cautela a la hora de restaurar a partir del testimonio de Galeno el fragmento original en que se inspira. Por su parte, A. BARIGAZZI , Galeni. Exhortado ad medicinam (Protrepticus) , cit., ha propuesto el nombre del filósofo cínico Crates pero ha relacionado el final del pasaje con DIÓN DE PRUSA , Disc . IX 22.
97 Esto es, en los Juegos Olímpicos.
98 Nombre parlante, «el que rebuzna».
99 Para el interés de Galeno por la astronomía y sus notas en su comentario al tratado hipocrático Aires, aguas y lugares sobre los detalles de la longitud del día o del mes en Alejandría cf. G. STROHMAIER , «Hellenistische Wissenschaft im neugefundenen Galenkommentar zur hippokratischen Schrift Über die Umwelt» , en J. KOLLESCH , D. NICKEL , (eds.), Galen und das hellenistische Erbe. Verhandlungen des IV. Internationalen Galen-Symposiums an der Humboldt-Universität Berlin, sept. 1989 , Stuttgart, 1993, págs. 157-164, en esp. págs. 159-162.
100 A. S. L. FARQUHARSON , The Meditations of the Emperor Marcus Antoninus , Oxford, 1944, vol. I, pág. 347, hace notar que esta inclusión de la medicina entre las artes liberales, al nivel de la música o la pintura, contrasta llamativamente con el pasaje de MARCO AURELIO , Meditaciones VI 35 acerca de los bánausoi technitai , «artesanos puramente hábiles», entre los que incluye al arquitecto y al médico. Cf. GALENO , Sobre la constitución del arte médica I 20, y 4 Trasíbulo. Sobre si la salud depende de la medicina o de la gimnástica 30, para ulteriores discusiones sobre la clasificación de las artes.
101 Esta duda prudente sobre el lugar de la pintura y la escultura en la división de las artes reproduce las opiniones divergentes de los predecesores de Galeno. ASÍ , SÉNECA , Epístolas morales a Lucilio 88, 18, niega a ambas la condición de artes liberales, pero Posidonio —según testimonio del propio Séneca— adopta una posición más conciliadora y cree que la pintura y la escultura entrarían dentro de las artes ludicrae , aquellas destinadas a dar placer a la vista o al oído.