Читать книгу El último genio del siglo XX. Yuri Knórosov - Galina Ershova - Страница 5
ОглавлениеCAPÍTULO II
Yurka: el conejo correcaminos
Valentín Dmítrievich había planeado construir su propia casa en Yúzhnoye en 1921. Por lo visto la Guerra civil ya se había agotado en su propia locura. El nuevo poder soviético poco a poco había logrado calmar a los múltiples bandidos locales apodados «padrecitos» y él por fin consiguió un trabajo. El enorme país necesitaba urgentemente entablar relaciones entre las regiones y recuperar el ferrocarril, que durante casi 10 años de guerras había llegado a la destrucción completa. Además, quedaban pocos especialistas.
Al ingeniero Knórosov lo invitaron a trabajar de especialista ferroviario en Narkomát (el comisariado del pueblo) de líneas de comunicación en el departamento de la industria de materiales de construcción. Al principio recibió el puesto de inspector-instructor en el departamento de producción de las vías y de las fábricas de Yúzhnoye. Posteriormente le confiaron el puesto de ingeniero jefe y luego lo asignaron como jefe del departamento de empresas auxiliares del ferrocarril del sur. Durante estos años el municipio Yúzhnoye había crecido mucho, y rápidamente Valentín Dmítrievich se volvió una persona respetada y conocida por todos los habitantes. Precisamente él fue quien propuso la restauración de la iglesia, pues su esposa Alejandra era creyente. Además, él había construido una escuela que era «de ladrillos», lo que subrayaban con orgullo los habitantes de Yúzhnoye. Después de ocho años de guerras y revoluciones, la generación de niños que nunca se habían sentado en un pupitre iba creciendo. Entre estos presos involuntarios de los tiempos turbulentos estaban también los hijos mayores de la familia Knórosov. Pero esto no solo permitió, sino que obligó, a Valentín y a Alejandra a realizar sin ningún obstáculo sus planes pedagógicos.
Knórosov había diseñado su propia casa tomando como ejemplo las casas vecinas. Era prácticamente una construcción de arcilla (mázanka) instalada con soportes de ladrillos. A la fecha los veteranos de Yúzhnoye se acuerdan de que Valentín Dmítrievich, al ser una persona extremamente honesta, no había tomado ni un solo ladrillo público para la construcción de su hogar.
La familia planeaba trasladarse a su propia vivienda en el verano de 1922, pero Alejandra Serguéievna nuevamente esperaba un hijo; por lo tanto, decidieron quedarse en Járkov unos meses más. A diferencia de Yúzhnoye, en Járkov había doctores y hospitales. Para ese entonces la futura madre había cumplido 36 años y no quería arriesgarse.
Finalmente, el 19 de noviembre de 1922 nació su hijo. Era el quinto en la familia de Knórosov. Su madre lo llamó Yúrochka. En el acta de nacimiento lo registraron a la manera local ucraniana: Yurkó. Así que todos en esta familia rusa comenzaron a llamarlo Yurka.
A pesar de esto, Yurka fue bautizado con el nombre de Jorge (Georgui en ruso). Frecuentemente, los padres escogen de antemano el nombre del niño teniendo un amor especial hacia algún santo, sin siquiera vincularlo con el día del nacimiento. Pero, según las reglas ortodoxas que Alejandra Serguéievna respetaba, el día de ángel o del santo (en que se conmemora al santo) caía al día siguiente del día del nacimiento del niño. Alrededor del 19 de noviembre hubo muchos santos con el nombre de Jorge (el 3, el 7, el 10, el 14 y el 26 de noviembre), lo que facilitaba la tarea de la selección del nombre; incluso había muchos Jorges de Capadocia. Tanta variedad de fechas permitía ya no fijarse en los estilos de calendario, que por fin habían cambiado. El 24 de enero de 1918, el Consejo de Comisariado del Pueblo había aprobado el decreto «Acerca de la introducción del calendario de Europa Occidental a la República Rusa». Se refería a la transición al calendario gregoriano corregido, el cual ya desde hace mucho tiempo usaban la mayoría de los países del mundo. La Iglesia ortodoxa rusa no aceptó esta transición y conservó el calendario astronómico juliano antiguo, que por lo mismo era inexacto, perdiendo dos semanas. Hasta la fecha la gente creyente se confunde haciendo cuentas según «el calendario viejo y el nuevo».
Sea como sea, el guardian de Yurka resultó ser Jorge de Capadocia, de noviembre. Pero a la familia claramente le agradaba más la forma eslava del nombre victorioso. Inclusive junto con el patronímico el nombre sonaba más corto y mejor: Yuri Valentínovich.
Probablemente a la madre le haya gustado la definición del nombre de Yuri, que ofrecían múltiples «libros de consejos»:
[…] una persona tranquila y concentrada en su mundo interior. En la infancia le gusta mirar las nubes que pasan volando por el cielo. Trata de manera conmovedora a los animales. Puede adoptar a un perro callejero y cuidar de él. Su aspecto físico se encuentra en una contradicción con su comportamiento moderado y su forma filosófica de pensar. Los gestos, su manera de hablar se caracterizan en Yuri con algo artístico. Estudia bien tanto en la escuela como en la universidad. Es insistente y aplicado a la hora de lograr los objetivos propuestos. Es respetado por sus compañeros. Prefiere evitar grupos grandes y ruidosos. En la vida familiar es cuidadoso. Cuida de los hijos, ayuda a su esposa en casa. La esposa de Yuri debe saber mantener relaciones estables con la suegra.
Pero en el lejano año de 1922 pensar en la nuera todavía era temprano. Para empezar, necesitaban irse a vivir a su propia casa. Para la primavera, en cuanto el pequeño Yurka se volvió más fuerte, la familia Knórosov pasó definitivamente al pueblo Yúzhnoye.
Hay que mencionar que el pueblo industrial Yúzhnoye, desde el punto de vista de la familia rusa de los Knórosov, se diferenciaba ventajosamente de los pueblos vecinos, donde vivían los campesinos. Ello principalmente porque la población industrial rusa era mucho más educada, incluso después de las guerras y las revoluciones, pues eran familias de especialistas-ferroviarios que en gran parte habían llegado de Rusia. Incluso antes de la Revolución, los hijos de los habitantes de Yúzhnoye se parecían más a los ciudadanos urbanos: hablaban en ruso, se vestían bien y estaban limpios. Por la misma razón, en los alrededores los molestaban llamándolos panok (señoritos); así se les decía a los hijos de los señores polacos.
También el interior de la casa de los Knórosov se diferenciaba de las viviendas vecinas. La entrada llevaba a la sala. Se necesitaba pasar por la sala para poder acceder a las habitaciones de los hijos y los padres. Tomando en cuenta las medidas de hoy para una familia grande, no había suficiente espacio, pero nadie se quejaba. Incluso en la sala, en la esquina derecha, se había encontrado el lugar para un pequeño pero verdadero piano de cola. Lo tocaba Alejandra Serguéievna. Para ella el piano de cola era de género femenino, «la piano negra de cola». Nadie más podía tocar este piano; solo su hija Galina. Los libros aparecían en todos los espacios accesibles de la casa. En las paredes estaban colgados los cuadros de Valentín Dmítrievich. Él era un pintor nato. En otras palabras, la familia Knórosov intentaba como podía recrear la imagen de la vida de San Petersburgo, la imagen ya lejana que aparentemente se había quedado para siempre en un desaparecido pasado.
Una vez, en uno de sus viajes de trabajo, Valentín trajo de Velikiy Ústiug, de donde eran los papás de Alejandra, unos esbeltos abetos. Los plantó en el patio, alrededor de una mesa larga donde a toda la familia le gustaba reunirse y donde pasaban el tiempo a gusto con los invitados. Gracias a estas altas hermosuras eternamente verdes, a la fecha es fácil de encontrar la casa de los Knórosov en el pueblo de Yúzhnoye, que fue renombrado. Nadie más de los vecinos tiene de esos abetos forestales del norte. Los Knórosov de la actualidad, el hijo de Galina y su esposa, por tradición continúan llamando a estos árboles abetos, y no piceas.
Educación
El primero de sus hijos, Serguei, para ese entonces ya había cumplido 11 años. Galina tenía 10; Borís, 7, y Leonid, 5. En otras palabras, ya era urgente enviar a los hijos mayores a la escuela. En los tiempos de la vida pasada en San Petersburgo de Plata, Alejandra Serguéievna, llena de expectativas entusiastas, ni siquiera imaginaba la utilidad que tendría la educación que había obtenido en los cursos. Como resultó ser, principalmente le sirvió para enseñar el programa escolar a sus propios hijos. La Primera Guerra Mundial estallada en 1914, luego la Revolución y la Guerra civil dejaron a los pequeños Knórosov sin escuela común. Ellos estaban obligados a cursar la educación primaria, e incluso la secundaria en el hogar. Pero ninguno de ellos se lamentaba, porque sin ningún problema los padres pudieron realizar los viejos sueños de educar a sus hijos según los métodos pedagógicos de Béjterev. El que más participaba en estas actividades era el padre.
Es aquí donde vale la pena dedicar unas palabras acerca de esta tradición educativa. Había sido un experimento muy interesante, dirigido al desarrollo de la individualidad de las personas.
Poca gente sabe que a principios del siglo xx en San Petersburgo las investigaciones de Vladimir Béjterev acerca del funcionamiento del cerebro sirvieron de incentivo para el surgimiento de una nueva corriente en la pedagogía. Era el primer intento de creación de los enfoques individuales acerca del desarrollo del niño que no se basaban en la práctica tradicional. Estos enfoques partían de los conocimientos científicos acerca de cómo se desarrollaba y funcionaba el cerebro humano. Así, por ejemplo, Béjterev estudiaba la evolución de la imagen infantil para poder comprender el principio de la formación de las funciones complejas del cerebro en la evolución. Él analizaba las leyes del desarrollo de la personalidad y de la colectividad humana en la historia. Sus trabajos abrieron increíbles perspectivas para comprender el papel de la persona en la civilización. En cuanto a la pedagogía, sus conceptos daban la oportunidad de descubrir y fomentar talentos.
Precisamente las ideas de Béjterev inspiraron y llevaron al gran psicólogo y pedagogo ruso Victor Soroka-Rosinski a crear esta nueva pedagogía. Es curioso que este excelente científico fuera conocido más por una obra cinematográfica como el director de un colegio, donde se educaba y se corregía a niños huérfanos que habían quedado en la calle después la Primera Guerra Mundial, la Revolución y la Guerra civil. Estos pequeños vagabundos ya estaban «quemados» por la vida, y no era fácil sacarlos adelante y regresarlos a la vida normal. En ese aspecto funcionaron los métodos de Béjterev. Como ejemplo de esta educación exitosa se puede mencionar el libro autobiográfico La República de Shkid, con base en el cual se hizo la película, que habían escrito dos de estos ex niños de la calle: Grigori Belyj y Leonid Panteleev... En 1908, el egresado de la Facultad de Historia y Filología de la Universidad de San Petersburgo, Soroka-Rosinski ingresó voluntariamente en la Academia Médico-Militar para escuchar las conferencias del psiquiatra Vladimir Béjterev y trabajar en el laboratorio del alumno de Béjterev, el genial psicólogo Alexandr Lazurski. Precisamente Lazurski relacionó la psiquiatría con la psicología de la personalidad y con la pedagogía. Fue el primero en leer los cursos especiales para pedagogos. Los cursos incluían temas como la psiquiatría y la psicología, la psicofísica y el análisis de las sensaciones; los procesos de la percepción, de la memoria, del pensamiento y de la imaginación; el significado de las emociones y de la voluntad. Además, había una sección acerca de la personalidad, el temperamento y el carácter. También estaban incluidos los cursos acerca de psicología patológica y psicología infantil. Se realizaba la capacitación práctica de la psicología experimental. Lazurski dictaba estas conferencias también en los cursos femeninos en San Petersburgo. Es muy probable que Alejandra Makárova haya sido su oyente y posteriormente aplicara los conocimientos obtenidos para educar a una generación entera de los geniales Knórosov.
Para Soroka-Rosinski, el trabajo en el laboratorio de la Academia Médico-Militar llevó a la creación de un nuevo modelo pedagógico basado en el enfoque individual de la personalidad del niño. La nueva pedagogía demostraba claramente la justeza de las ideas de Béjterev y Lazurski. Posteriormente, durante los tiempos soviéticos, trabajando con los niños de la calle, escribía:
[…] durante un año he escuchado las conferencias de Béjterev en la Academia Médico-Militar y pensaba que sabía qué era el sadismo como perversión de la psique. Pero solo ahora comprendí de qué horror se trata y qué puede estar escondido en mis muchachos. Durante el periodo de su vida callejera, muchos de ellos se volvieron salvajes a tal grado que en ellos se despertaron los instintos del hombre primitivo, para el cual la violencia era el remedio de la existencia, y la crueldad era la reacción natural de la defensa. Necesitábamos cuidar que ellos no les pegaran a los débiles o a los novatos que no les habían agradado por alguna razón. Así pues, la bandada de hombres primitivos mataba a sus hermanos, que se habían convertido en un obstáculo por su debilidad, vejez o lesiones. Nuestros jóvenes traían de la vida callejera tradiciones viejas tales como la esclavización del deudor que no puede pagar, o la obediencia absoluta al líder de la pandilla. Muchas cosas se escondían dentro de ellos y podían salir repentinamente…
En aquel entonces, antes del comienzo de la Primera Guerra Mundial, antes de la Revolución, la tarea principal de la pedagogía de Soroka-Rosinski era crear un método efectivo de aprendizaje que pudiera formar una personalidad artística creativa, capaz de tomar decisiones independientes. Hay que tomar en cuenta que este pedagogo talentoso no trabajaba en escuelas secundarias de élite.
Hasta 1917, Soroka-Rosinski había logrado publicar una buena cantidad de trabajos dedicados a los temas del aprendizaje. No hay duda de que los jóvenes esposos Knórosov los leían. Las publicaciones tocaban problemas de filosofía y metodología, y temas de psiquiatría y psicología; en particular los problemas de la psicología étnica y los caminos de desarrollo de la escuela nacional rusa; los problemas de educación de los niños y los adolescentes difíciles. ¿Quién podría pensar que en unos años este tema se convertiría en el más actual en Rusia, borrando por completo la psicología étnica y la escuela nacional rusa? Pero las semillas plantadas por Béjterev y Soroka-Rosinski no desaparecerían. Pasarían un par de décadas y la psicología étnica llegaría a ser la base de la teoría histórica de la «pasionaridad» (condicionante energético) de Lev Gumilióv. Y los temas como la comprensión de la automotivación y autorrealización de la personalidad regresarían a ser reflexionados prácticamente 100 años después.
En aquellos tiempos, a mediados de 1920 el panorama de la educación en la URSS, no se veía muy prometedor. Nadie sabía cuál de los modelos resolvería el problema del retraso del país. Se realizaban interminables experimentos para combatir el analfabetismo en el marco de la revolución cultural, lo cual representaba un trabajo inmenso. Pero los funcionarios soviéticos –poco instruidos, aunque con conocimientos ideológicos– asfixiaban todos los intentos de desarrollo armonioso de la personalidad, ignorando incluso las indicaciones de su líder, que era Lenin. En 1925, en Leningrado, Soroka-Rosinski fue criticado y despedido. Otro pedagogo, Makárenko, había tenido que ver con esto. Sin embargo, en 1928, en Járkov, que en aquel momento era la capital de Ucrania, habían despedido al mismo Makárenko. El oscurantismo ideológico de los mediocres casi triunfaba en todas las esferas humanitarias de la vida del país.
Los jóvenes Knórosov tuvieron suerte. Antes de la Revolución, ellos estaban en el centro de las nuevas tendencias psicopedagógicas, que les permitieron a sus padres enfocarse en la personalidad no estándar y desarrollar la individualidad de cada hijo, convirtiéndolas en talento creativo y genialidad.
Desde luego ahora es prácticamente imposible recuperar por completo ese «esquema» de la educación. Sin embargo, sus nietos han conservado algunos detalles en la memoria.
Primero, así como lo proponía Soroka-Rosinski, era la educación familiar donde la autoridad de los padres no se cuestionaba. Trataban a los niños con respeto, con igualdad. El otro factor importante de la educación familiar era el trabajo conjunto. El padre trabajaba; la madre se encargaba de los quehaceres. Los niños también cumplían sus obligaciones. Incluso el pequeño Yurka anotaba la cantidad de huevos puestos por las gallinas y la cantidad de las manzanas recogidas. Es difícil no recordar las palabras de Soroka: «Trabajar educa al niño mejor que todos los sermones y las enseñanzas a sentir el amor hacia la labor, crea en el niño el sentimiento de dignidad, inculca desdén hacia los gorrones, los flojos y los holgazanes».
La creatividad era parte obligatoria en la vida de la familia, incluyendo la música y la pintura. Pintaban bien tanto la madre como el padre. La madre tocaba el piano de cola. Se respetaba el concepto moral básico: la esencia pública de la educación, la preparación de la persona en el servicio abnegado a los valores tradicionales y los valores superiores: a la patria, al bienestar del pueblo. Esto explica las discusiones que había en la familia. Se vuelve comprensible la aparición de unos muy sinceros poemas sobre Rusia y el pueblo ruso que componían los menores Knórosov. Por lo visto dichos poemas habrían surgido con la ayuda del padre. Todos los hijos crecieron siendo patriotas, sin cambiar su amor hacia su país ni siquiera en el momento del cambio de poder.
Pero lo principal era la «agitación del apetito hacia el conocimiento» y los intentos de definir el carácter de las capacidades de cada niño. Para esto se usaban los métodos de Béjterev; en particular, el análisis de las imágenes. Los padres estudiaban detalladamente las imágenes de sus hijos intentando comprender las peculiaridades de su percepción del mundo y su estado psíquico. Ellos comprendían perfectamente que, si se interviene a tiempo, se pueden evitar grandes problemas y comprender hacia qué dirección se debe dirigir la creatividad del niño, así como lograr resultados sobresalientes en el desarrollo de sus talentos. Es increíble, pero los dibujos de Yurka se conservaron hasta nuestros días. Esto sucedió gracias a su hermana Galina, que trataba a su hermanito menor de una forma especial, casi maternal. Quien no sepa mucho del tema creerá que son solamente dibujos ordinarios de un niño. Pero para un especialista es un testimonio inestimable de las habilidades del pequeño varón.
En el verano de 2008, estas viejas imágenes infantiles fueron propuestas para su análisis a la investigadora en jefe del Instituto de Psiquiatría Social y Forense Vladimir Serbski, la doctora en medicina Anna Anatólievna Portnova. Ella es especialista en dibujos infantiles. Intencionalmente no la informamos acerca de quién se trataba en específico. Esto se hizo para no imponerle ideas preconcebidas. Ella no sabía si se trataba de un niño o de una niña. Tampoco sabía la edad. Ni siquiera se dijo a qué tiempo pertenecían estas imágenes. ¡No le dijimos que las imágenes habían sido hechas hace 80 años! Era interesante saber qué tanto pueden contar tales mensajes extraños acerca de la vida, acerca del mundo interior del preescolar Yura Knórosov; ver todo como lo veían sus padres. Anna Anatólievna, con interés, aceptó hacer el experimento, y hay que notar que no se equivocó.
Después de echar la primera mirada de inmediato se puede decir que las imágenes que escoge el niño hablan acerca de su estado de ánimo triste. Predominan los colores oscuros: negro, azul. Son colores tristes. Hay una gran cantidad de detalles, mucho sombreado, muchos detalles no terminados. A pesar de esto, él comienza a dibujar otros detalles nuevos. Esto revela la inquietud elevada del niño. Probablemente tenga inclinación hacia la formación de los miedos, fobias de la edad infantil. Esto significa que este niño es introvertido. Le interesa estar consigo mismo o se le complica contactar con la gente que lo rodea. Él prefiere comunicarse consigo mismo, comunicarse con sus fantasías. Las imágenes son muy talentosas. Se puede tomar de ejemplo este animal fantástico dibujado. Todo en absoluto demuestra el muy rico mundo interior, la buena imaginación. Para el niño de seis años es una imagen muy buena. Inclusive se puede decir que el niño es dotado. Si se puede encontrar en lo que es dotado y ayudarlo a dirigir, a desarrollar sus talentos, entonces desde luego que de él puede surgir un interesante creador. Al mismo tiempo, los personajes dibujados tienen dientes filosos, garras, grandes ojos dilatados. Esto también revela los miedos del niño.
En algunas imágenes aparecen objetos de agresión: está dibujada la gente que sufre la agresión. La matan o torturan, la despedazan. Está el tema del asesinato y de la sangre. Por lo regular el asesinato y la sangre pertenecen a las fantasías de carácter algo sádico. Son aceptables como una etapa determinada del desarrollo. Lo más importante es que estos temas no se vuelvan predominantes en la vida del niño.
Si seleccionamos el vocabulario de los textos, podemos encontrar lo siguiente: «Me asusté mucho. Agarraron. Mordieron la cabeza, dispararon, mataron». Todo esto aparece en la misma página. Como mínimo este niño necesita ayuda psicológica ya que su estado emocional es triste; la ansiedad es más elevada, hay miedos. Seguramente existe una dificultad para comunicarse con la gente que lo rodea. Junto con esto, hay interés hacia la naturaleza, hacia el mundo exterior. Pero no hay interés hacia las personas.
El resultado del experimento me fascinó. ¡Esto era la cumbre de las investigaciones metódicas de A. Lazurski elaboradas en 1910: «el método del experimento natural»! Me fascinó sobre todo porque daba explicación a muchas peculiaridades en el carácter de Knórosov, las cuales con el paso del tiempo se revelaban cada vez más. El carácter difícil, extraño y para muchos poco comprensible de Yuri Valentínovich Knórosov…
También se sabe que el padre le enseñaba a sus hijos a realizar todo tipo de actividades con la mano izquierda igual que con la derecha. ¡Es increíble, ya que las investigaciones psicofisiológicas acerca del desarrollo de ambos hemisferios del cerebro y acerca de las aptitudes peculiares mediante las estimulaciones de ambidestreza aparecieron solo en 1970! Desde luego en Rusia se conoce desde la infancia la novela del año 1881 del escritor Nikolái Leskov, titulada Relato sobre el zurdo bizco de Tula y la pulga de acero, la cual se toma como ejemplo del don especial propio de los zurdos. Sin embargo, en aquellos tiempos del primer cuarto del siglo xx nadie se dedicaba seriamente a investigaciones similares. Ni siquiera Béjterev. Es más, en aquellos tiempos los zurdos de nacimiento eran obligados a usar únicamente la mano derecha; castigaban a los niños que usaban la mano izquierda. La definición del «disparo macedónico» (cuando la persona dispara dos armas a dos manos inmediatamente cambiando el ojo para apuntar y dejando inmóviles las pistolas) ya existía en aquel periodo, aunque no había fundamentos científicos. Poca gente comprendía el principio de dominancia de uno de los receptores emparejados de los hemisferios cerebrales. En este caso se refiere a los ojos. En 1994, la doctora en medicina Tamara Dobrojótova, una científica-psiquiatra genial que prácticamente por primera vez había comenzado a estudiar las particularidades de la psicofisiología de los zurdos, continuaba escribiendo que «hasta el momento las sociedades humanas siguen ignorando a los zurdos». En la década de 1920, el ingeniero Valentín Knórosov trataba de desarrollar cualidades de los zurdos en niños aparentemente normales. ¿Para qué? Desde su punto de vista, cualquier persona creativa e intelectualmente desarrollada debía poseer semejante habilidad.
Adelantando un poco, se puede decir que el método de «la educación según Béjterev» se había justificado brillantemente: los cinco hijos de la familia de Valentín Knórosov lograron obtener los títulos académicos más altos. Dos de ellos llegaron a recibir premios estatales otorgados por la URSS. Los cinco se realizaron como personas en ámbitos de conocimientos completamente diferentes. No sucedió lo que frecuentemente vemos ahora: el hijo totalmente mediocre que hace su carrera exitosamente bajo el ala protectora de su padre.
Pero, en aquellos tiempos, en el país destruido por las guerras y revoluciones, seguramente Alejandra y Valentín Knórosov ni siquiera soñaban con algo semejante. Por lo visto, los hijos menores aprendían a escribir por sí mismos mucho antes de que comenzaran las clases sistemáticas. Por lo menos eso le pasaba a Yurka. Él comenzó a escribir desde una edad muy temprana. Algunas letras las escribía espejadas. Al principio no separaba las palabras entre sí. Luego comenzó a poner puntos gruesos entre ellas. Sin embargo, marcaba el traslado de una parte de la palabra. No había papel en aquel entonces. Yura usaba diferentes formularios y hojas innecesarias para tener dónde escribir. Los cosía haciendo cuadernos. Incluso usó un historial médico vacío. Él convertía sus notas en «libros». Cabe señalar que la numeración de las páginas también comenzaba desde el fin, es decir, desde la última página.
El primer librito manuscrito de Yura se veía así:
el cuento sobre un gato
Yura Knórosov
Y después seguía el texto:
El gato come la hierba y en invierno la palma muy chistoso él frecuentemente bebía la leche o comía el pastel o robaba algo el gato arrastraba al piso la carne bebía de cubeta el agua el gato a menudo comía pájaros
(El gato comía la hierba y en invierno la palma. Muy chistoso: él frecuentemente bebía la leche o comía el pastel o robaba algo. El gato arrastraba la carne al piso, bebía el agua de la cubeta. El gato a menudo comía pájaros.)
Durante toda su vida, los gatos fueron los animales favoritos de Knórosov y sus únicos amigos. Cabe señalar que en Yúzhnoye hasta ahora existe una raza extraña de gatos cabezones. Estos dueños imperturbables del pueblo se caracterizan por su enorme tamaño y por tener cabezas increíblemente grandes que pueden ser comparadas con una cabeza humana. Parecen más unos sabios extraterrestres que quisquillosos cazadores del tiradero. Según las imágenes y las notas, los gatos lograron impresionar a Yura. En casa de los Knórosov siempre habitaban gatos y perros. Eran mascotas recogidas de la calle, pero respetadas como miembros de la familia. Muchos años después, al obtener el doctorado y ser el laureado del Premio Estatal, Knórosov pugnaría ante las «redactoras» por el derecho de su gata Asya de publicar en calidad de «coautora» de su artículo sobre la teoría de la señalización. Siempre insistió que pusieran en la publicación su foto con esta gata.
El otro «libro» del pequeño Yura parecía algo como una «enciclopedia de Brehm». En cada página aparecía la imagen de un animal acompañada por una descripción: el nombre, la distribución geográfica, la vivienda, la alimentación. A veces se agregaban datos curiosos. Los animales reales coexistían sin problemas junto con los míticos. Había tanto nombres verdaderos como inventados. Las secciones tenían índices: «animales depredadores», «serpientes venenosas».
Entre la distribución geográfica de todos los personajes de Yura (de reales a míticos), el lugar principal lo ocupaban los «países calurosos». En países calurosos vivían prácticamente todos: desde el oso que «vive en calurosos países come a krasnodunes sabe volar por el aire» hasta un tal vogovei, que «vive en países calurosos come a los naganes nido de plumas».
En los mismos países calurosos vivía la «ballena arbuntsy» que comía todo y era «muy cara». Krasnodun también «vive en países calurosos, en los árboles come las serpientes y sopla de tal manera que el aire se calienta y se vuelve rojo…»
El único que no había tenido la oportunidad de vivir en países calurosos era el búfalo. Él vivía en «países fríos en el hielo» y comía sólo «el hielo y la nieve». Pero en la imagen el pobre búfalo se parecía más a un pájaro con cola, dos patas y un pico dientudo abierto.
Lo más increíble en esta «enciclopedia de los animales» era la aparición de la serpiente que se llamaba palenka y el animal de color azul cielo con una nariz larga que se llamaba tamkas. Yura escribía lo siguiente acerca de palenka: «palenki comen setsomerenskie ellos se parecen a ramas ellos viven en países donde hay más luz…».
Abajo aparece un ornamento en forma de triángulos sombreados que se parecen a las montañas. Entre los temas favoritos de Yura estaba el árbol con un pájaro grande arriba. Además aparecen imágenes «en pequeños cuadrados» similares a los de la escritura maya. ¿Quiénes son estas criaturas? ¿De dónde salieron sus nombres tan raros? ¿A qué se deben las tramas tan raras? Es difícil de creer, pero la respuesta a estas preguntas será recibida sólo varios decenios después, cuando Knórosov descifre la escritura maya y lea los textos jeroglíficos. Y esto será uno de los misterios del extraño genio de Yuri Knórosov.
Otro libro relataba las aventuras de los noganes en la Luna. Los personajes atrevidos de Yura Knórosov volaban a la Luna en aeroplanos que en las imágenes se veían más como cohetes espaciales. Sus personajes combatían, disparaban. Los viajes espaciales en las imágenes del niño no sorprendieron a la psiquiatra moderna. ¡Pero la doctora Portnova ni siquiera sospechaba que el niño escribía todo esto en el año de 1927!
Aquí podemos suponer que Yura, teniendo seis años de edad, para este momento ya conocía el pequeño cuento del fundador de la cosmonáutica Konstantín Tsiolkovski, escrito en 1887 y titulado En la Luna. A Yura no le interesó la descripción aburrida de los paisajes lunares hallados en la Luna por los amigos físicos anónimos:
¡Panorama sombrío! Hasta las montañas están desnudas, desnudas desvergonzadamente, ya que no vemos en ellas el velo ligero: no vemos esta transparente neblina azulada que arroja el aire a las montañas y a los objetos distantes… ¡Qué severos pero extraordinariamente definidos paisajes! ¡Qué sombras tan oscuras! ¡Qué cambios tan abruptos de oscuridad a la luz! No hay aquellos tornasoles suaves a los que estamos tan acostumbrados y los que solo la atmósfera puede dar. Hasta Sahara hubiera parecido un paraíso en comparación con aquellos que vimos aquí.[1]
El pequeño Yura había creado su propio e interesante blockbuster, que llamó «la caza de los noganos».
Se trataba del asunto militar en invierno en una isla deshabitada.
La caza de noganos comenzó desde itsamerinski zheliznak
Él se puso palaski y se fue a la isla deshabitada
Al principio lo atacaron las ballenas
Él había ido sin arma ya que lanzaba los hechizos
Pero esto era el engaño de los brujos y por eso las ballenas lo habían tragado.
Sitsomerinski mandó a gente por él
Apenas llegan hasta el océano y de repente ataca el asesino y lanzó a todos por el océano y pasó por todo el universo
Después sonó el trueno y brilló el relámpago y mató a todos pero luego ellos se
fueron volando en aeroplanos con armas hacia los naganos.
Pero ellos sólo salieron a Luna y hacia ellos voló una bandada de las muertes y los vieron.
Ellos se asustaron mucho porque habían agarrado a uno de ellos y le mordieron la cabeza.
Pero él atacando con su cola mató una muerte aunque él también falleció. Ellos pasaron volando rápido.
Setsomerinski fueron más adelante y encontraron a un nogano loco
Los atacó y mató a 80 setsomerinskie. Se quedaron 2.
Ellos dispararon y lo golpearon. Apenas se acercaron a él y sonó el disparo y uno cayó muerto. Sonó el grito. Mataron al segundo.
Aquel se dirigió hacia adelante. Sonó un disparo más.
Aquel estaba muerto.
Disparaba jabias
Los noganes son personajes importantes del mundo de Yuri Knórosov. Según su definición, «nogan (o nagan) tienen el rabo del cual todo el tiempo salen volando las balas. Él vive en países calurosos o fríos». ¿De dónde llegaron los noganes a las fantasías del niño? Probablemente llegaron de los mitos calmucos sobre Nogan Dara-Eke-gegian, que había vencido al villano jorobado Mangas Negro para salvar a su pueblo de sus enemigos.
El terrible Jabias (Jobias) era un personaje peculiar. Yura a menudo lo dibujaba con pinturas coloridas. «Jabias fogoso» se presentaba en forma de un animal extraño que estaba parado con las patas traseras y estiraba hacia adelante sus manos-patas.
«El gusano fogoso que vivía en todas las partes y era muy caro» se comía a los valientes.
Los tales jabias había llegado de un terrible cuento de hadas de una escritora rusa, cuyo nombre ahora queda totalmente olvidado. El cuento trataba de un abuelo, una abuela, el perrito valiente Funtik y los malos jabias:
Érase una vez el abuelo y la abuela que tenían un perro fiel llamado Funtik. Una vez el abuelo y la abuela se fueron a dormir. Debajo de las ventanas llegaron los malos jabias y comenzaron a cantar: «Entraremos, entraremos a la casita, nos comeremos al abuelo y a la abuela!». El perro Funtik los escuchó y comenzó a ladrar: « ¡Guau! ¡Guau! ¡Guau!». Los malos jabias se asustaron y se fueron corriendo.
Por la mañana el abuelo le dijo a la abuela: «¡Qué nocivo es el perro Funtik! ¡No nos dejó dormir durante toda la noche! ¡Cortémosle el rabo!». Así que le cortaron el rabo a Funtik. La siguiente noche los jabias llegaron nuevamente. Funtik los corrió y por la mañana le cortaron las orejas. Un día después le cortaron las patas. Un día después, la cabeza. …Ellos cantaron su canción, luego la cantaron una vez más y por tercera vez también. Pero nadie ladró; tampoco hizo algún ruido. Entonces los malvados jabias pasaron a la casa y se comieron al abuelo y a la abuela.
Se puede imaginar cuánta lástima sentía el pequeño Yura hacia el perrito Funtik. Por lo tanto, durante toda su vida odió a cualquiera que lastimara a los animales. Ahora se entiende por qué un poco antes de su fallecimiento, platicando con nuestro perro pelirrojo de raza callejera llamado Fox, Knórosov tristemente repetía una y otra vez: «Ya desapareceremos contigo, mi perrito…»
Sí… Las fantasías de este niño entrelazaron las teorías, en aquel entonces declaradas locas, de Tsiolkovski acerca de los vuelos al cosmos, los antiguos mitos y los cuentos de hadas.
Los «setsomerenskie», con los cuales Yura se identificaba a sí mismo, eran por lo visto los personajes positivos que pretendían tener el papel de los humanos. Ellos vivían rodeados de todos los personajes y monstruos incomprensibles. Estaban en un peligro constante. A los cinco años Yura incluso había empezado a escribir un libro acerca de ellos, pero se detuvo por alguna razón en la primera frase significativa: «Había un país Setsomerenia y un día de él se separó una enorme ciudad y…»
En las imágenes están presentes unas ciudades raras: las casas se parecen más a las torres o misiles en plataforma de despegue del cosmódromo que a casas ordinarias o viviendas de varios pisos.
Desde la infancia a Yuri lo caracterizó una pasión por la sistematización. Es probable que su padre le haya enseñado eso a sus hijos. Aparte de crear sus enciclopedias, él ayudaba a su madre a hacer los quehaceres. Comenzó un cuaderno especial en el que apuntaba la cantidad de gallinas, de huevos puestos, de variedades de manzanas en el jardín y otra información casera.
Sin duda la sistematización era algo familiar. Por lo visto, en esto tenía que ver su padre. Entre las anotaciones se ha conservado el cuaderno del hijo mayor, Serguei. El cuaderno trataba acerca de la fotografía. En 1925 el adolescente de 14 años elaboraba minuciosamente una tabla donde anotaba las características para ajustar la cámara fotográfica, con el fin de realizar diferentes tomas: se tomaba en cuenta el día y la hora de la sesión y la evaluación del resultado obtenido. Para un joven lector moderno que simplemente oprime el botón de su teléfono móvil ya es complicado entender estos detalles. Antes uno tenía que saber fotografiar bien, y saber ajustar la cámara y el objetivo. No es casualidad que posteriormente el hermano mayor de Yuri, Serguei Valentínovich Knórosov, llegara a ser doctor en ciencias técnicas y trabajara en el departamento de la gestión topográfico-militar del Estado Mayor. En 1988 le otorgaron el Premio Lenin de la URSS por la creación de métodos únicos en fotografía aérea.
Todos los hermanos eran aficionados a los viajes. Ellos leían los libros y las revistas de aventuras, cuyos limitados números en la biblioteca eran muy solicitados. Se ha conservado una nota llena de mucho dramatismo que refleja este interés. Su autor es el hermano mayor Serguei:
¡¡¡Yurka!!!
¡¡¡Torpe desgraciado!!!
Corre, sálvate mientras puedes. El conocido Compás Pierna Sangrienta ayer me asediaba, gritaba, decía que irá a buscarte, te quemará en la hoguera y dispersará de su flauta las cenizas a todas partes. Todo esto pasará si hoy no vas a verlo, a prometerle tu lealtad y si no le envías en forma de impuesto los tres números de Mundo de las Aventuras núm. 1, núm. 2 y núm. 3. El mismísimo Compás fue atacado por el enemigo más poderoso, que se los exige. Te advierto acerca del peligro.
S. Knórosov
Otro juego atractivo en el que participaban los hermanos era escribirse mediante códigos. Estaba claro que se basaba en los «bailarines» con el misterio de los cuales se había enfrentado Sherlock Holmes, el personaje de Conan Doyle. Los detectives que motivaban a resolver misterios también eran parte del sistema educativo de Soroka-Rosinski, quien incluso había escrito un artículo especial titulado «Nat Pinkerton y la literatura infantil». Jugar con códigos era algo fascinante para Yuri. Él intercambiaba mensajes cifrados con sus hermanos, los descodificaba con entusiasmo e inventaba nuevas versiones del código secreto. El desciframiento de la escritura maya y el Premio Estatal de la URSS llegarían a ser la prueba incondicional de que los métodos educativos de Béjterev, aprendidos por los jóvenes Alejandra y Valentín Nikoláievich en el casi olvidado y feliz San Petersburgo de Plata, funcionaban.
Como se ha mencionado anteriormente, el problema de la educación y la crianza en la década de 1920 había adquirido un significado especial en el frente de la lucha por esta nueva generación. Había infinitos experimentos incultos que contradecían al sentido común. Los funcionarios «de cultura proletaria» no podían comprender las ideas del genial Béjterev y de su discípulo Soroka-Rosinski, ya que la personalidad creativa era objeto de sospechas y de rechazo. Incluso los «soldados ejecutivos del frente de trabajo» a los que preparaba Makárenko eran demasiado independientes para el sistema. El mismo Béjterev fue acosado; lo obligaron a rechazar sus conclusiones geniales sobre los problemas sistémicos de la evolución humana. Las palabras «personalidad» y «individualidad» se consideraban una grosería. El ídolo de la pedagogía era el colectivo impersonal de los mediocres, entusiasmados por la labor física. A muchos pedagogos talentosos les costaba mucho trabajo salvar a sus alumnos, oponiéndose a los permanentes controles y las indicaciones desde «arriba». En esta situación la familia se transformaba en una salvación. Precisamente en aquel periodo se formó una cultura soviética especial de la «ideología doble». La primera era para uso familiar; la segunda, para uso externo. Surgió una capa entera de expresiones idiomáticas imposibles de traducir que reflejaban esta doble cultura. Solo la gente soviética comprendía estas expresiones. En la realidad, el drama en la mayoría de las obras literarias del tiempo soviético se construye precisamente mediante el conflicto de esta «doble ideología» que se manifiesta en diferentes ámbitos de la vida.
Con su propio ejemplo,Valentín Dmítrievich enseñaba a sus hijos una cualidad más: no conformarse con lo que se ha logrado. La vida en el país estaba cambiando, aparecían nuevas demandas y el cabeza de familia asimilaba los conocimientos nuevos. En 1929, Valentín Knórosov pasó los exámenes y obtuvo el título de ingeniero de minas. Se volvió especialista en refractarios. Pero la especialidad del padre interesó solo a uno de los hijos, a Borís: al graduarse con un doctorado en ciencias técnicas y convertirse en especialista en metalurgia extractiva, el ingeniero-coronel tuvo mucho éxito, igual que todos los demás. Su destino luego estaría relacionado con la Academia de Artillería Felix Dzerzhinski.
Durante un largo tiempo, sus hermanos mayores lo llamaban Yurka, y todavía con más frecuencia lo llamaban Conejo Correcaminos, posiblemente bromeando sobre su forma torpe de caminar. Por lo visto, sus hermanos se burlaban del tierno apodo de Conejito que le había dado Galina cariñosamente.
Si destacamos únicamente los entretenimientos intelectuales, podemos tener la impresión de que Yurka-conejo era un niño obediente, de hogar. Sin embargo, el mismo Knórosov contaba cosas muy distintas acerca de sus juegos.
Una vez, jugando con sus hermanos al críquet, le dieron accidentalmente en la cabeza con la pelota. El niño perdió la consciencia. Pero ni siquiera lloró. No «chilló», como me contó él mismo. Perdió la vista por un tiempo. Luego al parecer todo se arregló, pero a este trauma de la infancia Yuri Knórosov lo nombró «trauma de brujo» –se debe a que después del golpe Knórosov descubrió que tenía capacidades extraordinarias. Él contaba otra anécdota, en la que siendo ya escolar, junto con otros niños había encontrado una granada. También le pegaron fuertemente con esta granada en la cabeza. Afortunadamente no explotó.
Pero ahora estos cuentos les parecen increíbles a los sobrinos de Knórosov. ¿Qué críquet podría haber en Yúzhnoye? ¿Cómo es posible que Yura fuera un niño tan travieso si su padre siempre había sido una persona muy respetada en el pueblo, a quien de inmediato informaban sobre cualquier mala conducta de sus hijos?
Por otra parte, muchos padres cariñosos a menudo ni sospechan de las travesuras de sus hijos. Y para evitar los castigos los niños se quedan callados, como los guerrilleros. No es casualidad que para el psiquiatra llegaran a ser tan evidentes la ansiedad elevada, la agresión oculta y los temores del pequeño Yura. Eso significa que él simplemente no podía llevar la vida de un niño común y obediente.
Pronto en la educación hogareña de los niños se halló una inevitable «deficiencia». Borís, Leonid, Yura, Serguei y Galina no eran personas muy «colectivas». La Revolución, la Guerra civil, la formación del poder soviético enseñaron a los Knórosov a estar lejos de la gente ajena, incluso de los vecinos. Los niños estaban encerrados dentro de la familia, desarrollaban sus propios talentos. No les gustaba ni dar órdenes ni obedecer a la gente, excepto a sus padres –nadie heredó el talento de gerente del padre. Evitaban los eventos colectivos. Se encerraban en un círculo bastante pequeño de personas que los comprendían y donde se sentían seguros. En Yúzhnoye se encontraba poca gente de este tipo.
La música era parte importante de la educación en la familia Knórosov, y aunque los hijos mayores no tuvieron suficiente talento para tocar instrumentos musicales, podían escuchar música durante horas. La madre le enseñó a Galina a tocar el piano de cola. Pero cuando a Yúzhnoye llegaba de visita la abuela armenia, la reconocida actriz Mari-Zabel, en casa estallaba una verdadera fiesta. Una vez María Davýdovna trajo un cofre que provocó éxtasis entre sus nietos. Dentro de él había vestuario escénico, accesorios, abanicos y viejos álbumes con fotografías de los actores de las compañías en las que había actuado la actriz. Aparentemente en algún momento ella había decidido dejar el escenario, donde las obras clásicas se sustituían cada vez más por los sencillos espectáculos revolucionarios, en los que, para una actriz de vieja formación, era difícil escoger un papel decente.
En 1926 Mari-Zabel falleció. Ella tenía solo 66 años. En la casa se conservaron algunos boletos y programas teatrales de diferentes años. Entre ellos, el folleto del espectáculo conmemorativo en honor a los 40 años de su actividad escénica.
La señora Zabel
(1879-1919)
En esta temporada se cumplen 40 años de la actividad escénica de la señora Zabel.
Durante 40 años ella ha pasado por todo tipo de dificultades inherentes a la vida artística. La actriz Zabel, en cada compañía donde actuaba, servía de aquel necesario pilar en el que se alineaba el natal escenario teatral armenio. Ella actuó en todas las compañías teatrales armenias, desde su surgimiento hasta la creación del organismo teatral más brillante, desde los tiempos de Petrós Adamián hasta nuestros días.
Siempre modesta, trabajadora, completamente fiel a su vocación –características que formaban la parte más pequeña de sus cualidades, que marcaron su gran esencia artística.
Según la iniciativa del consejo de la comunidad armenia, el 10 de enero en el teatro artístico tendrá lugar un espectáculo conmemorativo de la actriz emérita, señora Zabel.
Yura amaba mucho a su abuela, aunque aparentemente nunca se caracterizó por desarrollar una pasión hacia la teatralidad. Por otra parte, él sabía «hacerse el tonto» brillantemente. Lo hacía con una mirada tan seria que era difícil creer que lo hacía. Durante toda su vida usaría este don aunque lo hizo muy raras veces, solo cuando tenía que escapar de la presión insistente de alguien.
Sin embargo, más que todo, a Yura le gustaba fantasear. De vez en cuando se quedaba quieto e inmóvil en el rincón aislado de algún lugar, viviendo acontecimientos que no tenían nada que ver con la vida cotidiana. En sus libros infantiles todavía describía esta realidad paralela, y al crecer se cerraba aún más en sí mismo y no compartía sus visiones interiores casi con nadie.
Yura fue el primero de los hijos de la familia Knórosov que tuvo la oportunidad de estudiar en una escuela soviética ordinaria desde el principio. Aún se conserva la copia del acta de nacimiento de Knórosov Yurkó Valentínovich que se había entregado para presentarla «en la escuela» en 1930. En aquel momento Yuri tenía siete años. Presentar el acta de nacimiento era uno de los requisitos en la Unión Soviética para estudiar en la escuela primaria según la ley sobre la educación obligatoria general. Sin embargo, estar sentado junto con los compañeros de la primaria del pueblo no le parecía muy atractivo. El niño ya leía mucho e incluso se sabe que ya escribía. Sin embargo, el padre era una persona demasiado importante en Yúzhnoye para que le permitieran a su hijo hacer travesuras o faltar a clases en la escuela ferroviaria núm. 46. Él trabajó durante muchos años en puestos directivos en Yúzhnoye, en el fideicomiso de los materiales de construcción del Comisariado Popular de Líneas de Comunicación (que había reunido aproximadamente a 30 fábricas de ferrocarriles). Además, el padre ocupaba un puesto directivo en la administración local. No, nadie le hubiera permitido faltar a la escuela o ser un mal estudiante al hijo de una persona tan respetada. Si hubiera pasado algo, de inmediato habrían informado al padre, como se suele hacer en los pueblos pequeños.
Por otro lado, Yuri tenía oído absoluto y por lo tanto lo mandaron a estudiar en una escuela de música del colegio de Járkov de ferrocarriles del sur para aprender a tocar el violín. El violín de Yura era viejo; era de un maestro italiano, más o menos del siglo xviii.
En el verano de 1932, hubo en Járkov un festival de los alumnos de las escuelas infantiles de música. En aquel momento Yura había cumplido ya 11 años y debía presentar en este festival el Concierto clásico escolar de Seitz núm. 2, composición 13. Friedrich Seitz es un compositor ruso de origen alemán. Era bastante popular en Ucrania, ya que un tiempo vivió en la región de Dnepropetrovsk hasta que falleció, en 1918. El Concierto núm. 2 se caracteriza por su peculiar expresividad. Es de las obras prácticamente obligatorias que normalmente tocan los violinistas principiantes. La obra permite de forma extraordinaria desarrollar la agilidad de los dedos, subrayar los tonos y pulir la técnica. Desde el siglo xx no hay una presentación escolar sin el concierto de Seitz.
En el programa de las presentaciones, a Yura le había tocado el número 14 de 25 participantes de la primera sección. Él iba inmediatamente después de las pequeñas «Variaciones» de Mozart y antes de «Variaciones de tema ruso» de Maikapar. Yura ensayaba constantemente en el jardín y se escondía en la sombra de los abetos espesos. Allí no hacía tanto calor. Los ensayos infinitos no molestaban a los vecinos; el constante pitido del violín era lo último que podía preocuparlos en medio de la situación trágica que se vivía.
El comienzo de la década de 1930 estuvo marcado por un inmenso y perceptible aumento de la temperatura en el hemisferio norte del globo terrestre. Estos cambios climáticos provocaron el aumento de tierras secas allí donde de por sí hacía falta el agua. El calentamiento resultó ser abrupto y tan intenso que provocó el cambio de las fronteras de las áreas ecológicas. En gran peligro estaban las regiones con el sistema problemático de agricultura. La naturaleza y las deficiencias de la gestión ocasionaron una verdadera catástrofe en las zonas grandes. A partir del año 1928, y durante 10 años, la prensa mundial prácticamente gritó acerca de la muerte de las cosechas por el mundo y de los problemas alimentarios. Pero el pico de la hambruna sucedió en los años 1932-1933. En Polonia se levantó una ola de protestas antigubernamentales masivas. Los campesinos hambrientos saqueaban las propiedades de los terratenientes. Aparecieron publicaciones sobre la venta de niños e incluso sobre una ola de suicidios, lo que en aquellos momentos era algo inconcebible para ese país católico.
En 1932, los periódicos de Europa Central estaban llenos de noticias sobre la mortalidad masiva de la población debido a la hambruna. La Rumania boyarda estuvo envuelta en disturbios por el hambre. Aquí, tan solo en un año, la hambruna se llevó más de 120 mil niños. Los pacientes del hospital para leprosos, condenados a morir por el hambre, se dirigieron a Bucarest. En Checoslovaquia el gobierno había intentado ayudar a los campesinos, pero los funcionarios se robaron este dinero. En Berlín se produjeron enfrentamientos entre los manifestantes con la policía y se introdujo la ley marcial. En Hamburgo, las multitudes de desempleados hambrientos comenzaron a confiscar los bienes en las tiendas, a detener las camionetas con carnes. En España, más de seis mil campesinos hambrientos de Cataluña y Tarragona se dirigieron a la capital saqueando a su paso las fincas de la gente rica.
En aquellos momentos la hambruna provocó que empeorara la «gran depresión» en Estados Unidos. Algunos estados de este país se hallaban sumidos en una verdadera epidemia de hambre. Los productores particulares de granos en los estados no alcanzados por la sequía destruían cínicamente sus cosechas para no disminuir los precios y aumentar sus ingresos personales. El gobierno de Estados Unidos se apuró a clasificar esos datos de la demografía de un periodo de 10 años y hasta la fecha los esconde minuciosamente. Según las cuentas indirectas de aquel entonces, en Estados Unidos habían desaparecido aproximadamente siete millones de personas. Hay que mencionar que las fotos horrorosas de la hambruna en ese país aparecieron en Rusia en la década de 1990 con el comentario: «es la Ucrania soviética».
La URSS tampoco se libró de la sequía. En 1932, la verdadera hambruna abarcó grandes territorios –el norte del Cáucaso, el sur de Rusia (Kubán), Ucrania, el sur de los Urales, Kazajstán, la región del Volga (Povolzhie) y Siberia Occidental. El sistema soviético de manejo de la agricultura tampoco pudo prevenir a tiempo la catástrofe. Se tomaron medidas contra las personas que fueron igual de horrorosas que en Estados Unidos. Las regiones de la hambruna estaban acordonadas, lo cual no les dejaba a los campesinos una mínima oportunidad para salvarse.
Pero solo ahora los analistas modernos son capaces de explicar los problemas globales de las fluctuaciones climáticas y de los errores administrativos sistemáticos. En aquellos tiempos los habitantes de los suburbios de Járkov y de cada región en particular afectada por la sequía creían que la mala suerte les ha tocado solo a ellos, y no esperaban la salvación de ninguna parte. Seguramente la madre de Yura, que en ese momento tenía 11 años, fomentaba entre él y sus hijos mayores el interés en plantar verduras en el jardín al lado de casa. Se tenía que sobrevivir. Knórosov no se olvidó de esto durante toda su vida. El niño notaba que los amigos con los que antes jugaba se convertían en sombras por la hambruna y poco a poco desaparecían. Además, se comentaba a escondidas algo realmente increíble: los casos de canibalismo. Yura le temía a los caníbales mucho antes de la hambruna. Al parecer sus padres o sus hermanos le habían contado algo semejante acerca de los tiempos de la Revolución y de la Guerra civil. Todavía en la infancia temprana, Yuri sabía que «el caníbal durante la guerra se dedicaba al vandalismo, a comer y a otras cosas nocivas para los sitsomerenskie». El caníbal, como el vampiro, «vive entre los setsomerenskie».
Llegó el día del concurso musical. Junto con su madre y hermana Galina, Yuri se fue a Járkov. Yura tenía el cabello corto; llevaba puesta una camisa de pana oscura. Se puede imaginar cuánto brillaban sus grandes ojos azul claro por la valentía. Pero la interpretación lúgubre en cada turno y las miradas hambrientas provocaron que el niño se encogiera. Ahora nadie se acuerda de cómo le fue en la presentación. Probablemente, como le solía pasar a Yuri, todo había salido excelente. El mismo Knórosov nunca había contado sobre esto y a lo mejor ni siquiera se acordaba. Pero en 1990, cuando la verdad acerca del pasado de Rusia dejó de ser un secreto, varias veces mencionó en sus conversaciones conmigo, aunque de forma muy cuidadosa, el canibalismo de principios de 1930… Knórosov regresó a este tema más de una vez. Parecía que todavía no se atrevía a contar hasta el final todo lo que había visto en aquel entonces con sus propios ojos y lo que no pudo borrar de su memoria durante seis décadas.
En 1933, la dirección de la escuela de música le otorgó solemnemente al «camarada Knórosov Yurkó» el certificado de vanguardista del cuarto año del primer quinquenio por el excelente trabajo y los resultados en la competencia socialista de 1932.
Sin embargo, Yuri no tocó el violín nunca más. Lo rompió y lo guardó en ese estado dentro de su estuche durante toda su vida.
No obstante, el amor a la música, que sentía y comprendía delicadamente, no desapareció, aunque prefería disfrutar de la música escuchando a Galina. Por lo regular, ella escogía a compositores potentes: a Músorgski, a Mushinski. A Yuri le fascinaba la imagen de su hermana: una muchacha con fina cara austera oriental y con largos dedos apergaminados enmarcada por una luz mate ante el piano de cola. Ella, como nadie más en la familia, se parecía físicamente a la famosa abuela armenia. A veces la comparaban incluso con la protagonista de la obra del escritor Mijail Shólojov –la cautiva turca, la madre de Grigori Melejov.
Sea como sea, la música para Knórosov quedó para siempre bajo la sombra de la muerte. El 17 de febrero de 1937 él regalaría a su hermana un dibujo a crayón lleno de dramatismo místico, con la inscripción «Los acordes finales de Chopin»: el inspirado compositor está sentado en el piano de cola, agitando las manos antes del último acorde, mientras que por la ventana lo observa silenciosamente, escondida bajo una capucha negra… la muerte. Y firma: «a Galia, de su hermano Yurka».
Además de la música, en la familia todos pintaban: la madre, el padre y los hijos. Los álbumes escolares guardados demuestran que la madre les enseñaba a sus hijos la técnica de la pintura.
En el quinto año de la escuela, Yuri se aficionó seriamente por la biología. Ahí tuvo que ver también la influencia de su hermana Galina y su hermano Leonid. Para ese entonces la hermana ya estaba trabajando como investigadora en el Instituto de Endocrinología, dedicándose a la síntesis orgánica de los complicados medicamentos hormonales, y posteriormente pasó a la invención de medicamentos antineoplásicos. Leonid todavía era estudiante de biología. Posteriormente él defendería su tesis de doctorado y llegaría a alcanzar el grado de coronel del servicio médico, al convertirse en doctor militar y toxicólogo.
Los muérdagos: una planta de hechicería
En los árboles altos a lo largo del camino, al lado de la entrada a Yúzhnoye, hasta ahora están colgadas las bolas de muérdagos. Esta planta-parásito inmarcesible desde tiempos ancestrales se consideraba como el símbolo de la vida y de la inmortalidad. Hubo muchas leyendas acerca de ella. En la tradición druida, el muérdago había nacido de un relámpago dirigido a una rama de roble. Por esta razón la planta cuenta con cualidades medicinales particularmente. El jugo de sus bayas era un buen alimento para el cuerpo y el espíritu. Mucha gente creía que el muérdago era un objeto mágico que daba la felicidad, protegía a la persona y a los animales de las brujerías. Utilizaban sus hojas y frutos para curar la infertilidad, el reumatismo, la tisis, la epilepsia, los mareos, los dolores de cabeza e incluso la demencia. Algunos pueblos tenían la tradición de cortar el muérdago durante los solsticios de invierno y de verano, lo cual estaba mágicamente relacionado con la vida y la muerte.
Los eslavos creían siempre que el muérdago era una planta milagrosa. El arbusto es eterno, no desaparece, no se muere, crece sin raíces, sin tocar la tierra, no tiene semillas. Se reproduce y crece entre el cielo y la tierra eligiendo solo las ramas de los árboles sagrados, tales como el roble, el fresno y la acacia. Todos los pueblos trataban el muérdago como la planta mágica que trae felicidad y protege de la brujería a las personas y a los animales. En Rusia la llaman «nido de pelo», cuando en español es «escoba de bruja». Los celtas lo nombraron como «rama dorada del Árbol de Vida». No hay que explicar por qué La rama dorada de J. Frazer se convirtió durante un tiempo en el libro favorito del pequeño Yura. Al leerlo seguramente sentía la cercanía con los misterios de los viejos druidas y los brujos eslavos. Precisamente en aquel periodo se apasionó por los experimentos, probando: ¿funciona o no? Sus experimentos empezaron con los muérdagos. Las hojas y los frutos de muérdago curaban el reumatismo, las enfermedades de corazón, la neumonía, la tisis, la infertilidad y otras enfermedades. Pero a Yura le llamaban más la atención la cualidades de la planta que curaban el dolor de cabeza, los mareos e incluso la epilepsia y la demencia. Esto se podía comprobar muy rápido. Yuri comenzó a realizar sus planes: intentó curar a su hermana Galina, que a menudo sufría de dolores de cabeza, y a su madre. En casa aparecieron las ramas y bolas de muérdago para prevenir el dolor de cabeza y los mareos. Ahora a esto lo llamarían fitoterapia. De ello se desprende otra de las historias increíbles de las que está llena la vida de Knórosov. De repente Yuri descubrió que podía curar el dolor con tan solo «poner las manos». Sea como sea, el primer experimento de tal curación resultó ser exitoso. Pronto, a la casa de los Knórosov empezaron a llegar los vecinos y los amigos. Se han conservado varias narraciones acerca de que llegaban «pacientes» que sufrían de dolor de cabeza o dental, y el adolescente los sentaba entre los abetos, pasaba las manos por el lugar donde les dolía y les quitaba el dolor.
Durante 1936, Yuri no fue a clases. Era el año de graduación en una escuela donde había que estudiar siete años. Todo el primer trimestre estuvo enfermo, e incluso no obtuvo una calificación aprobatoria. Sin embargo, la enfermedad no lo obstaculizó: el adolescente terminó el séptimo año de la Escuela Ferroviaria núm. 46 y se graduó en la primavera de 1937. Las calificaciones de su certificado causan una cierta curiosidad: tuvo «sobresaliente» en ruso, literatura rusa, ciencias naturales, alemán, constitución, álgebra y geometría. Tuvo «notable» en química, física, dibujo técnico e historia (según los trimestres la calificación de historia era entre «satisfactorio» y «notable»). Tuvo «satisfactorio» en lengua ucraniana, que era como su lengua natal, aunque la familia de Knórosov nunca se consideró como tal. Yura no tenía ninguna calificación en educación física. Esto se debía a su estado de salud.
Es evidente que el haberlo librado por completo de las clases de educación física significaba que Yuri tenía serios problemas de salud. ¿Qué había pasado en el primer trimestre? Parece que la enfermedad estaba relacionada con problemas de tiroides, la cual fue operada. Desde aquel momento, en su cuello, por ambos lados, aparecieron delgadas cicatrices sobre las que nunca contó a nadie. Posteriormente, por sí sola surgió la leyenda acerca de una «herida». Pero la leyenda no tiene ningún fundamento.
Es muy probable que precisamente la enfermedad de su querido hermanito menor hubiera determinado la orientación en las investigaciones de su hermana Galina: la endocrinología.
Yuri debía continuar con los estudios. Se notaba que las calificaciones obtenidas no servían de mucho para seguir los estudios en el área de humanidades. Por puro milagro había logrado evitar el «satisfactorio» en historia. Pero a Yura no le interesaba la historia como tal. Él planeaba ser doctor. Por lo tanto, en el mismo 1937 Yuri ingresó a la facultad para obreros (rabfak) en el Instituto de Medicina de Járkov. En la Unión Soviética la «facultad para trabajadores» era una institución educativa de enseñanza media especializada, que correspondía a un colegio y permitía a la gente que ya estaba trabajando obtener su educación secundaria con los elementos de especialización profesional necesaria para poder seguir los estudios universitarios.
Mientras tanto, la vida no se quedaba sin movimiento. En 1938, el padre de Yuri obtuvo el puesto de jefe de ingeniería en Yúzhnoye en el fideicomiso de los materiales de construcción del nkps (el Comisariado Popular de Vías de Comunicación de la URSS). Era un puesto administrativo alto, ya que el fideicomiso unía aproximadamente 30 empresas de los ferrocarriles de Yúzhnoye. Hay que decir que durante los años soviéticos Járkov, el antiguo gran centro industrial y la capital de Ucrania de 1919 a 1934, había crecido impetuosamente. En 1939 su población ya se acercaba a un millón. Járkov se había desarrollado sobre todo en la dirección sudoriental, donde todavía en vísperas de la Primera Guerra Mundial había surgido una gran región industrial. Económicamente, la ciudad se había convertido en el tercer centro industrial de la URSS, después de Moscú y Leningrado. Para finales de 1930, de Járkov venía casi la mitad de la producción de toda la industria de construcción de máquinas de Ucrania y la quinta parte de la Unión Soviética. El gran mérito en esto le pertenecía a Valentín Knórosov. Él poseía el talento de dirigente y no tenía miedo de las dificultades, desarrollaba con gusto su carrera y ocupó puestos cada vez más altos.
Los hermanos mayores habían logrado terminar sus estudios universitarios, obtener sus asignaciones e irse de la casa paterna. Serguei pasaba todo el tiempo en expediciones constantes en el Lejano Oriente, ejerciendo como ingeniero-geodesista. Borís se encontraba en Moscú como profesor adjunto de la Academia de Artillería Felix Dzerzhinski.
El padre también se mantenía todo el tiempo en misiones de trabajo. Por otra parte, se decía que él no iba a casa no solo debido a los viajes laborales. Los parientes sabían que el apuesto hombre siempre había tenido un inevitable éxito entre las mujeres.
En Yúzhnoye se quedaban la madre, la hermana Galina y Yuri. La madre estaba más enfocada en los quehaceres, que no le gustaban para nada, pero los consideraba una necesidad. Inclusive había pasado a dormir a un pequeño sofá en la antesala. Ella creía que así era más cómodo controlar la casa. La vida en San Petersburgo se había quedado muy lejos, en el pasado casi olvidado, y ya ni siquiera parecía real. Poner fuego al horno, cuidar del agua y las gallinas, preparar la comida… Según los recuerdos de los nietos, durante toda su vida la abuela Alejandra detestó coser y cocinar. Ella soñaba con el descubrimiento de una pastilla que pudiera sustituir a la comida: tomar la pastilla y estar satisfecho, sin necesidad de cocinar y lavar los trastes todos los días. Probablemente ya en esos años ella ya había inventado su propio diseño de vestido, el cual era bastante sencillo: dos pedazos de tela cosidos a los lados, al estilo de los huipiles largos de los indígenas mayas. Usó tales «mantos» hasta la muerte. Al ver sus fotografías del periodo de Petersburgo esto es muy difícil de creer. Alejandra siempre fue una mujer creyente. Parece que la fe le había ayudado a sobrevivir a todas las tragedias y las desgracias. Ella cuidaba sus íconos, ante los cuales siempre, y hasta la fecha, dejó encendida una lamparilla. Probablemente así es como intentaba reprochar silenciosamente a Valentín, el que fuera un ateo declarado. Sin embargo a él le gustaba repetir que «la fe era solo para las mujeres».
Además, en casa siempre había mascotas: perros y gatos sin raza. A lo largo de toda su vida, la familia de los Knórosov estuvo relacionada con las historias de los animales.
Galina logró graduarse y se convirtió en microbióloga; se trataba de una especialidad nueva para aquel entonces, y en las instituciones de investigación del tema lamentablemente casi no pensaban en medidas de protección. Galina se intoxicaba constantemente en su laboratorio, casi como si probara los métodos consigo misma. Por eso siempre se sentía cansada y se enfermaba a menudo. Pero ella había servido de ejemplo para su hermano Leonid, quien también había ingresado a la facultad de medicina, siguiendo los pasos de su hermana. Probablemente no fue casualidad que él escogiera la especialidad de toxicología.
Para Yuri, después de su madre, su hermana era la persona más querida en su vida. Él no podía observar tranquilamente su sufrimiento. Así que también decidió firmemente ser médico.
Por fin, en mayo de 1939, Yuri terminó sus estudios en la facultad para trabajadores del Instituto de Medicina núm. 2 de Járkov. En el certificado, en todas las asignaturas tenía «sobresaliente» excepto en lengua ucraniana y literatura ucraniana, pero este idioma no era natal para los Knórosov, ni les interesaba mucho. Luego lo esperaba la Facultad de Medicina. Yuri estaba fascinado con la psiquiatría; en específico, quería estudiar los poderes de la hipnosis. Por su propia experiencia, entendía muy bien las depresiones: ni siquiera la operación lo había salvado por completo de la pesadilla relacionada con los problemas de la tiroides. ¿Y qué había ocurrido con su poder de curar «poniendo las manos»? Él había aprendido de su abuela armenia el efecto de la sugestión, y él mismo veía como la gente, sin ningún medicamento, se curaba de sus dolores. Es obvio que para este momento Yuri había leído desde tiempo atrás los trabajos del profesor Béjterev. Además, precisamente en ese tiempo, en la clínica de enfermedades nerviosas y mentales de la Universidad de Járkov brillaba un alumno de Béjterev: Konstantín Ivánovich Platónov. Ya era un psicoterapeuta y el hipnólogo mundialmente conocido, creador de la escuela nacional de psicoterapia. Platónov se dedicaba a las investigaciones que descubrían la eficacia medicinal de la palabra. En 1930 había salido su asombrosa monografía La palabra como factor fisiológico y medicinal, que había supuesto el comienzo de los métodos psicosomáticos en medicina. Platónov recurrió a los temas de psicoterapia, hipnosis y sugestión. Él demostró que precisamente la palabra ocupa el lugar principal en el sistema de la actividad nerviosa superior de la persona. Platónov logró comprender la esencia social de la hipnosis y logró verdaderos milagros curando a sus pacientes –cabe destacar que entre ellos había mucha gente talentosa y famosa: escritores, pintores y actores.
Decían que Platónov tenía su propio modo de actuar, sin reparar en las autoridades, lo cual Galina y Leonid comentaban y discutían a menudo. A Yuri le interesaban en particular los estudios sobre la hipnosis experimental que realizaba Platónov. Por eso la hipnosis o la sugestión, como el fundamento de una forma peculiar de curar y manejar a las personas, se convirtió en la pasión del joven Knórosov. Él no solo curaba «con las manos», sino que intentaba los experimentos más increíbles. En pocas palabras, la elección de Yuri ya estaba predeterminada: estudiar y aprender solo de Platónov. Parece que Yuri iba a las clases de Platónov cuando todavía estudiaba en la escuela de medicina. Precisamente en el laboratorio de Platónov se descubrió que él tenía una «sensibilidad peculiar». Tiempo después Yuri Valentínovich me platicó sobre esto cuando yo, con la alegría de una neófita, trataba de involucrarlo en las investigaciones de la lateralidad cerebral.
Pero la desgracia llegó de donde no se esperaba. La comisión médica le negó a Yuri el certificado que permitiría ingresar a la Facultad de Medicina de la Universidad. Por sus problemas de salud, él ya había sido identificado como «no-reclutable». En ese entonces los requisitos de salud de los futuros estudiantes eran más severos que ahora, ya que las instituciones de medicina tenían que impartir de forma obligatoria la cátedra militar: los egresados automáticamente se convertían en oficiales subalternos del servicio médico-militar. Y la enfermedad que hacía que Knórosov fuera incapaz incluso en la clase de educación física lo excluía de cualquier servicio militar. Durante todo el mes, haciendo gala de una gran gama de verdades y mentiras, Yuri intentó obtener el certificado necesario, pero todo fue en vano. Ni siquiera el puesto y la posición de su padre, que era una persona conocida en la administración de Járkov, pudieron ayudar.
El 29 de julio de 1939, Yuri hizo una solicitud de admisión a los exámenes de ingreso a la Facultad de Historia.
Dirigido al director de la Universidad Estatal de Járkov
Solicitud
Pido admitirme a los exámenes de ingreso a la Facultad de Historia.
Le adjunto a la solicitud: 1. Autobiografía; 2. Documentos acerca de la educación; 3. Tres fotos.
29.07.1939
Yu.V. Knórosov
Firma.
En una hoja anexó la autobiografía, los documentos acerca de su educación y tres fotografías.
Autobiografía
Nací en 1922 en la ciudad de Járkov.
En 1937 terminé los siete años de la Escuela Ferroviaria 46.
En 1939 terminé la facultad para trabajadores del Instituto de Medicina de Járkov 2.
Mi padre es el ingeniero jefe del fideicomiso de Yúzhnoye de materiales de construcción.
Mi madre: ama de casa.
Mis hermanos: Serguei –ingeniero-geodesista, ahora está en una expedición en Extremo Oriente.
Borís –profesor adjunto de la Academia de Artillería Felix Dzerzhinski.
Leonid –doctor militar de tercer grado del Ejército Rojo Especial del Lejano Oriente.
Mi hermana Galina: investigadora del Instituto Ucraniano de Endocrinología.
Knórosov Yuri Valentínovich
29/07/1939
En agosto, «el ruso, que no era miembro del Partido Comunista, hijo del empleado, y joven que no necesita la residencia estudiantil» Knórosov Yuri Valentínovich, pasó los exámenes de ingreso. Sacó «sobresaliente» en idioma ruso, en la historia de pueblos y en la constitución de la URSS; «notable» en matemáticas, física, química y lengua ucraniana, y «satisfactorio» en idioma extranjero (alemán). Para nuestros tiempos, sus calificaciones no parecen muy sobresalientes. Pero en ese entonces era suficiente. El 26 de agosto de 1939 llegó la orden de su admisión a la Facultad de Historia de la Universidad de Járkov. Curiosamente, y es extraño, Yuri Knórosov nunca se afilió al Komsomol (Unión Comunista de Jóvenes) aunque debía hacerlo en el mismo año en que se graduó en la escuela para trabajadores. En todo caso, nada de esto se menciona en ningún documento. En los lugares donde aparecía la columna «afiliación al Komsomol» los espacios están vacíos.
Para ser justos, hay que notar que a Yuri Valentínovich, durante toda su vida, se le dificultaron mucho los exámenes y hablar en público. En su casa lo entendían sin palabras. En las conversaciones con la gente ajena a su casa tenía que hacer esfuerzos extra. Siendo una persona introvertida, él no podía obligarse a sí mismo a transformarse en una figura pública. Se cerraba y prefería las respuestas monosilábicas, lo que sucedía en particular en las situaciones donde había una gran tensión emocional. Esto inevitablemente provoca (y siempre ha provocado) el disgusto profesional de parte de los profesores universitarios: siempre y en todas partes. Y no solamente de los profesores.
Afortunadamente, el 1 de septiembre le otorgaron «la matrícula» al estudiante Yuri Knórosov, de 17 años de edad: una libreta estudiantil con el número 39/297 de estudiante del primer curso de la Facultad de Historia de la Universidad Estatal de Járkov. Con ello comenzó una vida nueva.
Se puede imaginar que a Yuri le dolió haber abandonado su sueño de la Facultad de Medicina. Al parecer, precisamente en aquellos momentos, poco a poco comenzó a consolarse con el vino; sobre todo porque siempre había vino en casa. Su madre se lo preparaba y lo guardaba en la bodega. En cada frasco de vidrio había notas hechas a mano: Valentín, Serguei, Borís, Leonid, Yura. La sistematización estaba en la sangre de todos los Knórosov.
Cuando los hermanos se reunían, lo que con el tiempo fue cada vez menos frecuente, mandaban al sótano al pequeño Yura, diciendo: «¡Ahora, Conejo, corre por el vino!». A nadie se le ocurrió que esta graciosa tradición se podría convertir en una verdadera catástrofe…
Pero el problema más doloroso de Yuri siempre fue su salud. No se trataba tanto de su salud en sí sino de las limitaciones que lo habían convertido en un marginado de cierto modo. Su padre y todos sus hermanos eran militares y oficiales de altos rangos. A Yuri no lo aceptaron en el ejército siquiera como «no combatiente». En noviembre de 1940, cuando cumplió 18 años, la comisaría militar lo registró definitivamente como no apto para servicio militar, debido a su estado de salud. Ni siquiera le habían entregado la cartilla militar en aquel entonces. Después de haberle negado el ingreso a la Facultad de Medicina, esto llegó como un doloroso golpe más a su ego. Sin embargo, Yuri se esforzaba mucho para no diferenciarse de los demás estudiantes, participaba en todos los eventos y en la vida social de la escuela.
A él le encantaba estudiar en la Universidad sin importar que fuera en la Facultad de Historia. Sin embargo, las humanidades no lo hicieron olvidar su antigua afición por la psiquiatría. Él iba a las clases de Platónov e incluso participaba en sus seminarios. Había tomado en serio la presencia de esa «sensibilidad especial». Esto se relacionaba con sus experimentos de «curandero». Knórosov continuaba curando a los vecinos y a sus compañeros de la Universidad con las manos. Pero, lo más importante, practicaba la hipnosis y la sugestión. Esto no lo hacía mediante la comunicación directa con la persona; es decir, no era cara a cara, sino a la distancia. Sucedía incluso cuando el hipnotizado ni siquiera sospechaba que se daba un efecto en él. Por ello dentro de las materias históricas, a Yuri le interesaba más la etnografía; para ser exactos, las prácticas religiosas y chamánicas.
Probablemente todo iba como tenía que ir. Yuri estudiaba, se enamoraba y escribía poemas románticos.
¡Nuestra suerte es vivir! ¡Envídialo, destino!
Prepáranos nuevamente desastres.
Para los dos están trenzados como flores
La libertad, la alegría y el amor.
Nos despedimos hoy en la mañana.
Pasó la noche: llega el amanecer.
Espero el cariño de tu mano
Como si pasaran años sin amar ni ver.
Tus palabras ligeras, esbeltas,
El momento que vivimos es así.
Y tocarán mis manos con cariño
Las tuyas, que son solo para mí.
Cuando llegue la tormenta
A la que seguirán desdichas,
La lágrima que brille en tu ojo
Será relámpago, enviando los avisos.
1940
Al joven romántico Yura Knórosov, la vida le parecía hermosa e infinita…
[1] K. E. Tsiolkovski, “Capítulo I”, En la Luna, Ciencia ficción rusa y soviética, vol. 1. Del siglo xix a la revolución, James Womack (ed.), Madrid, Ediciones Nevsky, 2016, pp. 195-240.