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CAÍDA OCHO

“¿Es en serio?” Preguntó Pickle moviendo la cabeza hacia un lado. Él la había llamado para hablar de negocios.

“¡Por última vez, sí! Ya vamos por la mitad hasta ahora, igual podemos meternos de lleno” Héctor hizo un gesto como el que usan los jugadores en la mesa de juego, para meter todas sus fichas.

Pickle se inclinó hacia atrás. “Bien, es obvio que necesitamos contratar tres chicas más”.

“De acuerdo”. Asintió Héctor.

Hubo una larga pausa. “¿Entonces? ¿Cuáles?” preguntó Pickle, impaciente.

Héctor se encogió de hombros. “¡No sé! Es tu decisión, confío en tu buen juicio”.

“Ese es el problema, ése es el trabajo del dueño. Sabes, tonteando por ahí, bebiendo, negociando chicas como si fuesen barajitas coleccionables. Es un club de muchachos”.

“Está bien. Decide con cuales chicas hay que ponerse en contacto y yo iré a… tontear o lo que sea”.

Pickle comenzó. “¿En realidad me dejaría decidir?”

Héctor se rio y tomó un trago de ouzo. “Pickle, no sé nada de este deporte. Te hiciste cargo de un equipo de gente rara en sitios ilícitos y les pateaste el culo a todos los demás. Hasta yo pude decir que era un juego increíble de parte tuya. Así que, sí, ¿por qué es tan difícil de creer que te ponga a cargo del equipo?

Pickle se animó “Uh, es sólo que… no lo esperaba, eso es todo”.

“Pickle, Pickly-Pickle. Tú eres la herramienta perfecta para el trabajo. Sólo un idiota se rehusaría a darte un buen uso”. Él cortó el aire con su mano. “En serio, suficiente de esta discusión. Está acordado. Ahora, ¿Cuáles podemos conseguir? La únicas que conozco son las de los afiches y supongo, las de la reserva de Hondros”.

Pickle chasqueó la lengua. “Sí, no, las de los afiches apestan. No sólo porque odio el sitio, objetivamente apesta. Son sólo atractivas a la vista, a menos que quieras una mamada. En eso son sobresalientes”.

“Está bien, ninguna chica de los afiches, estoy de acuerdo. “¿Quién más? Las chicas de Hondros?

“Quizás, pero son caras y financieramente no estamos a ese nivel”.

“No, definitivamente no. Pero no hace ningún daño el preguntarle”.

Pickle asintió, “seguro, él definitivamente tiene conexiones”.

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