Читать книгу Pie De Cereza - George Saoulidis - Страница 13
ОглавлениеCAÍDA NUEVE
“¡Me llamó una herramienta!” dijo Pickle, estaba encantada. Iba en el asiento del pasajero y se había volteado para hablar con Cherry. Héctor había vuelto a entrar para recoger algo que había olvidado.
“¿No es usualmente una mala forma de llamar a alguien? Cherry frunció el ceño.
“¡No en este contexto!” Replicó Pickle.
Cherry resopló. “Seguro, lo que sea, amiga”.
Héctor regresó, abrió la puerta y encendió el carro.
Cherry tamborileó en el asiento e hizo resaltar sus labios. “Oye, ¿Podemos detenernos a comer helado?
Héctor suspiró. “Está bien. Me voy a detener en el períptero por cinco minutos. No hay que pensarlo demasiado, simplemente cojan uno y cómanselo. No hagan un desastre en el carro.
Cherry le susurró a Pickle “Tan mandón”, pero lo dijo muy alto dentro de la camioneta.
“Puedo oírte, lo sabes”´
“Lo sé, jefe”.
Héctor masculló algunas groserías en griego y arrancó.
Héctor irrumpió en el restaurant Laimargia. Era lujoso, lo sabías por el tipo de carros estacionados afuera y el estirado camarero con un traje como un pingüino en la entrada. Héctor se sintió como un tipo rudo entrando sin invitación, escoltado por dos damas como ellas, y tuvo que admitir que era algo a lo que se podía acostumbrar.
El jefe de mesoneros trató de detenerlo. Héctor levantó la palma de la mando. “Vuélate pingüino. Casi me dispararon aquí y no formulé cargos, así que a menos que quieras el número de mi abogado para una maldita conversación larga, vete a la mierda”.
“Ah, sí, el incidente”, dijo el mesonero retirándose.
Odiaba este lugar. Estaba lleno de gente rica, gordos y flacos, comiendo hasta reventar y luego deshaciéndolo en el baño. Eso era exceso, glotonería y era malditamente asqueroso.
Héctor caminó hasta la mesa usual de Hondros y negó con la cabeza.
“¿En verdad? ¿La misma mesa el mismo sitio? Ni siquiera lo haces difícil para quienes tratan de matarte”.
El gordo estaba destrozando una tonelada de mierda de camarones. A su lado estaba Mamacita y se veía horrible, tenía bolsas negras bajo los ojos y hasta Héctor podía notar que hoy no había logrado acertar con el maquillaje. “Héctor, mi muchacho, ven, siéntate con nosotros. Come algo. Y trajiste tu equipo contigo, hermoso”. Le hizo un gesto con la mano a los mesoneros para que acomodaran a las damas, lo que hicieron en un dos por tres.
Al sentarse, Héctor se volvió hacia Mamacita “Hola. ¿Todo bien?”
Ella inhaló y sonrió. “Sí, por supuesto Héctor, es bueno verte. Estaba distraída leyendo algo en el veil”.
“Qué bueno oírlo” Héctor se volvió hacia Hondros y se dirigió a él por su nombre. “Yianni, necesito atletas”.
El enorme hombre se animó y su papada se agitó. “¡Por supuesto!, ¿Cuáles? Tengo un catálogo, déjame enviártelo”.
Héctor levantó la mano. “Estoy seguro que todas son adorables, pero también estoy seguro que no puedo pagar ninguna de ellas. Vine a ti porque tú eres el único dueño que conozco con tantos contactos. Sólo quiero que me pongas en el camino correcto. ¿Cómo darme el número de alguien? Quizás un aval tuyo si crees que sea posible. Tú sabes, ¿Después de salvar tu miserable vida?”
“Héctor, Héctor… ¡Por supuesto que puedo ayudarte! Sí, mis chicas están algo fuera de tu alcance, estamos de acuerdo. Pero conozco un par que podrían trabajar para ti. ¿Qué posiciones deseas llenar?” Le echó una mirada a las Pies.
“La Qwik está tomado”, dijo Cherry dándole una dura mirada.
“¡Por supuesto que sí! Y asumo que una ejecutora también, así que necesitas al menos dos más y una Cadena”. Dijo Hondros, revisando sus archivos en su veil. Sus dedos pegajosos no habrían funcionado en una pantalla de contacto y regó jugo de camarones y cosas pegajosas por todas partes mientras gesticulaba.
“Una ejecutora, una Cadena” Corrigió Pickle. Ya tenemos una tercera”.
Héctor la interrogó con la mirada y ella asintió con una mirada garantizándole que se lo diría más tarde.
“¡Bien, bien!” “Entonces, ¿Estas dos serían apropiadas?” Le preguntó a Héctor, enviándole los archivos. Héctor asintió. “Envíaselos a Pickle, ella revisará sus estadísticas”
Hondros le entrecerró los ojos y sonrió. “Cómo gustes, amigo mío…” Y envió los archivos a través del veil.
Ciertamente, ya Pickle estaba revisando los archivos de las atletas mascullando para sí misma.
“Gracias Yianni. ¿Y quién es el dueño?” Dijo Héctor levantándose. No podía esperar para salir de ese asqueroso lugar.
“Oh, yo manejaré el contrato, si no te importa. Recibiré mi comisión justa y todo el mundo estará feliz”.
“Correcto”, bufó Héctor. Las chicas también se levantaron. “Fue bueno verte, Mamacita. Yianni, mi última oferta por ella aún está en pie, si es lo que ella quiere”.
Hondros soltó una risotada. ” ¿Nueve miserables mil?”
“Sip”, dijo Héctor con una actitud como si estuviera ofreciendo millones.
“Mi respuesta es la misma, querido amigo”. Se rehusó educadamente, con su papada saltando a la izquierda y a la derecha cuando negaba con la cabeza.