Читать книгу Quantas o de los burócratas alegres - Germán Ulises Bula Caraballo - Страница 17
Psicopolítica
Оглавление¿Cuál es el resultado de las muchas veces inflexibles jerarquías? ¿A qué obligaciones conducen el clima de las competencias y el malestar de quienes se relacionan más bien como adversarios que como colegas y amigos? Poder académico, prestigio intelectual o científico, búsqueda de recursos económicos y personales, sectarismo, etcétera: son síntomas de la situación que se asoman con insistencia. Hablamos de actitudes de desquicio, personalidades aisladas y estrés. Hablamos de la notable y asfixiante burocracia, los acosos laborales y las luchas feroces por los ascensos. Los procesos de individuación en medios de competencia continua traen consigo permanentes presiones que producen fragmentaciones en el mundo laboral actual1.
En la educación tenemos dilemas de gran calibre: acceso, permanencia, graduación, calidad, pertinencia, investigación, regionalización, articulación de procesos —educación media, educación superior, formación para el trabajo—, bienestar universitario, nuevas modalidades de educación, internacionalización, financiación2. Estos son grandes e importantes temas, nadie lo duda; pero la educación no solo es un asunto de política pública ni de discusiones sobre perspectivas estratégicas y prospectivas institucionales. En un modo más sutil, enfrentamos el problema de saber qué sentido tiene la educación y para qué trabajamos en ella. Y esto se relaciona con la pregunta vital ¿qué ha pasado con el encanto de trabajar con los demás en beneficio del conocimiento y en contra de la ignorancia? Mejor dicho, ¿qué ha pasado entre la que es una grata e incondicionada empresa —la educación— y la institucionalidad de la educación, la que transparenta papeleos y trámites infinitos, la que parece inclinarse ante los afanes del ranking, la que corre tantos riesgos de elitismo y sectarismo, la que está llena de astucias y oportunismos?
Por lo general, las instituciones operan según lineamientos explícitos que se expresan en forma de reglamentaciones. Se trata de orientaciones normativas de amplio alcance: misión, visión, estatutos, reglamentos, acuerdos, resoluciones, etcétera. Por otra parte, las instituciones guardan funcionamientos que figuran latentes a modo de presupuestos implícitos que determinan, más o menos con sutileza, los comportamientos de quienes conviven en ellas. Así pues, tienen tanto normas como una pragmática específica.
Con esta idea, es posible apostar por una línea de investigación en el terreno más particular del ethos académico de las instituciones de educación superior: si se quiere alcanzar una comprensión adecuada del devenir de la educación, es correcto revisar el marco de normas institucionales que define, según consensos y de manera pública, el modo en que deberían ser las cosas.
Ahora bien, debemos tener en cuenta que este punto de vista es limitado. Los seres humanos somos agentes de actividad mental y emocional, además de agentes racionales en el terreno de lo político. Entonces, vale decir que la comprensión social de las instituciones depende tanto del entendimiento normativo como del marco de motivaciones humanas. Las instituciones son asuntos de imperativos y de voluntades. Pues bien, esto nos da la oportunidad de ver la importancia de la investigación sobre las condiciones psicoanímicas de las instituciones. Las normas son fundamentales, pero también lo son las emociones políticas3.
Con esta óptica, vamos a pensar algunos aspectos de la vida académica e institucional de la universidad. En esencia, trataremos de mostrar que existen protocolos —inconscientes— de las instituciones que suelen estar asociados a lineamientos patológicos y condiciones enfermizas con severas consecuencias sobre la salud de los individuos —entendida la salud en un sentido amplio, que incluye lo anímico y lo social—. Es cierto que las instituciones de educación superior requieren normatividades y estándares en su devenir; pero no que alcancen cimientos inquebrantables o que mejoren por homogeneizar actividades y creencias a través de proyectos férreos, directrices inamovibles, reglamentos fijos, clasificaciones internacionales, etcétera. Es más, con frecuencia, es notable el modo en que la cristalización estricta de actividades y creencias se hace motivo de decaimientos, ruinas, daños. Es una prescripción teórica conocida la idea de que las imposiciones funcionales, de hecho, pueden atentar contra el curso de las instituciones (Merton, 2010).
No vamos a suponer que son necesariamente nocivos los planes a largo plazo, las reglamentaciones internas, los estatutos que definen la misión y la visión de las instituciones y las pretensiones de categorización según los estándares que hoy proliferan, ni que son irrelevantes los requerimientos de financiación, la afinidad con el mercado, la productividad, el afán por conocimiento útil y el desarrollo de tecnologías nuevas e innovación, entre otros. Queremos mostrar que el ahogamiento en procesos de decisión del estilo top-down puede causar desconfianzas, sospechas, soledades, aislamientos…
Así pues, nuestra apuesta es que la combinación del punto de vista de la reflexión política con el del análisis de las emociones —psicopolítico— sirve como clave de interpretación de los climas de desconfianza y estrés asociados con frecuencia al trato profesional y académico en las instituciones de educación superior. Se trata de realizar un mapa en el que se sobrepongan, como diapositivas de acetato, lo sistémico, lo normativo y lo institucional con lo anímico, lo político y lo existencial.