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Mélida está nerviosa, no puede evitar que el miedo siga transitando su cuerpo durante el tiempo de espera en el estacionamiento que queda junto al puesto; se ha vuelto el show en la taquería callejera; piden de costilla, de chile relleno, de alambre, y mientras mastican la observan, murmuran, quieren saber qué hace ahí con tan poca ropa y sin zapatos. Y ella siente algo parecido a la vergüenza además del temor y, atrabancada, quiere reaccionar, gritarles que no es mono de circo, que qué chingados le ven, y hasta un perro enano que come las sobras que le avientan de vez en cuando la husmea. Pero más que su enojo le preocupa que pase la camioneta de Darío y la descubra. Es capaz de disparar aunque haya tantas personas y policías. No quisiera sentir miedo, pero sí, lo siente. Si fuera nomás morir de un balazo que le reventara la cabeza y ya, pero estar esperando a que la maten está del carajo. A lo mejor la regó al escaparse. Le parece que pasaron muchos minutos. Tiene frío.

Y ya empieza a dudar de los uniformados. No entiende qué esperan, qué hacen. Es un martirio recordar a ese desgraciado: siempre vigilante desde el asiento del copiloto, la mirada de Darío está hecha de zarpas. De nuevo se alborotan las ganas de escapar en las plantas de los pies, en los músculos de todo el cuerpo, pero ahora los polis no la dejan moverse. Según dizque pidieron refuerzos o instrucciones, o algo a base de las mismas claves, las claves de siempre. No traen patrulla.

En medio de la angustia una sonrisa se extiende en su cara cuando recuerda que vio al gordo parar en seco cuando el policía buscó la dirección del terror en los ojos de Mélida y el otro policía, el “pareja”, como lo llamó, dio dos pasos hacia ellos con la mano lista para sacar el arma.

—¿Ese señor es el que la tiene secuestrada?

—No, ese es el encargado del hotel. Los que me secuestraron son de una banda de padrotes.

La cara del gordo se deformó, se le abrieron los ojos; dio unos pasos hacia atrás para luego salir pitando y perderse. Ella sintió ganas de reír, de mentarle la madre, insultarlo a gritos que atronaran; ganas de llorar como antes, con las tripas, como hace rato que no llora. Pero no supo qué debía hacer. No había planeado las acciones, menos sus palabras.

La chiva tira al monte, se dijo: nomás que alguien le quisiera prestar unos doscientos pesos para irse a la Central Camionera y tomar lo que fuera con destino a Zacatelco. Pero los preventivos dijeron que no fuera tonta, que una banda de trata lo primero que iba a hacer era buscarla en su casa, en su pueblo; y pondría en riesgo a toda su familia.

Suficiente para cambiar de idea porque se le atragantó la imagen de su hijito lleno de sangre. ¿Entonces?

Llega otro poli que se dice comandante y quiere saberlo todo, que le cuenten quién, dónde. Barre a Mélida con la mirada y entonces los regaña: que cómo la tienen ahí, que si no se les ocurre que puede ser peligroso, que la suban a la patrulla pero ya; y se lleva a uno de ellos para “el informe”.

Primero a la delegación. Trámites…

RAZÓN: Enseguida y con fecha 24 veinticuatro del mes de octubre del año 2012, dos mil doce, el personal que actúa hace constar que se hizo llamado al Centro de Terapia y Atención a Víctimas de Delitos Sexuales, donde se entabló comunicación con la C. María Silvia Páez Jiménez a la Red 9636 solicitándole enviar trabajadora social, vestimenta y alimentos para la declarante… CONSTA

Hojas, muchos movimientos. Tecleos en computadora.

Con el acuse de recibido del oficio girado a la Lic. María Luisa Flores Castillo de fecha 24 de octubre del año 2012, dos mil doce, de la Delegación Tlalpan. Dirección General de Asuntos Jurídicos. A efecto de desahogar la declaración de… CONSTA

Y de ahí otra patrulla, otros polis, otra duda que se refleja en el rostro de Mélida…

Con la declaración del policía remitente Tadeo Carrasco Pérez, de fecha 24 de octubre del año 2012, dos mil doce, quien refiere lo siguiente: “…que en… NOS CONSTA

Hasta que una cara amable explica que la van a llevar a una oficina que se llama Fiscalía de Delitos Sexuales, para que la ayuden y la protejan. ¿Será?

Con la fe ministerial de dictamen médico de la denunciante, de fecha 24 de octubre del año 2012, dos mil doce, suscrito y firmado por el perito médico Gregorio Escudero Rivas, mismo que consta de dos fojas, en las que se observa examen psicofísico: se encontró consciente, despierta, orientada en persona, lugar y tiempo, aliento sin olor a alcohol. Conjuntivas normales, palabra articulada, lenguaje coherente, congruente, mucosa oral y lengua regularmente hidratas, marcha rectilínea, pupilas normales y con adecuada respuesta de la luz; pruebas de coordinación… Inicio de vida activa 17 años. 20 años y múltiples parejas sexuales, la tuvieron de sexoservidora con uso de preservativo (condón) como método de protección. Sin datos clínicos de infección de transmisión sexual ni embarazo; se recaban cuatro hisopos de exudado vaginal, los que se embalan en tubo de ensayo de vidrio con tapa de algodón para la determinación de estudio seminológico y se hace la toma de sangre para la prueba de ELISA. Los que se entregan debidamente protegidos al policía de investigación para que los lleve al laboratorio… CONSTA

Ella pareciera andar entre nubes, medio arriba, un sueño. La han tratado con respeto: el doctor, la trabajadora social, los abogados; le hablan bien, se preocupan por ella. Cuando dijo que tenía hambre le trajeron una carne guisada que le supo a cielo, a cielo el caldito caliente y las papas, estaba hastiada de comer tortas mugrosas, tacos y refrescos; hasta le dolían los cachetes por dentro del puro gusto de saborear el caldito y las tortillas calientes.

Agradeció la ropa, los tenis usados pero buenos; ya tiene pasta de dientes, cepillo y el otro cepillo, el que aplaca sus rizos que ya juntó en una coleta; todo ha salido bien; al fin parecen haberse aplacado el susto, el atarantamiento y la sensación de ser perseguida y ahora está ahí, frente a esta otra señora que es la ministerio público y que le sonríe mientras teclea a saber qué.

—Mira, Mélida, te voy a explicar. Soy la abogada Rosa Martha Quiroz. Aquí estamos para atender a las víctimas como tú, y yo voy a llevar este asunto. Nada más deja que llegue tu abogada victimal —Mélida frunce el ceño, Rosa Martha sonríe y le palmea una mano—, es lo que marca la ley y es una protección para ti porque esto que vamos a iniciar es un proceso legal. ¿Comprendes? —la chica asiente, aunque es obvio que no está muy segura de la utilidad de ese “proceso legal” De todos modos aguarda en silencio mientras observa lo que la rodea, los muebles, los espacios, las caras y las acciones de los que trabajan ahí. En el cubículo contiguo una mujer se queja de que el marido la vende y en prenda tiene secuestrados a sus hijos; atrás de ella la muchacha que habla raro denuncia a un hombre que le pega. Debe ser su padrote, piensa.

Una señora llega y se sienta junto a ella, sonríe; saluda, intercambia algunas palabras con la abogada Quiroz que más parecen claves y ella vuelve al tecleo… apunta los datos que dicta la recién llegada. Mueve los dedos con mucha rapidez y al mismo tiempo mira hacia todos lados, alerta, como si calculara. Luego le sonríe a Mélida.

—Ahora sí ya podemos empezar la declaración.

—¿Declaración? No, yo no quiero declarar. Dijeron que iban a ayudarme, pero así no. Qué voy a decir. Yo no quiero líos. Nada más con que me escondan un tiempo, algo, porque el preventivo tiene razón, si vuelvo a la casa ahorita a lo mejor atacan a mi familia. No, yo no quiero declarar, señora abogada.

—Tranquila, no te asustes. Necesitas decirnos quién es el sujeto que te vendía —silencio—. ¿Te tuvieron secuestrada? —ella dice que sí con ojos asustados— ¿Te tenían como sexoservidora contra tu voluntad? —de nuevo sí— Pues eso es lo que debes declarar.

La joven siente que la sacude una mar de posibilidades, como la venganza, pero no está segura de que le convenga abrir la boca; Darío y sus patrones son poderosos, tienen orejas por todos lados. Se vuelve para ver quién la ve, quién está atrás y a los lados. El corazón se acelera. No responde.

—El objetivo de levantar una averiguación es llevar a cabo un procedimiento para meter a la cárcel al sujeto o a los sujetos que te prostituían contra tu voluntad. Es el único modo de protegerte. Por lo pronto no tendrás que salir de aquí. Todas estas oficinas y los abogados que ves trabajando estamos para ayudar a las víctimas como tú.

Las facciones de la chica se suavizan un poco. Sí quiere que la protejan, entonces qué tal que les cuenta algunas mentiras revueltas con verdades y así puede quedarse un tiempo, quién sabe cuánto. Ya según vea después decide. La idea empieza a volverse una tabla de salvación.

—Estaría bien, oiga, estaría muy bien que lo refundieran en el bote; podría volver a mi casa, pero, ¿será que puedan? —dice tanteando el terreno.

—Si tu testimonio nos da elementos sí podemos.

—Bueno, entonces declaro —¿y si de verdad lo metieran a la cárcel? Pues ya no tendría que preocuparse.

—Te voy a pedir, Mélida, que por favor trates de contarme en orden para que se comprenda muy bien. No sé qué tan buena memoria tengas, pero poco a poco…

—Buena memoria tengo mucha, oiga, pero he tratado que se me olvide ese… cómo le explico, el chip del recuerdo.

—¿Y lo puedes conectar otra vez? —Rosa Martha sonríe ante la metáfora.

—Le hago la lucha —le cae bien esta señora, tiene cara de buena persona.

—Entonces déjame explicarte —interviene la abogada victimal— por la naturaleza de la declaración la licenciada Quiroz debe preguntar todo: la descripción de las personas, los lugares, las conversaciones y también detalles muy íntimos de las relaciones sexuales. A lo mejor te da vergüenza y te hace sentir mal, pero así tiene que ser para que conste; y no te preocupes, en esta fiscalía nadie te va a juzgar ni nos mueve el morbo —Mélida achina los ojos tratando de leer detrás de las palabras—. Si te sientes mal paramos un rato, ¿te parece bien?

—Suena muy fácil, abogada, ¿segura que no hay trampa?

—A ver: el único modo que tenemos de ayudar a las víctimas es con su testimonio. Si no quieres declarar no hay problema, nadie te tiene detenida, te puedes ir. Pero creo que no te conviene.

—Lo que tu abogada victimal quiere que veas es que nuestro objetivo es ayudarte. No existe interés personal en este o en ningún otro asunto. La que sufrió vejaciones y estuvo privada de su libertad fuiste tú. Los delincuentes deben pagar por sus crímenes, pero para poderlos acusar necesita haber un ofendido. La víctima eres tú. ¿Quieres vivir con miedo el resto de la vida? ¿Fue justo que te trataran como lo hicieron? ¿No sufriste?

—Es que no van a poder agarrarlo, tiene muchos socios y patrones. También entre los polis. No van a poder, oiga.

—Ese es el trabajo de esta fiscalía. Si me das con qué, verás que sí.

La joven le da vueltas a la posibilidad. Para qué la hace de emoción si ya había pensado en darles mentiras revueltas con verdades. ¿Será que se siente hipócrita? Dicen que están para ayudarla. A lo mejor es cierto.

Ananké

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