Читать книгу ESPEJOS - Gisel Vogt - Страница 11

Оглавление

CAPÍTULO 5: El reflejo de los matices

ABRIL DE 2019

Sonó el despertador y de un manotazo tiré el celular en el piso, el sonido del impacto del artefacto hizo que me levantara rápidamente: “Uff… no se rompió”, me dije mentalmente, me higienicé y vestí como autómata y escuché el tono de llamada, vi que era Paula.

—Hola, Paula.

—Hola, estoy en el pasillo, está cerrada la puerta del medio, ¿podés abrir?

—Voy.

Paula era la única persona a la que consideraba amiga, con todas las letras, ella trabajaba a medio tiempo como chef en uno de los restaurantes en los que yo había trabajado mientras estudiaba; además, cursaba la carrera de psicología por las noches porque después de recibirse de la carrera de gastronomía ella sintió que quería incursionar en esa área y comenzó la carrera.

—Hola. —Me dio dos besos en la mejilla—. Con la cara que tenés parece que te desperté.

—En realidad recién me levanté, no sé por qué se me ocurrió la genial idea de programar una alarma para los sábados, ¿todo bien vos? —le pregunté y observé que tenía un táper en su mano.

-Quería que probaras mi nueva receta de bizcochuelo...

Yo estaba segura de que pasaba algo más, pero no la presionaría. Paula era algo reservada cuando algo le pasaba, pero por la hora que era ella venía para distraerse y yo lo sabía. Estábamos en el balcón tomando mates cuando me dijo:

—Fui a lo de Laura ayer —su hermana menor—. Mica, estoy segura de que el hijo de puta de Iván la golpea, ayer tenía un moretón bien marcado en sus brazos, la otra vez ya se justificó con que se había caído y no le creí, ayer otra vez estaba así, pero lo niega. —Me miró y vi la ira y la impotencia reflejadas en sus ojos—. Pero lo voy a denunciar a esa basura si la vuelvo a ver así, ella me dijo que no es lo que pienso, ¿podés creer que lo defiende? —Movía la cabeza en negación—. No sé cómo ayudarla, Mica, no sé cómo ayudar a mi propia hermana, si no puedo ayudar a mi propia hermana, ¿qué clase de terapeuta podré ser?

—Pau…

Iba a hablar y decidí mejor abrazarla y ella comenzó a llorar, no era normal verla así, por lo general cuando algo la afectaba emocionalmente ella se ponía hiperactiva, es decir, a hacer algo y así se evadía del problema, yo sospechaba que esa “nueva receta” había sido su método de evasión, pero no le alcanzó, nos mantuvimos un rato abrazadas y noté que había dejado de llorar.

—Gracias por escucharme, Mica.

—Paula, sabés que contás conmigo y por favor no vuelvas a decir que no serás buena psicóloga, y con respecto a tu hermana, cuando ella esté lista para dejarse ayudar, se acercará, lo importante es que ella sepa que vos la vas a apoyar, que cuenta con vos.

—Gracias, y sí, tenés razón, tengo que estar para ella, pero igual, si la vuelvo a ver así, voy a denunciar a ese hijo de puta.

—Me parece bien, y es lo correcto.

Esa tarde, como casi todos los sábados, fuimos a correr en la costanera, ella es más atlética que yo por lo que, luego de unos kilómetros yo trotaba y Paula seguía al mismo ritmo, en un momento comencé a caminar, ella volvió corriendo hacia mí.

—Te tiene mal la falta de actividad quema calorías. —Su sonrisa equivalía al doble sentido de la última frase.

—¿Y quién dijo que no hago esas actividades? —Ella sonrió—. Además, lo admito, no es mi fuerte la actividad física, lo hago por salud, pero no soy tan enérgica como vos.

—Sos igual que Sofía. —Sofía era una compañera suya de la universidad, yo no la conocía personalmente, pero Paula solía nombrarla—. Mirá —dijo señalando sin disimulo hacia delante—. Hablando de la reina de Roma. ¡Eh, Sofi!

Se acercó a nosotros sonriendo una mujer de unos 25 años, de estatura similar a la mía, 1,65 m aproximadamente, piel clara, pelo negro lacio y los ojos más jodidamente azules que había visto, llevaba jean negro y una remera blanca algo transparente, no sé por qué observé ese detalle.

—¡Eh! Pau, hola. ¿Cómo estás?, ¡qué bueno verte! —La saludó con besos en la mejilla—. ¡Qué ganas de hacer actividad que tenés, eh! —Sofía me miró.

—Sofía, ella es Micaela.

—Hola, Micaela —dijo Sofía y sonrió.

—Hola, Sofía, mucho gusto.

—¡Al fin se conocen mis dos mejores amigas!... Eh, tendríamos que salir las tres u organizar algo.

—Es una buena idea —dijo Sofía luego me miró—. Además, de tanto que Paula me habla de vos es como si te conociera de hace rato y, por cierto, te confieso que si no supiera de Matías juraría que Paula gusta de vos.

Paula se rio sonoramente y Sofía me miró con picardía, yo me sentí incómoda con su comentario, creo que Paula no lo percibió porque seguía en su idea.

—Sofía, dejá de ser celosa, ya sé que me tenés en vista y te doy largas, pero dejá de marcar terreno con Mica. —Las dos comenzaron a reírse y yo las observaba, me sentía incómoda.

—Si no tienen planes para hoy, están cordialmente invitadas a mi departamento a las 9. —Sofía aceptó, luego se despidió y siguió su camino. Paula me miró y se quedó seria.

—¿Pasa algo? Si es por el plan para esta noche, lo pensé por impulso, pero no puedo obligarlas a que se lleven bien.

—¡Eh!, yo no dije nada —me defendí—, solo que no sé, bueno, sabés que no soy de tanta espontaneidad, es eso nomás, y bueno, no la conozco y parece muy confianzuda

—La idea es que se conozcan, Mica. —Me miró fijo—. Yo creo que se llevarán muy bien, pero ¿no te habrán ganado los prejuicios? —Sonreí negando con la cabeza, Paula sabe que la primera impresión que tenga de una persona es determinante, si no me genera “buena vibra” desde un principio, yo creo una especie de coraza y evito relacionarme con esa persona.

—Voy a ir sí… ¿Seguimos corriendo?

Esa noche fui al departamento de Paula, que básicamente quedaba en el edificio frente a mi alquiler, golpeé la puerta y escuché que dijo: “Entrá, está abierto”.

—Paula —dije, y ella salió de su habitación, me vio y sonrió, tenía el pelo mojado, más alta que yo, 1,75 m aproximadamente, piel morena, el pelo negro y los ojos marrones oscuros o “casi negros”.

—Permiso —dijo Sofía, yo la miré y sonrió—, disculpen que entré así, pero estaba abierta la puerta.

—No te hagas drama, yo dejé así para que ustedes pasaran tranquilamente porque me había entrado a bañar y me alegra que hayan venido.

—De nada —dijo Sofía—, ¿pensaron en qué vamos a cenar?

—Pensé en pizza, solo que tendremos que comprar algo para tomar.

—Yo traje fernet y Coca —dije y sentí que me ardían las mejillas cuando Sofía me miró algo sorprendida y luego sonrió.

—Buenísimo, aunque no estaría de más unas cervezas —dijo Paula.

—Entonces vamos a comprar —dije.

Compramos dos marcas y dos “tipos” diferentes de cerveza porque Paula prefería cerveza negra y Sofía, rubia.

—¿Cuál te gusta a vos? —me preguntó Sofía.

—Cerveza rubia.

—Sí, sí, ambas el mismo mal gusto —dijo Paula antes de reír. Sofía me miró y levantó la ceja derecha, yo moví la cabeza en negación y sonreí.

Después de cenar, Paula, que estaba muy animada, puso música y bailaban con Sofía, yo bailé un rato, pero si soy sincera, no es mi fuerte, así que las observaba. Noté que no podía dejar de mirar a Sofía, es hermosa y bailaba muy bien, supongo que el alcohol generaba que prestara tanta atención a su cuerpo porque no era habitual en mí que me llamaran la atención las mujeres de esa manera.

Escuchamos que golpeaban la puerta, Paula fue a atender, Sofía se sentó a mi lado y le pasé el vaso de fernet.

—¿Podés bajar el volumen de la música?, así no se puede dormir —dijo la vecina.

—¡Uh! Sí, sí, disculpá, no me di cuenta... —empezó a decir Paula, pero desde el sofá yo la interrumpí.

—Si quiere dormir que se acueste y cierre los ojos.

—¡Esa es mi chica! —dijo Sofía abrazándome.

Paula cerró la puerta y bajó el volumen, luego nos miró sonriendo.

—¡Ey! Ustedes dos, ahora resulta que hacen equipo, esa mujer me puede meter en quilombo.

—Tu vecina me tiene los ovarios llenos, Paula —dijo Sofía en voz alta y comenzamos a reír las tres.

Eran las 3 de la mañana y estábamos sentadas en el piso del balcón, Paula se levantó y fue a buscar otra cerveza, Sofía se acercó más a mí.

—Mica, el sábado es el cumple de Paula y la veo contenta hoy, ¿te parece que la sorprendamos con algo así u organicemos algo para ella?

—Sí, está contenta, creo que sería bueno, es una buena idea y si Paula no tiene otros planes podemos ir a algún lado también... —La miré, su mirada era magnética igual que su sonrisa—. Y por cierto, gracias por hacerme acordar del cumple de Paula, soy pésima con las fechas.

—¡Mirá que es rencorosa esta ariana, eh!... Y, Mica, por cierto, ¿cuándo es tu cumpleaños? —Yo la miré un momento y sonreí—. Claro, si se puede saber, obvio.

—En junio es mi cumpleaños —dije y vi que Paula nos estaba observando con una lata en su mano.

—Sí, en junio —confirmó Paula—, ella es de Cáncer y yo soy de Aries, agua-fuego.

—Eso demuestra que no necesitamos ser compatibles para llevarnos bien —dije.

—Eso demuestra que yo tengo mucha agua en mi carta astral, si no ya las hubiera golpeado cuando se ponen dramáticas y sensibles —dijo Paula antes de reír a carcajadas y sentarse a mi lado.

—Perdón —dijo Sofía—. ¿Cómo que dramáticas?

—Ella es de Escorpio —me aclaró Paula, yo las miré y sonreí, a decir verdad mucho no sabía de astrología—. Che, Mica, vamos a hacer tu carta astral.

—¡No te la has hecho aún! —dijo Sofía.

—No, no, y no sé muy bien para qué me serviría, y si soy honesta no soy muy fan de ese tipo de cosas, lo esotérico digo.

—Ya te dije que para el conocimiento personal o autoconocimiento es fenomenal lo que podés descubrir de vos con la astrología —dijo Paula, que hablaba con la lengua pesada, las cervezas le estaban haciendo efecto.

—Estoy de acuerdo con Paula, sirve para conocerte mejor.

Ellas estaban haciendo un curso sobre astrología, así que supuse que no tenía sentido contradecirlas. Paula buscó una página en su celular, luego me lo pasó.

—Completá tus datos. ¿Sabés tu hora exacta de nacimiento?

Yo no sé si el alcohol ayudó a que aceptara hacerlo o era momento de reconocer “mis verdades”, pero completé los datos, di aceptar y apareció un mandala o algo parecido. Sofía se acercó más y Paula hizo lo mismo y escuché a Sofía explicarme sobre las casas, que son ámbitos de la vida, que hay un signo solar, un ascendente...

—Igual, si querés más seguridad puedo pedir a uno de los astrólogos del curso que interpreten tu carta —dijo Sofía—, pero te explico, mirá vos... —No entendía bien lo que decía y no es que puse tanta atención, hasta que escuché—: Esto acá podría llegar a reflejar una relación tensa con uno de los padres. —Y en mi mente, mis pensamientos se llenaron de recuerdos. Paula me miró y creo que lo notó, pero empeoró las cosas cuando empezó ella a explicarme.

—Mirá —dijo Paula—, acá podemos descubrir tu comportamiento sentimental, fijate, Luna en Escorpio, Venus en Géminis. ¡Uh! Quirón en Casa Siete...

—¿Celos, posesividad,intensidad, miedo a adentrarse a vinculos...? —preguntó Sofía a Paula.

—¡Pará! No me jodas, ¿todo eso aparece ahí? —Sentía la mirada fija de Sofía, me sentí incómoda, ya me había arrepentido de toda esta pavada, con Paula no tenía inconveniente, ella me conocía, pero Sofía...

—Interesante, ¿me enviás eso? Así lo leo y si tengo dudas pregunto.

—Claro, te lo envío, pero Sofi tiene razón, deberíamos hacer la carta con alguien confiable...

—Sí, seguro —la interrumpí, luego agarré mi celular que estaba en la mesa ratonera y vi que eran casi las 4:30 a. m.—. Uh, quedé en ir a almorzar a casa mañana, bueno… digo hoy. Paula, disculpá, pero es tarde y mejor me voy, sí...

Me levanté, Paula me saludó con besos en la mejilla y Sofía con un “nos vemos” y me fui.

Antes de que abriera la puerta de mi departamento, recibí un mensaje de Paula: “¡Eh! Si dije algo que te molestó, disculpá”. En realidad lo que me molestaba era que lo que escuché era bastante cierto, independientemente de que tendría que leer sobre astrología, porque no entendía mucho del tema, mis pensamientos confirmaban que estaba más que comprobado que era verdad lo que decía en la dichosa carta astral.

ESPEJOS

Подняться наверх