Читать книгу Juventudes fragmentadas - Gonzalo A. Saraví - Страница 7
Introducción
ОглавлениеEste libro y la investigación que le dio origen surgieron y se construyeron a partir de dos fuentes de inspiración. Si bien relativamente divergentes entre sí, ambas confluyeron en un mismo problema y desencadenaron mi interés por encontrar y proponer una interpretación plausible sobre el asunto en cuestión.
Por un lado, me encontré poco antes de iniciar este nuevo proyecto con uno de los tantos libros de Alain Touraine que han sido inspiradores para los latinoamericanos, y que lleva por título principal la pregunta ¿Podremos vivir juntos? Aunque la temática del libro no resultó, en lo esencial, coincidente con el desarrollo posterior que tomaría mi propio interés y análisis, el título —esa pregunta en específico— me permitió sintetizar en tres palabras una marea de inquietudes y cuestionamientos que por aquel entonces todavía me planteaba de manera desordenada. Para mí, la pregunta de Touraine se reformuló y acotó a un problema más específico y a un contexto más local: ¿Cómo es posible vivir juntos en sociedades tan profundamente desiguales? El interés consistía en entender cómo se tolera, se rechaza o se padece la miseria frente y desde la fortuna; pero también cómo se tolera, se rechaza o se padece la fortuna frente y desde la miseria. Las preguntas nodales de una investigación siempre tienen cierta dosis de exageración en sus pretensiones y en su formulación —y este caso no es una excepción—, pero esencialmente me interesaba conocer cómo lidian social y subjetivamente las personas, y en particular los jóvenes, con la coexistencia de diferencias y desigualdades socioeconómicas y de clase tan marcadas y profundas.
Por otro lado, como suele ocurrir en el ámbito de la investigación científica y la reflexión académica sobre lo social, las preguntas y las interpretaciones se encadenan unas con otras; cuestionamientos iniciales dan lugar a respuestas tentativas (que en su momento nos parecen definitivas), pero también a nuevos cuestionamientos que conducen a buscar nuevas interpretaciones y/o complejizar las previas. Algunos años antes del inicio de esta investigación, un conjunto de científicos sociales nos propusimos explorar las implicaciones teóricas y empíricas que suponía la transición De la pobreza a la exclusión (Saraví, 2007) en el contexto latinoamericano. Explorar las continuidades y rupturas de la cuestión social a lo largo de la región, nos permitió identificar la emergencia de un nuevo conjunto de problemas sociales asociados tanto al debilitamiento del lazo social entre los grupos más vulnerables de la sociedad, como a la inclusión desfavorable de amplios contingentes de pobres. La experiencia neoliberal en toda la región, y su persistencia en algunos países (entre ellos, México) dejó como uno de sus resultados, entre muchos otros, la exclusión de los más vulnerables (jóvenes, desempleados, madres solteras, minorías étnicas, migrantes retornados, etc.), pero también una inclusión desfavorable de amplios sectores de la sociedad en condiciones de desventaja y precariedad. Trabajé este tema de manera exhaustiva en una investigación posterior sobre las Transiciones vulnerables a la adultez (Saraví, 2009). El principal objetivo consistió en analizar los factores de riesgo y los procesos de acumulación de desventajas que afectan a los jóvenes de sectores populares en el proceso de transición a la vida adulta. Los principales hallazgos de esa investigación dejaron ver que, mientras las experiencias biográficas de algunos jóvenes quedan atrapadas en cadenas de desventajas que los empujan hacia condiciones duras de exclusión social, muchos otros —la mayoría de los que podríamos reconocer como sectores populares— experimentan transiciones a la adultez marcadas por la vulnerabilidad y la desventaja, que constituyen en sí mismas una forma —desfavorable— de inclusión.
La continuidad de las reflexiones sobre estos temas, por un lado, y la persistencia de la reformulada pregunta de Touraine, por otro, finalmente confluyeron en una misma hipótesis de trabajo: la posibilidad de reconocer espacios socioculturales de exclusión recíproca e inclusión desigual. Esta idea, sintetizada en el concepto de fragmentación social, no niega la existencia de condiciones, experiencias, y espacios de exclusión social dura; pero enfatiza el vínculo entre exclusión y desigualdad. Es decir, combina una perspectiva dicotómica y horizontal (adentro-afuera) con otra múltiple y vertical (más-menos). Esta combinación de perspectivas me abrió la posibilidad de pensar en múltiples espacios de exclusión recíproca, cada uno de los cuales, al mismo tiempo, podía suponer formas de inclusión desigual. Una respuesta plausible a la pregunta de cómo es posible vivir juntos en sociedades tan profundamente desiguales podía empezar a construirse a partir de esta hipótesis de la fragmentación social.
Este libro presenta la construcción analítica de esa respuesta e intenta brindar una interpretación sobre la experiencia de la desigualdad en México. Sin embargo, no se trata de un estudio tradicional sobre la desigualdad. El argumento que desarrollo e intento demostrar en las páginas que siguen es que la coexistencia social es posible, aunque resulte paradójico, porque la desigualdad llegó a tal nivel que ha transmutado en fragmentación social. Si esta hipótesis es aceptada, entonces se nos abre un amplio abanico de planteamientos y cuestionamientos éticos sobre el tipo de sociedad que gestamos, y sobre los fundamentos de una cohesión social por momentos tan sólida y por momentos tan resquebrajada y débil.
Analizar la evolución de la desigualdad en fragmentación me condujo a considerar de manera privilegiada dimensiones sociales, culturales, y subjetivas tradicionalmente excluidas en los estudios más clásicos sobre desigualdad. La mayoría de estos estudios asumen una perspectiva de análisis cuantitativa, intentando identificar tendencias y asociaciones relevantes, o bien una perspectiva más estructural y ensayística cuya pretensión es rastrear la génesis y los mecanismos de reproducción de la desigualdad. Valiosos como son estos aspectos, no resultan suficientes para entender la fragmentación social, fenómeno que no sólo implica desigualdades sino también exclusiones e inclusiones.
Los espacios de exclusión recíproca e inclusión desigual en que se fragmenta la sociedad no surgen de manera espontánea ni son exógenos a los sujetos que forman parte de esa sociedad. Metodológicamente, era necesario explorar y analizar la relación individuo-sociedad a partir de la cual los procesos sociohistóricos se corporizan en biografías. Esto me condujo por un segundo camino: el análisis de la experiencia social de los sujetos y, más específicamente, de la experiencia social de los jóvenes. La centralidad otorgada a la experiencia de la juventud no se debe solo a mi especialización investigativa, sino también a que se trata, en mi opinión, de una etapa del curso de vida clave en el proceso de socialización e internalización de una sociedad fragmentada. Muchas de las experiencias y sentidos que emergen y se analizan a lo largo de esta investigación no son exclusivas de la juventud, sino compartidas y en ocasiones exacerbadas durante la adultez. La particularidad de tratarse de un libro centrado en la juventud no deriva de las expresiones y manifestaciones empíricas de la fragmentación “en” jóvenes, como si estas fuesen necesariamente distintas a las de los niños o los adultos. Existen matices en la experiencia de la desigualdad en distintos momentos de la vida, pero la especificidad que da a esta investigación focalizarnos en los jóvenes, reside en las implicaciones que tiene esta etapa del curso de vida en relación con otras. Como plantearé con más detalle al referirme a los procesos de socialización, tomar como unidad de análisis a los jóvenes me permite explorar con especial precisión la génesis de esas experiencias y sentidos. Varios autores —entre ellos, y de manera destacada, Pierre Bourdieu y Basil Bernstein— han señalado que la condición de clase y las desigualdades asociadas ejercen su mayor influencia durante las primeras etapas de la vida del individuo, condicionando de manera determinante su capital lingüístico, cultural y social, y en líneas generales, sus futuras experiencias de vida. La idea detrás de Juventudes Fragmentadas es la de un proceso en el que se entrelazan individuo y sociedad en la producción y reproducción de la fragmentación social.
Es posible imaginar múltiples colectivos de exclusión recíproca e inclusión desigual pero, otra vez, una decisión teórico-metodológica me llevó a concentrar el análisis en la juventud de las clases populares y la juventud de las clases privilegiadas. Las clases medias están relativamente ausentes en este estudio; y digo relativamente porque en ese amorfo universo de los llamados sectores medios, varios de los jóvenes entrevistados se definieron a sí mismos como miembros de la clase media. Como el lector podrá notar a medida que avance en la lectura de los sucesivos capítulos, la clasificación en clases se realizó con un carácter indicativo y cierta laxitud; más no el análisis del concepto mismo de clase. No se trata de un estudio tradicional sobre desigualdad y, en ese sentido, no consideré necesario ni al alcance de mis posibilidades detenerme en una fina caracterización de la estratificación de la sociedad mexicana. Ese no es el propósito de esta investigación. Tampoco es consistente con la conceptualización de clase que sustenta este libro. Antes que una categoría predefinida, la clase es para nosotros una experiencia común, emergente de condiciones de existencia compartidas, que se expresa en prácticas, sentidos, e incluso emociones que modelan, desde temprana edad, la vida cotidiana.
El objetivo de concentrarme en la juventud de las clases populares y las clases privilegiadas es poder dar cuenta, de manera paradigmática y operativa, de la profunda desigualdad de clase que apreciamos cotidianamente quienes vivimos en las grandes urbes de América Latina, como es el caso de la Ciudad de México. No pretendo partir (o alcanzar) una clasificación estricta de los jóvenes en base a variables individuales como el ingreso o la escolaridad, sino iniciar la investigación provisto de dos categorías de clase con la suficiente flexibilidad como para permitir al mismo tiempo asumir una condición de clase compartida y relevar etnográficamente una experiencia de clase común. Se trata de una operacionalización pragmática para poder responder cómo es posible la coexistencia social en contextos de tan profunda desigualdad.
Con este problema de investigación y estas primeras herramientas conceptuales, construí teóricamente una muestra de la que pudieran derivar datos cualitativos pertinentes para construir conceptos e interpretaciones que enriquecieran y fortalecieran la rudimentaria hipótesis inicial sobre la fragmentación social. Para dar con jóvenes cuyas experiencias de vida reflejaran la privación y el privilegio, y al mismo tiempo hacerlo de una manera sistemática que permitiera la comparación, decidí, después de evaluar muchas alternativas, concentrarme en jóvenes que estudiaran en la universidad; pero en universidades orientadas a los sectores populares y universidades orientadas a las élites privilegiadas, respectivamente. La educación es un espacio paradigmático y pionero en el proceso de fragmentación social, por lo cual me pareció pertinente tomarlo como una primera puerta de entrada para este análisis. Pero esa no fue la única razón para la construcción de esta muestra.
Las clases privilegiadas (y, dentro de estas, los jóvenes) son un sector minoritario en el conjunto de la sociedad, y en general —además— reticente a participar en una investigación social. Los jóvenes que acceden a la universidad también representan aún hoy un grupo minoritario en México, y dado que la mayoría de ellos pertenece a las clases medias y medias altas, es un grupo más reducido todavía cuando nos referimos a estudiantes de las clases populares. Sin embargo, una muestra teórica no se rige por criterios estadísticos de representatividad o procedimientos aleatorios de selección de informantes; sin una idea anticipada de cómo y dónde encontrar a los jóvenes que me interesaba entrevistar, nunca hubiese llegado a ellos. Centrarme en estudiantes universitarios me abrió la posibilidad de una búsqueda sistemática y comparable de jóvenes pertenecientes a estas dos clases: las clases privilegiadas son reducidas y suelen aislarse, pero en las universidades privadas de élite se concentran muchos de sus jóvenes; aquellos de clases populares que llegan a la universidad, por otra parte, son pocos estadísticamente, pero ello no significa que no existan ni que difieran, en aspectos relevantes para esta investigación, del resto de los jóvenes de su misma clase que abandonaron los estudios antes de este nivel.
Trabajé así en cuatro universidades cuyas características me permitían anticipar la posibilidad de encontrar a jóvenes de ambas clases. Dos de estas universidades son públicas, sus planteles se ubican en el suroriente de la ciudad, en los límites del Distrito Federal, y atienden a una población de jóvenes provenientes en su mayoría de los municipios populares del oriente de la zona metropolitana; a estas dos universidades las denominé en este libro Universidad Autónoma del Oriente (unaor) y Universidad Distrital del Sur (udis). Las otras dos universidades son privadas y pertenecen a congregaciones religiosas contrastantes, aunque comparten una misma orientación hacia la educación de las élites y clases altas de la sociedad mexicana. Sus planteles se localizan en el norponiente de la ciudad, en una zona de influencia sobre las áreas residenciales más exclusivas; también en este caso he preservado sus nombres reales sustituyéndolos por otros ficticios: Universidad Contemporánea y Universidad Prados Altos.[1]
Realicé 27 entrevistas semiestructuradas y 2 grupos focales, con un total de 39 jóvenes: 17 mujeres y 22 hombres, cuyas edades van de los 19 a los 28 años, y que estudiaban en las universidades mencionadas.[2] Sin embargo, “en el muestreo teórico el número de casos estudiados carece relativamente de importancia; lo importante es el potencial de cada caso para ayudar al investigador en el desarrollo de comprensiones teóricas sobre el área estudiada de la vida social” (Taylor y Bogan, 1987: 108). Tal como esperaba, de los 19 jóvenes entrevistados en las dos primeras universidades, 16 fueron clasificados como pertenecientes a la clase baja o media baja; y de los 20 jóvenes entrevistados en las dos últimas, 17 como miembros de la clase media alta o alta. De los 19 jóvenes entrevistados en las dos universidades populares (a los cuales llamaré a partir de aquí “jóvenes de clases populares”), ninguno tiene un auto propio y, en promedio, consideran que un joven necesita 2,964 pesos mensuales para vivir, es decir, poco más de doscientos dólares a la tasa de cambio de aquel momento; de los 20 jóvenes entrevistados en las dos universidades de los sectores privilegiados (a los cuales llamaré a partir de aquí “jóvenes de clases privilegiadas”), 17 tienen un auto propio de uso personal y estiman que para vivir necesitan en promedio 12,210 pesos mensuales, cerca de mil dólares.[3]
Las 27 entrevistas semiestructuradas y los dos grupos focales fueron grabados, transcritos, y luego codificadas y analizados con el software de análisis cualitativo N*Vivo. Las entrevistas duraron entre 60 y 90 minutos, los grupos focales alrededor de 2 horas, y todas las entrevistas (excepto dos) fueron realizadas en alguno de los 4 planteles universitarios a los que hice referencia antes, y en los cuales, además, hice varias y extensas estancias de observación sobre las formas de socialización de sus respectivos estudiantes. Con ninguno de los jóvenes entrevistados tenía una relación previa (ni cercana ni distante), y fueron contactados a través de informantes en las respectivas universidades y luego por referencias mutuas. Para las entrevistas utilicé una guía semiestructurada de temas y preguntas, y para los grupos focales opté por un rol de moderador pasivo (o low-moderator-involvement), cediendo el control de la dinámica al propio grupo, para lo cual me basé en 5 fichas con temas de apertura, desarrollo y cierre previamente diseñadas, y que los participantes debían leer por turnos luego de agotar cada tema. Si bien las entrevistas, los grupos focales, y las notas derivadas de la observación constituyen el corpus de información más importante sobre el que se basa el análisis y los argumentos desarrollados en este libro, fueron complementados con la revisión y análisis de documentos, informes y estadísticas que permitieron contextualizar y complejizar algunos de los temas abordados, brindando un panorama macro sobre los asuntos tratados en cada capítulo.
Los datos obtenidos de la observación, las entrevistas, y los grupos focales entran en diálogo con los hallazgos y referencias de estudios empíricos previos, y ambos con mi propio bagaje teórico y conceptual. El objetivo es poder construir nuevos conceptos e interpretaciones que enriquezcan la idea de un proceso de fragmentación social. En este sentido, la muestra no busca ofrecer opiniones, prácticas o representaciones surgidas de las entrevistas como representativas de una u otra clase social; una muestra teórica como la aquí utilizada no esta preparada para brindar ese resultado. Lo que nos ofrece son insumos para construir conceptos que a su vez nos ayudan a interpretar esos datos empíricos. Es por ello que a lo largo de este libro las extensas citas de los jóvenes entrevistados no siempre tienen la misma función; “la teoría fundamentada —advierten Glaser y Strauss al inicio de su libro clásico sobre esta estrategia teórico-metodológica de investigación social— es derivada de los datos, y luego ilustrada con ejemplos paradigmáticos de esos datos” (Glaser y Strauss, 1967: 5). En algunos casos, los datos empíricos derivados del trabajo de campo, pero también de estudios previos, ejemplifican conceptos e interpretaciones; en otros, forman parte de la construcción de esos conceptos. En ninguno de los dos casos pretenden verificar hechos, sino proveer interpretaciones válidas (Glaser y Strauss, 1967).
El libro consta de cinco capítulos y unas breves conclusiones. El capítulo 1 responde a un modelo ortodoxo de investigación social y tiene como principal propósito reflexionar, discutir y precisar, para el lector y para el propio autor, las herramientas teóricas que estructuran el análisis. El eje central consiste en explorar de manera sistemática las posibles vinculaciones entre desigualdad y exclusión, y la forma en que estos dos conceptos han sido asociados o relacionados por otros autores y estudios previos. La fragmentación social se propone como concepto que permite dar cuenta de un fenómeno social emergente en algunas sociedades contemporáneas, en las que se combina la desigualdad con la exclusión. A partir de múltiples aportes teóricos, construyo y propongo una definición operativa de la fragmentación social como sistema societal de exclusiones recíprocas e inclusiones desiguales. Así, la fragmentación sigue haciendo referencia a la desigualdad (pero ya no simplemente en un sentido lineal y continuo), e incorpora, al mismo tiempo, una dimensión excluyente (pero ya no sólo de los pobres y los más vulnerables). Una sociedad fragmentada no es el resultado exclusivo de la desigualdad económica (aunque sea determinante en última instancia), sino que dimensiones culturales, sociales y subjetivas resultan decisivas en dicho proceso. Es la confluencia y sedimentación de todas estas dimensiones las que contribuyen al distanciamiento sociocultural implícito en las exclusiones recíprocas e inclusiones desiguales de una sociedad fragmentada.
Con este andamiaje teórico-metodológico, en los tres capítulos siguientes analizo cómo juegan y operan estas tres dimensiones en tres espacios clave de la experiencia de la juventud: la escuela, la ciudad, el consumo. Le elección de estos tres espacios no es arbitraria, sino que responde al interés y la necesidad de explorar cómo se construye la experiencia social de la juventud en tres ámbitos esenciales de socialización, construcción identitaria, y subjetivización durante esta etapa de la vida. Otros muchos ámbitos de la vida social teñidos por la desigualdad han quedado excluidos de nuestro análisis, y en parte ello se debe a que las decisiones que implica la construcción de un problema de investigación siempre suponen sacrificar y recortar otros posibles temas de interés. Sin embargo, la razón principal para concentrarme en la escuela, la ciudad y el consumo, dejando de lado otros espacios posibles como el mercado de trabajo, los servicios de salud o la participación política, por mencionar algunos, reside en que ellos presentan un carácter universal entre los jóvenes. Durante la niñez y buena parte de la adolescencia estos tres espacios constituyen parte de la experiencia de vida de la mayoría de los individuos, lo cual nos da la posibilidad de explorar sus diferencias por clase, lo que no necesariamente ocurre con el trabajo, la atención médica o la política. La socialización y subjetivización, en los tres espacios explorados, durante este período del curso de vida, resultan determinantes en la construcción social del individuo, y por tanto de la sociedad de los individuos. Observando este proceso, intuí que sería posible analizar cómo se construye una sociedad fragmentada, y al mismo tiempo construir nuevos conceptos de alcance medio que den cuenta de ese proceso de fragmentación en espacios específicos.
El capítulo 2 se concentra en la fragmentación del sistema educativo. Por un lado, planteo que la institución escolar puede ser vista como un ejemplo paradigmático de inclusión desigual. La escuela abandona su pretensión de carácter universal, para segmentarse en paralelo con los clivajes de clase (esto no significa que abandone el objetivo de la universalidad, el cual alcanza precisamente a través de la fragmentación). Por otro lado, dado que la escuela es más que la escuela, en este capítulo presto particular atención al análisis del sentido y la experiencia escolares, a partir de los cuales se construye y (re)afirma el distanciamiento sociocultural entre diferentes (y desiguales) sectores de la sociedad. El capítulo 3 intenta ser una exploración de este mismo proceso en el espacio urbano. Luego de revisar algunas de las principales tendencias de la segregación socioespacial como dimensión clave en la producción del espacio urbano, el análisis se detiene y profundiza en las dinámicas de la sociabilidad urbana y la experiencia de la ciudad entre jóvenes de clases sociales antagónicas. El argumento principal es que una estructura urbana fragmentada se complementa con prácticas urbanas, pautas de interacción y estigmas territoriales que favorecen la exclusión recíproca, para dar como resultado la coexistencia de mundos aislados y distantes dentro de una misma ciudad. Esta distancia sociocultural, y en particular los mecanismos de exclusión-inclusión que contribuyen a sostenerla, son explorados a través de las prácticas de consumo y los estilos de vida en el capítulo 4. El disfrute del consumo físico de los bienes es sólo una de las cualidades que proveen las mercancías; otra de sus características, menos explícita pero no menos conocida para los antropólogos, es que las mercancías también comunican. En este capítulo, me detengo sobre ambas dimensiones en relación con el tema que nos ocupa. El disfrute diferencial del consumo es obvio y, por eso mismo, muchas veces es pasado por alto o subestimado como tema de análisis; sin embargo, aquí trato de demostrar cómo profundas desigualdades en términos de consumo son reformuladas en términos de preferencias, lo cual contribuye a que las desigualdades de clase sean socialmente tematizadas como diferencias de estilo. Pero las mercancías también tienen una dimensión simbólica, que, como argumento en este capítulo, permite ordenar esos estilos en una estructura jerárquica y valorativa. Los bienes tienen la capacidad de construir murallas o abrir puertas, constituyendo al consumo en una dimensión clave de exclusión-inclusión en la sociedad contemporánea (sobre todo entre los jóvenes).
En el capítulo 5, el análisis salta hacia un espacio más abstracto y, aunque sigue fuertemente atado a una perspectiva desde el sujeto, se propone explorar la experiencia de los individuos de la sociedad; en este caso, de los jóvenes y de una sociedad fragmentada. Se trata de un terreno pantanoso, no sólo por lo ambicioso sino por la singularidad y relativa novedad del tema. Después de haber analizado en los tres capítulos previos el proceso de socialización y subjetivización de los jóvenes en una sociedad fragmentada, la pregunta que pretendo responder en este último capítulo es cómo esos individuos resultantes ven la sociedad para la que han sido construidos y que ellos mismos (re)construyen. La lectura del capítulo puede resultar más clara e interesante que este breve adelanto, pero cabe advertir al lector que los temas emergentes de este análisis giran en torno a la reflexividad del sujeto sobre la profunda desigualdad de la sociedad en la que les tocó vivir. En las percepciones de los jóvenes sobre la mucha o poca desigualdad, en sus experiencias de clase, y en sus demandas por reconocimiento y respeto, emergen nuevas claves para entender una fragmentación social que oculta la desigualdad más no disipa sus tensiones sociales y subjetivas.
Finalmente, debo decir que las conclusiones estuvieron a punto de no formar parte de este libro; las creía innecesarias y, al mismo tiempo, me generaba cierta inseguridad cerrar un análisis que para mí había resultado complejo. Pero, como los personajes de Pirandello, las conclusiones terminaron por imponerse sobre el autor. Breves, modestas y tentativas. Será tarea del lector evaluar si esa imposición tuvo razón de ser.