Читать книгу Aprendiendo a enseñar - Graciela Edith Ruiz Díaz - Страница 13

Somos personas

Оглавление

¿Lo somos?

¿De dónde venimos?

¿Qué nos define como personas?

¿Somos seres evolucionados?

¿Somos seres civilizados?

¿Nos comportamos de manera “civilizada”?

¿Qué entiende usted por “persona civilizada”?

¿Es lo mismo “civilizado” que “evolucionado”?

No sé qué piensa usted, pero para mí, no es lo mismo uno que otro. Creo que en la mayoría de los casos somos seres evolucionados pero no completamente civilizados.

Pareciera que nos consideramos “personas” pero, ver a los demás como personas, no es algo que lo practiquemos constantemente. En el día a día, nos olvidamos, cuando vamos manejando y nos enojamos con ése que va adelante ¡tan lento!, o con el que nos cruza rápidamente, ¡o el que no respetó el semáforo! Pero si nosotros pasamos en rojo (no se hace obviamente, pero si lo hacemos) es que ¡tenemos motivos!

A nosotros sí deben entendernos, ¿y los otros? ¿No tendrán motivos también? Pero ellos parecen animales, nosotros tenemos motivos y somos civilizados.

Todo el mundo tiene derecho a ser tratado como persona. A ser comprendidos, y en lo posible, recibir ayuda si fuera el caso, de la familia, de la medicina, de la sociedad, de los maestros en educación.

Somos personas. Esto quiere decir que hemos evolucionado y lo hicimos en varios sentidos.

La evolución se da como respuesta a una necesidad de adaptación, y esta evolución se evidencia en lo externo pero también en lo interno; de allí que hoy podemos hablar de “tres cerebros”, porque la evolución dio nacimiento a nuevos sectores cerebrales, sin reemplazar a los pre-existentes.

Así evolucionamos como especie, y fuimos desarrollando además de la fisonomía, un cerebro que va de lo instintivo, a lo intelectual, a través de distintos procesos.

Tenemos así, según la teoría propuesta por el Dr. Paul MacLane, un cerebro reptiliano, o también llamado primitivo, encargado de controlar las funciones autónomas, es decir, lo básico para la supervivencia como el respirar, comer, mantener el equilibrio (desarrollo muscular). Este cerebro no es capaz de lograr aprendizaje alguno. Es un cerebro “reactivo” (ante un peligro para la supervivencia, ataca o huye).

Por encima de este cerebro, tenemos al cerebro límbico, desarrollado en los mamíferos, que se relaciona con las emociones; por eso también llamado cerebro emocional, y trabaja junto al reptiliano en aspectos relacionados con la supervivencia. Este cerebro actúa de acuerdo a lo que siente de las situaciones que experimenta, reaccionando de acuerdo a ello junto con el reptiliano; de modo que si la situación causa una sensación de peligro, reacciona el cerebro reptiliano atacando o huyendo, y si por el contrario, la situación resulta placentera, reacciona el cerebro límbico, con conductas de aceptación y tiende a buscar la repetición de tal experiencia.

Hasta aquí hablamos de cerebros instintivos y “reactivos” o impulsivos, que trabajan juntos en la búsqueda de la supervivencia y lo hacen de manera inconsciente.

A través de distintos procesos y necesidades de adaptación, fueron generándose más cambios, tanto en lo externo (físico), por ejemplo la posición bípeda, como en lo interno, con el desarrollo de la neocorteza o neocortex por encima de los cerebros reptiliano y límbico, denominado cerebro racional, encargado de funciones más evolucionadas, como el pensar antes de responder de manera instintiva o reactiva frente a una situación.

Encontramos aquí a los lóbulos pre-frontales, donde se llevan a cabo las funciones ejecutivas superiores como razonar para decidir.

Este sector del cerebro es el que nos caracteriza como personas o seres humanos, aunque nos cuesta aún tomarnos el tiempo para elaborar las respuestas, y por ello, seguimos reaccionando a las situaciones de manera instintiva (no civilizada).

Nuestros alumnos, como todos los seres humanos, son personas que están pasando por varios procesos: de crecimiento físico, tanto interno como externo, crecimiento emocional, educativo, formativo.

Y como la palabra lo indica, el proceso supone un tiempo para cada caso, tiempo que no en todas las personas es el mismo.

Las personas somos un conjunto de partes (físico) y estados (mental y emocional) que conforman una totalidad.

Esta “totalidad” es, además, incompleta. No vale solo mirar al individuo. Ese individuo viene a un entorno (la institución educativa) con “carga” de otro entorno. Con una conformación familiar y una historia, que no solo es única a cada ser humano, sino que además va cambiando constantemente, generando nuevas disposiciones (para escuchar, jugar, cumplir, observar) tan variadas y cambiantes como los días de la semana. (Un lunes jamás es igual a otro lunes).

Metafóricamente hablando, los docentes pasamos de un día a otro con 20, 25, 30 “lunes” diferentes (nuestros alumnos) en cada día.

Es decir que día a día debemos adaptarnos al estado físico, psíquico y emocional de cada uno de los niños. Adaptar las actividades, comprender que hay razones que desconocemos que suceden en su interior, cuando por ejemplo, no copió la tarea, no pintó el mapa, no dibujó lo solicitado.

Y ¿cómo informarnos de sus dolencias o “fatigas”? ¿De sus ganas o desganos, su energía, sus enojos?… Lo mejor es la conexión con las familias, quienes además confían en que nosotros (los docentes) los vamos a ayudar. Y tal vez lo único que necesitan es una “oreja” que los escuche y una “palmada” de comprensión.

Y bien, dentro de este “todo” estamos conformados (los seres humanos) con diferentes capacidades, aptitudes y actitudes. Diferentes áreas del desarrollo cognitivo, es decir, diferentes formas de aprender.

Aprendiendo a enseñar

Подняться наверх