Читать книгу El Club del Gusano Retorcido - Graciela Falbo - Страница 8
/ CAPÍTULO 4
ОглавлениеCOMO UNA AVENTURA
La tarde siguiente, el grupo se encontró en la plaza, a planear las actividades futuras.
El día de la fundación, Romina había acompañado a su padre a hacer una compra en un pueblo vecino. Y como no llegó a tiempo a la reunión, no había participado en el juramento. Saralía, su prima, juró por ella. Todos lo habían aceptado. Lo que les molestaba era que ahora quería tomar la voz cantante.
Romina insistía con que debían volver a discutir qué entendían por aventura. Para ella, una “aventura” podía ser que todos se reunieran a ver una película de terror.
Violeta se restregaba las manos mientras decía que no podía creer lo que escuchaba. A ella las películas de terror le parecían estúpidas, especialmente la que había propuesto Romina.
–Quiero ver si te animás a mirar Pesadilla 1 sin cerrar ni una sola vez los ojos –la pinchó Romina.
Cada uno empezó a dudar si podría mantener los ojos abiertos en las escenas de mayor tensión, mientras Violeta les pedía que razonaran.
–¡Eso no es ninguna aventura! ¡Una aventura es otra cosa!
–A ver… ¿qué, por ejemplo?
–No sé… ¡Explorar la selva! –exageró Violeta, impaciente.
Drigo tuvo un ataque de tos.
–A mí no me van a dejar –se excusó Mario, mientras golpeaba la espalda de Drigo como si sacudiera una alfombra.
–Seamos realistas: en Villa Elvira nunca tendremos aventuras –suspiró Santiago–. Además, en las películas de aventuras, los protagonistas no piden permiso.
–Es muy peligroso meternos solos en la selva –murmuró Drigo–. Mi mamá dice que la biodiversidad es muy grande, que hay algunas especies muy venenosas.
–¿Qué es la biodiversidad? –preguntó Romina, alarmada.
Drigo se quedó callado. No tenía una idea clara de qué quería decir esa palabra. Lamentó no haber prestado más atención cuando su mamá hablaba del tema.
–Suena peligroso –dijo Mario.
–Por lo menos suena a aventura –dijo Violeta.
Ninguno discutió esa afirmación pero, al mismo tiempo, seguían hablando de la película.
Cansada, Violeta se fue, vaticinando para el club un final catastrófico: terminarían coleccionando estampillas o algo peor.
Romina también se retiró enojada. Le molestaba que Violeta pudiera salirse con la suya.
Parecía que la corta vida del club había llegado a su fin pero, media hora después, Romina regresó. Venía corriendo desde su casa sin parar. Habló agitada. Apenas se le entendía.
–¡Mi papá es un genio! –pregonaba entre jadeos–. Armó dos carpas en el fondo de casa y nos deja organizar un campamento esta noche.
Violeta también volvió. Había ido a buscar un diccionario y lo traía marcado en una página. Sin atender a la noticia de Romina, como si el grupo se hubiera quedado reunido sólo esperando lo que iba a hacer ella, abrió el libro.
–Aventura: dícese de un suceso extraordinario que le ocurre a alguien –leyó. Después, los miró a todos como midiendo la reacción de cada uno, y agregó–: Admito que lo del campamento puede ser divertido pero ¿qué tiene de extraordinario? En otras palabras, ¿qué tiene de aventura algo que está organizado?
El grupo miró a Violeta en silencio, como esperando que dijera algo más. Y al ver que no agregaba nada, siguieron hablando del campamento.
Organizado o no, un campamento era lo más parecido a una aventura que se les había presentado.
- Del diario de Romina -
3 de diciembre
Queridísimo Diario: hoy el club hará su primer campamento. Pasaremos la noche en la selva. La selva de Villa Elvira es una selva de verdad. Cómo será de verdadera que hasta salió en un libro de biología. Papá dice que la gente de acá no le da importancia porque no se cobra entrada; que si estuviera en Miami, le sacarían el jugo y todo el mundo querría conocer Villa Elvira y Villa Elvira sería tan importante como Disneylandia. La madre de Drigo, que es bióloga o algo así, explicó que la selva de Villa Elvira es uno de los pedacitos del planeta que se conservan intactos, porque nadie metió mano para cambiarlo y que es una especie de tesoro. Está repleta de víboras, arañas y toda clase de bichos y de plantas venenosas, pero nosotros no les tenemos miedo porque somos de la zona. Si mañana no escribo, perdoname. Es que, cuando uno se mete en un lugar salvaje, no sabe qué le puede pasar. Pueden pasar, por ejemplo, sucesos extraordinarios que no estaban planificados.
(Romina decidió que mentir un poco en su diario no tenía nada de malo. Después de todo, nadie más que ella lo leía).