Читать книгу Prácticas docentes en el ámbito universitario - Guillermo Londoño Orozco - Страница 10
ОглавлениеLa importancia
de la sistematización
de la práctica docente
universitaria
Margarita Rosa Rendón Fernández{1}
Descubrir la verdad a través de la práctica y, nuevamente a través de la práctica comprobarla y desarrollarla. Esta forma se repite en infinitos ciclos, y, con cada ciclo, el contenido de la práctica y del conocimiento se eleva a un nivel más alto. Esta es en su conjunto la teoría materialista dialéctica del conocimiento, y de la unidad entre el saber y el hacer.
Mao Tse-Tung
Introducción
El presente capítulo aborda el tema de la sistematización, ingrediente importante para el maestro universitario, como alternativa que fortalece su quehacer docente, bien sea desde la perspectiva investigativa o desde la mirada sobre su propio quehacer. Esta posibilidad está encaminada a una cualificación de su propia labor y, por ende, a los retos de una educación superior que enfrenta un mundo en permanente transformación y que exige, tanto los conocimientos profesionales en el área propia de su disciplina de formación, como las competencias necesarias para afrontar las demandas laborales y los retos del mundo contemporáneo. Esto significa que los docentes debemos asumir tales desafíos con una nueva visión estratégica y con los suficientes fundamentos para resolverlos. Ello se orienta a la importancia de reconocer las exigencias de una formación encauzada al fomento de futuros profesionales capaces de afrontar el reto de la globalización con los conocimientos, habilidades y actitudes suficientes para generar y proponer procesos de proyección más eficientes y con calidad.
Por ello se hace necesario ver la educación superior desde la importancia de ahondar en el significado de educar, puesto que se requiere una constante mirada, un acompañamiento, y una planificación de los procesos de redimensión curricular, para dar respuesta a las exigencias que se presentan, en momentos de grandes cambios sociales y culturales que afectan la tarea formativa en la universidad.
Entonces, ¿qué significa repensar la educación superior para lo superior? Esta pregunta es importante, en especial cuando estamos comprometidos con personas que desean o aspiran a ser profesionales en un país como Colombia donde las oportunidades para estudiar son cada vez más difíciles, y para los profesores está el reto de construir comunidad académica y hacer uso de su saber para resolver diversas problemáticas propias de su quehacer.
Lo anterior obliga a preguntarnos: ¿Cómo reconocemos que somos buenos docentes universitarios? Para esto, la importancia estaría no sólo en responder sino en sistematizar estas respuestas mediante investigaciones que permitan pensar, hablar y actuar de manera coherente con nuestro sentir docente, haciendo visible el arte de enseñar, ejerciendo la vocación con estudio, cuidado, constancia y consciencia crítica, como lo proponía el padre Alfonso Borrero Cabal.
El padre Borrero, a propósito de este tema, expresa en el documento “Algunas reflexiones sobre la reforma universitaria”, “la investigación como una actitud permanente, habitual, espontánea, actitud que todas las personas de la universidad deben tener, porque la universidad, más que hacer investigación, tiene por misión formar investigadores para todos los variados ejercicios de esta actividad”. Así mismo, afirmó que “la educación superior ha de tener intencionalidad de formar y educar para el ejercicio democrático de los ciudadanos”.
Se podría decir, entonces, que las alternativas para una pedagogía de la educación superior exigen de los docentes la investigación y la sistematización, como alternativa de generación teórica que produce conocimiento y como posibilidad de promover conciencia, es decir como metodología para indagar sobre la propia práctica y mejorarla.
La afirmación que hace Ítalo Calvino (2003) me permite presentar este capítulo con una palabra muy usada en nuestros días pero poco comprendida desde la importancia que tiene en la práctica pedagógica y es la sistematización:
Es aquella interpretación crítica de una o varias experiencias, que a partir de su ordenamiento y reconstrucción, descubre o explicita la lógica del proceso vivido, los factores que han intervenido en dicho proceso, cómo se han relacionado entre sí, y por qué lo han hecho de ese modo.
Por ello y, aunque no se pretende presentar todos los enfoques o tendencias, retomaré algunas que considero pueden aportar para entender su importancia.
¿Qué es la sistematización?
La palabra sistema proviene del griego y se descompone en la preposición syn y el verbo instanai, lo que significa poner junto, cuyo significado es algo que se mantiene firme, como un todo compuesto e interconectado. Un ejemplo de ello es el “sistema de conocimiento”, el cual tuvo su impulso desde la antigüedad clásica por medio de la “sistematización de la geometría euclidiana”. A partir de allí toda la historia de la filosofía occidental considera que el hombre no llega a un verdadero conocimiento si éste no es realmente “sistémico”.
Aunque en la sistematización es central la producción de conocimientos (reconstruir, interpretar, teorizar), su cometido no se agota allí, también aparecen como dimensiones o dominios propios de la sistematización, la socialización a otros del conocimiento generado (comunicación), su carácter de experiencia pedagógica para quienes participan en ella (formación) y su interés en potenciar la propia práctica que se estudia (transformación y participación), y el de comunicar los conocimientos (Torres, 1997: 37).
El Instituto Interamericano de Derechos Humanos (2004) la define como: “Registrar, de manera ordenada, una experiencia que deseamos compartir con los demás, combinando el quehacer con su sustento teórico, y con énfasis en la identificación de los aprendizajes alcanzados en dicha experiencia”.
Otro enfoque es el presentado por el Taller Permanente de Sistematización (2004) que la define como: “Un proceso permanente y acumulativo de creación de conocimientos a partir de las experiencias de intervención en una realidad social“. Ello alude a un tipo de conocimientos a partir de las experiencias de intervención, aquella que se realiza en la promoción y la educación popular, articulándose con sectores populares y en búsqueda de transformar la realidad.
La definición del profesor Oscar Jara, educador popular y sociólogo y director general de Estudios y Publicaciones Alforja (1998), destaca que:
La sistematización es aquella interpretación crítica, de una o varias experiencias que, a partir de su ordenamiento y reconstrucción, descubre o explica la lógica del proceso vivido, los factores que han intervenido en dicho proceso, como se han relacionado entre sí y por qué lo han hecho de ese modo.
De todas estas definiciones es posible destacar la importancia que tiene el que un docente indague, cuestione y amplíe los sentidos de sus prácticas educativas; es decir, las sistematice y se interrogue sobre el qué, el porqué y el para qué de lo que enseña. Esto tiene que ver con el sentido de la vida y se constituye en certeza del desarrollo social y humano.
Por otra parte, la concepción más avanzada sobre los “sistemas”, especialmente de conocimiento, apareció a partir de la segunda mitad del siglo XVIII. Sus primeros representantes fueron: Johann Heinrich, pertinencia de los contenidos, de lo cual se puede afirmar que una buena educación impacta a Lambert (1723-1777) e Inmanuel Kant (1721-1804). La utilización que estos intelectuales hacen del término no se refiere a objetos físicos “sino a sus aplicaciones cognoscitivas”, con la organización de la información.
De esta manera, la sistematización aparece desde la década de los setenta y se le reconoce como innovación latinoamericana, desde seis líneas denominadas: Trabajo Social Reconceptualizado, Educación de Adultos, Educación Popular, Teología de la Liberación, Teoría de la Dependencia y la Investigación Acción Participativa. Cada una de estas corrientes tiene su propia metodología y definición; sin embargo, se entrecruzan y apoyan, ya que todas van al mismo sentido, articular los procesos de reflexión teórica a la cualificación de las prácticas sociales.
Por otra parte, es importante mencionar que las propuestas actuales sobre sistematización más reconocidas por sus aportes son: el Centro Latinoamericano de Trabajo Social (Celats) en Lima, trabajadas principalmente por Mariluz Morgan, Teresa Quiroz y María Luisa Monreal. Más recientemente, el colectivo que trabaja con mayor constancia el tema es el taller Permanente de Sistematización Ceaal (Perú), donde Mima Barrenechea, Estela Gonzáles, José Luis Carbajo y Ricardo Reyes, entre otros, contribuyen a profundizar y precisar el planteamiento del Celats (2004).
En este sentido, espacios de interacción e indagación, que vinculan a otros actores educativos, exigen la interdisciplinariedad de saberes y amplían las posibilidades de aprendizajes. En el artículo “Algunas definiciones sobre lo que es sistematización”, Ciro Alfonso Serna Mendoza y Nicasio Serna (2005) plantean la siguiente pregunta: ¿Cómo extraer conocimiento a partir de una práctica?, para la cual dicen lo siguiente: “La sistematización es ante todo un acto primordial de conocimiento”. Es, por tanto, una modalidad de investigación que procura hacer una serie de conceptualizaciones a partir de la práctica; se fundamenta en ésta, mas no se agota en ella. Esto significa que la experiencia se ubica en un “sistema de abstracción”, al cual denominamos teoría. La "abstracción" tiene como aspecto necesario la reconstrucción, en el caso de lo social, de los problemas y procesos sociales.
Sin duda se puede afirmar que toda práctica tiene detrás de ella acumulada una gran cantidad de experiencias que pueden ser positivas o negativas, pero su importancia se encuentra en identificar y consolidar estos saberes.
Dada la importancia y el alcance que tiene la sistematización como herramienta que ayuda a conceptualizar, entender y proyectar la propia práctica, es importante señalar algunas características:
• Conlleva a un nuevo conocimiento, un primer nivel de conceptualización a partir de la práctica concreta, facilitando la comprensión, para ir más allá de ésta. Facilita procesos de abstraer lo que se está haciendo en cada caso particular y encontrar un terreno fértil donde la generalización es posible.
• Permite revisar el proceso de la práctica con el propósito de identificar elementos, clasificarlos y reordenarlos para objetivar lo vivido, y convertir así la propia experiencia en objeto de estudio e interpretación teórica, a la vez que en objeto de transformación.
• Conlleva ordenar los conocimientos y las percepciones que surgieron en el transcurso de la experiencia. De igual manera, evidencia intenciones y vivencias acumuladas a lo largo del proceso. El proceso de sistematizar permite, entonces, a las personas recuperar de manera ordenada lo que ya saben sobre su experiencia; además, descubren que aún no saben acerca de ella, pero también se les revela lo que aún no saben que ya sabían.
Pone atención a los acontecimientos, a su comportamiento y evolución, y también a las interpretaciones que los sujetos tienen sobre ellos. Se crea así un espacio para que éstas sean discutidas, compartidas y confrontadas.
La intención con lo retomado en los párrafos anteriores es recuperar el protagonismo del docente, la importancia de investigar y de sistematizar sus prácticas docentes, para indagar sobre el hacer, el quehacer, los sentidos y supuestos, que el profesor universitario realiza, es decir, su labor docente, para con ello abrir un espacio de reflexión, conocimiento y reconocimiento de sus experiencias en el ámbito universitario.
Otros enfoques y marcos de referencia de distintas propuestas de sistematización que tiene América Latina han sido trabajadas por autores como Diego Palma, Jorge Osorio en Chile, el Taller Permanente de Sistematización del Perú y, en Colombia, Alfonso Torres.
En el proceso de recolección, los autores citados en el párrafo anterior se han preguntado por la naturaleza, finalidad y metodología de las prácticas pedagógicas. Del proceso han encontrado múltiples enfoques y marcos referenciales que propician cambios; igualmente desde la educación básica y superior se han explorado sus aportes mediante el debate sobre la sistematización desde las experiencias de educación formal, promovido por el Centro de Promoción Ecuménica y Social –Cepecs– (Ramírez Velásquez, 1991) que busca sistematizar innovaciones educativas, para redimensionar la educación formal.
Compartiendo esta misma idea, algunas facultades de educación en Colombia buscan mejorar las relaciones entre universidad y contexto social por medio de la investigación cualitativa participativa y hermenéutica, que para nuestro caso se extendería, pues la propuesta es el trabajo en conjunto con todas las facultades de la Universidad de La Salle.
De todos estos acercamientos a la comprensión de la sistematización es posible destacar que ésta debe permitir la búsqueda constante de mejores resultados que fomenten el sentido y la oportunidad de dar respuesta a las necesidades de la sociedad. Por tanto, la tarea de conceptualización es lo que le da sentido y contenido a los procesos de sistematización puesto que persigue transformaciones en la vida social, política y económica, e invoca el sentido crítico y liberador que debería tener toda acción educativa.
¿Cuáles son las finalidades de la sistematización?
Paulo Freire (1994) afirma que “la sistematización como propuesta para generar conocimiento, desde la reflexión y comprensión de la práctica, requiere de sujetos autónomos capaces de plantearse problemas, de aplicar sus saberes sin aferrarse a los conocimientos tradicionales, institucionales o previamente regulados”. Este planteamiento invita a construir saberes desde la reflexión de la práctica en procesos de sistematización con herramientas teóricas bien fundamentadas para aceptar los desafiados de asumir nuevos riesgos, de respetar a los otros y construir nuevas prácticas y nuevas miradas.
Además el reconocer que la práctica educativa genera conocimiento requiere reconocerse y reconocer al otro como sujeto constructor de saber en los procesos de sistematización, es decir, poder recuperar, comprender y explicar la razón de ser de la propia práctica.
Por su parte, Hugo Zemelman (2005) afirma que
[...] se sistematiza para conocer las prácticas, los saberes imbricados en ellas, las experiencias configuradas a partir de la conciencia de las prácticas, los saberes y las emociones que las constituyen; se sistematiza para evidenciar, explicar, comprender críticamente y porque es que comprendiendo se interviene y sabiendo actuar es posible educarnos críticamente. Sistematizo también, entre otras cosas, para “conocer lo que aún no conozco y comunicar o anunciar la novedad”.
En relación con lo anterior, vale la pena retomar el pensamiento de Paulo Freire cuando sostiene que:
El contexto teórico es indispensable para la reflexión crítica sobre los condicionamientos que el contexto cultural ejerce sobre nosotros, sobre nuestros modos de actuar, sobre nuestros valores. La influencia que ejercen sobre nosotros las dificultades económicas, cómo pueden obstaculizar nuestra capacidad de aprender aunque carezcan de poder para aborricarnos. El contexto teórico […] jamás puede transformarse en un contexto del puro hacer, como a veces se piensa ingenuamente.
Por otra parte, siguiendo con las ideas planteadas anteriormente, Alfredo Ghiso (1988) afirma: “A toda sistematización le antecede una práctica”. A diferencia de otros procesos investigativos a éste le antecede un ‘hacer’, que puede ser recuperado, recontextualizado, textualizado, analizado y reinformado a partir del conocimiento adquirido a lo largo del proceso.
Todo lo anterior ayuda a comprender la importancia y pertinencia de la sistematización como alternativa que permite reconocer y proponer soluciones y estrategias para proyectar la propia práctica, de modo que ésta se constituya en elemento fundamental que ayuda a la comprensión de la acción docente, a su mejoramiento y, a partir de ello, al mejoramiento de la calidad educativa universitaria y, por ende, a la formación de mejores profesionales que requiere la sociedad.
Con estos planteamientos y entendiendo que cada experiencia es única e irrepetible propone a los docentes reflexionar en conjunto alrededor de lo que hacemos, pensamos, construimos y reconstruimos, además de apropiar y generar la articulación entre teoría y práctica con una mirada más crítica y propositiva para vigilar los procesos de producción de conocimiento. No obstante, se requiere no solamente tener una mirada crítica sobre los procesos, sino que el docente reconozca su trabajo, sus experiencias, el trabajo de otros, desarrolle investigaciones y que se pregunte por qué enseña, para qué enseña y cómo enseña. Esto permitirá encontrar la coherencia y la pertinencia del quehacer docente, para mejorarlo y optimizarlo, proponiendo nuevas dinámicas, en los procesos de enseñanza y aprendizaje, además de enriquecer y complejizar el saber pedagógico y didáctico.
Para finalizar, es importante expresar mi postura ante el proceso de sistematización como alternativa de generación teórica que produce conocimiento por medio de la práctica docente e investigativa sobre éste, además, como posibilidad de promover conciencia de la propia práctica para conocerla, proyectarla y mejorarla.
El proceso investigativo entrecruza posturas epistemológicas, metodológicas, didácticas, sociopolíticas y busca interpretar los sentidos y significaciones que los profesores ponemos en juego cuando describen lo que hacen en el aula, a partir de cuatro criterios, así:
• El primero es el conocimiento y dominio disciplinar desde la pertinencia, actualización, conocimiento y dominio disciplinar.
• El segundo es el de los procesos de enseñanza de acuerdo con el manejo didáctico, mediación para el aprendizaje, aportes al desarrollo personal y humano.
• El tercero es la interacción vista como la relación pedagógica con los estudiantes en un ambiente de motivación, respeto y acompañamiento.
• La cuarta y última es la evaluación del aprendizaje a partir de mecanismos, estrategias e instrumentos acordes con las propuestas pedagógicas y con la intencionalidad de una formación integral para los estudiantes.
Debo señalar que el proceso de sistematizar es de carácter participativo, por tanto obliga a la construcción permanente, desde el reconocerse, repensarse, y mirar al otro y a los otros para comprender el valor de asumir un colectivo de manera crítica, negociando intereses, aprendiendo y desaprendiendo, buscando diálogo entre los saberes y alternativas, que generen nuevas propuestas, para que estos procesos sean eficaces y efectivos y que aporten a las demandas y condiciones que se tengan.
Vale la pena, entonces, considerar la propuesta de Carlos Vasco en la que plantea:
Propongo que se considere la pedagogía no como la práctica pedagógica misma, sino como el saber teórico-práctico generado por los pedagogos a través de la reflexión personal y dialogal sobre su propia práctica pedagógica, específicamente en el proceso de convertirla en praxis pedagógica, a partir de su propia experiencia y de los aportes de las otras prácticas y disciplinas que se intersecan con su quehacer. (Vasco, 1990).
Este planteamiento propende por comprender las dinámicas y los procesos particulares de una educación superior, proponiendo como alternativa el mejoramiento de la docencia universitaria, y para abrir posibilidades al acercamiento de las especificidades propias de lo pedagógico en este nivel de educación, por lo anterior y como lo exprese antes la sistematización es un elemento fundamental para fomentar el saber pedagógico de los maestros.
Quizá sea útil mostrar que algunos trabajos se encaminan a mejorar, cualificar o transformar las relaciones y procesos de enseñanza y aprendizaje, para lo cual se hacen preguntas del cómo se enseña y cómo se evalúa lo que se enseña así: qué, por qué, para qué, cuándo, para quién. Otros trabajos se relacionan con el currículo y el plan de estudios o los que quieren dar respuesta a las relaciones entre aquello que se enseña y lo que se aprende y por los efectos e impactos de las prácticas.
Por tanto, la invitación es aceptar el reto de buscar la coherencia interna, la rigurosidad metodológica, la confiabilidad de lo que se hace en el aula desde la investigación y la sistematización del proceso para determinar las características de los docentes que participan de la experiencia y sus interrelaciones, entendiendo que por estar representadas todas las áreas de conocimiento se encontrará una gran diversidad desde lo conceptual, epistemológico, didáctico y metodológico con características propias de acuerdo con el saber en el que cada docente es experto en identificar su impacto y pertinencia.
Desde esta propuesta se plantea una mirada sobre la pertinencia de sistematizar las prácticas pedagógicas para aprovechar, reflexionar, contrastar y conocer la gran diversidad metodológica y didáctica que se hace visible en el mundo universitario y que proporciona, de cara al futuro, una base sólida tanto teórica como metodológica.
Lo anterior propende por generar una cultura de construcción permanente sobre la intencionalidad que anima el ejercicio educativo, reconsiderando las circunstancias propias de cada programa académico y la importancia de reconocer las experiencias exitosas de actores y procesos desde la visión general del ser saber y hacer además como elemento para ser considerado por el profesor universitario al abordar la sistematización como una alternativa para la comprensión, el mejoramiento y la proyección de su práctica docente.
Para reafirmar esta idea retomo algunos planteamientos de Barnechea (1994), en los que resalta la sistematización como proceso colectivo que requiere una lectura crítica de la práctica educativa para encontrar su sentido. Además de producir nuevos aprendizajes en la perspectiva de contribuir al fortalecimiento y consolidación de la organización popular, en su propósito de conformación del pueblo como sujeto histórico protagonista de una transformación social alternativa.
Finalmente, considero de gran importancia resaltar que tanto la acción como el saber sobre la acción que se posee constituyen el punto de partida de los procesos de sistematización. A demás, en este proceso de interlocución entre sujetos se negocian los discursos, las teorías, las construcciones culturales permitiendo percibirnos y construirnos con actitud crítica y autocrítica, en el que priman tanto el proceso como el producto.
Para terminar quiero compartir algunas de las palabras de William Ospina en el Congreso Iberoamericano de Educación celebrado en Buenos Aires del 13 al 15 de septiembre de 2010, como disculpa para repensarnos.
Solemos ver, por ejemplo, la educación como el gran remedio para los problemas del mundo; solemos ver el aprendizaje como la más grande de las virtudes humanas. Y lo es. Pero precisamente por ello hay que decir que ese aprendizaje es también una grave responsabilidad de la especie. Para aproximarnos un poco a este tema hay que pensar en el resto de las criaturas. Se diría que el saber instintivo de las especies es una suerte de seguro natural contra los accidentes y los imprevistos. Nada nos permite tanto confiar en una abeja, como la certeza de que siempre sabrá hacer miel y nunca se le ocurrirá destilar otra cosa. Si un día las abejas optaran por producir vinagre o ácido sulfúrico, el caos se apoderaría del mundo [...] La conclusión necesaria de esta reflexión es que los seres humanos aprendemos, y porque aprendemos somos peligrosos. No somos una inocente abeja destilando para siempre su cera y su miel, sino criaturas admirables y terribles capaces de inventar hachas y espadas, libros y palacios, sinfonías y bombas atómicas. Nuestras virtudes son también nuestras amenazas; el privilegio de pensar, el privilegio de inventar y el privilegio de aprender comportan también aterradoras responsabilidades, y un filósofo se atrevió ya a decirle a la humanidad algo que no esperaba oír: “Perecerás por tus virtudes”.
Cada vez que nos preguntamos qué educación queremos, lo que nos estamos preguntando es qué tipo de mundo queremos fortalecer y perpetuar. Llamamos educación a la manera como trasmitimos a las siguientes generaciones el modelo de vida que hemos asumido. Pero si bien la educación se puede entender como trasmisión de conocimientos, también podríamos entenderla como búsqueda y transformación del mundo en que vivimos.
A veces, mirando la trama del presente, la pobreza en que persiste media humanidad, la violencia que amenaza a la otra media, la corrupción, la degradación del medio ambiente, tenemos la tendencia a pensar que la educación ha fracasado. Cada cierto tiempo la humanidad tiende a poner en duda su sistema educativo, y se dice que si las cosas salen mal es porque la educación no está funcionando. Pero más angustioso resultaría admitir la posibilidad de que si las cosas salen mal es porque la educación está funcionando. Tenemos un mundo ambicioso, competitivo, amante de los lujos, derrochador, donde la industria mira la naturaleza como una mera bodega de recursos, donde el comercio mira al ser humano como un mero consumidor, donde la ciencia a veces olvida que tiene deberes morales, donde a todo se presta una atención presurosa y superficial, y lo que hay que preguntarse es si la educación está criticando o está fortaleciendo ese modelo.
¿Cómo superar una época en que la educación corre el riesgo de ser sólo un negocio, donde la excelencia de la educación está concebida para perpetuar la desigualdad, donde la formación tiene un fin puramente laboral y además no lo cumple, donde los que estudian no necesariamente terminan siendo los más capaces de sobrevivir? ¿Cómo convertir la educación en un camino hacia la plenitud de los individuos y de las comunidades?
Referencias
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