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Introducción

El presente libro nace de un interés particular por presentar a la comunidad académica y, en especial, a la de educación superior, algunas reflexiones y experiencias relacionadas con las prácticas docentes en el ámbito universitario. La intencionalidad se encamina a motivar la reflexión y el debate respecto al alcance, perspectivas, sentidos y fundamentos del quehacer del profesor universitario. Ello adquiere una importancia fundamental en la medida en que el mundo de la educación superior enfrenta, dadas sus exigencias y retos, no sólo el desafío de trabajar por la producción y generación de conocimiento y por la transformación social, sino por la formación de profesionales que respondan a esas mismas exigencias. Hablar de formación implica necesariamente referirnos a los alcances y posibilidades de la enseñanza de una disciplina, arte, ciencia o profesión y de las implicaciones a nivel de interacción de los sujetos que intervienen en ello (particularmente del profesor universitario y sus estudiantes). Estos alcances son atravesados por innumerables aspectos entre los cuales adquiere especial atención el componente docente y la manera de comprenderlo.

Si bien existen estudios importantes sobre la docencia universitaria y sobre el profesor universitario (recordemos por ejemplo a Zabalza o a Ken Bain), es evidente la necesidad de mayores desarrollos al respecto. No por “las recetas” que puedan ofrecerse a profesores universitarios, sino por tratarse de un campo amplio que pasa por el sentido de la docencia en la Universidad, por las exigencias en la formación de jóvenes y adultos, por las condiciones técnicas, científicas y culturales de la educación superior y por la pertinencia de las didácticas específicas o de un discurso pedagógico apropiado para este nivel de educación.

Obviamente este texto no es una respuesta a todas estas posibilidades; pero sí constituye un primer asomo, unido a otros existentes, por promover el estudio de la docencia universitaria. Específicamente se trata de suscitar el valor de un discurso pedagógico y didáctico y, en especial, de un saber pedagógico pertinente a la educación superior, en estrecha relación con la importancia que en ello tiene la idea de docencia, sus prácticas y sus sentidos desde la pedagogía y desde sus posibilidades de sistematización. Así, el objetivo de este escrito no radica en ofrecer un recetario de alternativas para “hacer buenas clases en la universidad”, ni un conjunto de discusiones teóricas sobre temáticas relacionadas con el quehacer del docente universitario. Si bien estos elementos podrán encontrarse, lo fundamental radica en un fortalecimiento de la docencia propiamente dicha y las implicaciones que tiene el hecho de asumirla como reto para un mejor sentido de la enseñanza universitaria.

Para ello el libro comporta tres partes fundamentales: una primera de acercamiento reflexivo o teórico a temáticas centrales que tienen que ver directamente con el tema; una segunda, en la que se presentan 20 prácticas docentes expuestas y reflexionadas por sus propios protagonistas; y, una tercera, que a manera de reflexión final, trata de recoger algunas conclusiones de lo presentado a lo largo del texto.

Así, en la primera parte se proponen ciertas reflexiones en torno al saber pedagógico, la perspectiva científica de la pedagogía, el alcance del concepto de práctica docente, la importancia de la sistematización como alternativa para promover el sentido de dicha práctica y, finalmente, el alcance del ser docente universitario.

Frente al saber pedagógico se acentúa el valor que posee como componente primordial del quehacer del maestro universitario. Se discuten sus alcances como fuente de conocimiento pedagógico o como fuente de reconstrucción y revisión de la propia práctica, al considerar la relación teoría-práctica, el valor y pertinencia de la propia reflexión y las diversas maneras de comprender la experiencia docente. Asimismo, se señala un énfasis particular en la dimensión reflexiva de la práctica desde sus dinámicas, particularidades y exigencias, como mecanismo que debe acompañar el quehacer del profesor universitario con miras a reconfigurar sus prácticas docentes en función de un mejoramiento continuo o a reconocer elementos que abran posibilidades a niveles de elaboración y desarrollo teórico que aporten al pensamiento educativo y, por ende, a una pedagogía en perspectiva de educación superior.

En el capítulo denominado “Pedagogía: una perspectiva científica”, Libardo Pérez aborda la comprensión de la pedagogía como disciplina científica. Ello con el fin de destacar el valor que la pedagogía misma adquiere como teoría y como constructo teórico desde sus propias posibilidades epistemológicas. En tal sentido se presenta como disciplina enmarcada en el campo de las ciencias sociales o humanas, compartiendo así las cualidades epistemológicas que caracterizan esta región del conocimiento. Se busca asumir la pedagogía científica como una de las perspectivas pedagógicas posibles y como soporte que da sentido y alcance a la docencia en el campo universitario. Con ello se favorece una mejor explicación del fenómeno formativo y se potencia la “cualificación de los diseños y actividades didácticas propias de la práctica docente”.

Si bien es esencial la pedagogía y el saber pedagógico en la docencia universitaria, no se puede desconocer que dicho saber se refiere a una práctica específica, lo que motiva a algunas referencias sobre su sentido. Para ello, Manuela Gómez ofrece ciertos acercamientos al concepto de práctica docente. Destaca la práctica “como ejercicio cotidiano y repetitivo, como acto individual y colectivo interactuante y como un hecho observable” que reconoce una forma particular y singular de actuar. Así, la práctica docente no refiere un hecho extraordinario, sino formas particulares e intencionadas sobre los modos de hacer del maestro. Esta idea es importante en cuanto resalta el elemento cotidiano pero a la vez intencional de la práctica. Ésta puede y debe ser permeada por procesos reflexivos e intencionales que configuran el trabajo del docente, los cuales en su desarrollo pueden ser “comprendidos, interpretados y sistematizados, permitiendo ponerlos en escena y hacerlos susceptibles de ser reconfigurados y generadores de nuevo saber”.

En estrecha relación con el saber pedagógico y la idea de práctica, aparece la sistematización como un componente fundamental para comprender la prácticas y generar saber pedagógico. Margarita Rendón dedica unas páginas importantes a dilucidar el sentido y alcance de la sistematización como proceso aliado de la configuración de la práctica docente y su reflexión. Se presenta como un “ingrediente importante para el maestro universitario, como alternativa que fortalece su quehacer docente, bien sea desde la perspectiva investigativa o desde la mirada sobre su propio quehacer”. Propone que la sistematización debe ayudar al maestro a indagar su quehacer, destacando su interpretación crítica, su ordenamiento y reconstrucción, en aras de comprender la lógica de la actividad docente. Finalmente, insiste en la “pertinencia de sistematizar las prácticas pedagógicas para aprovechar, reflexionar, contrastar y conocer la gran diversidad metodológica y didáctica que se hace visible en el mundo universitario y que proporciona, de cara al futuro, una base sólida tanto teórica como metodológica”.

Referir en el texto el concepto de práctica docente, obliga igualmente a pensar algunas ideas en torno al sentido del ser docente. Al respecto, Esperanza Díaz trabaja en su capítulo el tema, destacando el sentido humano y social del docente universitario, dadas las exigencias de su quehacer. Insiste en que “el compromiso que se adquiere como docente universitario es de carácter ético, político, social y existencial; ser docente va más allá de elegir una profesión, es involucrarse total y decididamente con el propio proyecto de vida y además ser parte de la historia de muchas personas, con diferentes estilos de pensamiento, culturas, y particularmente en edades que son tan significativas para el desarrollo de su personalidad”. Por tanto, la docencia universitaria es afectada por el sentido de lo que se hace y por la relación con el otro. No es simplemente una función laboral, sino que implica a la persona frente a exigencias éticas y morales, aspecto por demás significativo dado que trasciende la idea de docencia más allá del “simple enseñar”.

Toda esta primera parte permite reconocer entonces ideas importantes que vislumbran el alcance y posibilidades de las prácticas docentes en educación superior. Evidentemente tales prácticas, desde un sentido de la docencia y desde una actitud reflexiva (muchas veces apalancada por procesos de sistematización) permiten servirse del discurso pedagógico y promover el saber pedagógico en aras de proyectar la actividad educativa a niveles de pertinencia y calidad propios del mundo universitario. Los referentes de esta parte del libro sirven así de lente tanto para comprender algunos elementos de las prácticas presentadas en el texto como para sugerir a sus protagonistas ángulos de mirada y de reflexión.

La segunda parte podría describirse como un banquete de experiencias que comparten algunos profesores universitarios. El conjunto de estas experiencias corresponden a lo presentado en el I Simposio de Experiencias Docentes de la Universidad de La Salle, que –como actividad académica y formativa– convocó a profesores de la Institución a hacer visible sus experiencias. Ello con el fin de “abrir un espacio de conocimiento y reconocimiento de las experiencias docentes” que inciden significativamente en los procesos de formación de los estudiantes universitarios. Los propósitos de este evento pretendían, además, un acercamiento a estas prácticas como medio para “fomentar el saber pedagógico de los profesores” y consolidar “una comunidad académica que comparte sus experiencias y se enriquece en el ámbito pedagógico y didáctico”.

En el desarrollo de esta parte no se presentan las memorias de esta actividad, sino que –a raíz de éste– los participantes desarrollaron un proceso de análisis y depuración de lo presentado, para convertirlo en un escrito que haga visible la reflexión y el sentido que tal práctica comporta como aporte a la comprensión de alternativas para la docencia universitaria. Ello va en la línea de la comprensión de experiencias valiosas de los profesores universitarios, de la posibilidad de configurar un saber pedagógico en el docente de educación superior y de un enriquecimiento didáctico-pedagógico, al permitirse reconocer estilos y prácticas formativas en este nivel de educación.

En efecto, nos encontramos con experiencias en diversas áreas de formación: ciencias sociales y de la educación, ingenierías, ciencias básicas, salud, administración, economía, arquitectura, ciencias agropecuarias y Lasallismo. Lo valioso de estas prácticas radica en la posibilidad de ubicar alternativas de acción para la docencia en campos específicos del conocimiento y de reconocer la diversidad y pluralidad de alternativas educativas en un mundo universal, como lo debe ser la Universidad.

Podremos realizar un recorrido por la manera como los profesores universitarios asumen su docencia y vinculan a ella diversas estrategias y metodologías, que de por sí no son novedosas, pero que logran un impacto importante en los estudiantes, por el sentido que se les da. Varias de ellas logran pasar de la descripción de la práctica a sus sentidos pedagógicos, al igual que otras se destacan por sus alcances a nivel de la formación humana, la sensibilización de los estudiantes y el contacto con la realidad de su profesión o con diversas problemáticas sociales.

En esta segunda parte podremos reconocer ciertos aspectos característicos: el valor de hacer de lo cotidiano algo extraordinario en el aula de clase; la importancia de definir, desde el contacto con la realidad, procesos de sensibilización de los estudiantes frente a problemáticas sociopolíticas particulares. Se promueve, asimismo, en diferentes áreas y disciplinas, el interés por hacer de la investigación un punto focal en los procesos de enseñanza, ya que se busca tanto motivar a los estudiantes hacia la investigación como hacer de sus componentes una estrategia para la enseñanza; el acercamiento a problemas o actividades específicas de los campos profesionales hace evidente el interés por conectar a los estudiantes con realidades cercanas a esos campos: prácticas, visitas, observaciones, diagnósticos, encuentros; aparecen igualmente referencias a estrategias específicas: el uso de la lectura de un texto como estrategia para el aprendizaje de una disciplina, el seminario académico, la licitación como herramienta de aprendizaje, los diseños y simulaciones, actividades que implican el trabajo colaborativo, talleres y exposiciones, entre otros. Observamos entonces una amplitud de alternativas que pueden ser de gran utilidad, como referencia y como punto de reflexión a muchos docentes universitarios sobre posibilidades de acción en su quehacer docente. Las estrategias, las miradas pedagógicas y la incidencia de estas experiencias en los mismos maestros y sus estudiantes, vislumbran una riqueza importante que sirve de punto de partida para reconocer ciertas especificidades de lo pedagógico y lo didáctico en el ámbito de la educación superior.

La tercera parte, denominada “Reflexiones finales. Práctica docente universitaria: sentido, saber y retos”, trata de recoger elementos de todo lo expuesto en el libro: se comentan algunas implicaciones de los temas expuestos en la primera parte, de algunos puntos comunes y de interés en la segunda, y de algunos aportes para la comprensión de la docencia universitaria y sus alcances. Se enfatiza, entre otros, en el sentido del saber, del ser y del hacer del profesor universitario; se refiere la importancia que adquiere el pensar las propuestas de formación desde los contextos en los que se desenvuelven, desde las relaciones y las mediaciones y desde los retos de una educación superior; se destaca el valor de diversos enfoques pedagógicos y didácticos para la educación universitaria; se reconoce en todo ello la pertinencia de promover el saber de los docentes y la importancia de incorporar el discurso pedagógico como apoyo al sentido que debe darse a las prácticas. Finalmente, se visualiza de cierta manera la superación de modelos tradicionales con la consecuente superación de posturas verticales, descontextualizadas y despersonalizadas.

El texto refleja un camino con amplios horizontes y con posibilidades de construcción y mejoramiento. Encontramos, ideas, sugerencias y perspectivas que permitirían continuar en la búsqueda de elementos propios de la docencia universitaria que, más allá de un recetario de buenas prácticas, permite proyectar alternativas para una docencia de calidad coherente con los desafíos de una educación a nivel superior.

Guillermo Londoño Orozco

Prácticas docentes en el ámbito universitario

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