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Mi encuentro con el ángel

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Sentir que tu ángel te habla es algo que no es fácil de entender y menos de aceptar; esta fue mi experiencia. Una noche del mes de agosto, en 1982, luego de llegar de mi trabajo en la agencia de publicidad, comí algo ligero y me dirigí a la cama a ver televisión junto a mi esposa, quien se quedó dormida poco tiempo después. Estaba tranquilo viendo un programa, cuando de repente escuché una voz suave al oído que me dijo: “Si quieres verme, estoy en la ventana que tanto te gusta”. Cuando sentí que me hablaba, pensé que estaba delirando o que mi imaginación estaba jugando de manera muy fuerte. Seguí en mi cama viendo televisión, Maru dormía plácidamente. De repente vuelvo a oír y me dice: “Tú lo pediste, aquí estoy”. Me dije: “Bueno, vas a esa ventana, te cercioras de que no hay nadie y regresas tranquilo de que todo fue tu imaginación”.

Me levanté, caminé por el corredor que comunicaba mi alcoba con el sitio de la ventana, que daba hacia unas montañas bellas, un colegio y un convento. Cuando caminaba hacia el encuentro, de repente siento una voz fuerte y contundente: “Prepárate, vas a estar en presencia del hombre de Dios”. Seguí caminando y llegué frente a la ventana que me había indicado la voz, y ahí estaba, no sé si grande o pequeño, pero su presencia era de una gran energía y una atmosfera maravillosa de paz.

Solo atiné a decir “Hola”. Era muy guapo, crespo, de nariz afilada, una sonrisa que generaba tranquilidad y cercanía, vestía una camisa blanca –como las que usan los bailarines del Riverdance–, tenía un cinturón verde hermoso, sonreía mucho. Yo le repregunté: “¿Por qué yo?”, y él me contesta: “Porque lo has pedido”. El ángel continuó y me dijo: “Hoy te conviertes en misionero de los ángeles, te van a llegar muchas misiones y nosotros te vamos a ayudar y proteger. ¿Aceptas entrar en misiones de los ángeles que nos envía el Señor?”. Dije que sí y se desvaneció la imagen.

Me devolví a mi alcoba y allí estaba Maru esperándome. Ella me miró y preguntó: “¿Lo viste?”, y le respondí que a quién. “A tu ángel”, me dijo. “¿Cómo lo supiste?”, a lo que Maru respondió: “A mí me contaron”.

Lo que debemos tener claro es que los ángeles son misioneros de Dios, ellos cumplen misiones. No pasa nada con los ángeles si Dios no lo permite. Ellos actúan si eres un ser creyente de Dios, y se pueden sintonizar si lo pides. Es muy importante que, y por esos lo repito y lo enfatizo, los ángeles, al igual que Dios, no pueden actuar si no se pide esa comunicación.

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