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LA ESCUELA

Como todo chico de aquel entonces, a los 5 años hice el jardín de infantes en la Escuela N° 66 del Barrio La Pilar, del cual casi no tengo recuerdos. Antes no se estilaba empezar a los 2 ó 3 años como ahora.

Pero al mudarnos a La Paz comencé la primaria en la N° 19, aunque sólo hasta 5° grado, porque después, por una cuestión de practicidad y cercanía, nos cambiamos a otra que se llamaba Gustavo Striens, donde terminé 6° y 7° grado.

No fue mucho lo que ahorramos, apenas 3 cuadras, pero la ventaja era que matábamos dos pájaros de un tiro, porque allí mismo funcionaba el secundario Arturo Jauretche, un bachiller con orientación en informática, lo cual nos resolvía el problema de dónde continuar los estudios.

Hablo en plural porque conmigo venía siempre mi hermano, que me seguía a todos lados porque yo además de su hermana mayor lo cuidaba más o menos como si fuera la madre, lo protegía, y él nunca se movía de mi lado. Siempre andábamos juntos, al punto que a muchos les generaba cierta bronca, sospecha, o curiosidad, la relación tan unida que teníamos. Hoy él es policía de la bonaerense.

Pero mis primeros recuerdos, los más firmes, arrancan en la nueva casa de La Paz: una casa de dos pisos, con un patio de tierra descubierto abajo. Un dormitorio, baño, y cocina/comedor en esa planta, y una pieza más arriba, con una terraza. Y en la Escuela 19, donde empecé 1° grado, y donde de algún modo se empezó a gestar mi historia.

Mi maestra de 1° era la señorita Alicia. Es a la que más recuerdo por su bondad. A ella siempre le llamaba la atención que yo fuera tan callada, más aún cuando se enteró de que practicaba artes marciales. No podía entender cómo yo siendo tan buenita, tan tímida, que no mataba una mosca, hiciera full contact, o algún deporte de contacto, de pelea, de violencia.

Es que yo jamás me peleaba ni discutía con nadie. Bueno, no tan con nadie, porque en el secundario pasó algo que ya contaré más abajo, cuando tuve que darle un “estate quieto” a un compañero, ja. Fue la única vez, y yo ya era conocida como “La Tigresa”, al menos en el barrio.

Siempre fui responsable y estudiosa, por eso jamás me llevé materias. En el secundario llegué a ser 1° escolta de la bandera, nunca abanderada, porque siempre mi amiga Silvia, con quien estábamos juntas, me ganaba con las centésimas.

Competíamos sanamente en notas, pero me terminaba ganando. Yo me destacaba más en lenguas y ciencias naturales, pero también andaba bien en matemática, historia, geografía y estudios sociales, que era una especie de temas políticos.

Pero tanto mi madre, como los familiares o conocidos, jamás sospecharon hasta ese momento cuáles eran mis verdaderas potencialidades, aunque en casa yo siempre fui muy inquieta e hiperactiva. Entonces mi madre me mandó a hacer danzas españolas, a ver si gastando un poco de energía se me pasaba.

Tigresa Acuña. Alma de Amazona

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