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ESCENA VII

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inocencia y lelis

Lelis.—Vamos, entra, no seas tonta.


Inocencia.—¿No hay nadie? 15


Lelis.—Nadie.


Inocencia.—Eso me tranquiliza.


Lelis.—Pero, por Dios, ¿á qué viene ese miedo?


Inocencia.—Temo encontrarme con algún conocido.


Lelis.—No hemos de tener esa desgracia. 20


Inocencia.—Si mi papá llegase á saber esto, yo creo

que del disgusto se moría y después me mataba.


Lelis.—No, mujer, sería antes.


Inocencia.—Eso es; no sé lo que digo, estoy trastornada. 25


Lelis.—¡Claro! Sin dormir hace tres noches.


Inocencia.—Cuatro. Lelis.—¿Y querías que te dejara así, pudiendo librarte de ese tormento? No, vida mía. Inocencia.—¿Y cómo te has proporcionado esos tres duros? Dime la verdad, porque tú... tú no sueles tener mucho dinero. 5 Lelis.—Ni poco. Te lo contaré con toda franqueza. Voy á abrirte mi corazón. (Deja el sombrero sobre el velador.) Inocencia.—Bueno, ábrelo. Lelis.—Verás. Como ya te he dicho, todas las 10 noches te oigo quejarte á través del tabique. ¡Maldito tabique! ¿Por qué la suerte ingrata nos ha colocado pared por medio? Es decir, ¿por qué ha colocado esa pared entre nosotros? Inocencia.—Lelis; no digas eso. ¡Ay! ¡Ya me 15 vuelve! (Llorando y llevándose la mano al carrillo.) Lelis.—Así, así te oía anoche, y dije: de mañana no pasa. Si su pobre padre no puede sacrificar un par de duros, yo los buscaré. Hoy me levanté muy temprano, cogí una americana y unos pantalones... 20 Inocencia.—Y te los pusiste. Abrevia, hombre, abrevia. Lelis.—No me los puse, es decir, me puse otros y aquéllos los llevé á una casa de préstamos. Por las dos prendas me han dado tres duros. 25 Inocencia.—¿Y si tu mamá descubre lo que has hecho? Lelis.—Si lo descubre, lo descubro todo. Estoy resuelto. Yo soy así, no me atrevo á nada; pero cuando me atrevo soy atroz. 30 Inocencia.—Ya lo sé. Lelis.—Pues para todo igual. Si mi mamá ó tu papá se enteran de nuestras relaciones, yo soy muy hombre para decirles: sí, la quiero con toda mi alma. La vecinita de la derecha me ha robado lo que tengo á la izquierda. (Señalando el sitio del corazón.) Suyo es 5 y suyo será... Inocencia.—¡Ay, Lelis! Lelis.—¿Qué? Inocencia.—Que me duele mucho. (Llorando.) Lelis.—Ten paciencia, monina, ya poco podemos 10 tardar. Somos los primeros. Inocencia.—¿Me hará mucho daño? Lelis.—No, no tengas miedo, un tirón nada más. Dicen que no hay mejor dentista en Madrid. Por eso te he traído aquí, aunque cueste más caro... 15 Inocencia.—Gracias, gracias, no sé cómo corresponder... Lelis.—Ya te lo he dicho; dándome la muelita... Quiero conservarla. ¡Tu muela del juicio! Sólo de pensar en poseerla, pierdo yo el juicio. (Va á abrazarla.) 20 Inocencia.—Vamos, sé juicioso. Lelis.—Me voy á hacer con ella un alfiler para la corbata. (Se sienta Inocencia.)

Tres Comedias Modernas en un acto y en prosa

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