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Colombia: ve hacia acá

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Aquí estoy sin parpadear

contemplando tu faz fiero Vichada.

Contemplo la belleza de tus ríos

y el profundo verdor de tus sabanas

que se extienden grandiosas e infinitas

por palmares y esteros adornadas.

Tus ríos son sierpes que impetuosos bajan

y en una trilogía cual potros briosos,

rinden sus aguas al mítico Orinoco,

el Meta, el Guaviare y el Vichada.

Que esplendoroso panorama he visto

cuando miro que en oriente se agiganta,

un sol que me recuerda al de los griegos

amantes de sus guerras y batallas.

Y en esas tardes cuando va muriendo,

despidiendo arreboles raudo baja,

viene el anochecer y en las mañanas

son espejos de amor sus claras aguas.

De golpe el horizonte se oscurece,

relampagueantes rayos fieros tajan,

estremeciendo el trueno los caminos

y el agua inunda manglares y cañadas.

Después del vendaval viene un susurro:

y el ave adormecida vuelve y canta,

y aparecen las flores campesinas

porque mayo ha anunciado su llegada.

¡Qué grandeza conservas todavía!

es pura y limpia como tú la casta,

y en las venas sangrantes de tus indios

queda una luz que mantendrá a esa raza.

Luz que no apagará ni el mismo tiempo

ni la ferocidad con que los tratan,

ni la injusticia con que se les tiene

porque ellos tienen corazón y alma.

Parece una mentira pero es cierto,

esa casta tan pura está humillada,

por la desidia de nosotros mismos

se muere sola, como no ser nada.

En tus campos se mira por doquiera

madrina de caballos y vacadas,

y alegran a tus campos florecidos

los patos, los gabanes y las garzas.

Más que justa sería tu redención

moribundo gigante. ¡Oh, mi Vichada!

en donde Dios creó fue un paraíso

con rocas de granito y montañas.

En donde el hombre pulsa entre sus manos

tropel de melodías en el arpa,

en donde el cuatro destila sus amores

se escucha el zapateo, se oye la canta.

Pensador: agacha la cabeza, piensa un rato,

esta región es parte de la patria,

enviémosle un abrazo fraternal

digámosle:

¡No pierdas la esperanza!

El Último Tinigua

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