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Raza amerindia El último tinigua
ОглавлениеEsta tribu del alto Guayabero desapareció del planeta en el año del 2011, producto de la inconsecuencia de nosotros los mal llamados civilizados.
¡Hermano blanco!
quien creyera que ayer
mi raza era, un grupo de valientes
hombres, que trasegaron los caminos
con los pies escoteros
manchados de tanino,
pies de viajeros mudos
de ancestro peregrino.
Se conocían del oriente al poniente
las selvas milenarias
y la vida, les enseñó
a querer el cielo azul
y el ímpetu salvaje de los ríos,
por donde navegaron silenciosos
en un frágil potrillo,
oteando al mundo misterioso,
donde se vive alerta
y el aire circundante es oloroso
a palma en floración, a pomarroso.
¡Mi raza, mi raza! la tinigua
era fuerte y valiente,
y mi sangre era arisca
tenía el mismo color
del Caribe en su escama
era sangre liviana
india, pero no muisca.
Por milenios vivimos
el mundo fantasioso
donde nada faltaba.
El mundo era armonioso
la mujer era el símbolo,
el hombre laborioso
llevaba a la cocina
el pescado, el mañoco,
se celebraban fiestas
con danzas y cantos misteriosos.
Un día conocimos la selva
del lejano Orinoco.
mi hogar, el guayabero
ese río caudaloso
nada tenía que ver
con la fuerza del otro.
Este rinde sus aguas
sumiso, silencioso
cuando ya ha recorrido
su mundo cavernoso
y el horizonte abierto
se presenta a sus ojos;
después ya convertido
en el Guaviare hermoso.
Siempre tengo presente
el cañón majestuoso
por donde el guayabero
rompió en tiempos remotos,
los recios farallones
de pedruscos rocosos
y entre tumbos recorre
los paisajes umbrosos
de la selva imponente
del pariente piapoco.
Pero ahora nos cambiaron
la cultura se ha roto,
pues no la arrebataron
como bichos rabiosos,
los que se creen los dueños:
¡Y nosotros, nosotros!
Los blancos nos robaron la selva
les importa muy poco.
Siento rabia en mi ser
muy semejante al potro
que revienta la brida
en la puerta del “coso”
y corre desbocado
como el viento de agosto
dejando a cada paso
el dolor del acoso.
Las aves se marcharon
sin hacer alboroto,
se fue la maracana,
el turpial, el conoto
voló como vencido
y se fue al Mato Groso,
igualmente el turpial
de canto melodioso.
Un lamento se ahoga
cuando el sol agoniza
silente tras los yopos.
Grite tanto como me dio el aliento
fue testigo la roca
de colores hermosos
que sirven de camastro
al río portentoso
cuál es el guayabero
desde tiempos ignotos.
El Tinigua está solo
se le enmudeció el rostro,
se cerraron sus ojos,
se murió poco a poco
dejando en la penumbra
un adiós doloroso
lo mato la injusticia
¡lo matamos nosotros!