Читать книгу La magia de los árboles - Ignacio Abella - Страница 10
ОглавлениеA modo de introducción
«Un árbol dice: «En mí vida se oculta un núcleo, una chispa, un pensamiento, soy vida de la vida eterna. Única es la tentativa y la creación que en mí ha osado la Madre Eterna. Única es mi forma y únicas las vetas de mi piel, único el juego más insignificante de las hojas de mi copa y la más pequeña cicatriz de mi corona. Mi misión es dar forma y presentar lo eterno en mis muescas singulares».
Un árbol dice: «Mi fuerza es la confianza; no se nada de mis padres, no se nada de los miles de retoños que todos los años brotan de mí. Vivo hasta el fin el secreto de mi semilla, no tengo otra preocupación. Confio en que Dios está en mí, confio en que mi tarea es sagrada y vivo de esta confianza».
Los árboles tienen pensamientos dilatados, prolijos y serenos, así como una vida más larga que la nuestra. Son más sabios que nosotros, mientras no les escuchemos. Pero cuando aprendemos a escuchar a los árboles, la brevedad, rapidez y apresuramiento infantil de nuestros pensamientos adquiere una alegría sin precedentes. Quien ha aprendido a escuchar a los árboles, ya no desea ser un árbol. No desea ser más que lo que es».
(Hermann Hesse, «El viandante»)
A veces me he sentido, haciendo este trabajo, como árbol inmóvil; y sentado, cuando menos lo esperaba, han acudido por su pie datos, imágenes, ideas, informaciones de las procedencias más inverosímiles. También he sido peregrino y he buscado la inspiración a la sombra de árboles venerables, verdaderos santuarios naturales que en su quietud me han mostrado las sendas del espíritu. He recogido de los labios de muchos viejos paisanos, costumbres e historias que nos servirán para conocer y acercarnos al árbol.
También he leído muchos libros, más o menos inspirados, algunos sabios y otros en los que resplandece la belleza, pero no cambiaría ninguno de ellos por el placer de una siesta a la sombra de un viejo roble o el paseo por el bosquecillo de avellanos. Sin embargo, en los libros se encuentran, entre ingentes cantidades de paja, destellos de luz que nos permiten conocer al árbol a diferentes niveles.
De algún modo es este un mensaje de los árboles para los hombres; día a día hemos ido descifrando el significado de las diferentes costumbres y leyendas, de los susurros del viento entre las hojas; de los sentimientos que todos compartimos desde nuestras respectivas religiones, tradiciones, culturas…, hacia los árboles.
Entregamos este fruto con la confianza de que cualquiera puede recorrer este camino; aprendiendo a desentrañar las sensaciones, sentimientos y pensamientos profundos del árbol; iniciando la peregrinación que nos lleva a conocer los árboles sagrados, a descifrar sus aparentemente ocultos e intrincados, pero ciertamente simples mensajes; y, sobre todo, tomándose el tiempo necesario para este acercamiento.
No penséis sin embargo, que estamos dando a entender una velada promesa de alucinantes, vertiginosas, trepidantes y sugestivas experiencias místicas. Para eso están las agencias de viajes, los últimos modelos de automóviles y las drogas.
La compañía del árbol produce, por contra, unos sentimientos lentos, sosegados, duraderos y profundos. Gran parte de la belleza de esta relación radica en que se trata de una vivencia íntima, difícilmente explicable en palabras y que a menudo, por tanto, guardaremos en nuestro corazón con un recuerdo de inenarrable felicidad.
Poco a poco, conforme vamos aprendiendo a mantener afilada nuestra sensibilidad, el acercamiento es más profundo y el diálogo, más fluido, el árbol se abre en la medida en que nosotros somos capaces de ver y abrirnos a él.
De esta forma, este libro, concebido e inspirado a la sombra de los árboles, es un acercamiento, una búsqueda del espíritu del árbol. No se trata tanto de teorizar, aunque en ocasiones nos deslicemos por este terreno, sino de experimentar el árbol se sus distintas facetas. Así pues, encontramos las formas de plantar, el significado económico, ecológico y espiritual del árbol en su medio y, especialmente, las distintas pautas de relación que pueden establecerse con estos seres que son templo y escuela, sacerdotes y maestros, hermanos nuestros.
En definitiva, se trata aquí de recuperar una vieja amistad de la que depende nuestra supervivencia y nuestro bienestar físico y espiritual.
Todas las tradiciones, religiones y creencias confluyen en el árbol y utilizan un lenguaje universal cuando intentan expresar su belleza, el corazón inmenso y sosegado que late desde lo profundo de la entidad arbórea. Verdaderamente, los hombres tenemos aquí un modelo de ilimitada generosidad.
«Las hojas del árbol
son gente cuando trepo con los pies desnudos,
y me mezo en la rama al viento que sopla.»
Los viejos, los niños y los árboles son nuestros maestros naturales. La pérdida de esta relación con ellos ha conllevado un profundo desarraigo y desconcierto.
La juventud está desorientada, dicen, y es cierto, pero los hombres en cuyas manos está hoy el mundo parecen pertenecer a otro planeta. Es imprescindible recuperar el vínculo con nuestros ancianos sabios y devolver esta amistad a los niños.
En el antiguo ámbito rural, el abuelo era el maestro y protector del niño; en la familia, su función consistía en transmitir la herencia cultural y sus propios conocimientos y experiencias. Pero este importante papel ya no tiene sentido: en la ciudad, el viejo es una pesada carga, y se los confina en geriátricos, y a los niños en colegios y guarderías, y a los árboles en los parques… quizá para que no nos contagien con su locura.
En los colegios murieron muchas ilusiones, aprendimos a perder nuestra inocencia y espontaneidad. En el asilo mueren los viejos y se llevan secretos que a nadie interesaron; el tesoro de esa sabiduría se pierde como una fruta que pudre cuando nadie acude a recogerla. Los viejos y los árboles hace tiempo nos esperan…
Quizás os preguntéis a qué viene tanto mirar hacia atrás, el porqué de esta búsqueda de viejos paisanos, árboles añosos, tradiciones y costumbres en vías de extinción.
Verdaderamente, hemos hecho aquí un pequeño compendio de historia del árbol y su amistad con el hombre, y es que el pasado es como un espejo en el que nos miramos y podemos conocernos mejor. Si siempre leemos la historia de nuestras guerras y colonizaciones, de las calamidades humanas; tendremos una imagen de nosotros mismos, como pueblo, incompleta y desastrosa, cuando no vergonzante.
Por contra, podemos identificarnos y encontrar un punto de conexión con las cosas bellas que sucedieron a nuestros ancestros, revivir y renovar las fiestas, prácticas y rituales que merecen revivirse.
Son muchas las viejas costumbres que deberían arraigar de nuevo entre nosotros.
¿Os imagináis las reuniones de mandatarios, los juicios, asambleas, clases de la escuela y (¡como no!) las consultas médicas bajo árboles consagrados a tales fines?
Estos encuentros han tenido como escenario al árbol hasta tiempos recientes, en una medida difícil de imaginar. Es impresionante el número y la calidad, la universalidad de estas relaciones que aquí hemos recogido (sin pretensiones ni capacidad de hacer un estudio exhaustivo), dentro y fuera de la Península, pero impresiona aún más la cantidad de árboles que tuvieron estas funciones y que hoy, aún vivos, han sido relegados y abandonados por los hombres.
Su presencia es hoy historia, un recuerdo vivo que despierta añoranzas.
Sobre los personajes famosos, que a veces sólo lo son por su afán de protagonismo, se escriben biografías, se les hacen fotos, cuadros, entrevistas… Los árboles, en cambio, ocupan calladamente la tierra y aún después de siglos permanecen casi siempre en el anonimato, a pesar de haber rendido innumerables beneficios en su entorno. Por eso traeremos aquí los retratos y algunas visicitudes de la vida de muchos de estos árboles, en representación y homenaje a su generosidad.
La importancia que tuvo el susurro, el mudo consejo de estos sabios, a menudo quedó reflejada en las sabias y sencillas disposiciones que los hombres tomaron a su amparo.
El olvido de estas viejas costumbres es un síntoma y tiene su fiel reflejo en la degradación y destrucción de los bosques y hábitats más diversos y en la desintegración de la sociedad humana a todos los niveles.
Hubo un tiempo en que la plantación de árboles se hacía sólo para obtener especies frutales o, siguiendo una tradición, dentro de un ritual.
Hoy, no sólo es necesario plantar árboles en el monte y por doquier, sino que de ello depende en gran medida nuestro futuro. Y hablaremos de las técnicas para plantar y para repoblar.
No es suficiente plantar diez, cien, mil o un millón de árboles; el árbol debe crecer en todos los terrenos y, sobre todo, hemos de hacerlo arraigar en la tierra fértil que es la imaginación del niño: enseñándole los secretos del árbol y sus querencias, hablándole de su función en nuestra casa y Madre, la tierra; contándole historias de árboles y gentes que vivieron felices bajo los árboles, trepando ramas en su compañía y desgranando los misterios del bosque y de sus habitantes.
Los niños de hoy son pobres en muchos sentidos porque viven alejados de esa felicidad que crece junto a los árboles, sobre la Tierra Madre.
Sí, los niños y los árboles tienen en nuestros días una inmensa importancia, en su crecimiento y salud está la esperanza y, más que nunca, hoy tienen que crecer juntos, llegar a una amistad profunda. Nuestros hijos tienen que aprender a hablar con los árboles y a cuidarlos.
Sin embargo, aun siendo esta una de nuestras tareas primordiales, apenas tiene relevancia a la luz de los acontecimientos que golpean al planeta en estos días. Hablamos a menudo de las generaciones venideras y de su maltrecho legado, quizá para no enfrentarnos al hecho de que cabalgamos ya, en este momento, sobre el filo del apocalipsis, del punto sin retorno. Es difícil establecer en que momento hemos cruzado o cruzaremos esta frontera; en cualquier caso, somos ya responsables del fin de muchas especies, a las que llegó su hora antes de tiempo…
Hace algunos años leímos una de las noticias más escalofriantes que imaginar pudiéramos: una tribu de la región del Amazonas ha decidido no tener más descendientes, morir como pueblo y renunciar a toda esperanza, pues aunque nos cueste creerlo desde nuestra más o menos acomodada posición, su perspectiva de futuro es un pozo sin fondo. Nosotros, a veces, tenemos una visión pesimista del mundo cuando vemos que las cosas se ponen cada vez más negras, pero siempre el sistema civilizado crea una sensación de amparo, un velo sobre el peligro inminente que se cierne. Difícil es aún sentir, en este insensato «orden», la desesperación y la tristeza profunda de los desheredados, de aquellos para los que el mundo civilizado siempre ha sido algo lejano y amenazante, inalcanzable como una maldición.
Hoy, más que nunca, hemos de estar atentos, ser conscientes de lo que pasa a nuestro alrededor; no podemos seguir escondiendo la cabeza, pero tampoco involucrarnos en una lucha imposible, en una nueva revolución colectiva.
Cuando el mundo se tambalea, cuando el gran Fresno se estremece, nos queda la luz; aún podemos volver los ojos hacia la belleza, recorrer los únicos caminos que merecen la pena recorrerse, los del corazón. En todos ellos, más tarde o más temprano encontraremos al árbol.
Es posible que en esta renuncia a la salvación del mundo esté la clave para la salvación del mundo. Ha de ser amor lo que nos mueva a plantar árboles, como dijimos, en todos los terrenos.
«Desde los árboles, os confio estos caminos. A nosotros corresponde cruzarlos, recuperar la memoria, reencontrar las raíces, restablecer el sagrado vínculo que nos une a la Tierra Madre.
¡Buscad al árbol en vuestros sueños y al despertar!
¡Que el Gran Árbol guíe nuestros pasos!»
ALGUNAS JUSTIFICACIONES Y GUIÑOS AL LECTOR
«Cuando se estudia cualquiera de las leyes universales y eternas de la naturaleza, lo mismo si se relacionan con la vida, la formación, estructura y movimiento de un gigantesco planeta, que si se trata de la planta más diminuta o de los movimientos psicológicos del cerebro humano, son necesarias ciertas condiciones para podernos convertir en intérpretes de la naturaleza o en creadores de una obra de valor para el mundo.
Hay que dejar de lado las ideas preconcebidas, los dogmas y todos los prejuicios personales. Hay que escuchar pacientemente, en silencio y con reverencia, una por una, las lecciones de la madre naturaleza que proyectan luz en lo que antes era un misterio, de forma que cuantos quieran puedan ver y saber. Ella sólo descubre sus verdades a los que son pasivos y receptivos.
Aceptando las verdades que ella les sugiera y a donde quiera que lleven o conduzcan, tenemos en armonía con nosotros a todo el universo.
Por fin el hombre ha encontrado un fundamento sólido para la ciencia, después de descubrir que es parte de un universo eternamente inestable en su forma, pero eternamente inmutable en su esencia».
(Luther Burbank)
Antes de nada deciros que están escritas estas páginas por disfrute del autor y para disfrute del lector. Os ruego que no las devoréis, saboreadlas en sorbos cortos y momentos sosegados. Este libro no es algo de usar y tirar, no está hecho con la rapidez que caracteriza nuestros alocados tiempos. Su gestación y elaboración han sido lentas y pausadas y me gustaría que así lo degustarais.
Es este un intento de ofrecer una «nueva» visión del árbol como entidad y muchas veces, para que la obra tenga cierta frescura, me he servido con prioridad de informaciones recogidas directamente o experiencias vividas; espero haber conseguido así una mayor amenidad, pues este ha sido otro de los retos, de difícil consecución cuando se trata de un trabajo en el que multitud de disciplinas se aúnan para obtener una visión global.
A título comparativo, cabe decir que aprenderíamos bien poco del ser humano si abordáramos su estudio desde una perspectiva exclusivamente morfológica, de su composición química, sus hábitats…
Además de esto, debemos contemplar su historia, su comportamiento individual y social, psicología, espiritualidad y un sinnúmero de factores que evidentemente nos acercarán a su conocimiento como especie o entidad individual; sin embargo, nunca podremos decir que lo sabemos todo sobre el hombre, dada su infinita complejidad y la interrelación de los innumerables factores que lo conforman como tal.
Del mismo modo, el árbol ha de ser estudiado desde diferentes puntos de vista si queremos comprender una parte de su misterio.
En este juego, nos sentimos crecer conforme vemos aumentar nuestro objeto de estudio, conforme se ensancha el horizonte de nuestro conocimiento. Y en este sentido hemos desarrollado este trabajo en el que se ofrecen una pequeñas claves para el acercamiento a la entidad arbórea. Hemos tratado de ofrecer aquí imágenes que nos ayuden a comprender.
Renunciamos sin embargo a la resolución de los misterios que rodean al árbol, en la confianza de que los misterios no se resuelven; podemos sumergirnos en su comprensión, vivenciarlos en nuestro interior hasta hacerlos íntimos, pero no desvelarlos ni traducirlos al lenguaje racional.
En ocasiones ha resultado difícil aunar estos enfoques, ciencias y disciplinas, tradiciones… caminos tan diferentes y al parecer incompatibles (a juzgar por las raras ocasiones en que se encuentran). Al fin y al cabo no estoy apegado a ninguno de ellos y no tengo ningún título que defina lo que de mí se espera.
Por esta misma razón ha sido también preciso un enorme esfuerzo para construir esta obra con todas las garantías de rigor, y en ocasiones se han hecho necesarias las consultas a diversos especialistas en diferentes campos.
Al mismo tiempo hemos pretendido permanecer fieles en lo posible al lenguaje llano, traduciendo y eliminando los diversos argots científicos.
En cuanto a las distintas mitologías y tradiciones que aquí abordaremos, hemos querido hacer un trabajo serio y minucioso, pero no por ello dejamos de lado tradiciones como las referidas por Castaneda, o las aún más controvertidas de Eduard Schouré, por citar algunas que se salen de la ortodoxia en este campo.
Parece aquí más absurdo que en ningún otro lugar poner barreras con la excusa del cientifismo a investigadores cuyo «pecado» consiste en haberse involucrado hasta el fin en su búsqueda, o quizá, en algunos casos, en haber desarrollado una excesiva imaginación.
Hemos tratado así de integrar distintas leyendas y vías más o menos científicas. Sólo un lado de nuestro mundo puede demostrarse, medirse, racionalizarse, ¿pero acaso es este más real que el mundo invisible de los sentimientos y la experiencia mística, que el mundo mitológico o de los sueños?
Al fin todos compartimos ya, a través de las diferentes tradiciones, una visión global, independientemente de nuestra formación o ideas, e incluso de nuestra propia capacidad de percepción y apertura.
En el tronco humano por fin se unen las ramas que viven en el cielo y las raíces que bucean en la tierra. No existe una separación definida entre ciencia y espíritu, entre lo real y lo irreal, entre el mundo consciente y el inconsciente.
Y de esta forma, siguiendo los caminos del árbol, los seres humanos nos encontraremos unas veces cerca del cielo, otras pisando la tierra y otras descendiendo a los infiernos.
«Poco importa si una nación tiene una antigüedad de varios milenios; es nueva, se crea, crece.
El lenguaje, los mitos, las leyendas, los cantos, las ceremonias, el arte, son en un momento dado manifestaciones de la conciencia tribal e instrumentos de la creatividad. En nuestros mitos y leyendas no hay distinción entre la historia física y la historia espiritual porque no tendría sentido.»
(Jefe Gayle High Pine)
Como veréis, todo está un poco desordenado; haciendo este trabajo nunca sabía bien qué debía poner antes o después, pues las ideas se entretejen como las ramas del árbol hasta ignorar si estamos arriba o abajo. Así que podéis leer estas páginas en cualquier sentido. Partiendo de las puntas, todas las ramas y raíces nos conducirán al mismo tronco.
Hubiera sido más sencillo quizás ordenar por temas independientes y de una forma rígida todo el libro, para estudiar cada cosa separadamente. Su estructura se parecería entonces más a un árbol, puesto entre la espada y la pared.
Lo hemos dejado crecer a pleno viento y en consecuencia podéis encontrar las respuestas o las preguntas a las mismas en los lugares más inverosímiles. Es cuestión de vagabundear por las hojas de este libro, como lo haríamos por un bosque, dejando volar la imaginación.
Os deseo una feliz lectura a la sombra de vuestro árbol amigo.