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REFLEXIONES FUNDAMENTALES
Nuestra comprensión del 31 de mayo de 1949 5
Carta del Consejo internacional de la Obra de Schoenstatt
Schönstatt, 1 de mayo de 1998
El 31 de mayo, un hito en el proceso vital de la fundación de Schönstatt
En el esfuerzo por una comprensión en común del 31 de mayo podemos orientarnos por el hecho de que el Padre Fundador a su regreso del exilio anunció el 31 de mayo como un hito en la historia santa de nuestra Familia. Con ese término denomina él las etapas decisivas en el proceso de vida de su fundación y las caracteriza como una siempre nueva irrupción de fuerzas divinas y su eclosión en el interior de la Familia.
Al inicio de la irrupción de vida de Schönstatt se encuentra el hito del 18 de octubre de 1914, la alianza de amor con María. Es un «estar en la luz divina». Cada vez más personas se comprometen junto con el Padre Fundador a entregar «todo por el santuario» como fuente y lugar de gracias. En la fuerza de la alianza de amor con María crece una variada familia espiritual en torno al pequeño santuario y al Fundador.
La amenaza del nacionalsocialismo lleva al segundo hito, el 20 de enero de 1942. La decisión de ese día y su entorno son considerados por el Fundador como la plenitud del desarrollo de la alianza de amor en solidaridad y comunidad de destinos entre la Familia y su cabeza. El «estar en la confianza divina» es el distintivo de esta vida dispuesta a entregar «todo por Schönstatt». El proceso de vida de la Familia llega a un punto culminante durante el tiempo de cautiverio en Dachau y, en la convicción del Fundador, recibe su sello divino.
A partir de esa época el proceso de vida de Schönstatt se orienta más y más hacia la Iglesia. Nuestro Padre quiere que la vida surgida gracias al impulso creador de la alianza de amor sea puesta a disposición de la Iglesia y de su misión ante los tiempos más nuevos. Lo impulsa su fe en la especial misión de María para la conformación del tiempo venidero. Constata que la creciente expansión en el ámbito eclesial de una forma de pensar mecanicista constituye un gran obstáculo para la realización de tal misión. Y con la audacia propia de un profeta se siente llamado a alertar con toda claridad a los responsables de la Iglesia sobre tal peligro. En el tercer hito escribe él las palabras «estar en la fuerza divina» y «todo para la Iglesia». El acontecimiento central de este tiempo es la colocación sobre el altar del santuario de Bellavista/Chile del escrito en repuesta al informe de la visitación episcopal, lo que trae consigo los años de exilio. Con este acto une el Fundador en la importante plática de ese día un nuevo encargo misionero para la Familia de Schönstatt.
El tiempo de exilio concluye, en coincidencia con la finalización del concilio, con el regreso del fundador (20 de octubre/ 22 y 24 de diciembre de 1965). Él lo denomina el cuarto hito de la historia de Schönstatt. Se trata de la realización de la misión de la alianza de amor para todos los tiempos venideros, de un constante vivir en la fe, la esperanza y el amor y de un permanente arraigo en el mundo sobrenatural, del «estar en la victoriosidad divina».
La finalidad y el sentido profundo de este proceso fundacional en sus cuatro etapas es la plenitud de vida de la alianza de amor, obrada por el Espíritu. De su fecundidad vive la Familia de Schönstatt y la misma debe ser participada a la Iglesia. Schönstatt nace y crece por la nueva y reiterada asimilación existencial de este proceso y alcanza así, en comunión con el Fundador, la plenitud de vida y el dinamismo queridos por Dios. La celebración del jubileo del 31 de mayo es invitación y oportunidad propicia para tomar nueva conciencia de la irrupción de fuerzas divinas en torno al tercer hito y proyectarlas hacia el futuro.
Caracterización de la misión del 31 de mayo de 1949
El proceso fundacional de Schönstatt desde un inicio es ponerse en camino hacia la misión, la que el Fundador, ante todo y sobre todo, enuncia y anuncia como la misión de María desde el santuario. En el providencialista seguimiento de los modos de acción de María surge y se desarrolla la vida que él denomina “misión del 31 de mayo”.
Una primera formulación de la misma es “cruzada del pensar, vivir y amar orgánicos”. Está basada en la experiencia de que la plenitud de vida y la fecundidad alcanzadas por su Familia espiritual tienen su origen último en una forma orgánica de pensar, de vivir y de amar, y que de ella proviene su fuerza vital. Simultáneamente, nuestro Fundador detecta en amplios círculos de la Iglesia una forma de pensar opuesta, que él denomina “mecanicista”, y diagnostica que se trata de un peligroso bacilo para el futuro del cristianismo. En forma cada vez más clara percibe la peligrosidad de esta forma de pensar, vivir y amar. Ella hace imposible captar y comprender la unidad que existe entre lo natural y lo sobrenatural, entre idea y vida. Precisamente en la vivencia de lo religioso se manifiestan cada vez con mayor claridad las consecuencias de tal forma de pensar, especialmente allí donde educadores, pastores y padres de familia experimentan que “nada llega” y la transmisión de la fe no produce efecto alguno. Aquello que nuestro Padre con claridad profética detectó tempranamente y por largo tiempo permaneció incomprendido, hoy es requerido en muy distintas maneras en todos los reclamos por un “pensar y vivir integral”. Nosotros deberíamos utilizarlos como puntos de partida y procurar ganar muchos círculos para un “pensar orgánico”.
Una segunda y más profunda caracterización del encargo misionero del 31 de mayo es la recuperación del organismo natural y sobrenatural de vinculaciones. Retoma la formulación anterior y la amplía. El pensar mecanicista, enfermizo y contrario a la naturaleza, tiene su efecto más peligroso en la disolución de los auténticos vínculos. Vínculo -vivido primeramente en la familia natural- es algo típico y originariamente humano. Hace que la relación con los demás y con las cosas, gracias a vivencias profundas, se arraigue en lo hondo del alma. De esta manera, el hombre emocionalmente en sus estratos más profundos queda vinculado, tal como modernamente lo ha comprobado también la psicología profunda. Recién a través de la dolorosa experiencia de soledad, de la casi insuperable incapacidad de contacto y, no raras veces, de la vivencia del sin sentido de la vida, se ha revelado en forma nítida que vivir en una red de vínculos pertenece a la salud anímica del hombre. El hombre es un “ser atado a un nido”, así describe nuestro Padre esta visión antropológica. En la forma de la pedagogía de vinculaciones ella se ha tornado una línea directriz de su pastoral y educación. Con ella afirma asimismo que toda la educación religiosa y la tarea pastoral deben preocuparse también de los vínculos naturales. Ellas no consisten en primer lugar en transmisión de conocimientos o de formas exteriores sino en el arraigo producido por vínculos personales. Esto vale tanto para el ámbito natural como para el sobrenatural. Pedagogía de vínculos y pastoral de alianza son los caminos para la realización de la misión del 31 de mayo; las queremos anunciar con convicción y concretizarlas en la práctica.
Existe también una tercera caracterización que para nuestro Padre constituyó una especie de resumen: la psicología de las causas segundas. Se trata no solo de comprender la relación y la acción conjunta entre Dios y hombre, entre causa primera y causa segunda, sino también de describirla psicológicamente y hacerla fecunda pedagógicamente. Bajo la influencia de la reforma protestante y del iluminismo se introdujo, también en la teología, una forma de pensamiento que posee escasa comprensión para la mediación de lo humano y de lo creado en el encuentro con Dios. Esto condujo a una casi completa separación entre lo natural y lo sobrenatural. A esto se agrega la influencia del idealismo filosófico, que ve y valora casi solamente ideas y no tiene órgano para la captación de la vida anímica y de los procesos de vida. A causa de estas influencias se produjo la pérdida de la espontánea simplicidad del pensar sano y natural tal como existía en épocas anteriores, que consideraban y acentuaban la importancia de las causas segundas creadas para nuestra relación con Dios. Por esta razón nuestro Padre elaboró las leyes de la psicología de las causas segundas, ante todo las leyes de la conducción y de la transmisión orgánicas. De acuerdo con ellas, pertenece al plan de la creación el hecho de que Dios transmite algo de sus riquezas a las criaturas, de tal manera que el hombre puede vincularse a ellas y por medio suyo es conducido a Dios. En este lento crecimiento nunca cesa la vinculación a las criaturas, sino que ella es incorporada a la unión cada vez más profunda con Dios.
Pero al Padre Fundador por sobre todo le interesan las vivencias. Los vínculos queridos por Dios deben tornarse vivencias. Esto también tiene importancia para el pensar orgánico. Es necesario haber hecho la experiencia existencial de la armonía que existe entre el vínculo a los hombres y el vínculo a Dios. Ambos no se oponen ni rechazan mutuamente. Ésta es justamente una de las experiencias más propias y originales de Schönstatt: la alianza de amor con María conduce y culmina en una alianza de amor con Cristo, con el Espíritu Santo y con Dios Padre. Pero esta experiencia debe hundir sus raíces en algo más profundo todavía: yo debo experimentarme vinculado a una persona humana concreta y, de esta manera, llegar a la alianza con María y con el Dios Trino. Para ello, según la experiencia de nuestro Fundador, dos vínculos juegan un rol decisivo: la vivencia paterna y la vinculación viva a María. Ambas, según la manera propia de cada una, otorgan un sano fundamento natural a la relación con Dios. Estas realidades se manifiestan nítidamente en la vida de no pocos miembros de su Familia espiritual que aspiraron heroicamente a la santidad.
Las vastas implicancias que para nuestro Padre y Fundador tenía esta visión de la relación entre causa primera y segunda se muestran especialmente en su formulación del rescate de la misión histórico-salvífica de Occidente. Con ella no propugna la restauración de una forma ya superada de plantear la interpenetración entre religión y cultura, la cual caracterizó al “occidente cristiano”. Quiere asumir y continuar en forma adecuada al tiempo el patrimonio espiritual que está asociado al nombre de San Agustín como teólogo de la causa primera y al de Santo Tomás como maestro de la causa segunda. En una visión creyente de la historia de salvación, considera que allí se encuentra contenida la misión de evangelización del mundo entero, ante todo la visión conjunta de Dios y mundo, causa primera y segunda, tal como ella marcó al Occidente. El aporte especial de esta forma de pensar -en comparación con el pensar oriental- se encuentra en el tomar radicalmente en serio la importancia de las causas segundas creadas. El Padre considera como uno de los más grandes desafíos actuales la elaboración de las leyes psicológicas de la relación entre naturaleza y gracia, y su aplicación en una pedagogía y espiritualidad acordes al tiempo.
Con ello asume el anhelo del concilio Vaticano II respecto a la recta relación entre Iglesia y mundo (Gaudium et Spes). En su novedosa espiritualidad muestra además un camino accesible para el ser cristiano en nuestro mundo en cambio. Tales amplias perspectivas nos hacen vislumbrar el carisma profético de nuestro Padre, especialmente notorio en el tercer hito de la historia de nuestra Familia.
Frutos del 31 de mayo de 1949
Un primer fruto nuestro Padre lo hace derivar del hecho que el paso del 31 de mayo de 1949 fue dado en un santuario filial, el santuario de Bellavista en Santiago de Chile. En el juego de fuerzas al interior de nuestra Familia internacional marca ese día un importante cambio: si hasta ese entonces la corriente de gracias fluía desde el santuario original hacia los santuarios filiales en todo el mundo, desde ahora debía darse una “corriente de retorno” que fluyera hacia el origen. La “circulación sanguínea” no tiene entonces una única dirección, sino que relaciona a cada santuario filial -en la originalidad propia de la Familia de Schönstatt del lugar- con el santuario original y con los otros santuarios filiales. Ése es el íntimo entramado de la gracia, hecho de intercambio vivo, de recíproca complementación y de mutuo enriquecimiento. Nuestro Padre, en su condición de estratega, señaló ya en aquel entonces que por ese motivo la conducción de la Familia se tornaría más difícil y más llena de tensiones, pero también más fecunda y creativa. Esto constituye un gran desafío para la unidad interior y la cohesión de la Familia. Exige la aceptación de la forma de ser diferente y original de las distintas comunidades y de las Familias nacionales, así como la recíproca apertura para un enriquecimiento en el espíritu y en la gracia. Solo de esta manera puede darse una sana inculturación con resguardo de todo lo común en la misma alianza de amor.
Otro fruto del proceso de vida del 31 de mayo lo constituye una serie de expresiones simbólicas surgidas en la historia de Schönstatt. La cruz de la unidad se ha tornado para muchos un símbolo elocuente de la bi-unidad entre Cristo y María y, por lo mismo, de un anhelo central del pensar, vivir y amar orgánicos. Su camino hacia el santuario original en el año 1997 fue acompañado con alegría por toda la Familia internacional. La alianza de amor con el Espíritu Santo en el cenáculo para un nuevo pentecostés es igualmente un símbolo para muchas comunidades. El riesgo del 31 de mayo y la ulterior separación trajeron como fruto una profunda vinculación y la “comunidad de camino” con el Fundador. Encontró y encuentra su expresión en una consciente alianza de amor con el padre y profeta de la Iglesia de las nuevas playas. A la luz del 31 de mayo muchas comunidades han aprendido a mirar con nuevos ojos el “jardín de María”.
El anhelo del 31 de mayo, llevar Schönstatt a la Iglesia, ha despertado numerosas iniciativas. Como el camino más fecundo y rico en bendiciones se ha manifestado la pastoral de la “Virgen peregrina”, iniciado por don Joâo Pozzobon. El santuario del hogar es descubierto más y más en sus posibilidades para un múltiple apostolado. En diversas iniciativas procuran sacerdotes y laicos una renovada comprensión del encargo del 31 de mayo y su concreción en la pastoral. El próximo jubileo fortalecerá las iniciativas existentes y seguramente traerá nuevos frutos.
Nuestra participación en la misión del 31 de mayo
Como Consejo internacional confesamos nuestra fe en el Padre Fundador y lo seguimos en el riesgo que él asumió con el 31 de mayo de 1949. Convencidos de su carisma profético, en el cual vemos un decisivo aporte para la evangelización del próximo milenio, nos dirigimos a la Familia de Schönstatt en todo el mundo y a cada schönstattiano en particular con la apremiante invitación de nuestro Padre: “¿vienes conmigo?”
Nosotros queremos ir con él, asumir con responsabilidad y portar a la Iglesia como un don el proceso de vida de la alianza de amor en su pleno desarrollo, tal como se dio en Schönstatt bajo el influjo de la mano conductora y educadora del Fundador. En la alianza de amor experimentamos la irrupción de la gracia y nos comprometemos a través de las contribuciones al capital de gracias. Podemos tener la certeza de que allí donde esa alianza de amor es realmente vivida surgen células vivas de la Iglesia de las nuevas playas.
Nosotros queremos ir con él, hacer nuestra su visión profética y llevarla a todos los ámbitos posibles en la Iglesia y en el mundo del próximo milenio. Se trata, en especial, de los anhelos por los que el Padre asumió el riesgo del 31 de mayo. Para esto se precisa del cultivo consciente de las más elementales condiciones necesarias para el crecimiento de los vínculos naturales y sobrenaturales en nuestras familias y en las comunidades familiares. Se precisa asimismo una profundizada reflexión sobre los principios de su pedagogía y su espiritualidad, así como nuestro compromiso apostólico para que la Iglesia sea alma de la cultura adveniente.
Nosotros queremos ir con él, asemejarnos e incorporarnos a su actuar del 31 de mayo. Su persona y su fundación queremos ofrecerlos a la Iglesia como un modelo vivido. En la convicción de que nuestro Padre y Fundador con su carisma profético es un regalo del Espíritu Santo a la Iglesia del tercer milenio nos comprometemos con su causa de canonización. Nos anima la esperanza de que con ella la Iglesia experimentará más y más la fecundidad de su carisma.
En la preparación y celebración del jubileo del 31 de mayo de 1949 esperamos e imploramos como Familia internacional de Schönstatt poder tener parte en la conciencia de misión de nuestro Padre. Y también en su esperanza de cara al futuro, tal como la expresó en su último mensaje a su Familia: “Con María, alegres en la esperanza y seguros de la victoria, hacia los tiempos más nuevos”.