Читать книгу El corral de los quietos - Iñigo Pimoulier - Страница 11

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V

No decaerá el rugido de la tormenta,

durará por siempre

sin dejar lugar a la venganza.

Dispararemos balas de barro

ignorando el olor de la derrota

y aun estando desnudos,

el fuego tan sólo rozará

la piel ensangrentada de las manos

mientras seguimos caminando

cabizbajos, con los dientes apretados.

Los cristales saltarán por los aires

y saldremos huyendo sin rumbo,

sin poder encontrar ni rastro

del eco de voces ausentes,

solo el grito ronco del dolor

y el arañar la piedra con las uñas.

No cesará la tormenta,

no en nosotros,

pues es la rabia de lo incomprensible

lo que ruge en la cabeza,

y es la sangre la que atruena

buscando abrirse paso

entre los restos afilados del naufragio.

El corral de los quietos

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