Читать книгу El corral de los quietos - Iñigo Pimoulier - Страница 8

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II

Ya se nos abrió el suelo bajo los pies

y hemos contemplado el color del abismo.

La inmediatez incierta de un final anunciado

se pega a la piel y pesa como el plomo,

la espalda doblada, el paso arrastrado.

Las lágrimas riegan el llanto

y el llanto ahoga las últimas palabras.

Cuatro paredes que cada vez se cierran más,

un reloj sumido en la anarquía deforma las esperas,

la frustración y la rabia de sentir que el mundo se detiene

y sin embargo ver que, más allá de nuestra angustia,

sigue girando inmutable.

El peso en el pecho,

escozor en las miradas,

tensión insufrible.

No quiero escuchar a poetas pontificar sobre dolores,

dolor sólo existe uno y bebe de las raíces del mundo,

es el soltar una mano y poco a poco sumergirte en el vacío

que provoca la ausencia de la propia sangre.

El corral de los quietos

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