Читать книгу El corral de los quietos - Iñigo Pimoulier - Страница 8
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Ya se nos abrió el suelo bajo los pies
y hemos contemplado el color del abismo.
La inmediatez incierta de un final anunciado
se pega a la piel y pesa como el plomo,
la espalda doblada, el paso arrastrado.
Las lágrimas riegan el llanto
y el llanto ahoga las últimas palabras.
Cuatro paredes que cada vez se cierran más,
un reloj sumido en la anarquía deforma las esperas,
la frustración y la rabia de sentir que el mundo se detiene
y sin embargo ver que, más allá de nuestra angustia,
sigue girando inmutable.
El peso en el pecho,
escozor en las miradas,
tensión insufrible.
No quiero escuchar a poetas pontificar sobre dolores,
dolor sólo existe uno y bebe de las raíces del mundo,
es el soltar una mano y poco a poco sumergirte en el vacío
que provoca la ausencia de la propia sangre.