Читать книгу Cuando se me empañaron las gafas - Irene Romero - Страница 15

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A trocitos.

El mundo sigue girando, el sol sigue saliendo todas las mañanas.

Pero ahí está ella, a trocitos.

Solo hay que observarla bien y te darás cuenta de la inmensa tristeza que le recubre la mirada.

No quiere que nadie la vea.

Qué mirada más bella.

Nadie la conoce, nadie la ha conocido y eso es perfecto para ella.

No puede evitar pedir auxilio, pero sabe que eso no es lo mejor, cada uno de los cristales que la componen es demasiado afilado, con un simple toquecito te cortas.

Por eso no le gusta dejar que nadie se acerque demasiado.

Cree bastante en eso de “es peor el remedio que la enfermedad”.


Cuánta razón tiene.

Sin embargo, a pesar de tener los ojos más tristes que he visto nunca, sonríe.

En cuanto a las sonrisas hay un mundo, ella tenía la típica sonrisa verdadera, pero a la vez falsa, no porque fuera educada y sonriese porque sí, no. Era una sonrisa mucho más realista que todo eso.

Ella solo sonreía porque, a pesar de estar en ruinas, veía la belleza en todo lo que la rodeaba.

Llámalo falso. Llámalo encantador.

Ella vivía en su burbuja de felicidad en la que nada le afecta. Su burbuja.

Nadie la entendía.

Pero en su mundo, no le hacía falta nada más que su burbuja para ser.

Ella sigue a trocitos, de esos pequeñitos, algunos más sombríos que otros, otros con mucha más luz que los primeros. Esos trocitos, eso que hacían de ella algo único, todo eso era demasiado bello.

La belleza de la tristeza.

Porque ella era una maravillosa tristeza en sí misma.

Llegará el día en que llegue alguien que asuma el reto que ella es.

Que no le importe cortarse.


Hasta entonces, ella, valiente, será su propia heroína. Será quien la salve de todo y de todos.

Será quien haga de sí misma, una coraza, una muralla, una burbuja que nadie atravesará.

Cuando se me empañaron las gafas

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