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CARL CHRISTOPH PLÜER
ОглавлениеPlüers Reisen durch Spanien aus dessen Handschriften (Los viajes de Plüer según sus manuscritos, 1777)
Viaje del 18 al 31 de mayo de 1764. Itinerario: Orihuela, Albatera, Elche, Alicante, Monforte, Elda, Sax, Villena, Caudete, Fuente la Higuera, Mogente, Vallada, Montesa, Játiva, Manuel, Puebla Larga, Carcagente, Aguas Vivas, Tavernes de Valldigna, Gandía, Oliva, Cullera, Sueca, Silla, Catarroja, Masanasa, Sollana, Valencia, Murviedro, Almusafes, Algemesí, Alzira, Játiva, Vallada, Fuente la Higuera.
Carl Christoph Plüer (1725-1772) era un pastor protestante natural de Hiddersdorf, cerca de Hannover. De 1758 a 1765 fue predicador de la embajada danesa en Madrid, motivo por el cual algunos historiadores españoles lo denominan erróneamente como danés (Bolufer, 2009: 280). Durante este tiempo realizó varios viajes por distintas regiones de España (Castilla la Vieja, Andalucía, Murcia y Valencia). Por encargo del profesor de teología y lenguas orientales de la Universidad de Göttingen, Johann David Michaelis, indagó en los manuscritos árabes, hebreos y griegos de las bibliotecas de Toledo y de El Escorial, tomando contacto con importantes intelectuales ilustrados españoles, sobre todo con los valencianos Gregorio Mayans y Francisco Pérez Bayer. Su viaje a los reinos de Murcia y Valencia tuvo lugar en 1764 en compañía de Louis de Visme, secretario de la embajada inglesa en Madrid. Uno de los objetivos principales de este viaje fue precisamente visitar a Mayans.
La mayor parte de sus escritos de viaje fueron publicados a título póstumo en 1777 en una compilación titulada Plüers Reisen nach Spanien, editada por Christoph Daniel Ebeling. Plüer es un observador minucioso e interesado por todos los temas, algo típico de los viajeros ilustrados, lo cual se demuestra en la cantidad y en la exactitud de los datos que proporciona. Pero ello también hace que se resienta la amenidad del conjunto, debido a su estilo frío y monótono, que no está muy lejos del de la crónica de Emmerich Fischer. En ciertos detalles se percibe todavía que el original en principio era un diario privado; por ejemplo, los abundantes párrafos extraordinariamente cortos probablemente fueron escritos como apuntes breves susceptibles de ser ampliados luego. En la traducción mantenemos la separación original de dichos párrafos.
Procedente de Murcia, Plüer hace su entrada por Orihuela:
La ciudad de Orihuela está situada en una encantadora región, llamada la Huerta de Orihuela,5 que está irrigada por varios canales del Segura y se parece muchísimo a la Huerta de Murcia. Ambas ciudades están a 5 millas una de otra. Esta huerta se extiende hasta el mar y tiene 10 millas de longitud y entre dos y dos millas y media de ancho.
Orihuela yace al pie de una montaña que se eleva en este fértil llano. Por eso desde el convento de San Miguel, que está situado en la cima, se puede divisar toda la comarca. Además, también se encuentran allí restos de un castillo. / Se cuentan en la ciudad tres iglesias parroquiales, seis o siete conventos y tres mil familias, comprendida la huerta.
El río Segura fluye por en medio y desemboca a cinco millas de allí en el mar.
Este lugar es conocido por sus tabaqueras de madera de terebinto que se producen aquí con gran calidad. Ese arbusto se llama aquí cornicabra y crece silvestre en las montañas circundantes. Las tabaqueras se fabrican con la raíz.
El obispo de Orihuela es sufragáneo del arzobispo de Valencia. La universidad está bajo la dirección de los dominicos.
De Orihuela se sale por un fértil llano rodeado de montañas. Llegando a Albatera desaparecen las montañas de la derecha y se hacen cada vez más pequeñas; pero las de la izquierda se elevan hasta las nubes. Aquí se las llama Sierra Morena, un nombre que ya no tienen las montañas bajas de Murcia, y que recobran en Andalucía.
Albatera es un pueblo con una parroquia y trescientas familias. A su alrededor hay bosques de higueras (Plüer, 1777: 533-534).
La contrapartida de esta sequedad del estilo es el valor documental de las observaciones sobre orografía, vegetación, población, agricultura, comercio, industria y economía en general, muy en consonancia con el pensamiento fisiocrático del siglo XVIII.
El 19 de mayo nos dirigimos hacia Elche, adonde llegamos a mediodía. Esta gran villa tiene tres iglesias parroquiales, tres conventos y 5.000 familias. Destaca por su palmeral, y también sus jardines están todos llenos de palmeras. Se cuentan 60.000. Una de estas palmeras da entre una y veinte arrobas de dátiles, de los cuales se vende la libra entre tres y cuatro cuartos. Vimos ambos sexos de esta planta en plena floración. Los dátiles se recogen en el mes de enero. Los higos se venden aquí a dos cuartos la libra.
La gente común come aquí pan de avena, un cereal que se da en abundancia en esta tierra.
En un valle a media milla de Elche hay un lago llamado Pantano6 que sirve de recipiente para el agua de la lluvia, que se recoge allí y con la cual se riegan las huertas y las palmeras, que necesitan mucha agua. El río que aparece en el mapa y que atraviesa el lago se seca cuando no llueve. Hace doce años se construyó sobre ese río un puente de piedra muy alto, de dos arcos, por el que se pasa antes de llegar a Elche.
Este lugar pertenece al duque de Arcos bajo el título de un marquesado. No hay duda de que en época de los romanos tenía puerto.
Aquí había antes más de treinta fábricas de jabón; pero esta manufactura se ha venido abajo con la importación a Alicante de jabón de Marsella, que es más barato, aunque la soda con que se fabrica viene de España.
El camino a Alicante es bastante bueno, y solo a veces muy estrecho. La tierra está bastante cultivada; en las colinas sin cultivar crece el esparto, una especie de caña que ya era conocida por los antiguos conquistadores de España bajo el nombre de Spartum.
A la derecha, a una milla de Elche hay un fangal donde crece mucha soda. En esta parte también hay un lago llamado Albufera de Elche que está unido al Mar Mediterráneo y es muy rico en peces, sobre todo anguilas. Por la salida del lago se puede navegar o cabalgar hasta el mar, pero con la mar crecida es peligroso.
A lo largo de todo el camino se puede ver el mar, excepto cuando lo ocultan las colinas costeras.
En la carretera había algunas cisternas amuralladas cubiertas por una bóveda. Parecen ser antiguas y se sirven de ellas para irrigar los campos (1777: 534-536).
La descripción se vuelve especialmente detallada cuando aparece por primera vez alguna planta o cultivo desconocido para el autor:
En los alrededores de Elche vimos por primera vez una gran cantidad de Aljoravas [sic].7 Así se llama un árbol bastante grande, propio del reino de Valencia, donde se encuentran muchos ejemplares. Las hojas son ovales y los frutos, que ya estaban casi totalmente formados, se parecen a las vainas de haba. Los granos son blandos y dulces. Se los dan a los caballos y mulos para comer. La gente pobre también come la vaina en caso de necesidad. Se cuenta que un rey mantuvo a su ejército durante un tiempo con este fruto, por lo cual ordenó que permaneciera siempre libre de contribuciones (1777: 536).
La descripción de Alicante está más centrada en los aspectos geográfico-eco-nómicos que en los artísticos.
En Alicante nos quedamos del 20 al 22 de mayo.
Esta ciudad, Alicante, en la Antigüedad Lucentum, yace en una llanura muy cerca del mar, al pie de una alta roca en cuya cima está construida una fortaleza natural que tiene aproximadamente 30 cañones de metal y de hierro en las baterías y unos 30 hombres de guarnición, aunque con esa amplitud se necesitarían unos 3.000. Se tarda una hora en subir, y tuvimos que procurarnos un permiso del gobernador para visitarla por dentro.
En el año 1707 la guarnición inglesa fue obligada a entregarse al saltar por los aires una mina colocada por los franceses de manera muy hábil. Todavía se ve un gran hueco en lo alto de la roca, donde se han instalado nuevas murallas y baterías.
Desde lo alto del castillo se divisa desde el Este hasta el mar la Huerta de Alicante a media hora de la ciudad. Su anchura a lo largo de la costa se calcula en una milla y media y su longitud hacia el interior en dos millas. En los montes cercanos hay un depósito de agua llamado Pantano de Alicante donde se recolecta el agua de la lluvia para regar la huerta.
La ciudad tiene dos iglesias parroquiales, de las cuales una es colegiata. La más grande, llamada de San Antonio, está separada de la ciudad pequeña por una altura apartada de la roca y por una muralla.
La colegiata está hecha de piedras de sillería, es amplia e impresionante, sin lujos.
El ayuntamiento es insignificante. La bahía de Alicante (pues no hay puerto) es espaciosa y segura y tienen un buen fondo para las anclas. Está protegida al oeste por el cabo Algibe y la isla de la Plana, situada enfrente del cabo, y hacia el Este le sirve de protección el cabo Alcodra.
La Plana, también llamada Santa Pola, tiene ese nombre porque es totalmente llana y casi no se puede distinguir del mar.
Se ha tendido un dique desde la ciudad al mar y sobre el cual se ha instalado una batería. Pero los barcos grandes no pueden atracar en el dique, y la carga y descarga se hace desde los botes. El regimiento de Aragón estaba aquí de guarnición.
El suelo de Alicante es yesoso y salitroso, de por sí muy fértil, pero enormemente seco; y como falta el agua también falta la fertilidad.
La rama principal del comercio en Alicante es la seda.
La exportación de vino ha caído mucho desde hace diez años debido a unas cuantas malas cosechas, que han hecho que los propietarios se hayan retraído y no hayan podido pagar a los comerciantes que les habían dado créditos.
Los dátiles y las ramas de palmera se exportan sobre todo a Italia.
El anís, que se cultiva mucho por aquí, también es un artículo para la exportación.
Las limitaciones al cultivo de arroz en la zona de Valencia favorecerán la venta de arroz de las colonias norteamericanas, porque los españoles no pueden vivir sin arroz, tan acostumbrados están a él.
De Alicante se exporta la mayor parte de la soda que va a Inglaterra, Francia y Holanda. Se calcula la exportación anual en 30.000 arrobas.
Pocas pasas y otros frutos se cargan para el extranjero. Las traen de Málaga, ya que son las mejores de España porque se secan al sol en la misma vid, y se recogen cuando ya están secas. En cambio en Alicante se las pasa por agua jabonosa sin secarlas antes. Este procedimiento, que es signo de pereza, se disculpa alegando que así se mantienen más frescas.
Los ingleses despachan aquí 70 cargas de bacalao, que se transporta a las provincias y a Madrid. En Bilbao y aquí es donde tiene lugar el comercio inglés de pescado más intensivo.
Los peces que se pescan en la costa de Alicante son buenos y se prefieren a los de Valencia. Entre ellos se cuenta el atún, un pez grande que tiene una carne recia y que sirve de alimento para los pobres (1777: 536-539).
Plüer y su acompañante continúan camino por el interior, donde la tónica general es el contraste entre la fertilidad de algunos parajes y la extrema sequedad de otros.
El 22 de mayo salimos de Alicante por unos valles entre montañas estériles y sin agua. Al acercarnos a Monforte se nos abrió un valle muy cultivado en el cual se encuentra el pueblo de Elda.
Monforte es una aldea muy pobre con una parroquia y 200 habitantes. Desde Alicante hasta aquí se cultiva mucho anís, que en esta aldea estaba en flor. Junto a la carretera había gran cantidad de arbustos de adelfas.
Desde aquí se entra por caminos hondos entre las montañas, donde las torrenteras han excavado profundos surcos y agujeros. El camino de aquí a Elda causa temor por los bandoleros, que encuentran aquí buenos escondrijos. Por el camino encontré espato. La tierra es amarronada.
Elda es un lugar de 300 familias, una parroquia y un convento de franciscanos. El contorno es atractivo y está bien irrigado. Las mujeres de Elda estaban ocupadas en hilar y hacer encaje de bolillos. El ver esto, que no habíamos visto hasta ahora, fue una agradable sorpresa. Los encajes eran de clase corriente, como los que se empleaban para los flecos de las colchas. La vara se vende a 60 cuartos. Una chica puede confeccionar tres varas diariamente.
Abandonamos Elda a las cuatro de la tarde y pasamos por un pequeño arroyo que venía de un Pantano que nos mostraron allá arriba en los montes de la izquierda y que desemboca en el Pantano de Elche. Dejamos a la izquierda la aldea de Sax, que yace al pie de una poderosa roca en cuya cima se mostraba un viejo castillo. Los alrededores estaban bien cultivados. Un pequeño arroyo a este lado del pueblo, a la izquierda del camino, irriga esta llanura. Al ir llegando a Villena vimos dos Pantano [sic], uno de los cuales está muy cerca de la carretera cerca de Sax, y el otro más a la derecha en un valle entre montañas. En torno al primero crece mucha sosa.
Cerca de Villena se pasa por un pequeño arroyo que fluye de este a oeste. La Huerta de Villena, que es fértil y está bien cultivada, es irrigada por los manantiales que brotan en las montañas vecinas.
Villena, un pueblo grande, con una iglesia parroquial, un convento, 3.000 familias. Está al pie de una roca sobre la cual se alza un castillo habitado por una familia, donde se encuentra una capilla. Este pueblo está en Castilla y actualmente pertenece al rey, antiguamente al duque del mismo nombre.
A medida que nos alejábamos del mar los cereales estaban menos maduros, la cebada aún no estaba cortada, el trigo todavía muy verde y el centeno, que no se da en las llanuras costeras, estaba en flor en los alrededores de Villena.
El 23 de mayo salimos de esta bella aldea y entramos en un gran valle rico en vino y grano, por el cual fuimos yendo monte arriba. A dos millas a la izquierda dejamos el pueblo de Caudete, que da nombre a esta llanura. Entre Caudete y Villena se ve a la izquierda un lago a los pies de una montaña, quizá el mismo que habíamos visto la tarde anterior. El suelo pierde poco a poco su blancura; por Villena había arena y la tierra se volvió gris y finalmente de un color marrón rojizo, sobre todo en Fuente de la Higuera.
La tierra se vuelve accidentada y solo se ven pequeñas llanuras y montes cultivados hasta las alturas. No puede encontrarse una zona más variada ni más atractiva y fértil. Solo las montañas muy altas están sin cultivar.
Fuente de la Higuera es una aldea donde viven entre 300 y 350 familias. Está situada en un ameno lugar sobre una colina. El valle que lleva hasta Játiva o San Felipe salta en seguida a la vista, y las laderas de las montañas, las terrazas cultivadas en su mayoría ofrecen una vista extraordinariamente bella. Pasamos por un gran bosque de olivos cuyos árboles eran sorprendentemente gruesos y altos. Las casas de Higuera eran las más bonitas que vimos en ningún lugar, y casi todas construidas al mismo estilo. Enfrente de la entrada ya se ve toda la casa; los utensilios de cocina de cerámica, primorosamente esmaltados, saltan a la vista por su bello aspecto.
Mogente, un pueblo de 300 familias, una parroquia, un convento, está a los pies de un monte sobre el cual se ven unas viejas torres junto a una muralla de comunicación. Al entrar en el pueblo se pasa por el puente sobre un pequeño río llamado Guadamar [sic]8 que irriga el fértil valle hasta Játiva o San Felipe. En lo que respecta a fertilidad y belleza, este valle no le va a la zaga a lo que vimos esta mañana.
A una milla de Mogente se ve a la izquierda la aldea de Vallada. A dos millas de Mogente, a la izquierda está Montesa, con un viejo castillo que fue destruido por el terremoto del año 1748. La orden9 está construyéndose ahora un magnífico convento en Valencia en lugar del que había en el castillo. Todavía pasamos por allí antes de una pequeña aldea que quedó a nuestra derecha.
San Felipe es una ciudad con cuatro iglesias parroquiales, de las cuales una es catedral, nueve conventos de frailes, dos de monjas y 12.000 familias. [...] Esta ciudad, cuyo nombre habitual es Játiva, recibió su nombre de Felipe V cuando la conquistó después de una fuerte resistencia, ya que estaba de parte de Carlos III.10 Hizo reconstruir la ciudad destruida y la llamó por su nombre. Está al pie de una montaña sobre la cual hay dos fortalezas sin guarnición. Las cisternas de estas fortalezas son magníficas, y en las montañas hay cuevas que dan a la ciudad un agua excelente. Todas las casas tienen un pozo. / La ciudad tiene dos arrabales, uno de los cuales, del lado de Mogente, se llama Arrabal de San Jaime. A esta ciudad pertenecen 36 pueblos y aldeas.
El 24 de mayo muy temprano pasamos por la huerta que está llena de campos de cereales, moreras y arroz. Este último estaba crecido unas cuantas pulgadas y cuidadosamente plantado y limpiado. Luego pasamos dos veces por el río de Játiva y detrás de un promontorio varias veces por un puente de piedra tendido sobre ese río ya cada vez más ancho. No lejos de allí está la aldea de Manuel y otra más pequeña, Puebla Larga, y Carcagente, un pueblo considerable, que es famoso por sus excelentes granadas, aunque no encontramos ninguna allí. Las casas de estos pueblos y aldeas eran del estilo de las de Mogente. El primero y segundo piso estaban siempre dedicados a los gusanos de seda. Los cestos donde se guardaban las hojas de morera y los capullos eran como los de los chinos.
Los habitantes de aquí llevan vestidos muy ligeros: calconçillos [sic], camisas y un pañuelo en el pecho, todo de lino.
Saliendo de Carcagente la tierra rojiza se hace arenosa, pero sigue estando cultivada. La llanura era hasta ahora bastante ancha y tenía una cadena de montañas a ambos lados; a una milla de Carcagente se hace más estrecha y el valle está casi sin cultivar, pero tiene un aspecto risueño debido a las flores, las hierbas silvestres y las altas montañas. Dejamos en este valle el convento de Aguas Vivas, a dos horas de Carcagente a la derecha. El monasterio de Valldigna, a media hora de Tavernes, pertenece a los cartujos y es muy rico.
Tavernes es una aldea de 940 familias y una parroquia. El camino hasta allí es miserable.
Comimos a mediodía allí en un albergue bastante bueno. Los valencianos son en general muy serviciales. El cultivo de la seda es una de las ocupaciones principales de los habitantes. Cultivan trigo y cebada, pero sobre todo arroz, que es el alimento del pueblo y de los pobres. Por una nueva orden gubernativa se ha restringido el cultivo de arroz, por lo cual las zonas de cultivo a partir de Carcagente han presentado un recurso al rey.
Tavernes está desde hace muchos años en pleitos, todavía no resueltos, con los monjes de Valldigna.
Al salir de esta aldea se abre el estrecho valle en una gran llanura que se extiende hasta el mar. A la izquierda, al pie de una montaña de camino a la ciudad de Valencia hay un lugar... A la derecha junto al mar una aldea llamada...11 (1777: 539-545).
Llegado a este punto Plüer retrocede en su camino hacia Valencia para dirigirse a Oliva, donde residían los hermanos Mayans, deteniéndose antes en Gandía.
Aquí se pasa por muchos campos de arroz y por un puente que pasa sobre un estrecho río o brazo de mar, junto al cual hay una torre de vigía redonda hacia la parte de tierra. Luego se ve un fangal a la derecha hasta poco antes de Gandía, a la izquierda junto a la bahía algo de boscaje y a veces el mar abierto. En la Huerta de Gandía se atraviesa un pequeño río. A las nueve llegamos a Gandía y allí pernoctamos.
Gandía es una ciudad bastante grande rodeada de murallas situada en una llanura a la orilla derecha del río Alcoy, no lejos del mar. Si mal no recuerdo, contiene cuatro parroquias, algunos conventos, el primer colegio de los jesuitas y más de 3.000 familias. Sus alrededores están bellamente cultivados. La seda es la ocupación principal. Los frutos del país son arroz, trigo, vino, limones en gran cantidad. Los limones los dejan mucho tiempo en el árbol porque así se conservan mejor.
El 25 de mayo a las 9 llegamos a Oliva. Por el camino vimos mucha pitera; así se llama la planta americana parecida al áloe que crece en las provincias de Murcia y Valencia en las carreteras y que suele plantarse para proteger los campos y huertos. Dispara a la altura un tronco de algunas pulgadas de grosor que da una flor blancuzca que no se usa para nada; y cuando esto pasa, la planta se seca. De la médula de las hojas de esta planta los mejicanos hacen papel y lo cubren con un barniz. He visto algunas pruebas de esto. Los españoles la utilizan para hacer cuerdas. Se cogen las hojas frescas y de esta manera se separa la parte inútil.
La caña de azúcar se planta en marzo. Fue en Oliva donde la vimos, algunas pulgadas sobre tierra. Se corta en diciembre y se planta el desecho superior de la caña. En Oliva todavía se puede ver toda la fábrica de azúcar y la refinería que fue abandonada hace doce años por el duque de Gandía, como conde de Oliva y Benevenel [sic].12 En Gandía también hay algo de caña de azúcar. En el reino de Granada todavía se cultiva y se prepara el azúcar.
El arroz se siembra en marzo en la tierra anegada de agua. Se cambia por San Juan y se cosecha en septiembre y octubre.
El cultivo de la seda es la ocupación principal de la ciudad de Oliva. El gusano de seda, que sale en marzo, necesita siete semanas hasta que se desarrolla la larva. Todavía estaban alimentando a algunos, pero la mayor parte de la cosecha estaba ya terminada y se estaban ocupando en devanar la seda. Los gusanos desarrollados se colocan al sol.
El devanado se hace en agua muy caliente. La bobina recoge seis bandas de seda y cada hilo de estas seis tiene doce hilos de seda. Con esta bobina un trabajador asistido por un ayudante puede devanar tres arrobas de capullos de seda, que a su vez producen cuatro libras de seda.
El algarrobo es un árbol que produce cien arrobas de fruto.
En el reino de Valencia crece una especie de trébol que se puede cortar todos los meses y dura cuatro años; y si se siembra de nuevo, puede aprovecharse seis meses después.
Oliva, a 10 millas de Valencia, tiene dos parroquias, dos conventos, aproximadamente mil familias y una fortaleza derruida en un monte próximo a cuyos pies está situada la ciudad, a un cuarto de milla del mar. El castillo del antiguo conde de Oliva todavía puede verse íntegro. Las murallas de la ciudad también están derribadas, una consecuencia de la Guerra de Sucesión, durante la cual el Reino de Valencia se puso de parte de la Casa de Austria.
Nos apeamos en casa del señor Gregorio Mayans, que nos recibió junto con su hermano Don Antonio de la manera más afectuosa y amable, y en seguida nos llevó a su biblioteca, que posee unos 6.000 volúmenes, entre los cuales, 600 manuscritos. Sus propios manuscritos son 300 volúmenes. Don Antonio es un gran especialista en historia y antigüedades de España, y muy imparcial en sus juicios (1777: 545-548).
En este punto, se produce un salto en la descripción del itinerario, puesto que ya anteriormente se había relatado el camino de Tavernes de Valldigna a Gandía. La siguiente etapa empieza ahora en Cullera.
Llegamos a Cullera el 27 de mayo a la una. Este pueblo está a la orilla izquierda del río navegable Júcar, donde hay un puente de madera donde hay que pagar peaje de puente. Una iglesia, un convento, 1.000 casas o familias. Los vehículos no suben más arriba del puente. Llevan bacalao, algarrobas y otras mercancías y cargan los frutos de la tierra. Cullera está rodeada por una muralla, y un viejo castillo sobre el monte próximo le ha servido de defensa.
Los campos de los alrededores de Cullera están excelentemente cultivados, como en Gandía. La llanura, que en Gandía y Oliva solamente forma una estrecha franja junto a la costa, aquí se ensancha mucho y es interrumpida por el cabo a cuyos pies está situado este pueblo y que por eso lleva el nombre de Cabo de Cullera. Desde el castillo de Oliva se ve este cabo, junto con el cabo de Murviedro, que se adentra todavía más en el mar, y otro más allá a 30 millas de distancia.
Salimos de Cullera a las cuatro, pasamos por una bella llanura irrigada por el Júcar, junto a moreras, olivos y campos ricos en cereales, y por el simpático pueblo de Sueca, no lejos del Júcar. Este lugar tiene una iglesia, un convento y más de 400 casas. Aquí entramos en los arrozales que estaban bajo el agua que se reparte desde los muchos canales que los atraviesan. Solo había unos pocos campos plantados. Sobre estos canales se tienden varios puentes, que yendo en coche hay que pasar con mucho cuidado debido a sus curvas muy pronunciadas.
Los campos de arroz, que hacen insalubre esta comarca debido a sus evaporaciones, se extienden dos millas más hasta la aldea de Sollana, adonde llegamos a las ocho de la tarde para pernoctar. El agua de allí es mediocre, así como el albergue. A mi criado le robaron el paquete donde llevaba toda su ropa. Después de nuestra partida, el posadero y un fraile franciscano que estaba allí pusieron una denuncia ante la autoridad, que hizo detener a unos gitanos declarados sospechosos. Pero el paquete perdido no se pudo recuperar.
[...]
Aproximadamente a la mitad del camino de Sollana a Valencia el camino de Oliva confluye con la carretera. Esta zona no está tan bien cultivada e irrigada como podría. La Huerta de Valencia no se extiende mucho por esta parte.
A la derecha se ve la Albufera, pasando muy cerca de ella.
Salimos de Sollana a las seis y llegamos a Valencia el 28 de mayo a las diez.
Nos alojamos en casa de un comerciante irlandés, el señor Moor, que es socio del señor Comins en Alicante. Visité al doctor Augusto Sales,13 que nos recibió muy bien y me prestó el plano de la ciudad de Valencia del señor Tosca y la obra de Martín para que fuera leyendo la descripción del teatro de Sagunto. He visto la catedral, el convento de dominicos, la iglesia de San Juan, en cuyas inmediaciones estábamos alojados, el convento de franciscanos, el Colegio del Corpus Christi, en cuyo patio hay una estatua de mármol de una mujer con una inscripción ilegible; la Lonja, un antiguo edificio gótico, según cuyo modelo dicen que se ha diseñado la Bolsa de Londres, como se imaginan los valencianos. Se parece algo a la de Copenhague, pero no es ni con mucho tan espaciosa. Sirve como almacén de la seda que se necesita para las fábricas de la ciudad.
En Valencia hay, contando la catedral, 14 parroquias y 45 conventos que están a las puertas de la ciudad; un seminario de jesuitas (el Colegio San Felipe Neri) y otros colegios diferentes, un hospital general y otros seis hospitales, dos orfanatos y muchos otros edificios públicos. Véase el plano de Valencia de Tosca.
Las pinturas al fresco de la iglesia de San Juan son de Palomino, realizadas con gusto y corrección del dibujo, exceptuando que coloca a los14 españoles arriba en contra del orden y la cronología naturales.
El Palacio Real es un edificio antiguo y de poca prestancia, fuera de la ciudad, junto a la Alameda, donde vive el capitán general. El conde de Aranda, nombrado para ese importante puesto, todavía no había llegado. El consejo de guerra contra Prado15 y otros a quienes se atribuye la pérdida de La Habana, lo retenía en la corte, ya que presidía dicho consejo de guerra convocado a este efecto.
El palacio arzobispal es muy espacioso, pero no esplendoroso, y está ya viejo. Este prelado tiene unos ingresos anuales de 150.000 pesos. El arzobispo actual ha instalado hace cuatro años una biblioteca cuyos fondos ahora mismo se calculan en 8.000 volúmenes. La sala del palacio arzobispal que está dedicada a esta biblioteca es más imponente que la Biblioteca Real.16 También se ha comenzado a hacer un gabinete de medallas, al cual se unirá un gabinete de ciencias naturales, para el cual se han reunido ya seis mejillones y caracoles y una docena de plantas marinas.
La aduana es un edificio nuevo de piedra, impresionante. La Universidad no tiene nada destacable. El Ayuntamiento es viejo y la Audiencia que está justo al lado, igualmente sin prestancia.
En una torre de esta ciudad, cuando toca la campana de oración al anochecer, se da el santo y seña a todas las torres de vigía de la costa, que encienden un fuego siguiendo el ejemplo de las torres de Valencia.
[...]
Se nos dijo que el único que poseía algunas curiosidades naturalistas era un sacerdote de la catedral, el doctor Gómez, y encontramos en su casa una bella colección de monedas romanas consulares e imperiales y varias españolas de la colonia romana. Tenía también algunas antigüedades, una estatua de metal de Hércules y figuras de bueyes traídas de Cerdeña.
La catedral fue construida por Jaime I el Conquistador y es un edificio gótico nada bello, en el cual destacan el altar mayor, que es de plata maciza, y la sacristía.
La poderosa torre, a la cual conduce una escalera de caracol de 206 peldaños, es la más alta, y desde arriba se tiene la más bella vista de las huertas de Valencia. He contado veinte torres en la ciudad.
La cúpula de la iglesia de San Pedro, que es una capilla de esta iglesia, merece también ser destacada. La pintura perspectívica de la cúpula es bella en su estilo. En esta capilla está el monumento funerario de un arzobispo con la siguiente inscripción
Hic situs Martinus de Ayala, Archiepiscopus, qui, licet tres ecclesias
Rexerit, Guindensem, Segoviensem et
Decessit, nihil tamen
Tulit aegrius, que prae esse
Obiit Nonis Augusti VI. MDLXI.
El convento de dominicos fue fundado por Jaime el Conquistador en el año 1239 después de haber conquistado la ciudad el año anterior 1238. Es un edificio espacioso y magnífico. Estaba anunciada allí la siguiente disputa académica: Propositiones universales et essentiales sunt aeternae veritatis.
La ciudad está rodeada por una fuerte muralla y por un foso seco. Este foso es propiedad del verdugo. El río Guadalaviar, que es pequeño debido a los muchos canales que se derivan de él, rodea una parte de la ciudad y lo cruzan cinco puentes de piedra.
Los ingresos de la ciudad procedentes de los impuestos de los productos alimenticios se elevan a 80.000 pesos.
La plaza más grande no es regular, y allí está la Bolsa o la Lonja.
Los paseos se encuentran enfrente de la ciudad. El más bello es la Alameda, que linda con el palacio del capitán general. El camino al puerto, el Grao, o más bien la rada, a media milla de la ciudad, se hace de paseo en coche. La aldea que lleva también el nombre del Grao, es vistosa y está bien construida. Estaban anclados algunos barcos pequeños a lo lejos en el mar, y muchos habían entrado en la playa de arena. Estuvimos a bordo de un barco maltés, que hacía ya meses que estaba allí y no se va hasta que no haya despachado toda su mercancía de lana. Los interesados lo han equipado personalmente, con algunos cañones y 35 hombres. Estos barcos malteses de dos mástiles dan siempre un rodeo por las costas de Italia, Francia y España para no caer en manos de los piratas africanos.
[...]
En la orilla derecha del Guadalaviar, cerca de la Alameda, hay otro paseo. Río arriba se ha construido una muralla que mantiene al río en su cauce y al mismo tiempo sirve para pasear. Aquí está colocado el mármol que fue encontrado en el río en 1559 y en el cual se lee la siguiente inscripción, no especialmente bella: «Sodalicium Vernarum colentes Isidem [sic]». El señor Sales, doctor e historiador de la ciudad y del Reino de Valencia, ha escrito sobre esto una disertación en latín dedicada al rey Carlos III, entonces recién llegado a España. Algo más arriba se ve una cascada de agua.
La Huerta de Valencia se extiende desde Silla hasta aproximadamente una milla a este lado de Murviedro a lo largo de cinco millas; y desde el mar hacia el interior es de anchura desigual, máximo tres millas.
Los frutos de esta región son jugosos y sabrosos. Las fresas que comí allí eran incomparables en su aroma y sabor; los albaricoques, igualmente jugosos. Los melones son superiores a todos los demás de España. Sin embargo, esta fértil tierra no produce tantos cereales como son necesarios para el abastecimiento de sus habitantes.
El comercio de la ciudad con el extranjero no es importante porque le falta un puerto, y todavía hace pocos años que se le ha permitido exportar mercancías embarcándolas desde la rada. El principal producto es la seda.
La seda producida anualmente en el Reino de Valencia se calcula en tres millones de pesos. Las fábricas de Valencia tienen los derechos de venta por unos tres meses a partir de junio; luego los comerciantes pueden exportar también la seda cruda. Pero como ya han cerrado sus contratos provisionalmente con los propietarios de la seda, este aplazamiento de la venta al extranjero no es ninguna ventaja. En el año 1763 la cosecha de seda fue muy mala. En el presente año (1764) sin embargo, muy fructífera, por lo que el precio de la seda que había subido ha bajado ya considerablemente. Las malas cosechas se deben a la falta de hojas de morera, que a veces sufren los efectos de la helada y el mal tiempo. El árbol de la morera es regado en todas partes porque entonces las hojas se hacen más suaves, más tiernas y mejores. Cada dos o tres años se podan las ramas, y esa madera es suficiente para el consumo. La libra de seda que llega a la ciudad para su uso en las fábricas paga unos dos reales y los gastos; si va al extranjero, hasta que es llevada a bordo, unos ocho reales.
Las fábricas de seda de aquí, que son las más importantes de España, trabajan para la sociedad de comerciantes de Madrid, que se llama Gremio.17 Además de la seda se produce mucho aceite de oliva en los alrededores de Valencia, así como en todo el Reino, pero se exporta poco. Es el mejor de España, pero no tan bueno como el aceite de Provenza.
También se comercia con la fruta. Sobre todo se exportan melones.
La lana de este país es mala y más burda que la castellana porque los pastos de montaña no son tan buenos ni tan tiernos. Pero de Aragón baja mucha lana y se exporta desde aquí.
El 29 de mayo hicimos un viaje de desvío a Murviedro, el antiguo Saguntum. Pasamos por la fértil huerta y por algunas aldeas muy bien construidas, cuyas iglesias y torres saltan a los ojos. A media milla de la ciudad, a mano derecha, se encuentra el antiguo monasterio de los Reyes, fundado por Jaime el Conquistador rodeado por una muralla.
Además, vimos con gran curiosidad dos grandes árboles de la pimienta a mano derecha del camino, que estaban en flor y que, tal como se me aseguró, también dan un fruto, que se parece a la pimienta india, pero no es tan fuerte.
Pasamos primero por los arrabales y luego por la mal construida ciudad de Murviedro junto al templo de Baco, sobre el cual hay un techo que descansa sobre una muralla cuadrangular. Pero no hay nada más que ver allí que el suelo hecho de mosaico.
La ciudad está situada a media milla del mar, al pie de una gran roca solitaria, sobre la cual se eleva el castillo. Solo hay una iglesia y algunos conventos (1777: 548-556).
El editor inserta aquí la siguiente nota a pie de página: «El difunto autor dejó aquí en el manuscrito un espacio libre, sin duda para describir más detalladamente los monumentos antiguos del lugar». A continuación, añade una pequeña bibliografía sobre Sagunto.
Abandonamos Valencia el 31 de mayo a las cinco de la mañana. Pasamos por Catarroja, donde termina la Huerta de Valencia, y Silla, donde ya pueden verse algunos cultivos y fertilidad. Llegamos a las nueve a Almusafes, una aldea donde comimos. Hay allí una parroquia. Esta zona está menos cultivada hasta que se llega al lugar de Algemesí. Algemesí tiene una iglesia, un convento y mil familias. Su bella huerta es regada por el Júcar, y toda la zona hasta Alcira está excelentemente cultivada.
Antes de Alcira se pasa por un puente de piedra sobre uno de los brazos del Júcar. Alcira tiene una parroquia y cuatro conventos. Está situada a lo largo en una isla del Júcar y tiene 1.500 familias.
Pasamos por Cogullada, la Puebla Larga y Manuel hasta Játiva o San Felipe, adonde llegamos a las siete y pernoctamos.
Salimos de San Felipe, donde esta vez vimos la nueva iglesia parroquial sin terminar, la gran plaza y el único hospital general, a las ocho. La ciudad está rodeada por una muralla, donde hay una guarnición de inválidos.
Pasando por la pequeña aldea de Vallada, que se ve a la derecha, llegamos a las doce a Mogente, donde comimos (1777: 556 y ss.).
En este punto, Plüer retorna a Fuente la Higuera y prosigue el camino rumbo a Madrid. Así termina su estancia en el Reino de Valencia.
Continuamos el viaje el 1 de junio a las cuatro, hasta que a las siente llegamos de nuevo a Fuente la Higuera. De Valencia hasta aquí se ven montañas a ambos lados, y el valle que en Valencia es amplio en San Felipe se estrecha; luego va ensanchándose y estrechándose hasta aquí. Por aquí solo se puede entrar al Reino de Valencia viniendo de Castilla.
Visitamos al párroco, que, como es amigo del señor Mayans nos recibió amablemente. Tenía una considerable colección de libros, muy selecta. Nos la enseñó y vimos muchos libros prohibidos.
Hablaba de los herejes y del despotismo con mucha libertad.
Salimos de Fuente la Higuera a las siete y llegamos a Almansa a las doce (1777: 557-558).