Читать книгу Estas brujas no arden - Isabel Sterling - Страница 12
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ОглавлениеMe toma un segundo más que a Veronica reconocer a la chica cubierta de sangre.
–Savannah –Veronica corre hacia adelante y cae de rodillas junto a su amiga de ojos desorbitados–. ¿Qué sucedió?
–No lo sé –la voz de Savannah se quiebra y seca las lágrimas de su rostro con una mano mientras sostiene la otra delicadamente sobre su pecho–. Vi otra fogata, así que me acerqué a ver quién estaba teniendo una fiesta aquí. Pero luego resbalé…
Miramos hacia el fuego a nuestras espaldas. No es un fogón como en el que dejé a Benton de pie. Este luce más como si alguien hubiera tallado un círculo en la tierra, tal vez de un metro o un metro y medio de diámetro, y lo hubiera encendido en llamas.
–Está bien. Todo estará bien –afirma Veronica, pero me mira como si pensara lo contrario. El aire está cargado de malicia. El fuego detrás de nosotras es violento y voraz. Incluso la tierra, un elemento normalmente calmo y tranquilo, se siente agitada.
Algo malvado sucedió aquí.
–¿De dónde sale la sangre? –pregunta Veronica–. ¿Te has lastimado?
–No es… –Savannah pierde la voz por las lágrimas. Yo espero, con las garras de la preocupación en mi piel–. No es mía –levanta la vista y mi mirada la sigue.
Los restos mutilados de un mapache cuelgan de una horca sobre nosotras. Un corte rojo forma una grotesca sonrisa sobre su estómago, de donde se derraman tripas y sangre hacia el suelo. Trozos de carne se aferran de sus costillas rotas y cuelgan suspendidos en el aire. Un trozo se libera y cae junto a Savannah. Mi estómago se retuerce. La bilis quema en mi garganta y debo tragar para evitar sentir nauseas.
Una mano toca mi espalda y me retraigo.
–Soy yo. Relájate –dice Veronica, con el ceño fruncido.
–¿Relajarme? Esta cubierta de sangre. Y Dios sabe de qué más –siento arcadas y me alejo más de Savannah, en dirección al fuego crepitante. Mi corazón sufre por la pobre criatura–. Tengo una mala sensación sobre esto.
–No me digas –sentencia Veronica, pero luego se detiene en sus pasos y llama mi atención–. Mira.
Sigo su dedo en punta.
–Lo sé. Vi el fuego. No estoy totalmente distraída.
–Entonces cierra la boca y mira realmente.
Olor a gasolina y a madera (y una cantidad no menor de pánico) ahogan el aire de mis pulmones cuando finalmente hago lo que dice.
No es un círculo lo que está tallado en la tierra y encendido en llamas.
Es un pentáculo.
Mis manos tiemblan y tropiezo lejos del fuego. Un pentáculo junto a un sacrificio de sangre puede significar dos cosas y ninguna es particularmente buena. O bien un Reg está incursionando en magia peligrosa…
O hay una Bruja de Sangre en Salem.
–¿Crees que ella nos haya seguido? –pregunto, con voz baja para que Savannah no escuche, pero no puedo ocultar el miedo. El pánico. Si no se trata de una broma Reg (por favor, por favor, que sea una broma Reg) entonces debe ser una Bruja de Sangre.
De los tres Clanes de brujas, las Brujas de Sangre son las únicas que utilizan sacrificios animales en su magia. Y no tienen la reputación de respetar la vida humana; sea de un Reg o de un miembro de un Clan.
Como acto reflejo, mis dedos frotan mi mentón. Casi puedo sentir el magullón allí, sanado tiempo atrás. El corte en mi piel. El…
–Ey, está bien –Veronica aparta la mano de mi rostro–. Ella no tiene idea de dónde vivimos. No es ella. Vamos, limpiemos esto –me libera y corre junto a Savannah–. ¿Puedes levantarte, dulzura? Tenemos que salir de aquí.
¿Dulzura? ¿Acaso Veronica y Savannah…? Hago a un lado el pensamiento. Tengo mayores preocupaciones en este momento que saber si mi ex tiene algo con una de las chicas más ardientes de Massachusetts.
–Eso creo –Savannah toma la mano extendida de Veronica–. Pero mi muñeca… Creo que está rota.
Crujen ramas a la distancia. Alguien llama mi nombre. Un segundo más tarde, Gemma y Nolan aparecen en el pequeño claro, seguidos de algunos de los compañeros de equipo de Nolan.
–Ah, gracias a Dios, aquí estás –Gemma se apresura y lanza sus brazos a mi alrededor–. Cuando no pude encontrarte junto al fogón, pensé que seguramente… –su voz se apaga al ver a Veronica sosteniendo el peso de Savannah–. ¿Qué sucede aquí? –levanta la vista y jadea–. ¿Y qué demonios es eso?
Nolan da un paso adelante y resbala en el charco de sangre. Un coro de improperios balbuceados llenan el aire tenso mientras que limpia sus hasta entonces inmaculadas Adidas en el césped. Detrás de nosotros, la multitud crece cuando nuestros compañeros de clases siguen al equipo de fútbol dentro del claro.
–Ja, ja, muy gracioso –Nolan no suena en absoluto divertido al analizar al grupo alcoholizado detrás de él–. Nos engañaste. La broma terminó.
Un murmuro recorre la multitud, pero nadie responde.
–No estoy bromeando, bastardos –algo violento destella en los ojos de Nolan–. Limpien esto. La broma acabó –cuando nuevamente nadie responde, prueba otro ángulo. Exhibe su sonrisa más encantadora y se aproxima a Savannah–. ¿Qué sucedió? ¿Quién te hizo esto?
Savannah cae en sus encantos.
–Vi el fuego y pensé que alguien había organizado una fiesta más tranquila. No vi la sangre hasta que fue demasiado tarde –acuna su brazo lastimado cuidadosamente sobre su pecho.
–¿Has visto algo más? –Para mi sorpresa, Savannah asiente.
–Vi a alguien salir corriendo.
–¿Fue alguien de la escuela? –El alivio me invade. Si una Bruja de Sangre hizo esto (si ella estuviera aquí), no hay modo de que hubiera permanecido aquí el tiempo suficiente como para que un Reg la viera. Tiene que ser una broma. Una broma cruel y muy grotesca.
Pero Savannah niega con la cabeza y acaba con mi sensación de seguridad.
–No vi su rostro. Estaba usando una capucha.
Con eso, Nolan rodea al público, moviéndose alrededor del límite del pentáculo en llamas.
–De acuerdo, ¿quién de ustedes ha intentado arruinar mi fogón, bastardos? –se detiene frente a Evan, que está usando una sudadera negra con capucha y un delineado incluso más grueso del que lucía en la tienda–. Parece que hemos encontrado a nuestro brujo. ¿Debemos preparar la horca?
Los compañeros de equipo de Nolan ríen, pero yo me estremezco por sus palabras. Por su significado. Aunque ningún Elemental ha muerto en los juicios de brujas de Salem, algunas Brujas Conjuradoras han perecido junto con los Regs acusados. La sonrisa perversa de Nolan me provoca deseos de golpear algo. Preferentemente a él.
Gemma se desliza más cerca de mí con una mueca.
–No puedo creer que besé a ese cretino, hace como cinco minutos.
–No más aventuras de verano para ti –digo y le ofrezco una mirada de disculpas.
–¿Qué sucede? –Nolan se acerca más a Evan, amenazante–. ¿No tienes un hechizo que te haga desaparecer?
–Apártate, Abbott. No he hecho nada –Evan lo empuja y se aparta del grupo de jugadores de fútbol que se reunió a su alrededor.
–No hasta que limpies tu desastre –Nolan mira a sus compañeros y sonríe.
–Vete al diablo –el fuego frente a Evan proyecta un brillo extraño en su rostro. Cierra sus manos en puños, como si estuviera listo para pelear. Como si hubiera estado esperándolo todo el tiempo.
No hay versión de esta historia que pueda terminar bien. Necesito salir de aquí. Ya. Giro hacia Gemma, pero ella no está. Maldición, Gem. ¿Dónde estás? Me abro paso entre el gentío y la encuentro colgando una llamada en su móvil.
–Tenemos que irnos –intento tomar su brazo, pero su mano se dispara hacia su boca. Se escucha un fuerte golpe, el sonido inconfundible de un puño chocando contra el rostro de alguien.
Volteo al tiempo que Nolan cae contra un árbol y toca sus labios. Sus dedos se alejan cubiertos de sangre. Se lanza hacia el frente y atrapa a Evan por la cintura.
El chico cae al suelo y rueda, primero Nolan está arriba, luego Evan. Vuelan puños. La mitad del equipo de fútbol se une al combate; algunos para separar a los chicos, otros para sumar sus puños a la pelea. Giran por la pequeña inclinación hacia nosotras, hacia el…
–¡Manténganlos alejados del fuego! –corro hacia el pentáculo, apartando a espectadores congelados de mi camino, y lanzo tierra sobre las llamas con mis pies.
Veronica cae de rodillas a mi lado y utiliza un suéter para ahogar las llamas, pero el fuego está extinguiéndose más rápido de lo que debería. Le lanzo una mirada. Aunque no le importe meterse en problemas con nuestra alta sacerdotisa, aunque creo que nadie en nuestro aquelarre lo descubrirá, este lugar está atestado de Regs. Si alguien la viera utilizando magia para extinguir las llamas, podría inspirar una repetición de la historia más infame de nuestro pueblo. Los Cazadores de brujas podrán ser algo del pasado, pero no es un pasado que ansíe revivir.
Gemma se acerca para ayudar, pero el fuego es testarudo. Es solo cuestión de tiempo hasta que Evan y Nolan giren en su dirección. Y si sus ropas arden, la noche se pondrá un millón de veces peor.
Alguien me golpea y hace que pierda el equilibrio. Caigo hacia el frente y mi magia reacciona instintivamente, lista para protegerme de las llamas. Lista para exponer un secreto guardado por siglos.
Unas manos sujetan mi brazo, luego rodean mi cintura. Soy puesta en pie y mi magia retrocede. Cuando vuelvo a pararme por mi cuenta, giro y lanzo mis brazos alrededor de la persona de pie detrás de mí. Acaba de salvarme (y a todo mi aquelarre) de quedar expuesta.
Me aparto para ver de quién se trata.
–Benton –el rubor en sus mejillas hace que retroceda. Probablemente no haya sido una buena idea abrazarlo tan poco tiempo después de haberlo rechazado–. Gracias.
–No hay problema –frota su nunca, con su rostro aún rebosado de color–. Es lo menos que podía hacer luego de todo… bueno, tú sabes.
–No, en verdad. Gracias. Eso habría sido… –habría sido el final de mi vida como la conozco–. Gracias –volteo para comprobar el fuego, pero mi ayuda no es necesaria. Algunos de los chicos han arrastrado el barril de cerveza y están rociando las llamas.
–Como dije, no hay problema –Benton echa un vistazo rápido al animal muerto que cuelga del árbol y hace una mueca–. Te veré después.
–Te tomaré la palabra con la fiesta en la piscina.
–Solo si traes esos brownies de triple chocolate que hiciste el año pasado –responde y me sorprende que lo recuerde. Accedo y él me saluda antes de dirigirse de regreso al fogón principal.
–Gracias a Dios que Benton estaba ahí –dice Gemma al envolverme en un abrazo luego de que Benton saliera del camino.
–Lo sé –correspondo a su abrazo y la suelto. La mirada de Gemma sigue a Benton mientras se aleja, y suelta un suspiro soñador.
–Debería haber pasado la noche con él en lugar de Nolan. Él es más de mi tipo.
–Creí que lo habías superado –le prometí a Benton que olvidaría nuestro incómodo intercambio, pero no quiero que Gem se encamine a un corazón roto también. Ella se encoge de hombros y señala con la cabeza en la dirección por la que él se marchó–. Vamos, deberíamos salir de aquí.
–Pero tenemos que esperar.
–¿A qué? Los chicos pondrán la pelea bajo control.
–No me refería a eso –dice y niega con la cabeza–. Savannah necesita un médico y yo…
–Ah, Gem. Por favor, dime que no lo hiciste –su mirada tenaz dice que ciertamente lo hizo. Ya ha llamado a una ambulancia. Suelto un suspiro–. Los paramédicos no nos necesitan aquí para hacer su trabajo. Vamos. A menos que quieras que nuestros padres descubran que estuvimos bebiendo –con eso, Gem pierde su sonrisa y asiente.
Pero antes de que podamos dar más de un paso, las sirenas resuenan y las luces policiales atraviesan las copas de los árboles.
Los paramédicos envuelven a Savannah en mantas y la suben a una ambulancia. Sus luces crean un patrón de sombras danzantes en el bosque. Gemma y yo nos acurrucamos mientras la policía interroga a nuestros compañeros y los envía a casa; confisca las llaves de cualquiera que parezca aunque sea un poco ebrio y fuerza a más de uno a llamar a casa para que lo recojan.
Veronica se acerca, toda su bravuconería anterior desaparecida, su sonrisa burlona borrada de su rostro.
–¿Podemos hablar?
Gemma me mira. Asiento y ella se aleja algunos pasos. En su ausencia, Veronica se apoya contra el árbol junto a mí.
–Eso fue muy intenso, ¿eh? –un oficial de policía se acerca, así que respondo con un sonido inexpresivo. Una vez que se aleja, el miedo asciende otra vez y no puedo contenerlo.
–¿Crees que ella nos haya encontrado? –mi voz tiembla, Veronica sabe quién es ella. La Bruja de Sangre de Nueva York, la que tomó control de mi cuerpo, la que me forzó a caer de rodillas apenas con una sola gota de mi sangre–. Tenemos que decírselo a nuestros padres.
–No, no tenemos que hacerlo –toma mis manos temblorosas en las suyas y casi me siento a salvo–. No hay ninguna Bruja de Sangre en Salem, Han. Esto fue una broma. Estamos bien.
–Pero…
–Hannah, no –sus palabras se vuelven duras y deja caer mis manos–. Juramos que nunca le hablaríamos a nadie acerca de lo ocurrido en ese viaje.
–Pero si ella está aquí…
–Pero nada. Ella no está aquí y lo que hicimos en Nueva York podría enviarnos directo ante el Consejo. Podríamos perder nuestra magia –Veronica hace silencio cuando otro oficial pasa junto a nosotras–. Usa tu cabeza.
–Tenemos que decir algo –susurro mientras analizo a la multitud en busca de algún policía de Salem que conozca–. Mi padre se enterará del mapache y del pentáculo en su trabajo.
–¿Y? Tu padre es lo suficientemente listo como para saber que, o bien se trata de una broma Reg, o de algún ritual pagano. Como sea, no nos involucra a nosotras o a nuestro aquelarre –Veronica suspira–. He trabajado muy duro como para perderme la graduación. No me perderé mi discurso porque tú temes a una Bruja de Sangre que ni siquiera sabe en qué estado vivimos.
Cuando lo pone en esos términos, no puedo negar la lógica de sus palabras. Pero odio admitir que tiene razón.
–Bien –digo, tajante–. No diré nada sobre esta noche hasta que pase la graduación –Veronica luce como si quisiera argumentar, pero niega con la cabeza.
–Iré al hospital con Savannah. ¿Tú estás bien?
–Sí. Sí, estoy bien –reboto hacia el frente sobre las puntas de mis pies e ignoro el escozor en mis ojos–. Adelante. No querrás perderte tu transporte.
Ella muerde su labio inferior. Por un segundo pienso que dirá algo más, pero niega con la cabeza y desaparece en la parte trasera de la ambulancia.
Mi pecho duele al verla así. Vulnerable. Temerosa. Y no intentando hacer mi vida miserable. Es mucho más fácil lidiar con todas las emociones que se arremolinan en mi interior (la traición, el dolor, la atracción persistente) cuando estamos peleando.
–¿Hannah? –Gemma se acerca y me rodea con sus brazos–. ¿Estás bien?
–Lo estaré –absorbo su calor y veo como la ambulancia se aleja. Alguien descolgó al mapache masacrado, lo embolsó y se lo llevó. No estoy segura de qué sucedió con Nolan o Evan después de la pelea. No vi a ninguno de los dos esposado, así que probablemente sea una buena señal.
Gemma y yo intentamos marcharnos temprano con el resto de nuestros compañeros, pero alguien le ha dicho a los policías que fui yo quien encontró a Savannah. No importa que Veronica y yo la hayamos encontrado juntas. Veronica logró marcharse en una ambulancia mientras que yo estoy atascada aquí, con la sangre del mapache.
Que suerte la mía.
Estoy a punto de preguntar a uno de los oficiales si podemos marcharnos, cuando un hombre de pelo castaño corto y una contextura alta y esbelta se dirige a nosotras. A diferencia de los demás policías, él no viste uniforme. Luce un traje gris oscuro con zapatos de vestir negros. No es precisamente un atuendo apropiado para un fogón en el bosque.
–Buenas noches, señoritas. Soy el detective Archer. ¿Cuál de ustedes es la señorita Walsh? –golpetea un bolígrafo sobre su pequeño anotador. Debe ser una noche tranquila si envían a un detective por esto.
–Yo soy Hannah Walsh –respondo y suelto la mano de Gemma, al tiempo que me recuerdo respirar. Dejo que mi conversación previa con Veronica calme mis nervios. Nada de lo ocurrido esta noche tiene que ver con los Clanes. No se trata de una Bruja de Sangre. Estamos a salvo.
–¿Usted encontró a la señorita Clarke esta noche?
Asumo que se refiere a Savannah. En realidad no conozco su apellido.
–Sí. Veronica y yo escuchamos sus gritos sobre la música. Resultó que yo llegué aquí primero. Pero como por un segundo. Como máximo.
El detective me observa como si esperara que dijera algo más. Su atención es perturbadora; punza mi piel y me hace temblar.
–No sé qué más puedo decirle. Llegamos apenas un momento antes que los demás –agrego cuando él sigue sin hablar.
–¿Y ha reconocido el símbolo quemado en la tierra? –pregunta el detective Archer luego de escribir algo en su pequeño anotador.
–Emm…
¿Qué tanto es peligroso admitir? Soy una mentirosa terrible, siempre lo he sido. Algunos dicen que es una cualidad admirable, pero esas personas no deben tener verdaderos secretos que guardar.
–Sí, claro. Por supuesto –respondo cuando el silencio se extiende por demasiado tiempo–. He vivido en Salem toda mi vida. Reconozco un pentáculo al verlo.
–¿Y está al tanto de que un pentáculo es un símbolo de brujería? –El detective me observa, sin parpadear. Me descubro poniendo los ojos en blanco, pero no tan rápido como para evitarlo. Gemma clava un codo en mis costillas y el detective tuerce una ceja.
–Lo siento, es solo que… Salem. Juicios a las brujas. Todo eso viene con el territorio.
–Muy bien entonces, es bueno haberme encontrado con una experta en mi primer caso. –El detective Archer interrumpe sus anotaciones por un segundo y me mira.
–No soy una experta –las palabras escapan de mi boca antes de notar que estaban en mi cabeza. Apenas he hablado. ¿Cómo es que él…? Luego registro su sarcasmo, seguido por el resto de su oración y la pena arde en mis mejillas–. ¿Es nuevo aquí?
El detective asiente rápidamente y regresa a sus notas, en donde vuelve algunas páginas atrás.
–¿Puede explicar por qué usted y sus amigos han intentado ocultar evidencia?
–Nosotros no…
–¿No han destruido el pentáculo en llamas?
Miro a Gemma, pero ella sigue inquieta y no ha hablado. Intento actuar como si toda esta conversación no se acercara tanto a la realidad.
–No queríamos que los chicos rodaran sobre las llamas y se prendieran fuego. No pensé que fuera evidencia.
–Correcto. La pelea entre Nolan Abbott y Evan Woelk. ¿Tiene idea de si alguno de ellos podría estar involucrado en el sacrificio? –El detective Archer sostiene su bolígrafo apuntado y listo.
–No lo sé. Realmente no nos movemos en los mismos círculos. –Echo un vistazo al pentáculo y entonces lo recuerdo. Evan visitó la tienda hoy. Pudo haber utilizado el átame para matar al animal…
–Eh, ¿señor? –A mi lado, Gemma tiembla–. ¿Podemos ir a casa ahora?
–Tal vez –el detective mira a Gemma–. ¿Tiene algo que agregar, señorita…?
–Goodwin –responde–. Gemma Goodwin. Y no. Llegué aquí detrás de Hannah. Yo fui quien llamó a la ambulancia –acomoda el pelo detrás de su oreja y agita sus pestañas. Amo a la chica, pero sí que es una lamebotas algunas veces.
El detective Archer pasa la página de su pequeño anotador y escribe algo. Cada segundo que pasa se siente como una hora y busco el móvil en mi bolsillo. Es tarde. Realmente tarde.
–Eh… ¿detective? Nos pasaremos de nuestro límite horario si no nos vamos pronto. –No he tenido un límite horario en años, pero suena como una excusa bastante normal para el detective.
–Correcto, por supuesto –hace algunas preguntas más, se asegura de que Gem no conduzca y nos deja seguir nuestro camino.
Gemma y yo caminamos en silencio hacia mi automóvil. No es hasta que nos encontramos seguras en el camino que Gemma habla:
–¿Qué crees que haya pasado allí? –su voz es un susurro, apenas audible sobre la música suave que sale de los parlantes.
–No lo sé –aferro el volante. Hay tantas posibilidades desarrollándose en mi mente. ¿Fue Evan? Si lo fue, ¿qué propósito pudo haber tenido para hacer un ritual como ese? Y, si Veronica se equivoca, si no fue un Reg, tenemos problemas más graves que un fogón arruinado.
–Ese pobre mapache –Gemma descansa su cabeza contra la ventana y sus párpados se cierran lentamente–. Espero que se trate de un evento aislado.
–Crucemos los dedos. –Apago las luces altas cuando otro vehículo aparece a la vista y, para cuando vuelvo a encenderlas, Gem ya está dormida.
En la oscuridad, solo con la luz de la luna y las de mi automóvil para guiarnos, un miedo helado recorre mi columna. Me esfuerzo en convencerme por completo de que se trató de un Reg. De que fue Evan, que llevó su apariencia gótica demasiado lejos e incursionó en el lado más destructivo de las artes paganas.
Porque si hay una Bruja de Sangre en el pueblo…
Nadie está a salvo.