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El golpe de sartenes y el olor a tocino frito me arrancan de un sueño inestable. Fragmentos de pesadillas se aferran a los límites de mi consciencia, pero se disuelven como el humo al intentar enfocarme en ellos.

Considerando la situación, probablemente sea lo mejor.

Gemma se extiende en el colchón inflable debajo de mí. Hubo un tiempo en el que nos turnábamos para dormir en la casa de la otra, pero desde que salí del clóset el año pasado, sus padres se han comportado más que un poco extraños conmigo. De pronto, su casa tenía todas esas reglas nuevas (mantener la puerta de la habitación abierta, nada de reuniones sin la supervisión de un adulto, las pijamadas deben ser en habitaciones separadas), como si temieran que mi sexualidad sea contagiosa.

–Buenos días –entono cuando finalmente frota sus ojos y se sienta.

–Buenos días –refunfuña en respuesta. Extiende los brazos sobre su cabeza y bosteza audiblemente–. Así que, anoche fue un gran desastre.

–Y grotesco –agrego y un escalofrío recorre mi espalda. Sujeto las sábanas ajustadas alrededor de mis hombros al sentarme, un escudo afelpado en contra de los recuerdos de los fragmentos de animal masacrado y de la sangre derramada.

–No puedo creer que hablaras con La Innombrable sin que nadie resultara asesinado –Gem toma su cepillo de dientes de su bolso y se dirige al baño–. Es un milagro de verano.

–Muy gracioso, Gem. Realmente.

–Sabes que me amas –dice y desaparece por la puerta. El olor a tocino se intensifica con su partida.

Mientras que Gem ocupa el baño de invitados del corredor, yo recojo mi pelo en una coleta y busco mi móvil, desesperada por ver las noticias. Tal vez la policía ya ha atrapado al Reg descarriado que incursiona en sacrificios mágicos.

Ingreso mi contraseña y me sorprende que mi madre haya dejado que duerma hasta tan tarde. Normalmente, un minuto pasado de las nueve merece un sermón. Por costumbre, reviso mis notificaciones antes de ver las noticias. Estoy etiquetada en algunas fotografías borrosas del fogón, mi fotografía con Gem previa a la fiesta tiene un número decente de nuevos «me gusta» y hay un mensaje directo sin leer esperándome. Sin pensarlo, abro el mensaje y me quedo helada.

Es de Veronica.

Ver resaltar su nombre hace que las lágrimas ardan en mis ojos. Debería borrarlo sin leerlo. Bloquear su cuenta para que no pueda enviarme nada más. Pero no puedo. Tengo que saber. Tal vez escriba para disculparse. Tal vez anoche hizo que se arrepienta de lo sucedido entre nosotras. Tal vez…

Hannah:

Me graduaré hoy, como la mejor de mi clase, justo como lo prometí cuando éramos niñas. Lo logré, Han, realmente lo logré.

Deberías estar ahí, sentada en la primera fila. Escribí gran parte de mi discurso para ti. No estará bien si tú no estás allí. Todos vendrán, todas las familias. ¿Eso no significa algo para ti? Hemos sido amigas todas nuestras vidas. Lo que sucedió en NY no debería cambiar eso.

Yo iría si se tratara de ti.

–V.

Vuelvo a leer su mensaje (codificado para evitar mencionar el aquelarre) y me torturo con sus palabras. ¿Debería asistir? ¿Ella realmente asistiría si nuestros lugares estuvieran invertidos?

Una puerta se abre y se cierra en el corredor. Seco las lágrimas de mi rostro y elimino nuestro historial de mensajes. Mi pecho se comprime al tiempo que años de intercambios desaparecen en un instante. Deseo deshacerlo en el mismo segundo que está hecho, pero como en nuestra relación, lo hecho, hecho está.

Mi puerta se abre y Gemma entra, con el pelo envuelto en una toalla y su camiseta pegada a su piel no tan seca.

–¿Qué haces?

–Nada –Mi voz suena culposa, incluso para mí.

Gemma inclina su cabeza a un lado, algo que luce ridículo con una toalla gigante cubriendo su pelo.

–¿Entonces por qué luces como si alguien te hubiera dado un golpe?

–Yo no…

–Se trata de Veronica, ¿no es así? –Sube a la cama junto a mí y toma mi mano–. ¿Qué ha hecho esta vez? –Miro al techo, como si ello fuera a frenar la oleada de emociones que bañan mis ojos.

–Quería que fuera a la graduación. –Que comenzó hace veinte minutos. Debe estar dando su discurso justo ahora, mirando a un mar de rostros con esperanzas de encontrarme.

–¿Estás molesta por habértela perdido?

Sí. No. Tal vez. Niego con la cabeza.

–No –Juego con mi cobertor–. ¿Eso me convierte en una persona horrible? Hemos sido amigas desde que usábamos pañales, mucho antes de que fuera mi novia.

–¿Esa es su excusa? –Gemma rodea mis hombros con su brazo–. Ella te lastimó, Hannah. No dejes que te haga sentir culpable por intentar sanar. No le debes nada.

–Lo sé. –Si tan solo las cosas fueran tan simples. Si tan solo pudiera borrarla de mi vida por completo–. Pero…

–Sin peros. Has tomado tu decisión y también ella. Ya es demasiado tarde para asistir de todas formas –Gemma se aparta y retira la toalla de su cabeza–. ¿Debemos tener una quema ceremonial de las cosas de Veronica? –Señala mi armario, en donde escondió todos los recuerdos de mi relación en una caja de zapatos–. Sé que dije que debías conservarlos, pero tal vez necesitas una buena purga.

–¡Chicas! –exclama mi madre desde la base de las escaleras antes de que pueda responder–. El desayuno está listo.

Gem se anima ante la mención de la comida. Cepilla su pelo apresuradamente y salta hacia la puerta. Yo la sigo con pesadez, un ogro tosco tras los pasos de su gracia de bailarina.

–Buenos días, señora Walsh –dice Gemma con una sonrisa–. ¿Necesita ayuda para poner la mesa?

–Ya está hecho, pero gracias. –Mi madre señala al comedor por el corredor–. Adelante, solo necesito buscar el pan tostado.

Gemma no necesita que se lo digan dos veces. Prácticamente sale disparada por el corredor y desaparece en el comedor. Pero yo no la sigo. Me dirijo a la cocina, detrás de mi madre.

–¿Hannah? –Mi madre se detiene con un plato lleno de pan tostado en sus manos–. ¿Qué sucede?

–Algo extraño sucedió anoche. En el fogón, Veronica y yo…

–¡Marie! ¿Vienes? –La voz de mi padre atraviesa la casa, profunda y resonante–. Los huevos se están enfriando.

–Lamento que tuvieras una mala noche, Han. –Mi madre pasa el plato a una mano y coloca la otra sobre mi hombro–. Sé que Veronica y tú no están en buenos términos ahora, pero tendrán que aprender a estar en presencia de la otra tarde o temprano. Podemos hablar después de desayunar.

–No, mamá…

Pero ella ya se marchó. La sigo al comedor, en donde huevos fritos, frutas y una pequeña montaña de tocino llenan cada uno de los platos. Mi madre ubica el pan tostado en el centro de la mesa y ocupamos nuestros lugares.

–Buenos días. –Mi padre me sonríe sobre su café.

Mascullo una respuesta sobre el trozo de tocino que metí en mi boca.

–¿Cómo estuvo el fogón? –pregunta él cuando mastico mi pan en lugar de decirle hola. Gemma deja caer su tenedor sobre su plato.

–No creerán lo que sucedió. –Se inclina hacia el frente y yo tengo la boca demasiado llena como para decirle que se calle–. Alguien mató a un mapache y quemó un pentáculo en la tierra. Había sangre por todos lados. Y luego hubo una pelea y una chica se rompió el brazo. No por la pelea, se lastimó antes. Esperen, déjenme retroceder. No estoy contándolo bien.

–Cielos, Gem. Respira en algún momento –digo, en un débil intento de alivianar el ánimo. Mis padres giran para mirarme. Una arruga se profundiza en el ceño de mi madre.

–Lo siento, no era mi intención olvidar la parte más inusual –Gemma ahueca una mano junto a su boca y finge susurrarles a mis padres–. Hannah y Veronica hablaron sin asesinarse una a la otra.

–Ahora eso es algo. –Mi padre ríe amablemente.

Mientras Gemma vuelve a comenzar con su historia, describiendo la escena sangrienta con más detalles de los que cualquiera consideraría apropiados para una conversación de desayuno, las preocupaciones de anoche se filtran en mi mente. Sé que Veronica dijo que se trataba de un Reg, pero ¿y si no lo fue?

–¿Mamá? ¿Tenemos algo de jalea? –pregunto y me levanto de la mesa–. ¿Podrías ayudarme a buscarla? –le lanzo una mirada y espero que ella comprenda su significado.

–Seguro. –Encuentra mi mirada y asiente–. Debería haber en el refrigerador.

–¿Tienen de fresa? –pregunta Gem al pinchar un trozo de melón con su tenedor, ajena a lo mucho que estoy entrando en pánico.

–Es probable. Me fijaré –respondo y guío a mi madre a la cocina. No sé cómo explicar esto mientras que Gemma conversa con mi padre en la otra habitación acerca de la pelea de anoche.

–¿Qué está sucediendo, Hannah? –pregunta mi madre al abrir el refrigerador y extraer un frasco de jalea–. ¿Qué es eso de un sacrificio animal?

Echo un vistazo al comedor, pero estamos lo suficientemente lejos como para no distinguir las palabras de Gemma. Aun así, mantengo la voz baja para contarle a mi madre lo ocurrido anoche. El grito de Savannah. El mapache sacrificado. El pentáculo. Dejo a un lado la parte en la que Veronica utilizó su magia en público. Podré odiar a mi ex, pero no la odio tanto.

Al terminar, mi madre suelta un largo suspiro.

–Los Reg en este pueblo… Su estupidez nunca deja de sorprenderme.

–¿Y si no fue un Reg?

–¿Tú crees que fue una Bruja de Sangre? –Mi madre me lanza una mirada con sus ojos encendidos.

Asiento y mis dedos tiemblan.

–Hannah –Coloca una mano en mi hombro–. No ha habido Brujas de Sangre en Salem desde los juicios. ¿Qué te hace pensar que han regresado?

Ah, no lo sé. ¿Tal vez que Veronica y yo nos topamos con una guerra territorial entre una Bruja de Sangre y un grupo de Conjuradores cuando hicimos un viaje escolar a Manhattan el mes pasado? ¿Tal vez que dicha Bruja de Sangre amenazó con matarme si volvía a verme alguna vez? Pero no puedo decir eso. Nada de eso.

–Puedo sentirlo, mamá. Había una energía en ese ritual. Algo más que un Reg jugándonos una broma.

Mi madre me evalúa, su mirada recorre mi rostro. Me preocupa que vea todas las cosas que estoy escondiéndole, pero ella no dice nada. En cambio, gira sus hombros y une sus manos. El aire se arremolina en el espacio entre ellas, gira más y más rápido hasta que comienza a brillar.

–Se lo haré saber a lady Ariana.

Trago saliva. Con fuerza. Si alguien puede determinar si hay una Bruja de Sangre en el pueblo, es nuestra alta sacerdotisa. Desafortunadamente, también es la persona que tiene más probabilidades de sentir que estoy escondiendo algo, y nadie querría estar precisamente en su lista negra. Jamás.

Mi madre susurra algo dentro de la esfera giratoria y la deja libre. Aunque no puedo verlo o sentirlo (esa habilidad en particular no la aprenderé hasta tener dieciocho), sé que está viajando por el pueblo para llevarle el mensaje a lady Ariana. Pasan algunos segundos y mi madre inclina su cabeza como si estuviera escuchando una respuesta.

–Terminaremos el desayuno, luego Veronica y tú le mostrarán a lady Ariana lo que sucedió anoche.

Antes de que pueda protestar por la inclusión de mi ex, mi madre gira y lleva la jalea de regreso al comedor; la sigo, arrastrando los pies por la alfombra. La pared me provoca una descarga de estática al pasar.

–Lo más cercano que teníamos en el refrigerador era frambuesa. ¿Está bien? –pregunta mi madre con su voz libre de la preocupación que cierra mi garganta.

–Frambuesa está bien. –Gemma se extiende sobre la mesa y acepta el frasco de mi madre.

Yo me deslizo en la silla junto a mi amiga. Su presencia no hace nada para disipar el pozo de preocupación en mi estómago. Revuelvo los huevos en mi plato. Se han enfriado.


Después del desayuno, extiendo todo lo que puedo el tiempo antes de tener que encontrar a lady Ariana en el bosque. Tras cambiar mi atuendo por quinta vez, mi madre finalmente me arrastra fuera de la casa. Dejamos a Gemma en la suya, luego nos dirigimos hacia el lugar el fogón de anoche. Con el desvío, somos los últimos en llegar al bosque. Veronica y sus padres, el señor y la señora Matthews, están esperando fuera de su automóvil, pero lady Ariana aún está en el interior de su antiguo Impala. Es viejo como para estar oxidado y podrido, pero el metal está en óptimas condiciones. Una de las muchas ventajas de ser una Alta sacerdotisa Elemental.

Mientras mi padre estaciona nuestro automóvil, lady Ariana abre su puerta y sale del vehículo. Su pelo plateado está recogido en un rodete alto, las líneas alrededor de sus ojos y de su boca profundamente marcadas. Se desliza sobre la tierra con la clase de gracia que solo la edad y el poder pueden conceder. Me retuerzo apresuradamente para salir del automóvil y me paro junto a la familia de Veronica.

–Enséñenme –lady Ariana se detiene frente a nosotros; sus ojos entornados, casi imperceptibles.

Asiento y avanzo torpemente, con Veronica cerca de mí. Nuestros padres esperan a que lady Ariana pase antes de tomar la retaguardia de nuestro grupo de investigación multigeneracional. El suelo frente a nosotros está apisonado, el césped aplastado por las idas y venidas de cerca de cien estudiantes de Salem High. Con la cantidad de oficiales de policía presentes anoche, me sorprende que no haya una cinta de escena del crimen bloqueando la zona.

Al llegar al punto en donde Veronica y yo peleamos anoche, ella se detiene.

–Estábamos aquí cuando escuchamos el primer grito –su voz es sumisa, pero no confío en ella. Aún viste su vestido de graduación, el color borgoña luce hermoso sobre su piel blanca, y su ruedo roza la cumbre de sus rodillas. La elección de su vestuario parece deliberada, como si intentara recordarme lo que me perdí.

–Seguimos los gritos por aquí. –Paso junto a Veronica y me siento terriblemente mal vestida con mis vaqueros cortos y la camiseta de la Estatal de Salem que mi madre me compró cuando la biblioteca de la universidad estaba en liquidación–. Aquí es. El mapache colgaba de allí. –Señalo la rama de la que anoche pendía el animal de sacrificio. La tierra por debajo sigue roja de sangre.

–Ustedes dos –dice lady Ariana y nos señala a Veronica y a mí–, quédense aquí. –Nuestra alta sacerdotisa atraviesa el pequeño claro, se pone de rodillas y coloca las manos por fuera del charco de sangre. Cierra los ojos, respira profundo y es entonces que el espectáculo realmente comienza.

El viento aumenta, se arremolina alrededor de nosotras y libera mechones de pelo de mi coleta. Mi piel se eriza y tiemblo a pesar del calor de fines de junio. Un ligero temblor corre por la tierra, como la gentil agitación de un charco de agua cuando una piedrita cae en él. La carga mágica en el claro es embriagadora. Intoxicante.

Luego de un momento, lady Ariana se pone de pie, los ojos aún cerrados, y presiona una mano contra el tronco del árbol. Contengo la respiración mientras espero que ella lea la energía que fluye a través de todos los anillos del roble. Mi madre se mueve nerviosamente a mi lado.

–¿Esto fue trabajo de una Bruja de Sangre? –Su voz tiembla y me pregunto si estará pensando en todas esas historias para dormir que me contó; las que incluían Brujas de Sangre tan poderosas que podían controlar la mente o detener un corazón con un solo pensamiento. Me pregunto si habrá enfrentado a una Bruja de Sangre antes. Si sabe lo aterradoras que son su fuerza y su velocidad. Lo rápido que sanan sus heridas.

Lady Ariana niega con la cabeza y palmea el costado del tronco como si fuera una mascota querida.

–No hay indicativos de magia junto al árbol. Tampoco en la sangre.

–¿Así que eso es todo? ¿Aún somos el único Clan en Salem? –El alivio que fluye dentro de mí casi me lleva hasta las lágrimas. Estamos a salvo. Ella no nos siguió a casa.

Lady Ariana hace un mohín.

–¿He dicho que había concluido? –Con un paso ágil y seguro, cruza hacia los restos del pentáculo en llamas. Mientras se arrodilla, Veronica me alcanza y entierra sus uñas en mi piel desnuda.

Arranco mi brazo de su agarre. ¿Qué? Digo la palabra con mis labios para no molestar a lady Ariana.

Veronica señala el pentáculo de cenizas con su cabeza. Sus ojos se amplían cuando lady Ariana coloca una mano sobre la tierra.

Y entonces lo recuerdo.

Veronica utilizó su magia para ayudar a extinguir el fuego.

Veo el instante en el que lady Ariana siente la magia en las cenizas. Sus ojos se nublan; una abrupta ráfaga de viento rompe contra nosotras y me impulsa un paso atrás.

Y luego la tierra nos devora enteras.

–Estoy decepcionada de ustedes. –Se acerca con pasos lentos y deliberados. Nos mira desde arriba, donde nos encontramos enterradas en la tierra–. Especialmente de ti, Veronica. ¿Cómo te atreves a utilizar tus dones en presencia de no-brujos?

Nuestros padres palidecen. La mandíbula de mi madre cae.

Aunque la mayor parte de la ira de lady Ariana está enfocada en Veronica, el pánico cierra mi pecho. Todos mis instintos me gritan que hunda los dedos en la tierra y me libere, pero eso es exactamente lo que ella quiere. Así que permanezco quieta.

El poder crepita alrededor de nuestra alta sacerdotisa y es como si todos los elementos tendieran hacia ella, ávidos de su energía. La suave brisa se convierte en ráfaga. El césped aplastado a su alrededor vuelve a elevarse a su altura normal, vibrante y verde. Tomo aire de golpe cuando la tierra alrededor de mis piernas se ajusta y asciende hasta cortarme la respiración.

–Exijo una explicación –la voz de Ariana es baja, pero aun así penetra el aire, se cuela en mis oídos y hace que su desaprobación sea imposible de ignorar–. No encuentro rastros de magia de Sangre. Así que, vuelvo a preguntar, niña. ¿Por qué has utilizado tu magia tan descuidadamente?

Veronica se tensa a mi lado. Un lamento ahogado sale de sus labios y se esfuerza por inhalar mientras que la tierra se ajusta sobre su pecho. Sus padres intercambian una mirada de preocupación, pero no intervienen. Nadie interviene cuando una alta sacerdotisa disciplina a su aquelarre.

–No lo habría hecho de haber tenido otra opción –responde entre jadeos.

–El altruismo no es una excusa para romper las leyes del Consejo.

–Pero…

–El Consejo no da lugar a excepciones. Nuestra sola existencia exige absoluto secreto. –Lady Ariana suspira como si estuviera a punto de hacer algo que le resulta desagradable.

–¡Espera! –Lucho contra la tierra, pero no cede–. No es su culpa. No tenía opción. Esos chicos, estaban peleando y casi ruedan sobre las llamas. Nadie la notó. Lo juro.

–¿Estos «chicos» eran Regs?

–Bueno, sí. –La tierra se ajusta a mi alrededor.

Una sonrisa triste suaviza su rostro arrugado y noto un destello de algo que nadie más ve en ella. El amor, y la decepción, de mi abuela.

–Espero más de ti, Hannah. La última vez que las brujas se volvieron descuidadas con su magia, los Regs se levantaron en contra nuestra. Los Cazadores de brujas mataron a cintos antes de que formáramos el Consejo y los venciéramos. Asesinaron a Conjuradores en este mismo pueblo. Tú lo sabes.

–Lo sé –protesto. No soy yo quien necesita una lección de historia–. No utilizamos nuestra magia en público. No nos arriesgamos por los Regs. No es nuestra responsabilidad salvarlos de sí mismos –digo, repetición de su recordatorio semanal en las reuniones del aquelarre.

–Puede que lo sepas, Hannah, pero no lo entiendes. –Mi abuela suspira y vuelve a convertirse en lady Ariana, alta sacerdotisa de uno de los aquelarres Elementales más grandes de América–. Lo aprenderás. A tiempo.

No me gusta cómo suena eso.

–Veronica, nuestra próxima lección privada se retrasará un mes.

–¿Un mes? –A mi lado, Veronica palidece–. Pero nuestra próxima lección no será hasta agosto. Si le suma un mes, ¡habré partido a la universidad!

–Debiste haber pensado en eso antes de decidir hacer uso de tu magia tan descuidadamente. Agradece que no te envíe a la universidad con un hechizo de atadura. –La amenaza de lady Ariana pende en el aire y revuelve mi estómago a pesar de que no está dirigida a mí. La idea de utilizar un anillo de atadura otra vez, de tener la magia fuera de mi alcance, es intolerable–. Hannah, compartirás el castigo de Veronica. Retrasaré tu iniciación final treinta días.

–¡Pero yo no he hecho nada! –Toda la magia que he ansiado aprender toda mi vida (mensajes aéreos, predicciones y creación de fuego) se aleja más de mi alcance.

–¿No es algo duro, madre? –pregunta mi padre en mi defensa–. Hannah nos contó del ritual Reg esta mañana.

–¿Ha mencionado la trasgresión de Veronica? –La expresión de lady Ariana permanece impasible. Como mi padre no responde, niega con la cabeza–. No puedo mostrar favoritismo por ella, Tim, al igual que no he podido hacer lo mismo por ti. Ella y Veronica compartirán el mismo castigo. Y por su exabrupto, quedará fuera de la reunión de esta semana también.

Enfado y amarga decepción se encienden en mi interior y requiere de cada pizca de autocontrol el mantener mi boca cerrada. Contener las lágrimas que queman en mis ojos. Lanzo una mirada furiosa a Veronica, cuyo exabrupto no provocó la extención de su sentencia, pero no oso decir nada. Con mi suerte, perdería otra semana de lecciones por respirar demasiado fuerte.

–Vamos. –Lady Ariana empuja a nuestros padres de regreso a los automóviles–. Las niñas necesitan tiempo para considerar sus acciones. –Me mira sobre su hombro y noto un breve rastro de amor familiar–. Buena suerte.

Estas brujas no arden

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