Читать книгу Estas brujas no arden - Isabel Sterling - Страница 15
Оглавление5
Estamos atrapadas.
Requiere de cada pizca del control que me han inculcado toda mi vida el mantener el pánico a raya. Apelo a la tierra, para intentar convencerla de que me deje ir, pero aún está saturada con el poder de mi abuela. Su magia es fuerte. Inflexible. Al igual que ella.
No iremos a ningún lugar.
–Esto es ridículo –protesta Veronica cuando está segura de que estamos solas–. Tengo tres fiestas de graduación esta noche. Esto arruinará mi manicura.
Cierro los ojos (en parte para evitar ponerlos en blanco por las prioridades detestables de Veronica) y presiono contra el poder de la tierra, le suplico que se mueva, que se afloje, que me libere de su control.
–Sí, bueno, quizás no deberías haber utilizado tu magia en público. Te has vuelto descuidada.
–Bueno, si no estuvieras tan irracionalmente asustada de las Brujas de Sangre, lady Ariana nunca lo habría descubierto. –Veronica maldice al forcejear con la tierra inmóvil–. Esto es tan culpa tuya como mía.
–No es irracional temer a alguien que ha intentado matarte –replico y ella finalmente cierra la boca. Vuelvo a intentar con el poder de la tierra, pero soy como una hormiga queriendo mover una montaña. No ayuda que la tierra siempre haya sido mi elemento más débil.
Veronica no parece estar teniendo mejor suerte. Forcejea y protesta, pero permanece firmemente enraizada en la tierra.
Mientras presionamos a nuestra magia para desenterrarnos de nuestras tumbas verticales, mi mente regresa a anoche. ¿Qué razón podría tener un Reg para hacer esto? ¿Qué esperaba lograr? Y luego, la mayor pregunta: ¿quién fue?
Evan aún parece ser el mayor sospechoso, dadas sus compras en el Caldero, pero eso no significa que haya sido él.
También está Nolan. Ciertamente tuvo una fuerte reacción ante el sacrificio. ¿Estaba realmente enfadado o simplemente utilizó su rabia para ocultar su participación? Tuvo mucho tiempo para desarrollar el sacrificio antes de que Gemma y yo llegáramos al bosque.
O tal vez ni siquiera se suponía que fuera un hechizo. Tal vez Savannah intentaba jugar conmigo otra vez. Luego de resbalar en la sangre y lastimar su muñeca pudo haber fingido ver a alguien corriendo fuera de la escena de su crimen.
–Esto es inútil –Veronica suspira. Su frente está mojada de sudor–. No hay manera de que podamos superar la magia de lady Ariana.
Ella tiene razón, pero no lo admito. No digo nada. A pesar de lo que ella piense, todo este asunto es su culpa.
La brisa aumenta y aplana el césped que alcanza prácticamente el nivel de nuestros ojos. Lady Ariana hechizó la tierra, pero no ha tocado el aire.
–¿Recuerdas cuando Gabe tenía ocho y se sacó su hechizo de atadura sin permiso en nuestra celebración de Beltane? –pregunto y el recuerdo del hermano menor de Veronica inspira una sonrisa en mis labios a pesar de todo. Ella ríe.
–Se mareó tanto por bailar alrededor del palo de mayo que levantó un ciclón que casi arranca todo el jardín de lady Ariana. –Lanza chispas por los ojos–. Su primera iniciación solo fue retrasada dos semanas por eso.
–Era un niño, V. por supuesto que su sentencia fue más leve. –La miro con el ceño fruncido–. Y estaba rodeado por el aquelarre, no por una banda de Regs.
–¿Cuál es el punto?
–Mi punto es que tengo una idea. –Recurro al aire, mi magia crepita bajo mi piel y tomo control de su voluntad. Se resiste al comienzo (el aire es un elemento escurridizo), pero pronto acude a mi llamado y empieza a girar.
Requiere de toda mi concentración el hacer girar el aire en un pequeño ciclón y evitar que se vuelva demasiado grande. El minitornado suelta mi pelo y lo arroja sobre mi rostro. Cuando el viento alcanza su máxima velocidad, envío al ciclón a penetrar bajo la tierra. Vuela polvo en el aire y mi excavadora improvisada afloja la tierra que me aprisiona. Presiono hasta que me duelen los músculos, hasta que mi poder se desvanece, y solo puedo esperar que sea suficiente.
Cuando el viento se calma y el polvo se aquieta, Veronica y yo estamos cubiertas de escombros. Salgo de mi tumba liberada y caigo de espaldas, mi pecho agitado por el esfuerzo.
–Astuta –dice Veronica con una sonrisa en su rostro. Si no la conociera bien, pensaría que parece orgullosa. El calor en su mirada, la familiaridad de esa expresión en sus ojos que dice que somos nosotras contra el mundo, penetran la armadura sobre mi corazón.
No puedo hacer esto. Ya no.
Mientras Veronica respira profundo e imita mi técnica, me pongo de pie y escapo del claro, forcejeando contra el impulso del viento en mi espalda.
–Hannah, espera. –Crujen ramitas detrás de mí cuando Veronica se apresura para alcanzarme. Me detiene a un paso de los automóviles, en donde aún estamos ocultas de la vista.
–¿Qué quieres? –Me resisto a su contacto. Ella da un paso al frente, pero no responde. Luce… confundida.
–¿Por qué lo hiciste?
–¿Hacer qué?
–Me has defendido. Frente a lady Ariana entre todo el mundo. ¿Por qué?
–Si Benton no me hubiera atrapado, yo habría hecho lo mismo. –Me fuerzo a encogerme de hombros, pero el movimiento es contenido por su cercanía.
–Pero no lo hiciste. –Niega con la cabeza y se acerca más. Pasa sus dedos por mi brazo desnudo y cubierto de tierra–. Creo que es más que eso. –Intenta entrelazar nuestros dedos–. ¿Aún me amas?
Sus palabras resuenan en mis costillas y es todo lo que puedo hacer para negar con la cabeza. Arranco mi mano de la suya y me alejo fuera de su alcance. No puedo dejar que vea cuánto mi piel canta con su tacto. Lo ciertas que solían ser sus palabras.
–Vamos, Hannah –su voz se quiebra y no puedo tolerar mirarla–. Éramos tan buenas juntas.
Pero no lo éramos.
–No puedo hacer esto ahora. –Intento salir corriendo, pero Veronica bloquea mi paso. Se acerca y su esencia familiar (jabón corporal de flores y champú de coco, ahora con un rastro de tierra) me invade. Inunda mis sentidos hasta ahogarme.
Se inclina hasta que su frente se apoya contra la mía.
–No puedes negar que me extrañas –susurra, su aliento cálido en mi rostro–. Te extraño tanto.
Quiero decirle que no. Que se equivoca, que nunca la he amado, pero no puedo. Primero como una amiga y luego con la mujer que creí que me casaría. Y ahora, teniéndola tan cerca, eso es lo único que puedo recordar.
En mi silencio, Veronica se adelanta y cubre la brecha final.
Y luego estoy volando.
Sus labios son cálidos sobre los míos y todos los sentimientos que intenté enterrar vuelven a la vida. El amor, la pasión, el calor de todo lo que compartimos. En contra de mi buen juicio, correspondo a su beso. Nada en este momento es suave, es frenético. Hambriento. Lleno de dolor.
Cierro mis brazos alrededor de su cintura y mis manos se deslizan por la delgada tela de su vestido. El que escogimos juntas. La aferro más cerca de mí, hasta que nuestros cuerpos están pegados, pero aún no es suficiente.
Veronica muerde mi labio y el dolor me recuerda las muchas razones por las que esto debe terminar. Me aparto y odio lo mucho que su repentina ausencia me afecta. Mi cuerpo no se siente completo sin tenerla pegada a mí.
–No podemos hacer esto. Yo no puedo hacer esto. –Mi respiración sale agitada y no soy capaz de contener las lágrimas–. Terminamos.
–¿Pero por qué? Éramos perfectas juntas. Podemos volver a tener eso. –Las lágrimas se acumulan en sus ojos y hacen que su verde brille más–. Me quieres tanto como yo te quiero a ti. Ese beso lo prueba.
–Solo prueba que me siento sola.
–Ah, por favor. Había pasión en ese beso. –Seca sus lágrimas, con movimientos apresurados, como si odiara demostrar debilidad. Pero luego se suaviza–. Te amo.
–No, no lo haces. –La esquivo y continuo mi camino hacia el automóvil de mis padres. Estoy rebalsando con todos los motivos por los que no podemos estar juntas–. Amabas tener una novia que nunca decía que no. En el instante en que alcé la voz para decir lo que yo necesitaba, me abandonaste.
–Eso no es verdad. –Sujeta mi brazo y me hace girar para enfrentarla.
–¡Lo es! –mi voz resuena por el bosque y echa a las aves a volar–. ¡Te dije que no estaba cómoda con esas Brujas Conjuradoras, pero no te importó! Estabas tan ocupada intentando impresionarlas que no me escuchaste.
–Hannah…
–No. No podrás dar vuelta esto. No de nuevo. –Mi respiración sale en jadeos breves y dolorosos. Un dolor fantasma se extiende por mis extremidades–. Ni siquiera me ayudaste cuando fui atacada por una Bruja de Sangre, porque estabas demasiado ocupada lamiendo las botas de personas que nunca volveríamos a ver.
Los recuerdos amenazan con arrastrarme como la resaca. El dolor florece en mi rostro. Mi sangre en las manos de la otra bruja. Su sonrisa al tomar el control de mi cuerpo y forzarme a caer de rodillas.
–¿Puedo hablar ahora? ¿Me interrumpirás otra vez? –Cuando cruzo los brazos sin decir nada, ella continúa–. Debo admitir que el asunto con la Bruja de Sangre no fue mi mejor momento…
–Casi me mata. ¿Tienes idea de cómo se siente que una Bruja de Sangre tenga posesión de tu cuerpo?
–… pero no puedes tirar a la basura toda nuestra historia por una mala decisión –concluye, como si no estuviera siquiera escuchándome. Lo que es la mitad de nuestro problema.
–Bien, olvida Nueva York –digo, incluso mientras recuerdo la sensación de las manos de la bruja cerradas sobre mi garganta. Veronica estaba tan atraída por el trío de Brujas Conjuradoras de Manhattan que se rehusó a escucharme. Incluso me abandonó en Central Park cuando le rogué que dejara de hablar con ellas. La Bruja de Sangre me atacó momentos más tarde al confundirme con una de las Conjuradoras. Hago a un lado el recuerdo y concentro mi enfado en Veronica.
»Toda nuestra relación se trató de que yo hiciera lo que tú querías. Tú decidías cuándo nos veríamos y qué haríamos. Siempre escogías el restaurante. ¡Incluso has intentado decir cómo y cuándo terminaría nuestra relación!
–¿De qué estás hablando? –Retrocede un paso, con una arruga de confusión en su ceño.
–No soy ciega, V. Capté cada uno de tus comentarios de «la distancia es tan dura» y «conservar a las parejas del instituto en la universidad es casi imposible». Sé que planeabas romper conmigo cuando te fueras a la universidad.
–Nunca dije que quisiera romper contigo. –Las lágrimas arden en los ojos de Veronica, pero ella no las deja caer–. No me equivoco. Las relaciones a distancia son duras, pero creo que podemos lograrlo. Quiero que lo logremos.
–Es no importa. Ya no. –La rodeo y me dirijo al automóvil–. Es demasiado tarde para regresar a lo que teníamos.
–¿Por qué? –Aferra mi muñeca con fuerza–. ¿Por qué no podemos regresar?
Ella nunca lo entenderá. Esa revelación se lleva todo mi ánimo de pelear y solo me deja un dolor de cabeza. Con cuidado, retiro mi muñeca de su mano.
–Porque –digo, con la voz tan baja que casi es consumida por las lágrimas–, estoy aquí parada, diciéndote cuánto me has lastimado y no puedes oírlo. –Mis ojos se llenan de lágrimas. He perdido las fuerzas para ocultarlas–. Rompiste mi corazón y ni siquiera lo has notado. ¿Cómo puedo…? –Se me cierra la garganta y aparto la vista–. ¿Cómo podría confiar en que vuelvas a unir las piezas?
Con eso Veronica se queda en silencio. Levanto la vista y la descubro observándome, pero no habla.
No espero que lo haga. No queda nada más que decir. Vuelvo a girar para marcharme.
–Esta conversación no está terminada.
Mi respuesta se clava a mi garganta. No puedo siquiera mirarla.
–Sí. Lo está.