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ОглавлениеCapítulo 1
AARÓN
Con incertidumbre doblo la nota y la apilo junto con mi celular, a un lado de la lámpara que reposa sobre las novelas de ciencia ficción, encima de mi escritorio. Antes de partir, guardo en mi mochila la rastra de pozo que hallé entre los artilugios de mi abuelo, una soga, varias mudadas, una fotografía de él, herramientas y todos mis ahorros. Cargo el equipaje. Son las dos de la mañana. Mis padres duermen. No notarán mi ausencia al menos por esta noche.
Con mucha delicadeza, muevo las cuatro cajas de historietas que obstruyen la puerta del balcón de mi cuarto; las apilo una sobre otra detrás de mí y después giro la perilla, muy sereno. Cuando estoy al otro lado, el espectáculo nocturno de las luces que titilan en lo alto de la ciudad aquieta mi ímpetu, así como los fríos abrazos que me obsequian los alborozados espectros de la madrugada.
Cierro los ojos e inhalo. No hay marcha atrás. Apenas me sujeto de la baranda del balcón, calculo la distancia que hay de donde estoy, a la reja de seguridad de la ventana del primer piso. Encajo la punta de mi pie derecho encima de la reja procurando no rozar la ventana, y estiro mi cuello para ver dónde acaba la pared; construyo un gancho con mis dos manos, para sostenerme de los balaustres de hierro y, con el pie izquierdo, piso en la siguiente reja, contrayendo a la vez mi torso. Aunque los nervios quieran traicionarme, impulso mi cuerpo y extiendo la mano derecha como un resorte, hasta sujetarme de la primera reja de la ventana; después mi otro brazo y listo. De un salto, termino en la acera con las rodillas magulladas.
Los callejones están atiborrados de serpenteantes constelaciones, como si formaran una flecha, que pareciera guiarme hacia mi lóbrego destino. Desde ahora, la esperanza ya no patrocinará mi existencia. Es lo último que me arrebataron.
En cuanto curvo la esquina del callejón, reflexiono sobre las lágrimas que emanan, quizá no sean las últimas, así que, con el puño de mi chaqueta las seco. Doy un último vistazo a la casa en donde crecí, ¿papá y mamá, adivinarán el porqué de mi huida? Si no es así, la nota que les dejé se los aclarará.
El viento helado lastima mis oídos, por ende, me cubro con la capucha después de sacar unos guantes de lana de la mochila. La buena noticia es que, si bien todo el mundo me hizo creer que Elliot fue producto del coma, las secuelas de su leal e incondicional amor han clarificado mi mente; por consiguiente, me han encauzado a la clarividencia. Elliot, está allí, afuera, en alguna clínica del país, quién sabe de qué tipo, esperando que lo rescate.
Muchos me han reiterado que la esperanza es lo último que se pierde; lo admito, la perdí desde nuestra primera batalla. Perdí la esperanza en la humanidad. Por si fuera poco, también perdí la esperanza en mí. Ya no hay remedio conmigo. Si en mí se ha desarrollado algún tipo de enfermedad como los “normales” lo llaman, es una pena, porque no hay cura…. Es lo que pienso. Es agotador disputar con las injurias y el odio que reciben a diario personas como nosotros, solo por el hecho de sentirse y amar diferente.
No sé si haya antídoto para dejarlo de amar, o si alguien como yo llegó a sanarse en algún punto. Aunque soy joven para entender el amor, sé que es ilógico prohibirlo. No somos una enfermedad o unos pecadores como nos han catalogado, tenemos un propósito en esta vida; la única diferencia, es que padecemos y sufrimos el doble que los demás. Sí, es la única diferencia. Nuestras elecciones nos hicieron merecedores a batallas que solo nosotros conocemos. Nuestras elecciones nos han hecho únicos, pero no diferentes. Papá y mamá entendieron y aceptaron sus diferencias cuando decidieron unirse, quiero decir que, el uno amó lo que le hacía diferente del otro. Pero cuando mis diferencias aparecieron, se deshicieron de mí y prefirieron callarme que aprender a amarlas y aceptarlas.
Mamá, tal vez tiene razón:
—No hay justicia para nosotros.
—Jamás encajaremos con normalidad.
—La aceptación quizá demore o nunca llegue.
Pero prefiero encajar en él que en el mundo.
Es todo lo que necesito.
Ahora más que nunca sé por quién debo luchar y quién es mi única familia: Elliot. Mi elección por lo general será él.