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Capítulo 5

“El sauce”

Navy atravesó la pared de agua que caía con fuerza y aterrizó en una especie de río subterráneo que parecía adentrarse en el interior de la cueva. Enseguida se percató del silencio y la oscuridad que lo rodeaban y cuando volvió la cabeza vio que la cascada que acababa de traspasar había desaparecido por completo, como si hubiese sido sustituida por una pared sólida y oscura, como el resto de la cueva.

—¿Dónde estoy? Casi no veo...

Navy dejó que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad como si fueran los de un búho, por lo que no tardó en apreciar unas pequeñas luces que brillaban al fondo. Intrigado por ellas, pensó en ir en esa dirección nadando por el río. Sin embargo, a medida que avanzaba por la corriente, sintió que perdía la sensibilidad de su cola de delfín. Miró hacia abajo, pero ésta había desaparecido. De nuevo estaban sus piernas, al tiempo que también su aleta dorsal había desaparecido.

—Vaya ¿qué ha pasado? Yo no elegí volver a la normalidad —se dijo a sí mismo.

Entonces, recordó la sensación que había tenido al atravesar la cascada.

—Quizás haya sido la cascada la que me ha devuelto mi forma humana —pensó Navy.

Recuperada su propia naturaleza y, completamente desnudo, comenzó a nadar a la manera humana hacia las luces parpadeantes que, inexplicablemente, le atraían. Poco a poco, la cueva se iba ensanchando y esas luces se iban haciendo más brillantes, de manera que Navy podía ver la multitud de estalactitas que colgaban del techo, ofreciéndole un magnífico espectáculo. El chico se apoyó en una roca para descansar y para admirar la belleza de la cueva.

Tras descansar un poco, siguió adelante hasta encontrarse con una especie de recodo, lo dobló y entonces vio un precioso jardín lleno de vegetación: flores de mil colores, plantas diversas y una extraña luz que lo iluminaba todo, pero que no se sabía de dónde provenía (al fin y al cabo, seguía en el interior de una cueva). Y, en el centro de ese maravilloso jardín, un enorme sauce, alrededor del cual volaban miles de luciérnagas. Abrumado por la especial belleza del ambiente que le rodeaba no pudo evitar preguntarse en alta voz:

—¿Qué es esto? ¿Dónde estoy?

—Guerrero, acércate —dijo de repente una voz.

—¿Quién ha dicho eso? —preguntó Navy intentando ver quién le hablaba.

—Me tienes delante. Puedes llamarme Ánzant.

Sin saber cómo, Navy comprendió inmediatamente que quien le hablaba era el sauce que se erguía majestuoso delante de él, en un islote rodeado de agua poco profunda. De hecho, ya nada le sorprendía en exceso, y empezaba a pensar que todo era posible en este mundo paralelo en el que estaba… Ánzant desprendía un aura muy poderosa y pura, lo que hizo que Navy confiara en él desde el primer momento.

—Acércate —dijo Ánzant, con una voz que a Navy le resultaba extrañamente conocida...

Navy salió del agua y subió unos escalones de piedra para llegar al pequeño islote en donde se encontraba el sauce, que parecía un árbol antiquísimo. Sus ramas estaban en flor y emitían un brillo que creaba un aura mágica a su alrededor. Navy, maravillado por la preciosidad del sauce, se situó debajo de sus ramas e intentó cubrir su desnudez con algunas hojas.

—No tengas vergüenza, Navy. Aquí debes mostrarte tal cual eres—dijo Ánzant.

Navy le creyó y soltó las hojas.

—Has llegado hasta aquí. Eso dice mucho de tu fuerza y tu determinación. Pero aún te falta bastante para poder asumir la tarea a la que te vas a enfrentar.

—¿Y cómo puedo obtener todo lo que me falta?

—Yo te ayudaré. Te daré el poder de controlar la energía espiritual como hacen tus maestros —dijo Ánzant.

—Con la palabra maestros te refieres a Anaiyu, Owlen y Wolf, ¿verdad?

—Sí, ellos mismos —respondió el árbol.

En ese momento, una rama del gran sauce se dobló hacia Navy hasta tocar su entrecejo, él sintió como si saltara una chispa, e, inmediatamente, notó como su conciencia y la del árbol se conectaban.

—Yo he sido testigo de todas las conciencias de cada guerrero, pero tú tienes algo especial. A pesar de tu corta edad, tu nivel espiritual es más alto que el de cualquiera de tus antecesores.

Ánzant decía esto con una voz grave y seria que Navy ya no escuchaba en sus oídos, sino en su interior. Se sintió halagado por estas palabras, aunque, al mismo tiempo, sentía el peso de la responsabilidad de saberse elegido.

—Mi espíritu ha cumplido su misión en esta forma física —continuó el árbol—. A partir de ahora me alojaré en tu conciencia. Siempre que quieras pedirme consejos, solo siéntate a meditar.

—¿Dónde tengo que meditar para hablarte? —preguntó Navy—. Presiento que no puede ser en cualquier lugar.

—Solo confía en tu instinto, él te dará la clave. Pero, sobre todo, recuerda: tienes que entrenar muy duro, ya que todos los seres de este mundo espiritual que es Sílcux han depositado sus esperanzas en ti.


Mientras terminaba de hablar, la rama del gran sauce se separó del entrecejo de Navy y este experimentó que las dos conciencias se desconectaban.

—Ahora vuelve con Anaiyu.

—¡Gracias, Ánzant!

—No hay de qué, es mi deber —dijo el gran sauce, mientras desaparecía tras haber cumplido su misión.

Navy volvió al río que conducía a la cascada. Mientras nadaba, reflexionaba sobre lo que le acababa de pasar y comenzaba a ser consciente de la enorme tarea que le esperaba. Sin embargo, estaba decidido a entrenar duro para salvar tanto al mundo espiritual de Sílcux como a su propio mundo, la Tierra.

Lycanth-Boy

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