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Capítulo 3

“El dios lobo”

Cuando Navy despertó, se encontró en una cama sencilla pero muy cómoda en la que le había colocado Anaiyu para que entrase en calor y descansase. No sabía cuántas horas había dormido, pero tenía la sensación de que había pasado bastante tiempo. Se encontraba bien y descansado; pero pronto notó que todavía le dolía el cuerpo después de su accidentado viaje.

—¡Ay, mi cabeza! —dijo Navy al incorporarse.

—¡Genial, estás despierto! —contestó Anaiyu con voz alegre.

—Tú tienes que ser Anaiyu…

Anaiyu asintió con una sonrisa en su rostro.

—Vamos a quitarte esta ropa rota y a curarte las heridas, ven.

Anaiyu le dio un bastón y le ayudó a ponerse de pie. Luego le hizo pasar a un espacio que parecía una enfermería donde se tenía que quitar la ropa, hecha jirones, para curarle mejor.

—Te llamas Navy ¿verdad? —dijo mientras le vendaba el brazo para protegerle las heridas.

—Sí, ¿cómo lo sabes? —le preguntó el chico, intrigado.

—Owlen me lo dijo cuando te metí adentro. También me contó todo lo que has tenido que pasar para llegar hasta aquí.

—Pero… ¡Owlen no pudo acompañarme por culpa de su ala rota! ¿Cómo te lo contó?

—No me hace falta encontrarme físicamente con él para hablarnos: él y yo nos comunicamos sin necesidad de palabras.

Navy trataba de asimilar lo que le decía Anaiyu, pero en ese momento lo que más le preocupaba era la salud de su amigo.

—¿Sabes si está bien?

—Tranquilo, está bien, descansa en un hospital espiritual.

Navy se quedó con ganas de preguntar qué era eso del hospital espiritual y qué diferencia había con los que él conocía, pero se dio cuenta de que la forma en la que Anaiyu curaba sus heridas no tenía nada que ver con la que los médicos del mundo real lo hacían.

—¡Ya está! He acabado —dijo por fin Anaiyu.

Navy se incorporó y comprobó que podía caminar perfectamente sin el bastón y que incluso el dolor de cabeza había desaparecido.

—Quédate ahí de pie un momento —añadió.

Navy se fijó en la expresión del dios lobo mientras este se concentraba: en su cara empezó a dibujarse una especie de máscara con forma de «W» que pasaba por debajo de los ojos y que acababa en ambas orejas. De repente, de un punto de esa «W», en el entrecejo, salió un rayo de energía, un haz de luz que alcanzó a Navy vistiéndolo con una túnica blanca.

—Vaya ¡qué cómoda es esta tela! —dijo Navy mientras comprobaba que la marca desaparecía de la cara de Anaiyu—. Por cierto, ¿qué era esa línea que ha salido en tu frente?

—Es la marca de la manada —contestó Anaiyu—. Todos los espíritus de nuestra manada la tienen. Y tú también.

—¿Yo? —preguntó Navy, lleno de estupor.

—Sí, aunque no se te vea, tú también la tienes.

El chico se tocó la frente, pero no se notó nada raro...

—Tranquilo. Ya tendrás tiempo de ver cómo va apareciendo y el poder que tiene. Pero ahora necesito que me entregues el amuleto que te dio Wolf —le dijo Anaiyu mientras extendía la mano—. Tengo que purificarlo tras todo lo que ha sucedido.

Navy se quitó el talismán del cuello y se lo entregó con total confianza. Entonces Anaiyu, utilizando su poder espiritual, extrajo las energías negativas que se habían acumulado en el amuleto y se lo devolvió. Navy se lo puso de nuevo al cuello y, de repente, sintió que su cuerpo era invadido por una energía enorme.

—¡Guau! ¡Es increíble! —dijo el chico entusiasmado—. ¡De repente, me siento muy fuerte! ¿Qué es esto? —preguntó Navy.

—Es la energía y la esencia de todos los animales espirituales. Un poco menos de esencia que de energía, porque la cantidad de esencia no importa en absoluto.

—¡No he entendido nada de lo que me has dicho!

—No te preocupes. Lo importante es que entiendas que, a partir de ahora, no debes separarte de este amuleto.

—¿Por qué? ¿Qué quieres decir con eso de «a partir de ahora»? —preguntó Navy.

—Siéntate —dijo Anaiyu con un tono serio en su voz.

Navy comprendió que se trataba de algo importante y se sentó, expectante. Tras una pausa, el dios lobo comenzó a hablar.

—¿Has oído hablar alguna vez de Sylas? —Navy negó con la cabeza—. Sylas es la misma personificación del mal. Es un ser maligno, muy poderoso, pero una fuerza superior lo mantiene confinado e inactivo la mayor parte del tiempo. Sin embargo, cada tanto, esa fuerza flaquea y Sylas despierta, amenazando con destruirlo todo. No sólo este mundo etéreo de los espíritus al que llamamos Sílcux, sino también el mundo físico, es decir, el planeta en el que tú vives.

—¿Qué? —gritó Navy con un tono de preocupación—. Quieres decir que…

Anaiyu asintió con gesto grave.

—Así es. Tu casa, tus seres queridos, tú mismo… todo lo que conoces y amas podría quedar destruido.

—Pero… ¡No podemos dejar que eso ocurra!

—No, y por eso estás tú aquí.

Navy lo miró, perplejo. No sabía muy bien qué había querido decir con aquella frase… El gran maestro se lo explicó con calma, tratando de tranquilizarle.

—La fuerza de Sylas, cuando despierta, es inmensa. Solamente un ser humano con un grado espiritual elevado puede ayudarnos a vencerlo; por eso, cada vez que esto sucede, debemos elegir a una persona que nos ayude en la lucha. Eso es lo que llamamos un lycanther.

—¿Un lycanther? —preguntó Navy, sin apenas creer lo que estaba escuchando. —¿Y está vez me habéis elegido a mí?

Anaiyu asintió. Navy lo miró en silencio y comenzó a sentirse nervioso, abrumado por la responsabilidad.

—No estoy seguro de poder hacerlo— dijo por fin.

—Puedes hacerlo ¡Y debes hacerlo!

—Pero ¿por qué yo? ¡No soy un guerrero! —se quejó—. ¿Y si no tengo la fuerza suficiente?

—La fuerza espiritual es grande en ti, aunque todavía no sabes dominarla. Tendrás que entrenar duramente para conseguirlo. Y no lo harás solo, tanto yo como Owlen y Wolf y otros maestros del mundo de Sílcux estaremos a tu lado.

Navy se tranquilizó un poco al saber que podía contar con la ayuda de Anaiyu y de sus amigos. Por fin, fue capaz de dejar a un lado sus dudas.

—Está bien. Lo haré.

—No esperaba menos de ti —contestó Anaiyu.

—Pero ¿cuánto falta para la batalla?

—Aún falta un año para que Sylas despierte.

—¿Un año? ¿Y qué pasará con mi familia en la Tierra durante todo ese tiempo?

—Tranquilo. Un año en Sílcux equivale a una hora en tu mundo— dijo Anaiyu—. Sin embargo, tenemos que apresurarnos. Mañana mismo comenzaremos con tu entrenamiento. Aunque antes… tendrás que bañarte.

Anaiyu hizo un gesto con su mano y la puerta de la cabaña se abrió de par en par, dejando ver un precioso paisaje dominado por una laguna. Navy se quedó boquiabierto: ese lago no estaba allí la noche anterior, cuando él terminó de escalar el precipicio. Era como si la casa hubiese cambiado de lugar de manera mágica mientras él dormía. Maestro y aprendiz salieron para admirar aquel hermoso lugar.

—¡Es precioso! —dijo Navy

—Es el Lago de la Sabiduría del Guerrero. Lo llamamos así por las propiedades milagrosas que otorga a quienes nadan en él.

—¿Y cuáles son esas propiedades? —preguntó el chico.

—No lo sé… solo funciona con los guerreros elegidos —dijo Anaiyu en un tono enigmático—. Pero sí sé que es algo muy bueno, ya que todos aquellos que han entrado han salido dispuestos a vencer al mal.

Navy no podía apartar los ojos de esa laguna que parecía atraerle como un imán.

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