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—Me hablaron del bolso —dijo Elena, sentada en el café enfrente de Slim—. Los investigadores creían que lo más probable es que lo encontrara un zorro y lo dejara caer en el suelo después de conseguir la comida. En realidad, fue como un pequeño destello, algo, pero también nada, si entiende lo que quiero decir.

Slim asintió. No contó a Elena sus sospechas, porque no era algo que pudiera probar ni quería darle esperanzas acerca de lo que era una pista tenue en el mejor de los casos.

Sacó una hoja de papel de su bolsa y se la pasó a Elena.

—Mi ayudante consiguió esta lista de personal de la Enfermería Real de Manchester aproximadamente cuando su madre trabajaba allí. —Elena parecía sorprendida, tal y como se había sentido Slim cuando Kim le mandó la lista por fax.

—¿Cómo ha conseguido esto?

Slim sonrió.

—Tengo contratado a alguien mucho más listo que yo. Evidentemente, ha pasado mucho tiempo y muchas de estas personas serán ancianas o incluso pueden haber muerto. Mi intención es hablar con tantas como me sea posible, pero, para ahorrar tiempo, me gustaría que echara un vistazo a esos nombres y me dijera si hay alguien al que reconozca, alguien a quien haya oído mencionar por su madre, alguien que sea un amigo.

Elena frunció el ceño mientras repasaba la lista. Slim se preguntó si su memoria sería fiable.

—Bueno —dijo—, hay un par de nombres que recuerdo que mencionó… Ah, aquí. Tim Bennett. Era un especialista de su pabellón. Y esta: Marjorie Clifford. Recuerdo haber oído a mi madre decir su nombre en más de una ocasión. Parecía que eran amigas. —Miró al frente y sacudió la cabeza—. Siento no poder ser más útil. Ha pasado mucho tiempo. Y yo estaba llegando a esa edad, ya sabe, en la que hablaba con mi madre lo menos posible.

Slim sonrió.

—En todo caso, haré mis investigaciones —dijo—. Le contactaré otra vez en cuanto tenga algo más que contarle.

Salieron del café, con Elena quedándose cerca mientras Slim se alejada, mostrando su reflejo en los escaparates de un par de tiendas por las que pasaba Slim. Este rezó por no estar despertando demasiadas esperanzas.

De vuelta a su alojamiento, Slim hojeó los contactos que había conseguido hasta entonces y se sentó en un escritorio para empezar a hacer llamadas. Kim había realizado un trabajo increíble de recogida de información sobre colegas de trabajo de Jennifer, pero por desgracia había pasado demasiado tiempo, por lo que se habían perdido muchas posibles pistas. Por ejemplo, Tim Bennett había muerto en 1994 con 76 años. Sin embargo, Marjorie Clifford posiblemente seguía viva, pero Kim solo había podido encontrar una dirección postal. Slim le había escrito una carta, pero no esperaba ninguna respuesta.

Estaba a punto de empezar a llamar cuando sonó de repente su teléfono.

—Hola, Slim —dijo Donald Lane—. ¿Esa persona por la que preguntabas? La he localizado.

—Estupendo. ¿Tienes datos de contacto?

—Algo así. El nombre del tipo de Tobin A. Firth.

Slim frunció el ceño.

—Me suena de algo.

—Sería normal si tuvieras hijos o hubieras estado en la zona de libros de Tesco. Es un autor de libros para niños con mucho éxito. Escribió la serie del Asesino nocturno. A mi hija le encanta.

Slim asintió, recordando la última vez que había estado en el supermercado y por alguna razón había pasado por la sección de libros en dirección a los congelados. Un colorido montón estaba anunciando la publicación de un nuevo título de la serie de Firth.

—¿Has conseguido su número de teléfono?

—Solo el de su editor. Es lo más que he podido conseguir. Parece que el tipo es bastante famoso.

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