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2. EL DECORADO: LA HABANA DE TRES TRISTES TIGRES

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La Habana para un Infante difunto es la historia de una iniciación. El libro relata los primeros pasos de un adolescente que descubre la gran ciudad y que, poco a poco, logra cogerle el pulso, escuchar sus latidos, hacerla suya después de todas las peripecias que tiene que enfrentar como si fueran ritos individuales y necesarios. La Habana Vieja y luego el Vedado son lugares de paso obligatorios para poder apropiarse de la ciudad en su conjunto. A medida que va transcurriendo el tiempo, la memoria selecciona lo que le interesa al narrador. Las visiones que éste da de La Habana son fragmentarias. Pero son las más significativas, las más esenciales.

Analepsis en la escritura o, si se prefiere, flash-back cinematográfico. Tres tristes tigres, escrito mucho antes que La Habana para un Infante difunto, se sitúa en una época posterior a la de la última novela de Cabrera Infante: el final de los años 50, en los momentos que preceden la revolución y que prefiguran el final de un mundo, junto con cierta idea de la decadencia. La ciudad forma parte ya del universo propio del adolescente. No hace falta descubrirla, paso a paso, en un recorrido preciso, de una mujer a otra, de un solar a otro. El decorado ya está puesto. A partir de entonces, sólo hará falta sugerirlo, insinuarlo.

La Habana es el tema principal de Tres tristes tigres, el punto de unión entre todos los relatos incluidos en la novela. Está presente en cada momento, en su vida nocturna, en su lenguaje particular, en su música y en sus olores. Es la razón de ser de sus personajes, una necesidad vital para todos ellos. No puede ser descrita desde dentro porque es parte intrínseca de ellos, confundiéndose con su forma de ser y de hablar. La mirada sólo puede venir desde una focalización externa, desde fuera, sin las implicaciones de los personajes que forman un solo cuerpo con el decorado en el que evolucionan.

La descripción, una descripción de conjunto pero parcial e incompleta, será obra de los esposos Campbell, turistas americanos bastante especiales, que tienen la ventaja de poder ofrecer una visión a la vez exterior y contradictoria. Una doble visión relatada con humor, ironía y cierta distancia. Dualidad característica de los personajes y, también, del autor: La Habana vista desde dentro y desde fuera.

Visión contradictoria, nunca estática: La Habana siempre está en movimiento, ya sea en el transcurso del acercamiento inicial del barco en el que viajan los turistas, ya sea durante el paseo final de Silvestre y Arsenio Cué por los lugares más recónditos de la ciudad. El ritmo es diferente según los casos: lento en el primer movimiento, trepidante en el segundo, con visiones y pulsaciones perfectamente complementarias.

2.1 Primer contacto

La primera descripción de La Habana corre a cargo de Mr Campbell. Pero ¿quién es realmente Mr Campbell? Un turista americano primero, y también un «escritor profesional».97

El personaje es ambiguo, por voluntad deliberada del autor. Hay que cuidarse en no ofrecer una interpretación demasiado simplista de un retrato lleno de alusiones. Desde la introducción del libro, el presentador de Tropicana dirige al lector hacia senderos extraviados. El personaje en cuestión aparece como propietario de las sopas Campbell, pintadas en sus múltiples repeticiones y variantes por Andy Warhol.

Less beautiful but as rich and as famous is our very good friend and frequent guest of Tropicana, the wealthy and healthy (he is an early-riser) Mr William Campbell the notorious soup-fortune heir and World champion of indoor golf and indoor tennis (and other not so mentionnable indoor sports-Jojojojó), William Campbell, our favorite play-boy! Lights (Thankyou, Mr Campbell). Lights, Lights! Thank so much, Mr Campbell, Thank-you very much! (Amable y paciente público cubano es Míster Campbell el famoso millonario heredero de una fortuna en sopas).98

La presentación es enredada en extremo: Mr Campbell es a la vez play-boy, campeón de golf y de tenis, y también heredero de las sopas Campbell. El enredo será todavía mayor en el relato de Mr Campbell y, luego, en las correcciones de su mujer, así como en las distintas traducciones de los textos «originales». Mr Campbell, en su relato, precisa: «No solamente me confundió con la gente de las sopas, que es un error frecuente y pasajero, también me presentó como un playboy internacional».99

A lo que contesta Mrs Campbell:

Le encantó, como siempre, que lo confundieran con los Campbell millonarios, que él insiste todavía que son sus parientes. No me reí por lo de playboy internacional, sino por su falso disgusto al oír que lo llamaban «el millonario de las sopas».100

En la traducción del relato inicial, ya es «el Playboy del Mundo Occidental».101

¿Por qué tantas incertidumbres, por qué esa voluntad de extraviar por falsos caminos a un personaje que, en Tres tristes tigres, resulta aparentemente secundario? Tal vez tenga más importancia de lo que parece. Después de todo, es él quien, antes que los «tigres», Silvestre, Arsenio Cué, Códac o Eribó, brinda la primera visión de La Habana que surge en la novela. Además, según su mujer, se trata de un «escritor profesional» y, además, americano. La alusión a Ernest Hemingway es transparente, cosa que subraya Mrs Campbell en la traducción que se hace de su propia versión: «El exagerado y a veces falsificado hábito de beber que él despliega y muchas otras características literarias las copió todas de Hemingway, Fitzgerald et al».102

La influencia de Hemingway está presente en el personaje de Mr Campbell pero también en su creador, Cabrera Infante. La frase de Mrs Campbell no alude a una mera inspiración. Precisa: «las copió todas de Hemingway». Si consideramos que Mr Campbell es una de las múltiples máscaras que usa GCI, entonces se trata de algo parecido a una confesión.

La intertextualidad con ciertos textos de Hemingway se asemeja por momentos a un simple plagio. Una de las descripciones que Cabrera Infante hace de Cuba está copiada del escritor americano. Suzanne Jill Levine, la traductora al inglés de Tres tristes tigres, compara uno de los fragmentos de Green hills of Africa103 con la última de las viñetas de Vista del amanecer en el trópico.

Como dijo alguien, esa triste, infeliz y larga isla estará ahí después del último indio y del último español y después del último americano y después del último de los cubanos, sobreviviendo a todos los naufragios y eternamente bañada por la corriente del golfo: bella y verde, imperecedera, eterna.104

Las frases de Cabrera Infante, aunque se cuide de antemano de cualquier acusación de plagio gracias a la referencia a ese «alguien» indeterminado, son prácticamente las mismas que las empleadas por Hemingway:

... that long, beautiful, unhappy island...105

... the stream will flow, as it has flowed, after the Indians, after the Spaniards, after the British, after the Americans and after all the Cubans and all the systems of governments...106

El significado, sin embargo, es diferente. Cabrera Infante se apropia las palabras de su inspirador, pero las contextualiza de otra forma, transformándolas en armas de denuncia política en la versión definitiva de Vista del amanecer en el trópico, después de haberlas incluido en el manuscrito inicial de Tres tristes tigres. El autor precisa, en una carta a su traductora, fechada el 27 de agosto de 1977:

What was written in 1963 is too much under the egis of Borges (aside from the textual quotations) and the form of my vignettes in that period owe a lot to Hemingway.107

Mr Campbell es pues un alter ego del autor, al igual que Silvestre y el personaje apodado GCI, quien firma una nota en Tres tristes tigres. Es un juego entre el escritor, el periodista y la mayor referencia confesa de Cabrera Infante en aquella época. El texto de Hemingway podía haber figurado en Tres tristes tigres. En ese caso, se puede suponer que lo hubiera escrito Mr Campbell. Juego de espejos pero, sobre todo, confusión total entre inspirador, autor, personajes, textos y traducciones. Detrás de todas esas máscaras, se oculta, no obstante, un solo hombre, un escritor que busca su propia vía orientándose hacia múltiples direcciones, corriendo el riesgo de perderse en el camino.

En la actitud de Mr Campbell se puede leer cierta condescendencia frente a la realidad de Cuba y frente a los cubanos. Pero es también la única posición que le permite a Cabrera Infante brindar una visión externa que ofrezca ciertos elementos descriptivos de la isla, de manera a la vez caricaturesca y profunda, por lo menos bajo un plano estrictamente visual.

La primera impresión de Mr Campbell es muy negativa. Cuba no es «aquella isla la más hermosa que ojos ayan visto»,108 como diría Cristóbal Colón. Al contrario, el calor, la humedad, la música, los habitantes, cualquier cosa es objeto de crítica. Cabrera Infante impone cierta distancia entre ese personaje que, de alguna forma, se le parece, y su propia realidad. Mr Campbell ve la ciudad a través de un prisma abstracto, sin dejarse llevar por sus propios impulsos.

Llegamos a La Habana un viernes alrededor de las tres de la tarde. Hacía un calor terrible. Había un techo de gordas nubes grises, negras más bien. Cuando el ferry entró en el puerto se acabó la brisa que nos había refrescado la travesía, de golpe. La pierna me estaba molestando de nuevo y bajé la escalerilla con mucho dolor. Mrs Campbell venía hablando detrás de mí todo el santo tiempo y todo le parecía encantador: la encantadora pequeña ciudad, la encantadora bahía, la encantadora avenida frente al muelle encantador. A mí me parecía que había una humedad del 90 o 95 por ciento y estaba seguro de que la pierna me iba a doler todo el fin de semana. Fue una buena ocurrencia de Mrs Campbell venir a esta isla tan caliente y tan húmeda.109

La ironía desplegada por Mr Campbell permite un acercamiento a la ciudad bastante distanciado, menos sensual pero más objetivo que el que hubiera podido efectuar cualquiera de los demás personajes de la novela. Para descubrir los secretos y la sensualidad de La Habana, hay que adentrarse de otra manera, más profunda, en la ciudad. La descripción que hace de ella Mr Campbell es sólo un preludio a otros acercamientos más íntimos, esbozados con parsimonia a lo largo del libro.

2.2 Matices y reparos

No hay ni puede haber una visión única y definitiva de una ciudad que ocupa por sí sola el espacio de varios libros, de una obra entera. Los acercamientos son múltiples, las visiones de un mismo objeto también. Lo que le interesa a Cabrera Infante es enfocar con la mayor nitidez posible la ciudad que ha determinado buena parte de su vida, así como el conjunto de su creación. Por eso la memoria opera una selección de imágenes que van de la totalidad («La Habana») al detalle («pequeña ciudad», «bahía», «avenida», «muelle»), del movimiento (cinematográfico), en el momento en que el ferry entra en el puerto de La Habana, a la fijeza (fotográfica), en la descripción de los distintos elementos del muelle. De Tres tristes tigres a La Habana para un Infante difunto, la fusión entre esas dos clases de imágenes se acabará produciendo, a través de una mezcla de analepsis e intemporalidad.

Cabe introducir, sin embargo, ciertos matices que puedan modificar el carácter de la primera visión, demasiado parcial. El relato de Mrs Campbell es una primera contradicción frente a una descripción unilateral, un intento de colocar algo nuevo, aún exterior pero un poco más asequible: un inicio de sensualidad.

Se trata, antes que nada, de presentar distintas variantes de una misma historia y diferentes visiones de La Habana, lo que equivale a subrayar la relatividad de la narración frente a la realidad. Cada uno de los narradores en el seno del matrimonio Campbell y sus respectivos traductores brindan su idea de la verdad, al igual que los «tigres» cuando se refieren a Bustrófedon. Se trata aquí de un cuestionamiento del papel del autor y del escritor en general, incapaces, tanto el uno como el otro, de transcribir lo real. El capítulo «Los visitantes»110 es un juego literario y un juego sobre la literatura.

Por otro lado, entre los relatos de los esposos Campbell, existen diferencias que no son sólo matices. Hay una verdadera oposición entre una manera un poco cínica de ver la ciudad y sus habitantes y un intento de comprender y de apropiarse la realidad cubana de otra forma. Cabrera Infante no propone ningún juicio moral sobre sus personajesnarradores, ni sobre lo que puedan representar. Su función consiste en mostrar que no se habla de una ciudad única sino de varios espejismos de esa ciudad, según la percepción y la libre elección de cada uno a la hora de contar. A la inversa del relato de su esposo, Mrs Campbell logra indagar otros dominios, mucho más ricos, gracias a su capacidad de percepción.

La Habana lucía bellísima desde el barco. El mar estaba en calma, de un azul claro, casi celeste a veces, mechado por una costura morada, ancha, que alguien explicó que era el Gulf Stream. Había unas olas pequeñitas, espumosas, que parecían gaviotas volando en un cielo invertido. La ciudad apareció de pronto, blanca, vertiginosa. Había nubes sucias en el cielo, pero el sol brillaba afuera y La Habana no era una ciudad, sino el espejismo de una ciudad, un fantasma.111

Al descubrir la ciudad, son los sentidos de Mrs Campbell los que hablan. Su curiosidad contrasta con las primeras impresiones de su esposo. Se siente más atraída por una realidad nueva que no es sólo turística. El clima, la humedad, el calor quedan atrás, para resaltar la belleza que desprende una ciudad desconocida hasta entonces para ella. La llegada a La Habana se hace en barco, el medio de transporte más lento para descubrir por pinceladas el paisaje de la bahía y de la ciudad, con sus características divisiones entre la parte moderna y la parte vieja de la ciudad. De nuevo es una visión cinematográfica, un largo travelling. Es una visión más completa, perceptible al instante. Descripción irónica por parte de Mr Campbell, descripción sensible, que linda con un recuerdo nostálgico, por parte de su mujer. Cabrera Infante focaliza sus dos maneras de ver en dos personajes distintos.

Las descripciones encierran otra alusión cómplice hacia Mr Campbell, cuya identidad real es mucho más compleja de lo que dejaba suponer su primera aparición en escena: «Era un panorama, un CinemaScope real, el cinerama de la vida: para complacer a Mr Campbell, que tanto le gusta el cine».112

¿A quién va dirigida esa alusión, sino a G. Caín,113 es decir al crítico cinematográfico que fue (y que sigue siendo) Guillermo Cabrera Infante? La confusión sistemática alrededor de las características de los personajes permite mantener cierta distancia en relación con el tema fundamental del libro, que surge de las obsesiones mentales de su autor. Pero ya no es una ciudad sino un espejismo.

Mrs Campbell emplea un término que Cabrera Infante desarrollará mucho más tarde bajo una forma más conceptual, en un contexto muy diferente: «un fantasma». La definición de La Habana como «ciudad fantasma» aparecerá en el marco de un exilio asumido, interminable si no definitivo. A través de un término único, lo estético alcanza lo político.

2.3 La ciudad en movimiento

Hasta ahora, en Tres tristes tigres, las descripciones de La Habana eran exteriores. Provenían de afuera. Eran, en cierto modo, la mirada del otro ante el objeto literario y vital. La visión de conjunto se iba desarrollando «lenta, inexorablemente»,114 como en el relato de Mrs Campbell.

Luego, una vez colocados los elementos del decorado, el marco en el que se desarrolla la «Historia de un bastón y algunos reparos de Mrs Campbell»115 (o «El cuento de un bastón seguido de vaya qué correcciones de la Sra. de Campbell»116 en la versión alterada por el traductor), el ritmo se vuelve más rápido, como los latidos del corazón o las pulsaciones de la ciudad. La visión es más fragmentaria, parcelaria. Los barrios y las calles desfilan de manera acelerada bajo la mirada de los personajes, teniendo como centro el lugar emblemático de la vida nocturna de La Habana en que se había transformado, durante los años 50, el Vedado, alrededor de su centro neurálgico, La Rampa. La novela se desenvuelve en torno al paseo final en automóvil por esa Habana nocturna, mitificada por la pluma de Cabrera Infante.

En Tres tristes tigres, no hay ninguna voluntad regionalista, ningún exotismo literario, ningún intento de explicación hacia un exterior hipotético. Mientras los esposos Campbell vienen a descubrir la ciudad, Cabrera Infante se niega a desvelar sus secretos si no es por fragmentos. La Habana es el personaje central de la novela, pero cualquier descripción de la ciudad resulta superflua. Los «tigres» sólo dan su visión por medio de pequeñas pinceladas apenas esbozadas, al azar de sus idas y venidas. Es una vista esencialmente nocturna, poco tributaria de los detalles de la arquitectura de la ciudad. Describir los cabarets (aparte de Tropicana por parte de los Campbell) no tendría ningún sentido. Más vale contar la vida que bulle en su interior. Lo importante son las voces, los latidos y, sobre todo, el ritmo, más rápido, que se acelera en función del paso de las sombras a las luces. En el capítulo titulado «Bachata»,117 La Habana desfila, rauda, ante la mirada de dos de los personajes de la novela, Silvestre y Arsenio Cué, quienes recorren sus principales arterias como en un largo travelling impresionista.

Es una lástima que Bustrófedon no viene con nosotros, con Arsenio Cué y conmigo esta tarde por el Malecón, en el carro de Cué que se desliza como un travelling del Castillo de La Chorrera a los frontones del Vedado Ténis, el continuo Malecón ahora y siempre a la izquierda, hasta que demos la vuelta (que siempre damos), y a la derecha el hotel Riviera que es un estuche cuadrado con un jabón de baño azul al lado.118

La mirada del narrador, Silvestre, que también es escritor (otro doble de Cabrera Infante), describe la vertiente opuesta a la de Mr Campbell, La Habana que el americano no podía ver. La descripción de los esposos Campbell colocaba los primeros cimientos del decorado. La narración de Silvestre, por su parte, es producto de una visión interna, que intenta profundizar no tanto el paisaje urbano, casi inexistente en la «Bachata», como las sensaciones más ocultas de la noche habanera.

El ritmo del relato puntúa la aparición y desaparición fulgurantes de lugares y calles. Es un paseo nocturno durante el cual desfilan las luces de la ciudad más que lugares precisos. Son haces de luz en medio de la noche negra, «un oasis de luz en las noches del negro y desierto Malecón».119 Los contornos son borrosos, el itinerario se menciona sólo de paso, al contrario de los paisajes contemplados por Mr y Mrs Campbell, quienes se podían demorar en su observación cuando efectuaban su entrada en la bahía de La Habana. Aquí prevalece el aspecto nocturno, mucho más intenso. La memoria sólo conserva sensaciones imprecisas. Insiste en los sonidos y en los reflejos, en la música y en las palabras, en los sentimienos ocultos, sin tener que recurrir a la foto fija, la que queda eternamente grabada en la conciencia, en el recuerdo y, a pesar de todas las denegaciones de Guillermo Cabrera Infante, en la nostalgia.

La memoria frente al poder

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