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La otra cara del paraíso

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Patrick Thornton es profesor jubilado de la Universidad de California en Santa Bárbara. Su especialidad académica fue el papel del calentamiento global provocado por el hombre en los incendios forestales, lo cual, es triste decirlo, llevó su laboratorio justo hasta la puerta de su casa.

Profesor Thornton, cuénteme cómo se estableció su familia en Santa Bárbara.

Originalmente, éramos kiwis.* Mi abuelo fue el primero; llegó en la década de 1960. Finalmente se convirtió en profesor de geología en la Universidad de California en Santa Bárbara. Su hijo, mi padre, hizo lo mismo, así que yo lo traía en la sangre y me convertí en la tercera generación en dar clases allí. Santa Bárbara es donde nuestras raíces se establecieron y fue un gran lugar, con una de las mejores universidades del mundo y el insuperable clima mediterráneo. Se podría decir que Santa Bárbara todavía tiene un clima mediterráneo, porque ambos lugares son 8 °F [4.4 °C] más calientes que cuando llegaron mi abuelo y mi abuela. O podría decirse que ya no existe el clima mediterráneo.

Lamentablemente, la Universidad de California en Santa Bárbara es una pálida sombra de lo que fue en su apogeo; la base impositiva que sostenía el sistema de esta universidad se redujo más de lo que nadie podría haber imaginado cuando nací, en 2005. Las grandes universidades fueron uno de los mejores inventos humanos, pero ahora todas están sufriendo y muchas ya han cerrado. Para fines de este siglo, varias más lo habrán hecho y en algún momento del próximo siglo, la última universidad habrá desaparecido.

Bien podríamos preguntarnos por qué, si las universidades tuvieron tanto éxito en la educación de la gente, sus millones de alumnos no se levantaron para detener el calentamiento global provocado por el hombre.

Una de las cosas más difíciles de ser académico y científico del clima en este siglo no es sólo la disminución de la financiación para la educación superior. No, lo que en realidad dolió fue que la opinión pública y los políticos, las mismas personas que habían entregado nuestro país a los negacionistas del clima y cuyo apoyo necesitábamos, se volvieran contra la clase educada en general y contra los científicos en particular. Nos convertimos en los villanos, las víctimas sobre las que dejaron caer todas las culpas. Sin embargo, a diferencia de la mayoría de la gente, cuando mis hijos me preguntan qué hice para tratar de detener el calentamiento global provocado por el hombre, yo sí puedo responderles. Mis colegas científicos y yo lo intentamos, pero fracasamos. Eso es mejor que ni siquiera haberlo intentado.

¿Cómo afectó el calentamiento global a su ciudad natal de Santa Bárbara?

La ciudad se encuentra entre el canal de Santa Bárbara al sur y, a sólo unas millas al norte, las montañas de Santa Ynez. Recuerdo a un amigo que practicaba surf por la mañana y, sólo para demostrar que podía hacerlo, se subía a su auto y se dirigía a las montañas y esquiaba por la tarde. El distrito comercial estaba cerca de la costa y las residencias se encontraban tierra adentro, de modo que la ladera ascendente les brindaba a muchos residentes de Santa Bárbara una vista maravillosa de la ciudad y de las Islas del Canal. Es raro verlas ahora debido al humo de los incendios forestales, aunque ha comenzado a disminuir a medida que quedan menos hectáreas por arder.

Conforme avanzaba este siglo mortal, lo que había sido una gran atracción se convirtió en amenaza. Las montañas y la playa empezaron a parecer los dientes de un tornillo que exprimía la vida de Santa Bárbara, obligando a la ciudad a librar una guerra en dos frentes, por lo general una batalla perdida. Permítame comenzar con el mar, luego hablaré sobre el fuego.

En 2012, la ciudad de Santa Bárbara encargó un informe para evaluar su nivel de vulnerabilidad ante el aumento del nivel del mar a finales del siglo xxi. El informe predijo que el nivel del mar podría aumentar para entonces 6.5 pies [2 metros], el extremo más alto de tales proyecciones y algo que los negacionistas del clima ridiculizaron. Pero la proyección resultó ser precisa.

La costa de California es diferente del litoral atlántico, donde es principalmente playa desde Nueva Jersey hasta Cayo Hueso. Aquí tenemos nuestras playas, pero también acantilados e incluso montañas frente al mar, como en Big Sur. Por lo tanto, tuvimos que preocuparnos no sólo por perder nuestras playas debido a un aumento en el nivel del mar, sino también por las altas temperaturas del agua y las tormentas más fuertes, que desencadenaron más erosión, socavaron e hicieron que retrocedieran los acantilados marinos, con lo que las casas construidas en ellos se derrumbaron. La erosión de los acantilados marinos siempre había sido un problema en Santa Bárbara, pero este siglo ha visto cómo la situación empeora dramáticamente. En la mayor parte del mundo, vivir en tierras altas era una protección contra las inundaciones, pero si la casa estaba en un acantilado costero, entonces había un problema peor del que preocuparse.

El informe de 2012 abarcó el peligro de la erosión de los acantilados y las inundaciones, y proyectó cada uno hacia 2050 y 2100. Es triste volver atrás y leer ese informe ahora, como lo hice para preparar nuestra entrevista, y ver qué tan precisa fue su advertencia y cuán sólidas eran sus recomendaciones. Estoy seguro de que no soy la única persona que ha entrevistado que se ha preguntado si hay algo en nuestra especie que nos impida actuar, sin importar cuán clara sea la advertencia, cuando el peligro pronosticado se encuentra en el futuro. Tal vez el defecto fatal del Homo sapiens sea que no hacemos nada hasta que es absolutamente necesario, y para entonces a menudo es demasiado tarde.

Algunas partes del campus universitario y la cercana Isla Vista, donde vivían muchos estudiantes, se construyeron sobre acantilados marinos. Incluso en la época de mi abuelo, cuando una sección del acantilado se derrumbaba, se llevaba consigo las casas de arriba. Pero desde entonces, el nivel del mar, la altura de las olas y la frecuencia de las tormentas han aumentado, con lo que se ha acelerado la tasa de erosión. El informe proyectaba que el retroceso de los acantilados podría alcanzar los 160 pies [49 metros] para 2100, pero ya ha alcanzado los 200 pies [61 metros]. Gran parte de Isla Vista se ha vuelto inhabitable y varios edificios del campus cerca de los acantilados se han venido abajo.

Un vecindario deseable de Santa Bárbara era Mesa, cerca del centro y del Santa Barbara City College. Muchas casas estaban a 50 pies [15 metros] de los acantilados. Se proyectó que el borde del acantilado de Mesa retrocedería 525 pies [160 metros] para 2100, lo cual parece ser exacto, y esto hace que ahora el distrito sea inhabitable.

El informe también analizó las inundaciones y el efecto de las tormentas de cada cien años, que ahora se producen cada veinticinco, que elevan sobre 5 pies [1.5 metros] el nivel del mar. Pronosticó con precisión que el aeropuerto de Santa Bárbara, partes del campus del City College y la sección más baja de la ciudad al este del centro, tierra adentro, a quince calles de la costa, se inundarían cada pocos años. Tienen, dejando fuera las plantas de desalinización y de tratamiento de residuos, al refugio de aves y al muelle Stearns en el mismo proceso.

¿Qué pasa con la amenaza proveniente de la otra dirección, de las montañas?

La disposición particular de la tierra y el mar en Santa Bárbara, y su ubicación en la costa de California, la someten a dos tipos diferentes de vientos peligrosos que pueden avivar los incendios. Los sundowners, vientos marinos del norte, se originan debido a las diferencias en la presión del aire entre las montañas y el mar. Se precipitan por las laderas desde la cresta de las montañas de Santa Ynez hacia el océano. A medida que el aire desciende, se calienta, se seca y fluye más rápido, lo que hace que sea casi imposible defenderse de los incendios resultantes. Cuando las laderas se incendiaban, lo cual sucedía cada vez con mayor frecuencia, los residentes de Santa Bárbara escuchaban en las noticias que los bomberos debían esperar hasta la noche para que amainaran los vientos. Por supuesto, para entonces las casas se habían quemado. Los del otro tipo, los famosos vientos de Santa Ana, también son cálidos, secos y descienden por las pendientes, pero provienen de la Gran Cuenca y afectan un área mucho mayor. A veces llegaban los vientos sundowners y luego, unos días después, los vientos de Santa Ana aparecían para terminar el trabajo.

Entre 1955 y la década de 2020, más de 400,000 hectáreas se quemaron en el condado de Santa Bárbara en incendios importantes, lo que equivale a 41 por ciento de su superficie total. Y quince de esos veinte incendios ocurrieron a partir de 1990. El incendio Thomas, en diciembre de 2017, consumió 115,000 hectáreas, lo que lo convierte en el más grande en la historia del estado. Luego, para el verano siguiente, se produjo el incendio del Complejo Mendocino en el norte, que quemó 186,000 hectáreas, rompiendo el récord estatal en seis meses. Y recuerde que esto fue cuando el calentamiento global apenas comenzaba, cuando los negacionistas todavía afirmaban que los incendios forestales estaban ocurriendo porque el Servicio Forestal de los Estados Unidos se rehusaba a limpiar los escombros y los árboles muertos que proporcionaban el combustible.

Toda persona pensante sabía que éste sería el Siglo del Fuego en California. Los incendios forestales se han convertido en un hecho constante, llenando el aire de un humo que parece que nunca desaparece por completo. Gran parte de nuestra superficie forestal nacional se ha quemado, al igual que muchas de las pequeñas ciudades en las afueras del bosque.

Uno de los aspectos más peligrosos de los incendios de California es lo que sucede después, sobre todo en la región de los chaparrales. Los incendios queman la vegetación cuyas raíces mantienen unido el suelo, de modo que el siguiente aguacero puede remover el suelo, las rocas y los escombros del fuego, para luego arrastrarlo todo y enviarlo cuesta abajo… hacia lo que sea que se encuentre abajo. Estos flujos de escombros pueden incrementar su velocidad a medida que viajan, como si se tratara de una avalancha. Si golpean un área poblada, la remoción de los escombros puede llevar años y costar más que el daño del fuego en sí mismo. Este escenario tuvo lugar en nuestra hermosa comunidad de Montecito, cuando en 2018 los escombros fluyeron hasta 15 pies [4.5 metros] de altura y viajaron a 20 millas por hora [32 kilómetros por hora], destruyeron cien casas y mataron a veintiún personas. Dejó la crucial autopista 101 bajo lodo y rocas que tardaron meses en ser removidas.

Hasta ahora, he estado hablando de los incendios más grandes, los que quemaron cientos de miles de hectáreas, los que atraen nuestra atención. Por supuesto, la gran mayoría de los incendios son más pequeños, pero también destruyen hogares y vidas antes de que los bomberos consigan apagarlos. Mis abuelos estuvieron a punto de perder su hogar en uno de ésos, en 2018: el Fuego Holiday, llamado así por una de sus calles. Con 45 hectáreas, palideció en comparación con el gigantesco incendio Thomas. Sin embargo, el Holiday destruyó diez casas, casi incluida la de mis abuelos, y su lucha costó un millón quinientos mil dólares. Estos pequeños incendios se volvieron mucho más comunes, hasta el punto de que sucederían dos o más al mismo tiempo, mientras que los bomberos tenían los recursos para combatir sólo uno. Esto solía ser un problema menor porque cuando se producía un incendio en un área, los departamentos de bomberos de todo el estado, e incluso más allá, se apresuraban a brindar asistencia. Pero cada vez con más frecuencia, los departamentos de bomberos se mostraban reacios a dejar su área de responsabilidad por temor a que se produjera un incendio allí y se saliera de control antes de que pudieran regresar para combatirlo.

En mis archivos tengo un mapa de incendios de 2020 que mostraba dónde se había quemado cada parte del estado desde 1950. Mostraba las áreas de incendio en diferentes colores por año y las áreas no quemadas en blanco. Había tantos que el mapa parecía una colcha de retazos. Aun así, algunas áreas se habían salvado en gran medida; por ejemplo, el Valle Central, donde había poca madera para alimentar un gran incendio. Una zona de incendios corría hacia el sureste por el lado este del estado, donde se encuentran los parques nacionales y los bosques; otra, bajaba por la cordillera de la costa al oeste del Valle Central. Debajo de Bakersfield, las dos zonas se encontraban y continuaban hacia el sur como una sola, hasta la frontera con México. Cuando estudié este mapa, al principio de mi carrera, era obvio que mostraba los lugares donde las condiciones eran favorables para el fuego y, por lo tanto, donde era más probable que ocurrieran incendios futuros.

Si actualizáramos el mapa ahora, a algunos condados ya no les quedarían áreas sin quemar. Aquellos que mostraba el mapa que se habían quemado a menudo, ahora se habrían quemado nuevamente, de manera que se requeriría el uso de diferentes patrones, además de los colores, para hacer que el mapa fuera legible. Nuestro vecino condado de Ventura ya mostraba estos patrones en el mapa antiguo, así como una franja en blanco. Ahora mostraría un color sólido de una línea de condado a la otra, con colores y patrones colocados uno encima del otro. En realidad, hoy el mapa del condado de Ventura necesitaría capas tridimensionales para poder diferenciar los incendios.

Antes de terminar, cuénteme cómo afectaron los incendios de California a sus dos grandes compañías eléctricas.

En pocas palabras, el fuego las llevó a la quiebra. La mayoría de los incendios de California fueron causados por humanos, más que por relámpagos. Y la mayoría de los causados por humanos se debieron a fallas en los equipos de las compañías de energía, de un tipo u otro. Las líneas eléctricas se cortan y producen chispas, los cables pueden tocar una rama de árbol seca y mal recortada, y provocar un incendio. Es en verdad asombroso pensar que incendios tan grandes pueden comenzar a partir de un puñado de chispas en el lugar equivocado.

La ley de California requería que las compañías eléctricas reembolsaran a los propietarios los daños causados a sus equipos. Las empresas también fueron demandadas por grupos de consumidores por montos que ascendían a decenas de miles de millones. Las dos grandes compañías eléctricas de California, Pacific Gas and Electric y Southern California Edison, vieron sus bonos degradados a basura y se declararon en quiebra. Ambas cerraron en la década de 2020 y el estado tuvo que intentar convertirse en el proveedor de energía. Las empresas privadas de servicios públicos se convirtieron en una víctima más del calentamiento global.

La gente solía decir que el fuego era la nueva normalidad en California. A los científicos no nos gustó esa frase, porque implicaba que el mundo había pasado de un nivel estable a otro. En cambio, hay una nueva normalidad cada año. Supongo que el concepto juega con nuestro deseo inherente de creer que si tan sólo logramos atravesar un periodo de cambios, llegaremos a un nuevo periodo de estabilidad al que luego podremos adaptarnos. Pero ¿qué pasa si ya no existe lo normal, si el cambio en sí mismo se ha vuelto normal?

El futuro del fuego en California y el futuro del aumento del nivel del mar difieren de una manera macabra. En algún momento, gran parte de lo que se puede quemar se habrá quemado, y el número de nuevos incendios y hectáreas calcinadas alcanzará su punto máximo y comenzará a disminuir, como ya parece estar sucediendo. Nadie sabe cuánto de California será habitable para entonces. Pero el nivel del mar seguirá subiendo, comprimiendo a los residentes de Santa Bárbara en una zona habitable cada vez más pequeña entre el mar y las laderas de las montañas. Para los habitantes de Santa Bárbara, así es como termina el paraíso.

* “Kiwi” es el gentilicio que los neozelandeses suelen utilizar para sí mismos. (N. del T.)

Informe 2084

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