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Capítulo 1 Los espacios de nuestro entendimiento

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En el fondo, la alternativa es comer o ser comido. Abusar o ser abusado. La conchudez, la forma criolla del cinismo, se justifica como una suerte de “guerra preventiva”, como la única actitud realista que permite lograr la sobrevivencia. La idea es que no me queda más que adelantarme a hacer lo que no se debe, pues de otra manera otros lo harán y sería yo el perjudicado. Es claro que el problema es social y cultural antes que personal.

Gonzalo Portocarrero

ROSTROS CRIOLLOS DEL MAL

En el presente capítulo realizaremos un recorrido bastante singular, ya que transitaremos entre expresiones sociales —algunas cotidianas— de los mecanismos que utilizamos para generar “orden” y los intentos intelectuales (que también son expresiones) de explicarlos. Como veremos, hay una difícil correspondencia entre lo que sucede en la realidad y lo que los analistas consideran pertinente o importante.1 Esto se evidencia cuando se estudia la relación entre las normas “formales” y el papel que deberían jugar en el ordenamiento de comportamientos y sociedades.

Empezamos este capítulo con una descripción de cómo en el Perú construimos órdenes fragmentados y parciales, en los cuales tiende a dominar la informalidad, el personalismo y el contexto específico. La norma formal moderna con su pretendida “universalidad” está presente fantasmagóricamente en estos procesos variados de construcción, pero su efectiva incidencia en los patrones de conducta de los participantes no es algo que está sobreentendido, sino que es parte de las negociaciones entre los actores. En otras palabras, la normatividad conocida de forma pública no es necesariamente “reconocida” y aplicada, sino que pasa por un proceso de apreciación del contexto; de ahí la pertinencia de su acatamiento. Concluimos con la hipótesis de que lo informal —siempre entendido como una institucionalidad parcial basada en lo particular— es lo que domina la determinación de nuestra conducta, en la línea de lo que Buarque de Holanda (1994) llama la “exaltación de la personalidad” sobre cualquier otra voluntad social o colectiva.

Después pasamos a una constatación singular, por no decir paradojal: hasta hace poco, las ciencias sociales nacionales prestaban poca atención al papel de las normas formales en el orden social. Se analiza cómo estas disciplinas surgen con cierta fobia a la norma por considerarla “sospechosa”, “injusta” o “discriminatoria”, mientras que la informalidad representaba lo contrario. A partir de los años noventa, sin embargo, hay una paulatina reincorporación de lo normativo-formal en los análisis socioculturales debido a muchos factores, pero especialmente a la importancia que revisten los derechos humanos en las nuevas teorías de desarrollo y en las agendas de cambio social. Terminamos esta sección examinando brevemente algunas de las contribuciones recientes e importantes al campo de estudio del lugar de las normas, los valores y la ética en la conformación de una sociedad.

En la sección siguiente, se desarrolla lo que consideramos el aporte singular de esta investigación, que consiste en tratar de explicar por qué son tan poco efectivas nuestras normas formales desde una perspectiva estructural y, específicamente, desde el análisis del capital social. El primer paso al respecto es explicar qué significa una perspectiva o aproximación estructural y cómo el término capital social ayuda en este sentido. Luego, analizamos las implicancias de una aproximación estructural con respecto a otros referentes de la conducta humana, como son la cultura y las interacciones sociales (acción). Insistimos en que darle prioridad a lo estructural dentro de nuestro análisis, no significa una negación de la importancia del bagaje cultural y de la orientación interaccionista. Veremos cómo diversos teóricos han encontrado interesantes puntos de encuentro entre cultura-sociedad-actor social.

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