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CARACTERÍSTICAS DISTINTIVAS DE ESTA ETAPA VITAL

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Dejemos a nuestros hijos lo mejor que hemos heredado,

y démosles la libertad para que ellos descubran

otros aspectos esenciales que donar.

La adolescencia no es una etapa necesariamente conflictiva; en general, los adolescentes se sienten bien. Por eso nunca han de ser estudiados como entes solitarios, sino formados en una realidad espacial y temporal, y que alrededor, sin duda, está su psicohistoria, su familia, su contexto. Hay que hacerles ver su importancia, su irrepetible unicidad, pero al mismo tiempo su insignificancia global, como cualquiera de nosotros frente al universo.

Es muy difícil, muy difícil, descifrar a los adolescentes, y más su silencio. Decía Chesterton: «La adolescencia es una cosa compleja e incomprensible. Ni habiéndola pasado se entiende bien lo que es, un hombre no puede comprender nunca del todo a un chico aun habiendo sido niño». Esta etapa de cambios físicos, sociales, psicológicos y emocionales se adelanta en la edad a la par que, como hemos visto, se prolonga.

Los bebés son marcadamente dependientes, y es desde ahí y, aun antes de nacer, cuando se genera un vínculo, un apego entre padres e hijos. Después el niño empieza a gozar de alguna autonomía en la escuela, con los amigos, que desemboca en la adolescencia, una época siempre definida como tortuosa donde la necesidad de los demás es total.

El adolescente depende en gran medida de la aprobación de sus iguales, pero por otro lado tiene cuestionamientos íntimos, personales, no comunicados.

Todo ello debiera ensamblarse con las expectativas del colegio y de los padres. Digamos que el adolescente ha abandonado la niñez, pero no alcanza a ser adulto. Está desclasado, está desnortado, está, por tanto, desubicado, enfadado con el mundo, a veces consigo mismo. Vive con pasión, gusta de correr riesgos, en ocasiones es egocéntrico y sus reflexiones se basan en su corta experiencia.

Los adolescentes en dificultad social —por ejemplo, jóvenes extutelados, etc.— tienen un tránsito todavía más difícil a la edad adulta. Resulta entonces imprevisible para sí mismo, y cuanto más para los otros.

Seguramente has observado que tu hijo pasa del bostezo y estar «tirado» a la acción frenética. De la alegría irrefrenable a la tristeza que ahoga. Valora mucho la estética corporal, porque aprecia cambios físicos, estaturales, de vello, de órganos genitales, de voz. Y ese estallido hormonal precisa de alguna forma ser reconducido. Pero no te olvides que lo que un adolescente demanda, desde su inestabilidad emocional, es una pared contra la que chocar, y, como la hiedra, en la que apoyarse para crecer.

En la adolescencia los hormonados impulsos procedentes de la amígdala campan a sus anchas, pues se encuentran con las lentas neuronas de la corteza cerebral, sin mielinizar todavía.

Ten presente que es a los veintitrés años cuando se alcanza la madurez neurológica, con el desarrollo completo de los lóbulos cerebrales frontales y la corteza prefrontal. Ten en cuenta también que es la sede de los procesos mentales superiores: planifica el comportamiento, prevé las consecuencias, elige los recuerdos, regula la conducta social, frena los impulsos procedentes del sistema límbico y ayuda a reflexionar antes de actuar. Digamos que es el director de escena.

Déjame en paz…, y dame la paga

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