Читать книгу Magdalena - Joaquín Vergara - Страница 8

Prólogo

Оглавление

Magdalena empezó siendo un relato corto, uno más de entre los muchos que había escrito en Facebook… y de los que, más tarde, seguiría escribiendo. Pero mis lectores, no sé por qué, me dijeron en esta ocasión:

—Esperamos que esta historia continúe.

Después de meditarlo, no quise defraudarlos: y la continué.

Cuando pensé publicarla como novela completa —mi primera novela: tardía, pero cierta—, sus capítulos dejaron de aparecer en Facebook. Quise que quedara pendiente una parte de la historia que mis lectores no conocían aún. Ni yo tampoco, para ser sincero.

Tras tenerla en barbecho durante cierto tiempo, poco a poco, la fui continuando; y procuré que no perdiera su ritmo.

Como soy meticuloso hasta el extremo, he ido corrigiendo página por página, letra por letra, desde la primera coma hasta el último punto suspensivo.

No esperéis un argumento enrevesado, ni emociones de infarto, ni viajes exóticos, ni escenarios impresionantes…

Pero, a cambio, creo que no se parece en nada a los libros que se publican hoy. Y esto, para mí, es un punto a su favor.

Se trata de una historia muy sencilla, accesible para cualquiera, basada en muchas de las situaciones y episodios que observé siendo niño —incluidas expresiones orales, determinadas frases, actitudes…—, y que, luego, seguí viendo en mi deambular por la vida.

He procurado que sea lo más sencilla posible —creo humildemente que esta narración así lo requiere—, prescindiendo de florituras y de adornos innecesarios. De hecho, he borrado muchos de sus párrafos «más bonitos», tratando de conseguir la sencillez que buscaba.

Quiero, además, que sirva de homenaje al año cincuenta del siglo pasado y a los que lo vivimos: fue el año en el que hice la primera comunión, en el que, en teoría, empecé a tener «uso de razón», y que, además, guarda para mí un montón de recuerdos entrañables.

Lleno de dudas y con algún temor —como cada vez que uno de mis libros ve la luz, sea cual fuere el resultado—, lo cierto es que le he ido tomando un gran cariño a todos y cada uno de los personajes que desfilan por estas páginas a medida que iba «conociéndolos» mejor —espero que mis lectores lo perciban— y casi los he dejado actuar a su aire, procurando que se desenvolvieran por sí solos.

No me gusta agobiar a nadie, ni imponer mis criterios: ni siquiera a estos seres de ficción creados por mi imaginación y rubricados por mi humilde pluma. No pretendo que los demás vean el mundo a través de mis ojos, sino de los suyos: cada cual tiene derecho a ser libre.

Al final, mis personajes han terminado dándome una lección. ¡Ojalá muchos humanos fueran capaces de actuar como ellos!

Magdalena

Подняться наверх