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- 2-DANDO SENTIDO A LAS PARADOJAS DE CALVINO SOBRE LA SEGURIDAD DE LA FE

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La doctrina de Calvino de la seguridad de la fe está repleta de paradojas que, a menudo, han sido malinterpretadas, incluso por eruditos de Calvino. Por ejemplo, William Cunningham (1805-1861), un fiel erudito calvinista, escribe: “Calvino nunca se contradijo tan llana y palpablemente como [cuando], en inmediata relación con la definición dada por él de la fe salvífica, hizo afirmaciones, con respecto a la condición de la mente que puede existir en los creyentes, que no pueden reconciliarse con la definición formal”.156

Después de presentar, brevemente, la visión de Calvino de la fe y la seguridad, y su paradójica relación, me centraré en cuatro principios desde los que opera Calvino. Cada cual ayudará a dar sentido a las aparentes contradicciones de Calvino sobre la seguridad. Combinados, estos principios confirman la tesis de que Calvino realmente desarrolló una doctrina bíblica de la seguridad que confirma las experiencias espirituales al inicio y a lo largo de la vida de fe.157

La naturaleza y definición de la fe

La doctrina de Calvino de la seguridad afirma los principios básicos de Martín Lutero y Ulrico Zwinglio, y manifiesta énfasis propios. Al igual que Lutero y Zwinglio, Calvino dice que la fe nunca es, meramente, asentimiento (assensus), sino que implica tanto conocimiento (cognitio) como confianza (fiducia). Afirma que conocimiento y confianza son dimensiones salvíficas de la fe, antes que cuestiones nocionales. Para Calvino, la fe no es la suma de conocimiento histórico y asentimiento salvífico, como algunos de sus sucesores enseñarían, sino que la fe es un conocimiento salvífico y cierto unido a una confianza salvífica y segura.158

Calvino sostuvo que el conocimiento es fundamental para la fe. El conocimiento descansa sobre la Palabra de Dios, que es esencialmente las Sagradas Escrituras, así como el evangelio y su proclamación.159La fe se origina en la Palabra de Dios. La fe descansa firmemente en la Palabra de Dios; siempre dice amén a las Escrituras.160Por ende, la seguridad debe buscarse en la Palabra y fluye de la Palabra.161La seguridad es tan inseparable de la Palabra como los rayos lo son del sol.

La fe también es inseparable de Cristo y la promesa de Cristo, pues la totalidad de la Palabra escrita es la Palabra viva, Jesucristo, en quien todas las promesas de Dios son “sí y amén”.162La fe descansa en el conocimiento bíblico y en las promesas que apuntan a Cristo y se centran en Cristo. La fe verdadera recibe a Cristo como es revestido en el evangelio y ofrecido, de gracia, por el Padre.163


Ulrico Zwinglio

Así pues, la fe verdadera se centra en las Escrituras en general y, en particular, en la promesa de la gracia de Dios en Cristo. Calvino hace, en gran medida, de las promesas de Dios el fundamento de la seguridad, pues estas promesas están basadas en la misma naturaleza de Dios, que no puede mentir. Puesto que Dios promete misericordia a los pecadores en su miseria, la fe se apoya en tales

promesas.164Las promesas son cumplidas por Cristo. Por tanto, Calvino dirige a los pecadores a Cristo y a las promesas como si fueran sinónimos.165Si se entiende adecuadamente, la fe descansa y se apropia de las promesas de Dios en Cristo que se hacen conocidas en la Escritura.166

Puesto que la fe adquiere su carácter de la promesa en que descansa, toma el sello infalible de la misma Palabra de Dios. En consecuencia, la fe posee la seguridad en su misma naturaleza. Seguridad, certeza, confianza –tal es la esencia de la fe. Esta fe segura en sí misma y para el creyente es el don del Espíritu Santo a los elegidos. El Espíritu convence al pecador elegido de la fiabilidad de la promesa de Dios en Cristo y le concede fe para recibir esa Palabra.167

En resumen, para Calvino la fe cierta implica, necesariamente, conocimiento salvífico, las Escrituras, Jesucristo, las promesas de Dios, la obra del Espíritu Santo y la elección. Dios mismo es la seguridad de los elegidos. La seguridad está gratuitamente fundamentada en Dios.168

En consecuencia, la definición formal de la fe de Calvino se lee de este modo: “Por tanto, podemos obtener una definición perfecta de la fe si decimos que es un conocimiento firme y cierto de la voluntad de Dios respecto a nosotros, fundamentado sobre la verdad de la promesa gratuita hecha en Jesucristo, revelada a nuestro entendimiento y sellada en nuestro corazón por el Espíritu Santo”.169En esencia, Calvino acentúa que la fe es la seguridad de la promesa de Dios en Cristo, e implica a todo el hombre en el uso de la mente, la aplicación al corazón y la rendición de la voluntad.170

La seguridad de la esencia de la fe

Más concretamente, Calvino argumenta que la fe implica algo más que creer objetivamente en la promesa de Dios: implica seguridad personal y subjetiva. Al creer en la promesa de Dios a los pecadores, el verdadero creyente reconoce y

celebra que Dios es gracioso y benevolente para con él en particular. La fe es un conocimiento seguro “de la voluntad de Dios respecto a nosotros…, revelada a nuestro entendimiento…, sellada en nuestro corazón”.171 La fe recibe la promesa del evangelio como algo más que una abstracción impersonal: es inseparable de la certeza personal. Calvino escribe: “Lo esencial de la fe consiste en que no pensemos que las promesas de misericordia que el Señor nos ofrece son verdaderas solamente fuera de nosotros; sino más bien que, al recibirlas en nuestro corazón, las hagamos nuestras”.172


El joven Calvino exponiendo la Biblia a una familia en Bourges

Así pues, como observa Robert Kendall, Calvino reiteradamente describe la fe como “certeza (certitudino), una firme convicción (solido persuasio), seguridad (securitas), firme seguridad (solida securitas) y plena seguridad (plena securitas).173Si bien la fe consiste en conocimiento, también se caracteriza por una ferviente seguridad que es “una posesión cierta y segura de las cosas que Dios ha prometido”.174

Calvino enfatiza también, a través de sus comentarios, que la seguridad forma parte de la fe.175Dice que aquél que cree pero carece de la convicción de que es salvo por Dios, no es un verdadero creyente, después de todo. Escribe:

En conclusión, no hay nadie verdaderamente creyente sino aquél que, absolutamente persuadido de que Dios es su Padre propicio y benévolo, se promete de la liberalidad de este su Dios todas las cosas; y aquél que, confiado en las promesas de la benevolencia de Dios para con él, concibe una indubitable esperanza de su salvación…Afirmo, pues, que solamente es creyente el que confiado en la seguridad de su salvación no se preocupa en absoluto del Diablo y de la muerte, sino que osadamente se burla de ellos.176

Calvino dice que los verdaderos creyentes deben saber y saben que lo son: “Permanezca, entonces, firme esta verdad: que nadie puede llamarse hijo de Dios si no sabe que lo es. Esta seguridad tan grande, que se atreve a triunfar sobre el diablo, la muerte, el pecado y las puertas del infierno, debiera morar en lo profundo del corazón de todos los santos, pues nuestra fe no es nada a menos que estemos seguros de que Cristo es nuestro, y de que el Padre es en Él propicio para con nosotros”.177Haciendo una exégesis de 2 Corintios 13:5, Calvino incluso afirma que quienes dudan de su unión con Cristo son reprobados: “[Pablo] declara que son reprobados todos los que dudan de que profesan a Cristo y son parte de su cuerpo. Consideremos, por tanto, fe adecuada sólo la que nos lleva a reposar seguros en el favor de Dios, sin opiniones vacilantes, sino con una seguridad firme e inquebrantable”.

Este tipo de afirmación llevó a William Cunningham y Robert Dabney a acusarlo de imprudencia.178Diversos pasajes de la Institución, comentarios y sermones de Calvino, sin embargo, también presentan un formidable número de afirmaciones igualmente intensas y tajantes.

La fe y la seguridad frente a la incredulidad

A través de su elevada doctrina de la fe, Calvino repite estos temas: con dificultad muere la incredulidad; la seguridad a menudo es probada por la duda; severas tentaciones, luchas y contiendas son la norma; Satanás y la carne arremeten contra la fe; la confianza en Dios es asediada por el temor.179Calvino de sí mismo reconoce que la fe no se retiene sin un severo combate contra la incredulidad, ni está libre de dudas y ansiedad. Escribe: “La fe siempre está mezclada, en todos los hombres, con la incredulidad… Pues la incredulidad está tan hondamente arraigada en nuestros corazones, y tan inclinados nos sentimos a ella que, aunque todos confiesan que Dios es veraz, ninguno se convence de ello sin gran dificultad y grandes luchas. Principalmente cuando llega el momento de la prueba y cuando las tentaciones nos oprimen, las dudas y vacilaciones descubren el vicio que permanecía oculto”.180

Según Calvino, la fe debiera ser segura, pero no existe una seguridad perfecta en esta vida. El creyente no estará completamente sano de la incredulidad hasta que muera. Aunque la fe misma no puede dudar, la fe es constantemente asaltada por la tentación de la duda.181El cristiano se esfuerza, pero nunca logra del todo una seguridad ininterrumpida.

Calvino concede diversos grados de fe. Aunque fuentes secundarias a menudo le quitan importancia, Calvino usa conceptos como “infancia de la fe”, “comienzos de la fe” y “fe débil” con más frecuencia incluso que Lutero.182Toda fe comienza en la infancia, dice Calvino. Escribe: “La paciencia de Cristo es grande al considerar discípulos a aquéllos cuya fe es tan pequeña. Y, de hecho, esta doctrina se extiende a todos nosotros en general; pues la fe que ahora es plenamente madura tuvo su infancia al principio, y tampoco es tan perfecta en ninguno como para que no le sea necesario hacer progreso en ella”.183

Exponiendo el proceso de maduración de la fe más que sus secretos comienzos o realización final, Calvino afirma que la seguridad es proporcional al desarrollo de la fe. Más concretamente, presenta al Espíritu Santo no sólo como el iniciador de la fe, sino también como la causa y sustentador de su crecimiento.184La fe, el arrepentimiento, la santificación y la seguridad son todos progresivos.185

Exponiendo Juan 20:3, Calvino parece contradecir su afirmación de que los verdaderos creyentes saben que lo son, cuando testifica que los discípulos no eran conscientes de su fe al acercarse a la tumba vacía: “Habiendo tan poca fe o, más bien, casi ninguna fe, tanto en los discípulos como en las mujeres, es asombroso que tuviesen un celo tan grande. Y, de hecho, no es posible que sentimientos religiosos les llevaran a buscar a Cristo. Alguna semilla de fe, por tanto, permaneció en sus corazones, pero ahogada durante algún tiempo, de modo que no eran conscientes de tener lo que tenían. Así pues, el Espíritu de Dios a menudo opera en los elegidos de manera secreta” [el énfasis es mío].186

Esto nos lleva a preguntar: ¿Cómo puede decir Calvino que la fe legítima está caracterizada por una plena seguridad y, al mismo tiempo, conceder un tipo de fe que carece de seguridad? Los dos conceptos parecen antitéticos. La seguridad está libre de dudas y, a la vez, no lo está. No duda y, sin embargo, puede dudar. Es firme, pero puede ser asaltada por la ansiedad. Los fieles tienen seguridad y, sin embargo, vacilan y tiemblan.

Dando sentido a las antinomias

Calvino operó desde cuatro principios que tratan esta compleja cuestión. Cada uno ayuda a dar sentido a sus aparentes contradicciones.

Fe y experiencia

En primer lugar, consideremos la necesidad de Calvino de distinguir entre la definición de fe y la realidad de la experiencia del creyente. Tras explicar la fe en la Institución como proveedora de “gran seguridad”, Calvino escribe:

“Mas dirá alguno, que es muy distinto lo que los fieles experimentan. No solamente se sienten muchísimas veces tentados por la duda para reconocer la gracia de Dios, sino que con frecuencia se quedan atónitos y aterrados por la vehemencia de las tentaciones que sacuden su entendimiento. Esto no parece estar muy de acuerdo con la certidumbre de la fe antes expuesta. Es menester, por lo tanto, solucionar esta dificultad, si queremos que la doctrina propuesta conserve su fuerza y valor. Cuando nosotros enseñamos que la fe ha de ser cierta y segura, no nos imaginamos una certidumbre tal que no sea tentada por ninguna duda, ni concebimos una especie de seguridad al abrigo de toda inquietud”.187

Más adelante, escribe Calvino: “Y no he olvidado lo que antes dije, cuya memoria es renovada, repetidamente, por la experiencia: que la fe es sacudida por diversas dudas, de modo que las mentes de los santos raramente están en paz”.188

Estas citas y otros escritos (muy notablemente cuando tratan del fortalecimiento sacramental de la fe)189indican que, aunque Calvino ansía definir la fe al lado de la seguridad, también reconoce que el cristiano va creciendo gradualmente en una fe más plena en las promesas de Dios. Este reconocimiento está implícito en el empleo de Calvino de expresiones como “plena fe” en las promesas de Dios, como si estuviera distinguiendo entre el ejercicio de la fe y lo que llama “plena fe”. En resumen, Calvino distingue entre el “debería” de la fe y el “es” de la fe en la vida diaria. Escribe: “Con estas palabras prueba que no hay verdadera fe en el hombre más que cuando, libremente y con un corazón pletórico de seguridad, osa presentarse ante el acatamiento divino; osadía que no puede nacer más que de una absoluta confianza en nuestra salvación y en la benevolencia divina. Lo cual es tan cierto que muchas veces el nombre de fe se toma como sinónimo de confianza… Cuando algo es definido, hemos de…buscar su misma integridad y perfección. Ahora bien, esto no significa negar un lugar para el crecimiento”.190

La definición de Calvino de la fe sirve como recomendación de cómo deberían sus lectores “habitual y apropiadamente pensar en la fe”.191La fe siempre debiera apuntar hacia la plena seguridad, incluso si no puede alcanzar perfecta seguridad en la experiencia. En principio, la fe gana la victoria (1 Juan 5:4); en la práctica, reconoce que aún no ha comprendido plenamente (Fi. 3:12-13).

No obstante, la práctica y experiencia de la fe –por débil que a veces pueda ser–, valida la fe que confía en la Palabra. Calvino no está tan interesado en la experiencia como en validar la fe fundamentada en la Palabra. La experiencia confirma la fe, dice Calvino. La fe “requiere una certeza plena y firme, como la que los hombres suelen tener de las cosas experimentadas y probadas”.192Tanto el objeto de la fe como la validación de la fe por la experiencia son dones de Dios que confirman su carácter de gracia por medio de su Palabra.

Así pues, la experiencia desnuda ( nuda experientia) no es el objetivo de Calvino, sino la experiencia fundamentada en la Palabra, que fluye del cumplimiento de la Palabra. El conocimiento experimental de la Palabra es esencial.193Para Calvino, se necesitan dos tipos de conocimiento: conocimiento por la fe (scientia fidei) que se recibe de la Palabra, “aunque aún no es plenamente revelado”, y el conocimiento de la experiencia (scientia experentiae) “que emana del cumplimiento de la Palabra”.194 La Palabra de Dios es primordial a ambos, pues la experiencia nos enseña a conocer a Dios como Él mismo declara en su Palabra.195La experiencia que no está en consonancia con la Escritura nunca es experiencia de fe verdadera. En resumen, aunque la experiencia del creyente de la fe verdadera es mucho más débil de lo que desearía, hay una unidad esencial en la Palabra entre la percepción de la fe (la dimensión de la fe del “debería”) y la experiencia (la dimensión de la fe del “es”).

• La carne contra el espíritu

El segundo principio que nos ayuda a entender la tensión “debería/es” de Calvino en la fe es el principio de la carne contra el espíritu. Calvino escribe:

Es necesario recurrir a una distinción entre la carne y el espíritu, de la que ya hemos hecho mención, y que claramente se comprueba en este punto. En efecto, el corazón de los fieles siente en sí mismo esta división, según la cual en parte está lleno de alegría por el conocimiento que tiene de la bondad divina, y en parte experimenta gran congoja por el sentimiento de su propia calamidad; en parte descansa en la promesa del evangelio, y en parte tiembla con el testimonio de su propia maldad; en parte triunfa con la posesión de la vida, y en parte tiene horror de la muerte. Esta oscilación proviene de la imperfección de la fe, pues jamás en esta vida presente llegaremos a la felicidad de estar libres de toda desconfianza y de poseer la plenitud de la fe. De ahí esta continua batalla, cuando la desconfianza que habita en la carne y en ella está arraigada se levanta contra la fe del espíritu para atacarla y destruirla.196

Al igual que Lutero, Calvino coloca la dicotomía “debería/es” en el marco de la batalla entre el espíritu y la carne.197Los cristianos experimentan esta tensión entre el espíritu y la carne intensamente, porque es instigada por el Espíritu Santo.198 Las paradojas que impregnan la fe experimental (p. ej., Romanos 7:14-25 en la clásica interpretación reformada) encuentran una resolución a esta tensión: “Así que, yo mismo con la mente [espíritu] sirvo a ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado” (v. 25). A este respecto, Calvino escribe: “Nada impide que los fieles tengan temor, y juntamente gocen del consuelo de la plena seguridad… La fe y el temor pueden habitar en la misma alma… Y ello es tan cierto, que en modo alguno debemos apartar a Jesucristo de nosotros, ni a nosotros de Él, sino mantener firme la unión con la que nos ha juntado consigo mismo”.199

Calvino coloca la consolación segura del espíritu junto a la imperfección de la carne, pues es lo que el creyente encuentra dentro de sí. Puesto que la victoria final del espíritu sobre la carne sólo será cumplida en Cristo, el cristiano se encuentra en perpetua lucha en esta vida. Su espíritu le llena “de deleite al reconocer la bondad divina”, incluso cuando su carne activa su inclinación natural a la incredulidad.200 Es asaltado por “conflictos de conciencia diarios” en tanto que los vestigios de la carne permanecen.201“El estado presente [del creyente] está lejos de la gloria de los hijos de Dios”, escribe Calvino. “Físicamente, somos polvo y sombra, y la muerte siempre está ante nuestros ojos. Estamos expuestos a mil miserias…, de modo que siempre encontramos un infierno dentro de nosotros”.202 Mientras aún está en la carne, el creyente puede ser tentado incluso a dudar de todo el evangelio. Los réprobos no tienen estas luchas, pues ni aman a Dios ni odian el pecado. Satisfacen sus propios deseos “sin temor de Dios”, dice Calvino. Pero cuanto más sinceramente el creyente “se entrega a Dios, tanto más es severamente perturbado por el sentido de su ira”.203

La seguridad del favor de Dios y un sentido de su ira no parecen sino lo contrario, sin embargo. En realidad, un espíritu de temor y temblor reverente ayuda a reafirmar la fe y prevenir la presunción, pues el temor deriva de un sentido apropiado de la indignidad, mientras que la confianza surge de la fidelidad de Dios.204Esta tensión espíritu/carne guarda al creyente de satisfacer a la carne y de entregarse a la desesperación.205El espíritu del creyente jamás desesperará completamente; antes bien, la fe crece en el mismo borde de la desesperación. El conflicto fortalece la fe. Hace al creyente vivir con prudencia, no con abatimiento.206 Con la ayuda del Espíritu Santo, la fe celestial se eleva sobre todo conflicto, confiando en que Dios será fiel a su propia Palabra.

Incluso cuando es atormentado con dudas carnales, el espíritu del creyente confía en la misericordia de Dios, invocándole en la oración y descansando en Él a través de los sacramentos. Por estos medios, la fe gana la batalla principal en su guerra contra la incredulidad. “En medio de estas sacudidas la fe sostiene los corazones de los fieles. Como la palma, que resiste todo el peso que le ponen encima y se yergue hacia lo alto”.207

En resumen, Calvino enseña que del espíritu del creyente sale la esperanza, la alegría y la seguridad; de la carne, el temor, la duda y la desilusión. Aunque el espíritu y la carne operan simultáneamente, la imperfección y la duda forman parte de la carne, no de la fe. Las obras de la carne a menudo acuden a la fe, pero no se mezclan con ella. El creyente puede perder batallas espirituales a lo largo del sendero de la vida, pero no perderá la batalla final contra la carne. La oración y los sacramentos ayudan al espíritu de la fe a obtener la victoria final.

• Germen de fe contrastada con la conciencia de fe

En tercer lugar, pese a las tensiones entre definición y experiencia, espíritu y carne, Calvino mantiene que la fe y la seguridad no están tan mezcladas con la incredulidad que el creyente quede con probabilidad en lugar de certeza.208El germen de fe más pequeño contiene seguridad en su misma esencia, incluso cuando el creyente no siempre sea capaz de aprehender esta seguridad, debido a su debilidad. El cristiano puede ser sacudido por la duda y la perplejidad, pero la semilla de la fe, plantada por el Espíritu, no puede perecer.

Precisamente porque es la semilla del Espíritu, la fe retiene la seguridad. La seguridad aumenta y disminuye en proporción al incremento y declive de los ejercicios de fe, pero la semilla de la fe jamás puede ser destruida. Dice Calvino: “Jamás puede ser arrancada del corazón de los fieles la raíz de la fe, sin que en lo profundo del corazón quede algo adherido, algo inconmovible, por más que parezca que al ser agitado va a ser arrancado; su luz jamás será extinguida de tal manera que no quede al menos algún rescoldo entre las cenizas”.209Así pues, Calvino explica “la seguridad débil en términos de fe débil, sin que de este modo se debilite el vínculo entre fe y seguridad”.210La seguridad es normativa, pero varía en grado y constancia en la conciencia del creyente de ella. Por tanto, al responder a la seguridad débil, un pastor no debería negar la atadura orgánica entre la fe y la seguridad, sino que debería instar a la búsqueda de una fe más fuerte, usando los medios de gracia por el Espíritu.

• Estructura trinitaria

Mediante un cuarto principio fulminante, a saber, la estructura trinitaria para la doctrina de la fe y la seguridad, Calvino estimula al creyente propenso a la duda. Tan cierto como que la elección del Padre debe prevalecer sobre las obras de Satanás, la justicia del Hijo sobre la pecaminosidad del creyente, y el testimonio seguro del Espíritu sobre las debilidades del alma, la fe debe conquistar y conquistará la incredulidad.

La estructuración de Calvino del Libro III de la Institución revela el movimiento de la gracia de la fe de Dios al hombre y del hombre a Dios. La gracia de la fe es del Padre, en el Hijo y a través del Espíritu, por el cual, a su vez, el creyente es llevado a la comunión del Hijo y, en consecuencia, es reconciliado con el Padre.

Para Calvino, un complejo conjunto de factores reafirma la seguridad, no siendo el menor la elección y preservación del Padre en Cristo. Por ende, escribe que “la predestinación, debidamente considerada, no hace titubear la fe, sino que más bien la confirma”,211especialmente cuando es vista en el contexto del llamamiento: “Tiene también mucha importancia para confirmar nuestra confianza, que la firmeza de nuestra elección está unida a nuestra vocación… Porque todos a los que [Cristo] recibe, el Padre se los ha confiado y entregado para que los guarde para la vida eterna”.212

La elección decretal es un fundamento seguro para la preservación y seguridad. La elección no es fríamente causal. Como Gordon Keddie observa: “La elección nunca es vista, en Calvino, bajo una luz puramente determinista, en la que Dios…es visto como ‘un ídolo terrible’ de ‘causalidad mecanicista y determinista’, y la experiencia cristiana es reducida o bien a una pasividad cobarde, o bien a un activismo frenético, mientras se espera alguna ‘revelación ’del oculto decreto de Dios para uno mismo. Para Calvino, como de hecho ocurre en la Escritura, la elección no amenaza sino que, antes bien, afirma la certeza de salvación”.213

Tal fundamento sólo es posible en un contexto cristocéntrico; de ahí el constante acento de Calvino en Cristo como el espejo de la elección, “en quien debemos contemplar nuestra elección, y en el que la contemplaremos sin llamarnos a engaño”.214 La elección hace volver los ojos del creyente de su incapacidad irremediable para cumplir con condición alguna de salvación, y centrarse en la esperanza de Jesucristo como la promesa de Dios de amor y misericordia inmerecidos.215

Mediante la unión con Cristo, “la seguridad de salvación se hace real y efectiva como la seguridad de elección”.216Cristo se hace nuestro en cumplimiento de la determinación de Dios de redimirnos y resucitarnos. En consecuencia, no hemos de pensar en Cristo como “estando lejos y no morando en nosotros”.217Puesto que Cristo es para nosotros, contemplarlo verdaderamente es verlo formar en nosotros lo que desea darnos: a sí mismo, sobre todo. Dios se ha hecho a sí mismo “pequeño en Cristo”, declara Calvino, para que podamos aprehender y acudir a Cristo sólo, quien puede apaciguar nuestras conciencias.218La fe debe comenzar, descansar y acabar en Cristo. “La fe verdadera de tal manera se encuentra en Cristo, que ni conoce ni desea conocer nada fuera de Él”, dice Calvino.219 Por tanto, “no debemos apartar a Jesucristo de nosotros, ni a nosotros de Él”.220La unión con Cristo hace converger la seguridad objetiva y la subjetiva: mirar sólo a Cristo para alcanzar seguridad significa también mirarnos a nosotros mismos en Cristo como su cuerpo. Como observa Willis-Watkins: “Sería totalmente hipotético para la fe centrarnos en nosotros mismos aparte de Cristo –y sería totalmente hipotético para la fe centrarnos en Cristo aparte de su cuerpo–… La seguridad de salvación es un auto-conocimiento derivado, cuyo centro queda en Cristo unido a su cuerpo, la Iglesia de la cual somos miembros”.221

De este modo cristológico, Calvino reduce la distancia entre el objetivo decreto de elección de Dios y la subjetiva falta de seguridad del creyente de ser elegido. Para Calvino, la elección responde –más que suscita– la pregunta de la seguridad. En Cristo, el creyente ve su elección; en el evangelio, escucha acerca de su elección.

No obstante, Calvino es perfectamente consciente de que una persona puede pensar que el Padre le ha confiado a Cristo cuando no es el caso. Una cosa es subrayar la tarea de Cristo en la economía salvífica trinitaria como receptor y guardián de los elegidos; centro, autor y fundamento de la elección; garantía, promesa y espejo de la elección y salvación del creyente; y otra muy diferente es saber cómo inquirir si una persona ha sido unida a Cristo por una fe verdadera. Muchos parecen ser de Cristo y le son extraños. Dice Calvino: “Es cosa ordinaria que los que parecían ser de Cristo se aparten de Él y perezcan… Los tales nunca se llegaron a Cristo con una confianza cual aquélla en que yo afirmo que nuestra elección nos es certificada”.222

Calvinonuncapredicóparaconsolarasugreyconunafalsaseguridaddesalvación.223 Muchos eruditos minimizan el énfasis de Calvino en la necesidad de una puesta en práctica de la fe y la elección subjetiva y experimental, refiriéndose a la costumbre de Calvino de dirigirse a su congregación como a oidores salvos. Malinterpretan. Aunque Calvino practicó lo que llamó “juicio de caridad” (es decir, dirigirse como a salvos a aquellos miembros de la iglesia que mantienen un recomendable estilo de vida externa), también afirmó frecuentemente que sólo una minoría recibe la Palabra predicada con fe salvífica. Dice: “Pues, aunque todos, sin excepción, a quienes es predica la Palabra de Dios son enseñados, apenas hay uno entre diez que la guste; mejor dicho, apenas hay uno entre cien que se beneficie al punto de ser capacitado, mediante ella, a proceder por camino derecho hasta el final”.224

Para Calvino, mucho de lo que se asemeja a la fe carece de un carácter salvífico. Así pues, habla de fe no formada, fe implícita, la preparación de la fe, fe temporal, una ilusión de fe, una manifestación falsa de fe, tipos de sombra de fe, fe transitoria y fe bajo una capa de hipocresía.225

El auto-engaño es una posibilidad real, dice Calvino. Puesto que los réprobos a menudo sienten algo muy similar a la fe de los elegidos,226el auto-examen es esencial. Escribe: “Aprendamos a examinarnos a nosotros mismos, y a indagar si aquellas marcas interiores por las que Dios distingue a sus hijos de los extraños nos pertenecen, a saber, la raíz viva de la piedad y la fe”.227Felizmente, los que son verdaderamente salvos son librados del auto-engaño mediante un apropiado examen dirigido por el Espíritu Santo. Dice Calvino: “Mientras tanto, los fieles son enseñados a auto-examinarse con solicitud y humildad, para que no aparezca una seguridad carnal en lugar de la certeza de la fe”.228

Incluso en el auto-examen, Calvino enfatiza a Cristo. Dice que debemos examinarnos para ver si estamos colocando nuestra confianza sólo en Cristo, pues éste es el fruto de la experiencia bíblica. Anthony Lane dice que para Calvino el auto-examen no es tanto “¿estoy confiando en Cristo?” como “¿estoy confiando en Cristo?”229 El autoexamen siempre debe dirigirnos a Cristo y su promesa. Nunca debe hacerse sin la ayuda del Espíritu Santo, el único que puede arrojar luz sobre la obra salvadora de Cristo en el alma del creyente. Fuera de Cristo, la Palabra y el Espíritu, dice Calvino, “si te contemplas a ti mismo, es condenación segura”.230

Así pues, la línea de razonamiento de Calvino procede de esta manera: (1) El propósito de la elección comprende la salvación. (2) Los elegidos no son escogidos por algo en sí mismos, sino sólo en Cristo. (3) Puesto que los elegidos son en Cristo, la seguridad de su elección y salvación nunca pueden encontrarla en sí mismos o en el Padre fuera de Cristo. (4) Antes bien, su seguridad ha de encontrarse en Cristo; por ende, la comunión con Él es vital.

La pregunta sigue en pie, sin embargo: ¿Cómo disfrutan los elegidos de tal comunión? y ¿cómo produce esto seguridad? La respuesta de Calvino es neumatológica: el Espíritu Santo aplica Cristo y sus beneficios a los corazones y vidas de los pecadores culpables que han sido elegidos, por medio de los cuales tienen la seguridad, por la fe salvífica, de que Cristo les pertenece a ellos y ellos a Cristo. El Espíritu Santo especialmente confirma, en ellos, la fiabilidad de las promesas de Dios en Cristo. Así pues, la seguridad personal nunca es divorciada de la elección del Padre, la redención del Hijo, la aplicación del Espíritu y el medio instrumental de la fe salvífica.

El Espíritu Santo tiene un papel enorme en la aplicación de la redención, dice Calvino. Como consolador, sello y arras personales, el Espíritu Santo asegura al creyente de su adopción: “El Espíritu de Dios nos da tal testimonio que, cuando es nuestro guía y maestro, nuestro espíritu es asegurado de la adopción de Dios. Pues nuestra mente, de sí misma, sin el precedente testimonio del Espíritu, nunca podría transmitirnos esta seguridad”.231La obra del Espíritu Santo subyace bajo toda seguridad de salvación, sin menoscabar el papel de Cristo, pues el Espíritu es el Espíritu de Cristo, que asegura al creyente llevándolo a Cristo y sus beneficios, y operando estos beneficios dentro de él.232

La unidad de Cristo y el Espíritu tiene tremendas implicaciones para la doctrina de la seguridad. El fundamento de la seguridad es, supuestamente, las promesas de Dios en Cristo y/o en la Palabra de Dios, mientras que la causa de la seguridad es el Espíritu, que la opera en el corazón. Cornelis Graafland argumenta, sin embargo, que esta distinción es demasiado simplista, ya que el Espíritu siempre opera como el Espíritu de Cristo. Así pues, los elementos objetivos y subjetivos de la seguridad no pueden separarse tan fácilmente; la salvación objetiva en Cristo está ligada al sello subjetivo del Espíritu. Graafland concluye que “Cristo en y a través de su Espíritu es el fundamento de nuestra fe”.233

Además, para Calvino, la objetiva confianza del creyente en las promesas de Dios como fundamento principal para la seguridad debe ser subjetivamente sellada por el Espíritu Santo para que haya una verdadera confianza. Los réprobos pueden reclamar las promesas de Dios sin experimentar el sentimiento (sensus) o conciencia de tales promesas. El Espíritu a menudo opera en los réprobos, pero de un modo inferior. Calvino dice que la mente de los réprobos puede ser momentáneamente iluminada de modo que parezcan tener un comienzo de fe. No obstante, “jamás reciben nada excepto una confusa conciencia de gracia”.234

Por otro lado, los elegidos son regenerados con una semilla incorruptible.235Reciben beneficios subjetivos que los réprobos jamás gustan. Sólo ellos reciben las promesas de Dios como verdad en lo interior; sólo ellos reciben el testimonio que se puede llamar “el alumbramiento del Espíritu”; sólo ellos reciben el conocimiento experimental e intuitivo de Dios cuando Él se les ofrece en Cristo.236La fe en las promesas de Dios operada por el Espíritu efectúa una unión con Cristo.237Calvino dice que sólo en los elegidos “penetra este afecto…que nos transporta al cielo; por él somos admitidos en los recónditos tesoros de Dios”.238“Porque el Espíritu Santo no sella propiamente más que en los elegidos la remisión de los pecados, a fin de que tengan una particular certidumbre y se aprovechen de ello”.239Sólo los elegidos llegan a conocer una fe especial y un testimonio interior especial.

Según Heribert Schtzeichel, un teólogo católico romano, el énfasis de Calvino en una fe especial y un testimonio especial recuerda la insistencia del Concilio de Trento en que la seguridad siempre es revelada de un modo especial.240Para el Concilio de Trento, sin embargo, la seguridad es especial y poco común; para Calvino la seguridad es especial y normativa, pues es parte de la esencia de la fe.241 Para Trento, la seguridad está separada de la Palabra; para Calvino, la seguridad siempre está relacionada con la Palabra. El testimonio seguro del Espíritu no añade a la Palabra mediante alguna visión mística o voz audible;242antes bien, acompaña a la Palabra. El sello del Espíritu es un testimonio personal, por medio del evangelio, de que las promesas de Dios son para el creyente personalmente. Dice Calvino: “La seguridad es algo por encima de la capacidad de la mente humana; es de parte del Espíritu para confirmar dentro de nosotros lo que Dios promete en su Palabra”.243 Los réprobos jamás experimentan tal seguridad, pues jamás gustan la unión de la verdad objetiva de la promesa de Dios y el sello subjetivo del Espíritu.

Finalmente, sin embargo, cuando distingue a los elegidos de los réprobos, Calvino habla más sobre lo que el Espíritu hace en nosotros que lo que Cristo hace por nosotros, pues allí la línea de demarcación es más pronunciada. Habla mucho de experiencia interior, de sentimiento, de alumbramiento, de percepción, incluso de “violenta emoción”.244Aunque consciente de los peligros de una excesiva introspección, Calvino también reconoce que las promesas de Dios sólo son suficientes cuando son traídas por el Espíritu dentro del ámbito, experiencia y obediencia de la fe.245

Para resumir la posición de Calvino, los tres miembros de la trinidad están implicados en la seguridad de la fe del creyente. Además, las obras de Cristo y el Espíritu Santo son complementarias. Cuando Calvino responde a Pighius que “Cristo es mil testimonios para mí”, está diciendo que Cristo es una fuente de seguridad poderosa, fundamental y principal para él, precisamente a causa de la aplicación que el Espíritu hace de Cristo y sus beneficios a él. De nuevo, cuando Berkower dice que la Institución de Calvino jamás se cansa “de repetir la advertencia contra todo intento de ganar seguridad fuera de Cristo y su cruz”,246esto debe entenderse en términos de la obra del Espíritu, ya que nadie puede asegurarse jamás de Cristo sin el Espíritu.247 El Espíritu Santo revela al creyente a través de su Palabra que Dios es un Padre con buena disposición, y lo capacita para abrazar las promesas de Cristo por la fe.

Conclusión

Estos cuatro principios operativos en Calvino –fe y experiencia, carne frente a espíritu, germen de fe frente a conciencia de fe, y estructura trinitaria– nos permiten sacar varias conclusiones:

En primer lugar, el concepto de fe de Calvino incluye seguridad en la esencia y quintaesencia de la fe, sin demandar que el creyente sienta seguridad en todo momento. Muchos eruditos de Calvino, incluyendo a William Cunningham, han pasado por alto este concepto. Cunningham dice que la única forma de apartar de Calvino la aparente contradicción es proceder “bajo la asunción de que la definición se refería no tanto al estado que era esencial para la verdadera fe y siempre hallado en ella, como a lo que es, o incluye la verdadera fe en su condición más perfecta y su más elevado ejercicio”.248Pero, para Calvino, la seguridad es esencial para la fe y está presente en todos sus ejercicios, independientemente de la conciencia que el creyente tenga de ella.

En segundo lugar, mediante esta combinación de principios, cualquier discontinuidad radical entre Calvino y los calvinistas con respecto a la fe y la seguridad debe ser rechazada. Pese a variar los énfasis, Calvino y los calvinistas están de acuerdo en que la seguridad se puede poseer sin que siempre se conozca.249Cuando Calvino define la fe incluyendo la seguridad, no está contradiciendo la distinción de la Confesión de Westminster entre fe y seguridad, pues él y la Confesión no tienen en mente la misma cuestión. Calvino está definiendo la fe en su carácter asegurador; la Confesión, qué es la seguridad como fenómeno auto-consciente y experimental.250

En tercer lugar, aunque Cunningham tiene razón al afirmar que Calvino no desvela todos los detalles de la relación entre fe y seguridad, él, Robert Dabney y Charles Hodge van demasiado lejos cuando dicen que la doctrina de Calvino es contradictoria o ignorante de las cuestiones que emergerían en el siglo siguiente.251 Aunque el clima espiritual del siglo diecisiete varió considerablemente del dieciséis, un estudio detallado de Calvino sobre la relación fe-seguridad revela una doctrina bien tejida e integrada que es fiel a la Escritura y a la experiencia. El énfasis de Calvino en la seguridad a lo largo de su Institución, comentarios y sermones prueba que la cuestión de la seguridad personal estaba muy viva en su generación. Frases como “éste es el modo de alcanzar la seguridad”, “ésta es la clase de seguridad que tenemos” y “en esto descansa nuestra seguridad” muestran que Calvino le está hablando a una audiencia que conocía poca seguridad.252Se está dirigiendo a individuos recién liberados de la servidumbre de Roma, que había enseñado que la seguridad era herética. Enseñando que la seguridad debiera ser normativa, aunque la incredulidad no morirá fácilmente, Calvino se propone construir la seguridad de la Iglesia sobre un sólido fundamento bíblico. Dice que la incredulidad sólo es una enfermedad y una interrupción de la fe que no tendrá dominio sobre la fe de manera diaria, ni finalmente triunfará.253Antes bien, Dios desea “poner remedio a esta enfermedad y que demos enteramente crédito a Dios en sus promesas”.254Puesto que es de Dios, la fe debe triunfar, pues Dios usará incluso las dudas y asaltos para fortalecer la fe. Mediante los perpetuos triunfos en Dios de la fe, Calvino alienta a los hijos de Dios que frecuentemente dudan, dirigiéndolos a Dios para hallar el principio de la seguridad de la fe.

La espiritualidad puritana y reformada

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